sábado, 17 de agosto de 2013

SÁBADO 17 DE AGOSTO: ÍTACA DEL ALBA, UN POEMA DEL LIBRO "EL HOMBRE Y SU ÁNGEL". ANUNCIO DE UN NUEVO DÍA - POR DANILO SÁNCHEZ LIHÓN

 
CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA
Construcción y forja de la utopía andina
 
2013 AÑO
EVANGELIO VALLEJO DE LA SOLIDARIDAD
Y UNIVERSALIDAD DEL MUNDO ANDINO
 
AGOSTO, MES DE LOS NIÑOS,
LAS COMETAS, EL DEPORTE
Y LOS PUEBLOS INDÍGENAS
 
*****
 
RECIBIMIENTO MULTITUDINARIO
DEL PUEBLO DE SANTIAGO DE CHUCO
CUNA DEL POETA UNIVERSAL
A LOS PEREGRINOS DEL XIV CAPULÍ
 
HACER CLIC AQUÍ:
 
http://www.youtube.com/watch?v=tJs-O1NeGmA&feature=youtu.be
 
 
*****
 
PRÓXIMA ACTIVIDAD
DE CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA
 
INVITACIÓN
DE HONOR
 
PRESENTACIÓN
DEL LIBRO DE POESÍA
 
EL HOMBRE
Y SU ÁNGEL
 
DE
DANILO SÁNCHEZ LIHÓN
 
PANEL
DE PRESENTACIÓN:
 
RAMÓN NORIEGA
JOSÉ PABLO QUEVEDO
EMILIO SÁNCHEZ LIHÓN
JULIO YOVERA
 
CONDUCCIÓN GENERAL
MANUEL RUIZ PAREDES
 
SÁBADO 17 DE AGOSTO
5 PM.
CASA DE LA LITERATURA
PERUANA. ANTIGUA ESTACIÓN
DESAMPARADOS
 
7 PM.
AULA CAPULÍ
EN EL RESTAURANTE
EL CORDANO
 
*****
 
Teléfonos Capulí:
420-3343 y 420-3860
99773-9575
 
capulivallejoysutierra@gmail.com
dsanchezlihon@aol.com
 
 
*****
 
PRESENTACIÓN
DE LIBRO
 
17 DE AGOSTO
 
 
EL HOMBRE
Y SU
ÁNGEL
 
 
FOLIOS
DE LA
UTOPÍA
 
 
ÍTACA
EN
EL ALBA
 
 
Danilo Sánchez Lihón
 
 
1
 
Cuando
Ítaca no existe. Cuando nadie
te espera.
Cuando suena el teléfono y no
es nada.
Ni tampoco hay alguien detrás
de la puerta.
No hay huella ni perfil de algo
en la alborada.
Y hay que inventar un mundo
que justifique
este viaje. Y adquieran sentido
los retazos
de las jarcias rotas y desleídas
por la espera
a la luz del alba en el horizonte.
¡Otra vez,
soportar el amanecer! Y la nave
detenida, o
en su girar de tumbo en tumbo
en el mar
desalmado y en el inacabable
confín proceloso.
 
 
2
 
Cuando
no hay ningún puerto adónde ir,
ningún
signo esbozado en lontananza.
¡Nada
de nada que aliente en el fondo
del alma!
Cuando el mundo que anhelas
se quebró,
no era tal, ya no funciona más,
y la catástrofe
evidente. Ni siquiera un grumo
de polvo
que añorar y hacia donde volver
la mirada.
Y es inevitable huir, poner tierra
o mar, de
por medio. Porque no es posible
vivir
de falsas promesas anunciaste,
cuando
una bocanada de sal atragantó
tu lengua.
 
 
3
 
Cuando
a Penélope no se le ocurrió ni
atinó
a pensar en un telar o manto
propicio
que distrajera a quienes llegar
al trono pretendían.
Ni siquiera ella se avergüenza
o arrepiente
bajando la cabeza y simulando
cualquier
pretexto. Todo así resulta vano
e inútil.
¡Cuando no quedaste atrapado
en una isla
ni hubo Circe que sumergiera
tu cabeza
en vino y en olvido! ¡Ni Calipso
te encandila
con néctar, brebajes, pócimas.
Y, sobre todo,
con mágicas ondulaciones de
su vientre!
 
