domingo, 12 de enero de 2020

12 DE ENERO NACE CHARLES PERRAULT, 1628 - DÍA DEL FOLCLOR LITERARIO - POR DANILO SÁNCHEZ LIHÓN


 
 
 

Construcción y forja de la utopía andina
 
ENERO, MES DE LA DEFENSA DE LIMA
DEL NACIMIENTO DE ARGUEDAS, HERAUD
Y LOS PARADIGMAS DE MACHUPICCHU
 
CAPULÍ ES
PODER CHUCO


 
SANTIAGO DE CHUCO
CAPITAL DE LA POESÍA
Y LA CONCIENCIA SOCIAL


 
*****



12 DE ENERO
NACE CHARLES PERRAULT, 1628


 
DÍA
DEL FOLCLOR
LITERARIO


 
FOLIOS
DE LA
UTOPÍA


 
NAYLAMP,
Y AQUELLO
QUE SOMOS


 Danilo Sánchez Lihón
 
 
1. el mundo
de abajo
 
Hubo un tiempo de diluvio en que las aguas inundaron valles y laderas y la lluvia azotaba implacable con viento y cellisca. Los ríos cargaron sus caudales, y se salieron de su cauce anegando comarcas y sembríos. Las lagunas desbordaron valles ocultando a su paso bosques, breñales y colinas.
Reinó una oscuridad flagrante en que solo se oía el rumor de las aguas arreciando y descargándose contra el mundo en tempestades implacables.
Murieron muchos animales, se dispersaron los seres humanos que habían construido algunas cabañas. Otros se refugiaron en cuevas y oquedades en donde escaseaban alimentos como también abrigo.
Parecía que la vida se acababa sobre la faz de la tierra. Las descargas de truenos y relámpagos eran el anuncio de una destrucción total, tanto del mundo de arriba, el de los cielos a punto de derrumbarse, como el de la superficie que era un mar de agua, y el subsuelo había desaparecido.
 
2. El centelleo
del oleaje
 
Hasta un día inesperado y sorpresivo en que todo repentinamente cambió. Cesó la lluvia que se abatía inclemente. Disminuyó el caudal de los ríos antes desbocados. Desaparecieron las avalanchas en bajíos y quebradas.
Se insinuaron lo que recién se veía después de mucho tiempo que era el perfil de los cerros en el horizonte en donde se esbozó una leve claridad de alba.
Lo que antes era cataclismo retrocedía envuelto en nubes que se iban apagando dando lugar a una inmensa calma. Se despejaron los cielos que nuevamente se tornaron luminosos.
Los seres humanos que aún quedaban sobrevivientes salieron de sus escondrijos a contemplar la orilla del mar en donde nuevamente se separaban la tierra y el agua mientras emergía en el confín un sol radiante.
Y divisamos a lo lejos sobre las olas del mar algo que al principio parecía solo una reverberación, el centelleo del oleaje, el burbujear de la espuma de un tumbo.
 
3. De uno a otro
mástil
 
Pero pronto se dibujaba en la pupila de nuestros ojos asombrados las naves de una comitiva inconcebible por lo fabulosa, inefable por lo sorpresiva y legendaria emergiendo desde la oscura noche en que estábamos destinados a perecer.
Allí recién nos damos cuenta que después de mucho tiempo las aves revolotean inocentes en el contorno de la playa en donde estamos de pie estupefactos ante lo que ven nuestros ojos.
Cien naves nítidamente perfiladas bajo el sol, que con su luz radiante destaca hasta el mínimo detalle de las velas infladas por el viento, cuando la tierra a nuestro alrededor florece y el mar con sus olas y su espuma le pone a todo un encaje de oro, de plata y de diamantes. Y nos preguntamos:
– ¿Qué día es este?
¡Oh día pródigo, hora feliz, venturosa y exultante! Cuando se acercan cien naves adornadas en su proa por cien abanicos de plumas multicolores y guirnaldas que penden de uno a otro mástil.
 
4. Colores
centelleantes
 
Y se oye una algarabía de música que atruena el universo. Y que sobresale de las naves que suavemente encallan en la arena blanca.
En el puente de mando de la nave principal permanece el jefe de esta expedición con los ojos fijos en el horizonte, sereno y ecuánime.
¿Quién es él? ¿Qué designio lo conduce hasta esta ribera con tanta pompa y ostentación hasta en sus atuendos?
Es un ser de inigualable majestad, de hermosura y valor sin par. Y de inmensa magnificencia.
Viste una diadema de plumas sujeta por una magnífica turquesa. Lo acompaña su esposa, Ceterni, fina y de una belleza mágica,
Sus acompañantes todos visten colgados de sus cuellos collares de piedras preciosas, adornas de caparazones de moluscos, de escamas de peces y conchas de mariscos trabajados en formas y colores centelleantes.
 
