sábado, 28 de mayo de 2011

LA ETICA TAMBIÉN ES BUEN NEGOCIO - POR ÁNGEL GAVIDIA

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LA ETICA TAMBIÉN ES BUEN NEGOCIO

Escribe Ángel Gavidia

La contienda electoral se ha centrado en lo económico. Dice Keiko Fujimori que ella representa la continuidad del éxito que arrancó con su padre, aún cuando los economistas le recuerdan que cuando Alejandro Toledo asumió la presidencia el Perú se hallaba en recesión. Es verdad, sin embargo, que en términos macroeconómicos el país comenzó a crecer desde el 2000 y no ha parado. Viva el modelo, dicen los grandes beneficiarios de este crecimiento que, desgraciadamente, no son los más. Hace poco escuché al ex ministro Carranza referir que la ley del mercado es de igual obligatorio cumplimiento que la ley de la gravedad. Me hubiera gustado replicarle que si la especie humana se hubiera resignado a los efectos de la misma hoy no tendríamos aeroplanos, aún cuando los pájaros hace tiempo la vencieron para bien. El ministro pedía una conducta sumisa frente a la ley del mercado. Yo, ciudadano de a pie, pediría, ante las inequidades de esta ley, un estado responsable; es decir, que no contemple indiferente, si no que actúe en consonancia con las necesidades de su pueblo. El comercio de medicamentos es un ejemplo en el que, felizmente, el estado, aunque tímidamente, ha comenzado a actuar. La salud es demasiado valiosa para abandonarla en medio de los vaivenes de la oferta y la demanda.

Javier Iguíñez dice, con razón, que sin estado no podría haber actividad privada. La actividad privada tiene que supervisarse. Las empresas deben cumplir con sus responsabilidades sociales como un salario justo y un irrestricto respeto por la ecología, aunque para ello deban sofrenar su hambre desbocado de ganancias. Borneo postula razonablemente que la evolución de la economía requiere de un estado adecuado para fiscalizar y redistribuir mejor y suplir a la actividad privada en zonas donde a esta no le interesa desarrollarse. El problema, entonces, no es el estado en sí; el problema es el estado ineficiente, el estado corrupto; el estado atenazado por intereses económicos particulares que le tuercen el brazo a su favor y no a favor de la equidad y la justicia.

Se calcula que el gobierno de Fujimori malversó 600 millones de dólares. La cantidad suficiente para solventar el programa “pensión 65” durante 5 años. Es urgente que el pueblo se convenza que la corrupción es muy costosa. No solo por los montos que sustrae. Si no que para llevarla a cabo corrompe a las instituciones tutelares. Pudre el tejido social. Distorsiona el éxito adjudicándolo perversamente al “más vivo”. Montesinos tuvo el mérito de mostrárnoslo en directo y a colores. Jueces, empresarios, periodistas, dirigentes políticos, “padres de la patria”, dueños de medios de comunicación, “la clase dirigente”, pasaron por la tristemente célebre “salita del SIN”. Pero pareciera que el Perú tiene mala memoria. Muchos de los actores de esos tiempos se reciclaron astutamente. Y hoy acompañan a la Sra. Keiko Fujimori en el proyecto de retomar el poder “para que el Perú siga creciendo”. Y la referida señora está a punto de encabezar el próximo gobierno.

Decíamos, al inicio de este artículo, que la discusión sobre el curso económico del Perú ha hegemonizado la contienda electoral. Y lo económico, siendo trascendente, no lo es todo. Ni lo más importante. Lo fundamental es la moral. Un gobernante honrado, un equipo constituido por gente honesta es la primera garantía de un buen gobierno. Dice muy poco de los electores y del país la permisividad con la corrupción. Yo creo que la respuesta a la pregunta de Zavalita, el célebre personaje vargasllosiano, ¿Cuándo se jodió el Perú? es, cuando el país se volvió tolerante con el crimen y el robo, cuando una suerte de amnesia moral lo convirtió en un instrumento de su propia desgracia, cuando los valores se volvieron incómodos armatostes propios de los “caídos del palto” como calificó alguna vez Fujimori a quienes pagaban sus obligaciones por la compra venta de inmuebles para justificar los indicios de que él las había evadido. La observancia de valores éticos no es un lujo, tampoco una ingenuidad, menos una moda superada. Es una necesidad. Es la armazón donde se asienta la civilización. Es la modernidad. Es el corazón mismo de un país que se respete.


