Los 13 voluntarios en el cánchón del penal de Chiquián.
Dos amigos acompañan en la foto.
LOS VOLUNTARIOS
Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)
.
- Son 13 reclutas, shay, como los "Trece del Gallo" -bajó gritando conmovido hasta el llanto por el Jr. Comercio mi primo Mañuco.
A Mañuco, por ser menor de edad, no lo
aceptaron como voluntario; tenía nueve años, y ya
quería servir a la patria como soldado raso de nuestro glorioso Ejército.
Unos los llamaban enrolados o alistados, otros conscriptos, ídem reclutas o movilizadles, lo cierto es que estaban sonrientes en el canchón de tierra de la cárcel del pueblo, donde los niños jugábamos fulbito con pelota de trapo los fines de semana, a excepción de los días de lluvia interminable.
Unos los llamaban enrolados o alistados, otros conscriptos, ídem reclutas o movilizadles, lo cierto es que estaban sonrientes en el canchón de tierra de la cárcel del pueblo, donde los niños jugábamos fulbito con pelota de trapo los fines de semana, a excepción de los días de lluvia interminable.
No
hubo sorteo aquel día memorable, tampoco omisos en la tierra de Luis Pardo, ninguno presentó dispensa, todos
querían participar del Servicio Militar Obligatorio. Quizá algún despistado de otras latitudes dirá: "obligatorio para los marginados"; pero en Chiquián
era un
honor servir a la Patria Grande como voluntario, como era anhelo del joven peruano ser Maestro
de Escuela. Ahora miles prefieren ser políticos o faranduleros.
Mi abuelita Victoria se despidió de los 13 valerosos jóvenes voluntarios chiquianos, entre ellos de mi querido tío Chanti (Shanti), entregándoles un costalillo con panes y otro con bizcochos recién horneados. Fue la primera vez que vi lágrimas en los ojos de mi querida abuelita. Ella estaba muy emocionada junto a las mamás, papás, abuelitos, hermanos, primos, vecinos, maestros, autoridades y comuneros que se agruparon en la Plaza Mayor de Chiquián para despedirlos con aplausos, banda de músicos y fiambres para el largo viaje que los llevaría a un cuartel militar norteño. Los chiuchis corrimos tras el camión que llevaba ondeando en la panagra nuestro amado bicolor nacional, hasta que se perdió en la ceja de Caranca con su valiosa carga humana que daba enérgicas hurras por el PERÚ con los puños en alto.
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Después de varios meses de instrucción retornaron de verde olivo en uso de vacaciones reglamentarias. Llegaron cachiputus al pueblo, luciendo sus flamantes uniformes de paseo, felices de compartir su escuálida propina con la familia. Tengo en mis retinas la gallarda figura de Papi Rivera Anzualdo, saludando con porte militar a los paisanos con los que se cruzaba en las arterias del pueblo. Decenas de niños lo seguíamos dando vivas. Minutos antes, don Manuel Ñato Allauca, nuestro decordado "Shaprita", con los ojos anegados de emoción había pasado la voz a los niños del barrio: "Ha vuelto Papi, está andando uniformado por Oropuquio, vayan rápido", y todos los niños de Jircán corrimos al encuentro de nuestro entrañable amigo Papi Rivera, mientras "Shaprita" apresuraba su andar dando la buena nueva a los niños de Puente Cantucho, Paucaracra, Shulu, Agocalle, Fragua, Jupash y demás balnearios...
Mi abuelita Victoria se despidió de los 13 valerosos jóvenes voluntarios chiquianos, entre ellos de mi querido tío Chanti (Shanti), entregándoles un costalillo con panes y otro con bizcochos recién horneados. Fue la primera vez que vi lágrimas en los ojos de mi querida abuelita. Ella estaba muy emocionada junto a las mamás, papás, abuelitos, hermanos, primos, vecinos, maestros, autoridades y comuneros que se agruparon en la Plaza Mayor de Chiquián para despedirlos con aplausos, banda de músicos y fiambres para el largo viaje que los llevaría a un cuartel militar norteño. Los chiuchis corrimos tras el camión que llevaba ondeando en la panagra nuestro amado bicolor nacional, hasta que se perdió en la ceja de Caranca con su valiosa carga humana que daba enérgicas hurras por el PERÚ con los puños en alto.
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Después de varios meses de instrucción retornaron de verde olivo en uso de vacaciones reglamentarias. Llegaron cachiputus al pueblo, luciendo sus flamantes uniformes de paseo, felices de compartir su escuálida propina con la familia. Tengo en mis retinas la gallarda figura de Papi Rivera Anzualdo, saludando con porte militar a los paisanos con los que se cruzaba en las arterias del pueblo. Decenas de niños lo seguíamos dando vivas. Minutos antes, don Manuel Ñato Allauca, nuestro decordado "Shaprita", con los ojos anegados de emoción había pasado la voz a los niños del barrio: "Ha vuelto Papi, está andando uniformado por Oropuquio, vayan rápido", y todos los niños de Jircán corrimos al encuentro de nuestro entrañable amigo Papi Rivera, mientras "Shaprita" apresuraba su andar dando la buena nueva a los niños de Puente Cantucho, Paucaracra, Shulu, Agocalle, Fragua, Jupash y demás balnearios...
Mi viejo Chiquián - Foto: Román Palacios