domingo, 17 de junio de 2012

DÍA DEL PADRE - POR RODOLFO ASCENCIO BARILLAS ( ASOLAPO - EL SALVADOR)


DÍA DEL PADRE

Por Rodolfo Ascencio Barillas

Yo que te amé desde la infancia de mis sueños perdidos

Y en la abrupta soledad que extravió mi camino

Y en la perenne tragedia de mis placeres mezquinos

Y en el ocaso que estremeció la melancolía de tus ojos

Y en los cruentos dolores que agitaron tu alma.

Hoy recuerdo la luz de tus auroras maravillosas

Y el eco silente de tus exhaustos lamentos

Y la bruma que exhalan tus acelerados pesares

Y el sórdido llanto que tus manos destilaban,

Y  la fuerza que azotaba tu enmudecido aliento

Y el tesón de los amargos días infructuosos

Yo amé la acucia de tus precipitados desvelos

Y el reflejo  que destellaban las caricias de tu entumecida boca

y los juegos  que explayabas en los verdes prados

Y la alegría  extraordinaria de desbordaban tus mágicos  encantos

Y sin embargo nunca vi quejarte en tus horas de sufrimiento

Y en la temible ira de los tiempos impredecibles,

Y a pesar de todas las adversidades soñabas con un mundo mejor.

Yo vi que nunca dejabas inconclusas lo que comenzabas

Y si todos te injuriaban con valentía en recompensa amabas

A veces no me explicaba tus prolongados silencios

Y cuando yo te necesitaba siempre me auxiliabas

Aunque  yo me descarrilaba en la ignorancia de mis ojos,

Tú siempre me apoyabas en mis equivocadas decisiones

Y en los impulsos rebeldes de mis nubarrones

Y de mis escasos remordimientos repentinos.

Yo siempre supe que mi padre también me amaba

Y con gran nostalgia mis penas suavizaban

Y con hidalguía aumentabas mis alegrías.

Pero hoy veo el transitado tiempo de tu rostro

Y el temible surco de tus ríos caudalosos

Y el precipitado llanto que eludió tu audacia imperecedera

Y la triste amargura que le propiciaron los desechos

Y las ansias que el destino burló tus ilusiones

Y el correr de un lejano tiempo inmisericorde,

Entonces pude comprender tu gran valentía

Y el desafió de su voz en los ignotos desiertos

Y el impávido alarido de las noches mustias

Y la desesperante agonía de tu digna  existencia.

Yo vi ímprobo la limpia ternura de tus ojos

Y el reposo de tu exuberante guitarra

Y la sensibilidad palpable de tus entrañas

Y la euforia en el aliento de tus narices,

Y cuando fui hombre siempre cuido de mis exabruptos

Y sus consejos fueron manantiales de sabiduría

Y su inmaculado afán me abrió muchas puertas 

Y su disciplina me enseñó las cosechas del mundo

Y su experiencia ha sido el horizonte de mi camino.

Y ahora que los injustos tiempos han pasado

Y los fríos inviernos abandonaron los lautos ideales

Y las estrellas que soñaron con sus fugaces emociones

Y las prolongadas noches de tus dolores interminables.

Padre, te agradezco por todos tus latentes sacrificios

Y los inmensos esfuerzos que habitan en tu corazón

Y la belleza eterna de tus fulgurantes palabras

Y la inmaculada herencia de tus profundos océanos

Y el infinito aposento de exquisitos manjares,

Yo te  amo aunque hayas partido hacia los cielos

Y vivirás en los oasis de mis innumerables sueños…  

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