jueves, 8 de noviembre de 2018

8 DE NOVIEMBRE: DÍA MUNDIAL DEL URBANISMO - FOLIOS DE LA UTOPÍA: LAS TEJAS SON MADRES - POR DANILO SÁNCHEZ LIHÓN


 

Construcción y forja de la utopía andina
 
NOVIEMBRE, MES DE LA GESTA
DE TUPAC AMARU; LOS DERECHOS
DEL NIÑO; VIDA Y EJEMPLO DE
J.M. ARGUEDAS Y MANUEL SCORZA
 
CAPULÍ ES
PODER CHUCO


SANTIAGO DE CHUCO
CAPITAL DE LA POESÍA
Y LA CONCIENCIA SOCIAL

 
*****
  8 DE NOVIEMBRE


 
DÍA MUNDIAL
DEL
URBANISMO
 
 
FOLIOS
DE LA
UTOPÍA


LAS TEJAS
SON
MADRES


Danilo Sánchez Lihón
 
1. Después
que graniza
 
Estamos a inicios del mes de noviembre y ya comenzaron las lluvias en la serranía del mundo andino, gigantesco, ciclópeo y abismal.
Donde tiene que llover duro, parejo y fuerte. Donde se descargan por eso tempestades implacables con descarga de relámpagos y truenos sucesivos desde el cielo.
Y así tiene que ser, porque si no el año agrícola que adviene después del invierno inclemente sería un mal año para las cosechas.
Y si no lloviera imposible que se podría sembrar en esta ocasión porque la tierra estaría dura y hosca, como piedra o roca.
Donde después que graniza en los techos de teja y hasta de paja, recogiendo lo más blanco del hielo caído en esferas.
Con ello nos preparamos helados, mezclándolo con la médula de algunas frutas, sean guayabas, saúcos o granadillas.
 
2. Entrecortado
por los rayos
 
Yo ahora estoy lejos, en un país extranjero, de ahí mi nostalgia; caminando por urbes en donde mis ojos se empañan, o por la pena o por el smog de estas ciudades.
Que fuman a través de sus fábricas que elevan hacia los cielos sus chimeneas o mástiles en donde cuelgan sus banderas de humo.
Y entonces llamo por la añoranza a un pariente de mi pueblo. Y lo hago a través de una emisora radial cuyo número porto.
– ¡Sí, aquí, le contesta Radio Cordillera! –Me responden, pero la voz se oye lejana, como si llegara desde fuera de este planeta.
¿Será porque está lloviendo en las alturas del pueblo y en los cielos de Santiago de chuco?
– ¿Aló? ¡No le escucho!
– ¿Ahora sí?
– Sí. Un poco.
– Y, ¿ahora?
– Mejor. ¿Aló?
¡Aunque entrecortado por los rayos y truenos que están cayendo!
– Pero, ¡hable! ¿Aló?
 
3. Siento
la lluvia
 
– No se escucha nada. –Oigo que comentan decepcionados.
– ¡Es que está cayendo fuerte la tempestad la que está cayendo! ¡Sube hijo pronto a poner un balde en esa gotera!
– ¿Aló? ¿Aló?
Yo guardo silencio. ¡Una emoción profunda me invade y me transporta a los días de mi infancia! Estiro un brazo por el ventanal de este café cosmopolita y siento la lluvia mojarme el dorso de la mano y la manga de mi abrigo, como cuando niño.
¡La lluvia, y nosotros protegidos bajo la techumbre tenaz de los tejados! Y me sumerjo en aquella evocación de la teja que me protege aún de lejos.
– ¿Aló? ¿Aló? ¡Se cortó la comunicación! –Escucho que dicen, y cuelgan.
Yo también corto la comunicación en el teléfono, pero despacio y extasiado, ¡cuando aquí sufro bajo el calor calcinante! ¡Cuando es invierno en mi tierra! ¡Y en toda la extensión de la serranía del mundo andino!
 
4. ¿Quién
las ve?
 