Cuando esto se entienda, cuando los valores pacen de ser simples enunciados a ser práctica de vida, se habrá ahorrado mucho dinero. Se habrá evitado mucho sufrimiento. La delincuencia común se habrá quedado sin fuente que le provea de desgraciados compatriotas proclives a la infracción y al crimen. Porque la lucha contra la delincuencia común no es ni debe ser solo punitiva. La batalla real, aquella que nos va a traer una victoria duradera, se ha de dar en el barrio, la familia, la escuela revalorando la viejas máximas, acaso ya olvidadas, que una vez repetimos en español y quechua: no seas ladrón, no seas ocioso, no seas mentiroso. Pero, claro, con el contundente ejemplo de quienes nos gobiernan. La experiencia nos permite normalmente evitar repetir los errores. Pero no estamos en tiempos normales. Los medios de comunicación han drenado torrentes de desinformación y miedo. Pero aún así apelo a la experiencia para que ésta nos libre de una nueva derrota moral para el Perú. Sería demasiado.




ÁNGEL GAVIDIA:

EMOCIÓN, CONMOCIÓN Y HAZAÑA DEL LENGUAJE

Por Danilo Sánchez Lihón

1. Configurando la realidad

Ángel Gavidia nació en Mollebamba, Santiago de Chuco, en 1953 y estudió medicina en la Facultad de San Fernando de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, graduándose de médico cirujano en 1980.

Ha publicado trémulos e intensos libros de poesía como: La soledad y otros paisajes, Un gallinazo volando en la penumbra y Fuera de valija. Asimismo, se ha valido del cuento para dar una versión maravillada y transida del mundo en dos libros memorables: Aquellos pájaros y El molino de penca.

En ensayo ha publicado: El cólera en la ficción de García Márquez y Santiago de Chuco y Julio Ramón Ribeyro. Integra el grupo literario Greda, que es el barro a partir del cual se hace una olla, una alcancía, un pífano, como se vuelve a configurar la realidad. Participa también en el Frente de Escritores de La Libertad.

Actualmente es Jefe del Servicio de Medicina Interna del Hospital Belén de Trujillo y profesor en la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Trujillo.


2. Con solemnidad y prestancia

Max Silva Tuesta, médico psiquiatra quien ha dedicado estudios prolijos a la vida y obra de César Vallejo, y por ello es reconocido como uno de los vallejistas más connotados del país, me preguntaba siempre por Ángel Gavidia a quien Max al parecer no conocía personalmente pero a quien recuerda mucho por la siguiente anécdota:

En el concurso de cuentos del año 1996 que organizó el Colegio Médico a nivel nacional, a Max como correspondía dada su alta investidura de ser a la vez un prestigioso hombre de letras, le tocó desempeñarse como miembro del jurado de dicho certamen.

El cuerpo directivo del gremio médico estaba allí presente no para cuidar que la calificación se hiciera en total y absoluto anonimato, como podría parecerlo, sino para agregar aún más solemnidad y prestancia al evento.

Según me cuenta Max el nivel de los trabajos concursantes era extraordinario en el conjunto de textos presentados, porque curiosamente hay una gran afinidad entre la literatura y la medicina, quizá porque ambas disciplinas o campos del conocimiento humano se ocupan del hombre.


3. Indudables candidatos

Él recuerda que después de una ardua labor de organización, discusión de pautas y rubros a calificar, se acordaron rubros específicos de calificación con puntajes acumulados en cada área o campo.

El acta del jurado que he alcanzado a revisar, estipulaba:

1. Dominio del tema

2. Dominio del lenguaje

3. Desarrollo argumentativo

4. Estructura narrativa

5. Caracterización de personajes

6. Autenticidad en los diálogos

7. Concatenación entre elementos reales e imaginarios.

Como se ve, la calificación era exhaustiva. Luego de la lectura de las obras el jurado seleccionó tres cuentos, que eran indudables candidatos merecedores al primero, segundo y tercer galardón.


4. Extrajeron la hoja

Habían llegado a una ardua discusión defendiendo cada uno de los miembros uno y otro de estas tres composiciones que indiscutiblemente tenían el mérito para obtener el primer puesto.

Cada uno de los cuentos además de tener gran calidad literaria se destacaban por ser muy originales y distintos, en múltiples aspectos, uno frente a los otros dos.

Habiendo dirimido el orden en que al final acordaron que tendría que darse el veredicto del jurado, en presencia de las autoridades del Colegio Médico de aquel entonces, procedieron a abrir los sobres.

Lo que interesaba sobre manera era conocer la identidad de los ganadores empezando por el tercero para crear más expectativa.

Retiraron la plica, voltearon las solapas y, nerviosamente, extrajeron la hoja con datos que guardaba la identidad del primero de los afortunados que se había hecho merecedor a uno de los premios. Se había empezado por el tercer puesto, para crear mayor expectativa. El nombre del médico que había obtenido el tercer puesto era el de Ángel Gavidia Ruiz.


