martes, 10 de diciembre de 2013

ASOLAPO INTERNACIONAL RINDIÓ HOMENAJE A JOSÉ MARÍA ARGUEDAS - POR URPI DEL MAR, PRESIDENTA DE ASOLAPO-CUSCO


ASOLAPO INTERNACIONAL RINDIÓ  HOMENAJE A JOSÉ MARÍA ARGUEDAS

URPI DEL MAR, Presidenta de ASOLAPO-Cusco

En una Ceremonia Especial, que se realizó con todo éxito, este 2 de diciembre de 2013, en la Sala de Actuaciones del Restaurant Turístico  "Qori Oqllo" del Valle Sagrado de los Incas - Cusco, ASOLAPO Internacional rindió un merecido Homenaje a JOSÉ MARÍA ARGUEDAS, recordando su muerte.
 
En dicha Actuación se presentó el libro "El Laberinto Andino de Arguedas" (obra que obtuvo el Premio Latinoamericano "GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ"), de la connotada escritora LUZ SAMANEZ PAZ, que estuvo a cargo del Dr. LUIS PLA BENITO de ESPAÑA.

El Comentario lo realizó,  el Dr. FÉLIX DEL CARPIO de MÉXICO.

Se presentó el CD "JOSÉ MARÍA ARGUEDAS"

Autora: LUZ SAMANEZ PAZ

Intérprete: Cantante i Compositora Iqueña, ADRIANA GARCÍA CARLOS



NUEVO ENFOQUE DEL LABERINTO ANDINO DE ARGUEDAS

LUZ SAMANEZ PAZ. Presidenta de ASOLAPO Internacional
 
La poesia i la narrativa andinas, que manejaba ARGUEDAS en forma magistral, es uno de nuestros cuantiosos tesoros, considerados como una de las fortalezas del idioma nativo del QUECHUA IMPERIAL, que brilla con luz propia i deslumbrante. Es el humus primordial que huele a tierra mojada, a yerba fresca, a sol, a naturaleza viva, es una expresión artística al aire libre, es la joyería flamígera de dioses estatales que giran al rededor del SOL adorado.

El pueblo andino no escapó a tan celeste, aunque totalitaria seducción, se confundió coralmente cantando en provecho exclusivo de la Mamapacha, glorificando el noble ejercicio de la siembra, de la cosecha, de las chaquitaqllas, con sus Despachos Andinos o Pagos a la Tierra, convertidos en ritos sagrados. Las más recónditas vibraciones estuvieron siempre amarradas a ella. Pachamama la llamaron en su dulce lengua, es decir Madre, porque eso fue i sigue siendo para los campesinos, seno originario, genital i siempre fértil.

Los ritos i tradiciones andinas, tuvieron el ritmo de las fiestas agrarias, de las celebraciones i prodigios estelares, como la caída de la lluvia, de las hojas, de las mutaciones del tiempo, que entra con gloria agrícola por la puerta del INTI o SOL, de la KILLA o LUNA MORENA. Los indios fraternizaron con todos los reinos de la naturaleza, establecieron una comunicación confidencial de purísima i tierna amistad con la flora i la fauna, creando esta poesía o narrativa andinas, que se deshace en lágrimas o la ausencia de la paloma URPI, que comparte los harapos i las maravillas de la vida i requiere de la ayuda de las mariposas andinas o PILLPINTOS, de los ríos o Q´OCHAS, del conjuro hechicero, contra las fuerzas rapaces del PUMA, de la tempestad, de la nieve o del CÓNDOR razante, señorial i carnicero.

La Casa Hacienda del padre de ARGUEDAS, estaba enclabada entre la Iglesia i la Plaza del pueblo de Andahuailas (Apurímac). El lugar trasmitía tranquilidad i paz, pero dentro de sus paredes, en sus corralones  cargados de indios, había humildad i pobreza, pero era agradable por su tibieza i cariño. El olor a tierra i ese peculiar clima serrano, lograron una perfecta combinación con el cielo azul de Andahuailas, la Ciudad de los Celajes i que se encuentra situado a una altura que sobrepasa los 3,000 metros sobre el nivel del mar. Es un lugar típicamente andino. Su poblado se ganaba la vida trabajando la tierra. En ese paraje no importaba el abuso del gamonal o del hacendado, se aplacaba la punzante sensación del hambre del indio, característico en las comunidades de la sierra. 