Es por eso que, en este tiempo de adhesiones a una y otra causa, a uno y otro personaje, en este período de denominaciones acerca de cómo debe llamarse una y otra cosa, yo propongo también junto a todas las otras propuestas, siquiera por este breve período: ¡defender los tejados!
En este período de reconocimientos y honores a este y al otro tótem, nombro yo por lo menos en esta página solitaria y estremecida a mi personaje de este tiempo, a ¡la teja!
¿Por qué? Porque resiste heroica el embate del agua, del viento, y del fuego que se descarga a través de los relámpagos.
Y eso sencillamente es heroico, es un sacrificio callado, sin que nadie lo vea, como el de las madres cuando nos acunan y se acuestan a nuestro lado en las noches desveladas.
Y se quedan hasta que amanece para librarnos de los miedos tanto de los hechos reales como de los fantasmas. ¿Quién las ve? ¿Quién las reconoce? ¡Nadie!
 
5. Subir
al terrado
 
¡Y ni siquiera ellas mismas saben qué es abnegación, qué es renuncia y que todo eso es sacrificio! Solo sirven y se consagran.
Para ellas no hay renuncias ni privaciones, simplemente lo hacen; así las tejas. Al contrario, todo lo hacen contentas, ¡y serían desdichadas si no lo hicieran!
¡Y, ¡soportar los relámpagos y truenos que se descargan, que en mi lar nativo es espeluznante!
¡Y supone un valor muy arduo y supremo interponerse entre nosotros que dormimos apacibles y los cielos que se rompen y se desploman horrendos y enfurecidos!
Claro, hay que ayudarlas subiendo al terrado como en estos momentos hace el niño obedeciendo a su padre y que yo he escuchado que le encargaba subir al terrado.
Mientras yo me calcino en un continente extraño, lejos de mi querencia y del fogón de mi casa humilde.
 
6. Defienden
la vida
 
El niño, ¡yo mismo he sido ese chiquillo!, ha ido a poner baldes donde se ha producido un resquicio, por donde el agua se cuela debido a que la teja se han movido unos dedos destrenzándose de la hermana de al lado, de arriba o de abajo.
Para que cuando escampe y sea de día acomoden esa abertura, o a veces rajadura, con un pedazo más grande o con una teja entera, quizá nueva si hemos sido previsores de que las lluvias no iban a ser tal sino tempestades enloquecidas y fuera de todo tino este año.
Pero, ¿qué sería si no hubiéramos tenido las tejas ni siquiera a pedazos que han esperado calmadas en algún recodo para que ocurra este momento de subir y enfrentarse a las horas aciagas que se desatan?
De allí que los tejados no solo son bellos, ¡argumento que al parecer no conmueve ni convence a nadie!, sino que son valerosos y defienden la vida.
 
7. Mil
batallas
 
Las tejas nos llenan de consuelo. Quizá porque dentro de ellas estamos nosotros, bajo su capa compasiva. No permiten que ni la lluvia perturbe nuestro sueño. Pese a que ha llovido toda la noche, no protestan, ni chirrían ni gritan, ni tamborilean como hacen las calaminas.
Soportan la lluvia en silencio, la atenúan y la derraman en lágrimas hacia sus bordes y costados. La teja la subsume en su entraña, se empapa de lluvia, y se torna vieja con ella. Hasta florecer por dentro, haciendo un jardín hacia afuera. La teja es tan madre que hace crecer desde sus rendijas a las achupallas y a los shayapes, hasta hacer que los tejados sean floridos.
Por eso insisto ahora que la teja es madre. O es hermana mayor, que nos acuna y protege. Que nos defiende, y alivia nuestras penas. Porque vigila que los duendes no bajen hasta nuestras cunas. Porque exorciza los males que nos acosan y amenazan. Ellas los espantan, imbuidas de valor y de coraje. No permiten que se nos acerquen. Resguardan nuestra casa con su talante de guerreras que han afrontado y siguen afrontando mil batallas.
 
 
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