5. Para
bien vivir
 
Y es a mí a quien entonces escucho hablar, erigido en una saliente y de este modo:
– ¡Quiénes son ustedes y q qué han venido?
Eso digo y escucho que mis palabras son claras y nítidas rubricadas por las olas del mar rugiente.
– Checán, el que sabe amar! Soy Naylamp, tu hermano. Nos criamos juntos, hijos del mismo padre y madre. Yo descendí a tierra conservando la memoria de lo que somos. ¿Recuerda hermano en quién creemos?
– En Yampayec.
– Y, ¿es este? –Y me muestra la estatua esculpida en cristalina piedra verde de jade.
– Sí, es él, digo. –Y abrazo a Naylamp, mi hermano, a quien llamamos El ave marina.
– Checán, tú quedaste y has sobrevivido. Yo me fui y ahora vuelvo. Juntos somos la memoria de lo que fue. Qué bueno encontrarte y que hayas permanecido vivo.
 
6. Memoria
de lo que somos
 
Y prosiguió:
– Yo volveré al lugar donde moro. Tú reúne a la gente dispersa y juntándolos en pueblos dichosos, recordémosle sus virtudes, sus valores, a tener fe, adorar y creer. Seamos personas pacíficas, amantes del bien, la verdad y la belleza. Enseñaremos las artes, las ciencias, a trabajar extrayendo los productos del mar, cultivando la tierra y creando productos para bien vivir. Cumplida mi labor yo regresaré al lugar de donde he venido.
Con Naylamp lo primero que recordamos es a tejer hilos, a perfilar las boyas y a construir las redes para pescar los cardúmenes de peces que flotan en el mar. A cómo tirar las redes, extenderlas y a cómo saberlas halar.
Volvemos a recordar a cómo recoger mariscos y moluscos. A fabricar nuestras lanchas y canoas, así como s saber interpretar el lenguaje del mar, a saberlo respetar y reverenciar como una presencia sagrada. Volvemos a admirar la naturaleza y a no dañar ni coger de ella lo que no requerimos ni necesitamos. A saber, respetarnos entre seres humanos. Así como con su esposa Ceterni volvemos a cultivar la tierra y a criar el ganado y a las aves de corral de que nos provee la vida.
 
7. Un pueblo
feliz
 
Y con Naylamp vinieron los grandes maestros que teníamos antes, como Occhocalo que nos enseñó a cocinar la comida marina, junto con Ninagintue que nos instruyó en preparar bebidas como la chicha.
Ninacola con quien volvimos al trabajo de la artesanía en cerámicos y en madera, y sobre todo en base a la concha de espóndilos; junto con Llapchilulli que nos mostró el arte de la costura.
El maestro trompetero y tañedor de caracoles Pitazofi que tanto amenizó el viaje de venida y arribo de las cien naves que acoderaron en estas costas, nos recordó el arte de la música y la danza.
Cumplido todo esto Naylamp alzó el vuelo y se alejó volando hacia el lugar sagrado en donde ahora moraba, habiéndonos ayudado a forjar un pueblo feliz que dio lugar a una gran cultura desde entonces conocida y venerada como es Lambayeque, al norte del Perú.
Naylamp pese a que se había ido conservó lo que habíamos perdido. Y entre estas emociones la del encanto, de la fascinación y la alegría.



 
EL GUACAMAYO,
LOS ALIMENTOS
Y EL ARCOIRIS



 Danilo Sánchez Lihón


1. El más
valeroso

El guacamayo ha sido el más valeroso de los soldados en luchar en los batallones del Ejército del Inca, que combaten en contra de los males y adversidades que de vez en cuando pretenden incursionar en el ámbito del gran Tahuantinsuyo.
Se ha peleado con todo fragor contra los vicios y calamidades, contra las enfermedades y los quebrantos. A brazo partido, con escudos, lanzas y porras, se lidia contra la discordia y el encono, arrojándolos de las ciudades.
Combatiéndolos por los caminos hasta arrinconarlos en los matorrales, ahogándolos en los ríos, y hundiéndolos en el mar y en los abismos.
Ha sido tan valeroso en estas acciones este soldado que además de condecorarlo se le pregunta qué lugar quiere conocer a cargo del Estado. Y él en serio o en broma ha contestado:

2. Distintas
semillas

– ¡Pacaritampu! –Dice.
Pero, en realidad, a esta morada nunca se ha permitido una gracia semejante hasta ahora, salvo el acceso a algunos dignatarios del imperio.
La respuesta demora en llegar. Y la sorpresa es que, en razón de su heroísmo, que había sido muy grande, se le concedía el alto honor de ingresar a Pacaritampu.
Ello es, la Casa de las Semillas, en verdad un recinto situado secretamente en un lugar escondido, muy cerca de la ciudad sagrada del Cuzco, capital del imperio.
Asistió con su uniforme de gala. En su visita, por demás solemne y reverente, encontró servida en preciosas vasijas, labradas en finísimas filigranas con incrustaciones de oro, plata y piedras preciosas, distintas semillas de los alimentos originarios y estratégicos de la cultura incaica.
3. La luz
radiante

¡Rac! ¡Rac! ¡Rac!
Es la expresión de saludo, admiración y reverencia a toda semilla que prueba.
Así, en una vasija de ópalo se muestra un cuerpo diminuto de intenso color rojo que refleja en su corteza la luz radiante del sol.
La prueba y su sabor es agradable. Y la pasó por lo largo de su cuello.
Es la semilla de la quinua.
En otro plato, primorosamente tallado de ónix, encuentra una semilla de color naranja.
La prueba con la lengua y al encontrarla deliciosa, la traga.
Es la semilla de la quihuicha.

4. Servida
en vasija de oro

Avanza y en otro pocillo de turquesa relucen unos granos de esplendente color amarillo.
 Al saborearlo le parece como el néctar de las flores, pasando uno por el interior de su cuello.
Es la semilla de la cañigua.
Ingresando a otra habitación servida en vasija de oro encontró un producto más grande de color verde.
Lo prueba y encontrándolo sabroso, lo come.
Es la semilla de la papa.
En otra estancia, y servida en vasija de obsidiana, se halla frente a un grano azul, casi en triángulo y con la punta terminada en suave pelusa. Lo paladea y hallándolo bueno lo ingiere por su garganta.
Es la semilla del maíz.

5. Gusto
y arrebato

En otra habitación, en recipiente de plata, aprecia aún envuelto en su corteza de color añil, a un grano de un sabor que le parece de ambrosía.
Es el maní.
Finalmente, en vasija de ágata está servida una semilla de reflejos vibrantes, de color violeta, intenso y fuerte, que prueba y lo hace estremecerse de gusto y arrebato.
Es la semilla del ají.
Agradeció el guacamayo. Le hicieron todas las genuflexiones por su visita, le preguntaron por el sabor de las comidas que rubricó con una sola expresión:
– ¡Rac!

6. De uno
a otro confín

– ¡Rac! –Repite.
Lo que quiere decir: ¡Estupendas! Mientras las medallas tintineaban en su pecho.
Devolvió los saludos, tendió la mano a uno y otro funcionario y salió al aire libre. Pero al salir vio que las aves le hacían guardia, y toda clase de reverencias.
Se miró y recién se dio cuenta que le habían salido alas y que su plumaje era de todos los colores de las semillas que había probado: rojo, naranja, amarillo, verde, azul, añil y violeta.
Pero lo más sorprendente es que cuando emprendió el vuelo ya por los aires del aleteo de su colorido plumaje se desprendía un arco iris. Era un arco iris con los siete colores esplendorosos que se hicieron nítidos de uno a otro confín del horizonte.
Por eso se dice que del arco iris nacen los frutos, porque contienen todas las semillas que comió el guacamayo.

7. Ave
tutelar

Estas y otras historias escuchamos de nuestros abuelos y personas mayores en noches de luna y muy cerca de la hoguera.
Que es cuando restalla la leña en el fuego mientras en el tejado aletea alguna paloma que se acomoda a dormir en su nido. Y si ha llovido desde las hojas de palma se desprenden algunas gotas retraídas hacia el balde que en el patio las recoge extasiado.
Así nos cuentan que nació el arco iris, de las plumas del guacamayo, guerrero insigne y valeroso. Luchador invicto en contra de todos los males y adversidades. Ciudadano probo a quien se le concedió una gracia jamás concedida.
Creador del arco iris de donde se desprenden todos los colores y que fecundan la tierra, puesto que contiene todas las semillas de cuando el guacamayo las probase al visitar Pacaritampu cace que todo germine.
Por eso el arco iris sale cuando se juntan la lluvia y el sol que lo fecunda todo. Y por eso el guacamayo es ave tutelar de nuestra cultura.
 
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DEL AÑO 2018
 
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