Junto a los indios convivió ARGUEDAS, era un niño triste, le agradaba correr i saltar por el campo, perseguir i montar becerros al atardecer i cansado refugiarse cerca del gran fogón de la cocina, en busca de abriego en las noches frías de invierno. Se acostumbró a dialogar con su soledad, se volvió en un pequeño solitario, pero los indios le brindaban cariño i protección. Asistía a las festividades i ritos  de la comunidad andina i ya no se sintió muy solo porque los indios eran su familia. Los días domingos eran de danzas i canciones i fiestas tradicionales. Había pobreza pero se podía aplacar con el calor humano de los indios.. Podía ver en sus rostros maltratados por el frío, dibujarse el llanto del dolor, pero a la vez la sonrisa de una misteriosa esperanza...pero JOSÉ MARÍA ARGUEDAS entonces, dirigió la mirada i comprendió que inauguraba una nueva etapa de su vida, la de estudiante. El tiempo había pasado de prisa, las cosas se iban complicando al interior de la Hacienda, eso se reflejaba en los rostros cetrinos de los campesinos i lo sentían sus comunidades.

ARGUEDAS, tenía que despojarse de aquellas nostalgias. Un nuevo reto asomaba a su vida i reivindicar a la raza indígena. Le inquietaba esa idea, sin embargo en esos instantes solo le interesaba la justicia, la libertad e igualdad para el hombre del Ande. Tuvo que alejarse de los que más adoraba en su vida, su tierra serrana, su familia: los indios. Decidido a olvidar sus penas, de su triste niñez, pero también el recordar algunas alegrías vividas en ese su pueblo andino, atenuaban sus nostalgias.

Era muy callado, de su silencio i soledad crecía en su alma una ilusión...pero sin darse cuenta la Literatura que iba colmando sus atenciones...volvió a retomar sus páginas limpias para llenarlas de esos recuerdos imborrables con los indios, sus costumbres, sus danzas, sus canciones, sus tradiciones i festividades, siguió guardando sus recuerdos, con una escritura que solo él sentía. I fueron pasando los años, aquellos años de su infancia que dejaron cicatrices en su alma, donde caminaba hora tras hora, por los valles, por los campos i quebradas andahuailinas, aspirando su atmósfera, escuchando el saludo de los indios, en fraterna comunidad. Tenía que ayudar a su gente de alguna manera.

Lima entonces asomaba como una magnífica oportunidad, para lograr nuevos conocimientos i también para actualizarse en los ya adquiridos. Compartió así, sus penurias i sintió hambre por ellos. Paladeó de su tristezas i también sonrió al recordar en esas noches de cántico i folklore. I guardaba todo en su mente, para que el mundo lo supiera mañana. Era un hombre de pocas palabras i no muy efusivo, con cierta vena melancólica. Una melancolía que era más bien de indio, que se trasluce en su ser.

El destino le colocaba piedras en el camino, pero él tenía que continuar. El tiempo i la vida eran inclementes, pero ARGUEDAS, tenía que plasmar en sus novelas, todas sus vivencias i experiencias que atesoró dentro de su corazón, cuando convivió con los indios.

 Esas tradiciones como "Yawar Fiesta", que es la lucha permanente del laberinto andino de ARGUEDAS, entre lo andino i lo hispano, que al final siempre triunfan las raíces autóctonas de su raza, del Kachkaniraqmi, el "sigo siendo", que ARGUEDAS refleja en su relato "A nuestro Padre Creador Tupaq Amaru", que es el ejemplo de valentía i coraje.

ARGUEDAS expresaba: "Escribimos por amor, goce y necesidad, no por oficio", palabras profundas, de un mensaje filosófico. Ese gran escritor indigenista, en una de sus mejores obras nos dice;: "A los comuneros y lacayos de la Hacienda Viseca, con quienes temblé de frío en los regadíos nocturnos y bailé en carnavales, borracho de alegría, al compás de la tinya y la flauta..." comuneros i campesinos de nuestras serranías, depositan las semillas sagradas a la Pachamama, con la luz refulgente del Padre Sol.



A JOSÉ MARÍA ARGUEDAS

LUZ SAMANEZ PAZ
 
José María Arguedas,
voz andina, voz de piedra,
cortada a trazos
por el grave perfil
del pensamiento.
 
Deshojas tus sentimientos
en el aire caliente
de tus narraciones,
teñidas a veces de sangre.
 
Peregrino de siglos,
otorgaste a los hombres
con tu acento de Biblia:
más henchida de protestas,
más grávida de Universo,
el dictado de la reivindicación
de tu Pueblo Andino.
 
Tu alma dialogaba
con la Pachamama,
que era preludio de poemas
que se deshojaba en waynos.
 
José María Arguedas,
eres un ser arrancado del Ande,
endurecido en la carne i en el hueso,
macerado a golpes de infortunio,
al que la tragedia esencial,
de nuestra estirpe andina,
le había saturado las entrañas,
abrazándole, ardiéndole en la sangre.
 
Eres el hombre,
que este pueblo nuestro escogió...
para revalorar a la Raza Indígena,
para cantar su tristeza i esperanza.
 
 

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