5. Estupefacción y asombro

El aplauso de los asistentes al acto fue espontáneo, lo que constituye ya para un artista una auténtica recompensa.

El nombre no lo conocían. Pero anotaron detalladamente sus señas no solo quien hacía de secretario de la ceremonia sino cada uno de los miembros del jurado.

Procedieron a abrir el sobre correspondiente al cuanto que se hacía merecedor del segundo puesto. Se quedaron estupefactos, el ganador era también el médico Ángel Gavidia.

Su asombro los congelaba en una sola pieza. Bueno estas cosas pueden pasar pero solo una vez en la vida. Las bases del concurso no estipulaban que había que presentar un solo cuento. Vamos al tercer sobre. Allí casi se caen de espaldas, pese a estar sentados. Era también el médico Ángel Gavidia.

Como había sido un proceso llevado paso a paso por acta, esta vez fue el único caso en la historia que en el acto de premiación de un concurso literario subió las tres veces al podio Ángel Gavidia para recibir el primero, el segundo y el tercer premio del concurso de cuentos.


6. Brote telúrico

Lo anterior grafica la calidad literaria de Ángel Gavidia Ruiz, que ocurrió además en un gremio célebre por el cultivo de las letras.

Pero yo quiero extraer además, una sola imagen de uno de sus libros de cuentos de Ángel para hacer dar un símbolo que nos pudiera dar una aproximación a las características de su poesía o en general de su arte.

La extraigo de su libro de cuentos El molino de pencas, en donde cada uno de los cuentos es esta imagen y este símbolo: una espina. Y espina significa defensa si se lo fe desde el fondo, desde el centro del ser.

Nada como la espina para significar defensa como significa ataque a lo externo y ajeno.

Y nadie como la penca para sostener y ostentar ser espina, pues la luce en la punta de sus hojas y de su tallo y hasta de sus flores. Pero espina exacta, perfecta, dueña y soberana de ser espina.

Ser maguey y ser penca en la poesía es de algún modo el signo de Ángel Gavidia, brote telúrico abierto al misterio y al infinito.


7. A retazos y a sorbos

Maguey y penca sea en el camino o en la ladera, sea en la pampa o en la quebrada, la penca es espina que defiende hacia fuera, hacia el cielo y el viento anubarrados.

Solo en el molino de pencas la espina está hacia adentro. Solo allí la espina se hunde hacia el centro del tallo y deja hacia fuera su extraña corteza, hecha de hebras de cabuya lastimera que gotean su savia bondadosa.

Y así es cada poema y cada cuento y cada fragmento de texto que nos ofrece Ángel Gavidia incluso hasta en su conversaciones: Una espina hacia el fondo de su ser por donde sangra, siente pena, está lastimado o celebra la vida.

Pero hacia fuera muestra su corteza buena, aunque en las hebras llora, como en cada uno de sus poemas con sutil y sublime capacidad de sugerencia.

En su poesía como en sus cuentos Ángel redime la vida sencilla, escasa, desolada.

Hace belleza, canto y proclama de lo más pobre, de lo desarrapado, de la vida que se nos da a retazos y a sorbos de café fraterno.


8. Huidas y regresos

Uno siente al leer los poemas o bien sea los cuentos de ángel Gavidia, que en el fondo de ellos hay dolor, soledad, sutil y callada que es de lo que se hace poesía, fábula, canto a la vida y hasta júbilo de la creación.

¡Cuánto habremos sufrido para escribir cosas como esta que es un verso de Ángel Gavidia!, cuando dice:

Y si el puquio
es un niño,
en medio de la pampa
abandonado?

Pero así como denota que se ha sufrido –y es por eso que queremos aún más a nuestra tierra– qué importante es saber al mismo tiempo cuánta ternura se pone para sentirla, reconocerse e identificarse con ella.

Cuántas lágrimas, penas, soliloquios, viaje inacabables hay que recorrer, cuantas caídas hondas del alma. Cuantas huidas y cuantos regresos. Y en uno de ellos escribir poesía o literatura.


9. Amor infinito

Porque poesía es emoción, conmoción y crisis. Pero también hazaña del lenguaje.

Es con el poder de estos elementos o materiales, díscolos o toscos por si mismos, que se disponen para ser la materia con la cual se ha de construir belleza.

De allí que la poesía ha de ser también una actitud reverente a la vida, compasiva con el mundo y la realidad, sabia en el sentido de dar a todo su tiempo y su lugar.

Y añadido a todo eso, lo importante es no olvidarse de nada, juntarlo todo, asumir, levantar y encarnar al hombre, pero no de cualquier modo sino con el amor más infinito, como él lo hace.



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