 
4
 
Cuando
solo hay páramo y desolación
en el alma.
¡Y tienes la tripulación a bordo!
Cuando
aferrados a la nave lo primero
que buscan
son tus ojos para extraer de allí
confianza y
sentido, alguna señal de victoria
anhelada. Y
lo amargo desafile sus cuchillos
que cercenan las
entrañas, cuando la esperanza
hace
eternidades que acabó, se fue
por la borda.
Di entonces tú, de qué modo
proseguir
el viaje y hacia cuáles rumbos.
 
 
5
 
Cuando tampoco hay un Dios
encolerizado
que te sirva de pretexto, cuña
o desafío en
la lucha. Cuando no hay nada
de nada. Y
simple y llanamente Ítaca ya
no está,
desapareció o nunca existió.
Cuando
solo queda silencio, quietud
y mudez
 sobre el cabestrante, ululan y
se cimbran
los aparejos. Sin tener refugio
adónde
ir, ni lugar a dónde regresar,
teniendo
a un ejército pendiente bajo
mi mando.
 
 
6
 
Y,
sin embargo, tienes que guiar
el timón,
encontrarle una justificación a
este viaje y
enrumbar hacia un horizonte.
Pero, ¿hacia
qué playa afanarse en llegar?
¿Hacia
dónde enderezar la proa y las
velas?
¿Hacia qué puerto? Cuando no
hay rumbo
que valga,  ni tampoco vientos
adversos,
ni tempestades que merezcan
un esfuerzo
y me sirvan incluso de pretexto
para
simular un naufragio inevitable.
 
 
7
 
Cuando
hay solo tedio, rutina y vacío.
¡Sombra
y tiniebla que cunde y estalla!
Cuando
ya no esperas ninguna señal
de los dioses
ni del aire, ni del agua; menos
de tierra
Y el fuego se te ha congelado
en lo más
profundo del alma. Y ya nada
anima y cunde
en tu rostro la desolación. Allí
entonces
es cuando hace falta adónde
ir,
¡dónde dejar nuestros huesos!
¡En qué
playa fenecer! Es cuando se
torna
necesaria la ilusión que hace
tanta falta
a fin de exorcizar al océano
y avanzar.
 
 
8
 
Es así
entonces que sientes la grave
oquedad
de tu destino: Troya no existió.
No hubo
ni se dio ninguna estratagema.
No existieron
batallas ganadas ni otras que
se tengan
por perdidas. Tampoco es cierto
que
me correspondan las armas de
ningún
guerrero insigne caído al furor
de la batalla.
Atenea, por decir algo, hoy no
atiende,
no responde. Ni has envejecido
porque
hay que simular tu llegada, sino
que eres
anciano por miseria y tiempo ya
vivido; si quieres
que lo diga, por estado precario
y abandono.
 
 
9
 
Ya nadie
en verdad cree en ti, ni mucho
menos confía.
Tampoco eres héroe, ni santo,
ni te
asiste la virtud de la adivinación.
Ni
el ingenio es tu fuerte como sí
ocurrió
con el divino Ulises, taimado y
adulón.
Hermes alado no te ha visitado
jamás
ni nunca se le ocurriría transitar 
por estas
calles y arrabales para entregarte
 una misiva o
siquiera un mensaje. Al parecer
nunca tuvo
ningún interés y si acaso viniera
será
ineludible decirle que es porque
todo se perdió.
 
 
10
 
Estás
abandonado por la eternidad.
Cae
la noche en el horizonte y no
hay luz.
Ni una claridad que parpadee.
Tampoco
la leve esperanza que trepide
 allende
las olas en el horizonte. Sea o
no sea,
en la noche estéril. Bastaría un
sonido,
un carraspeo o un aroma, por
mínimo
que sea. Mientras tanto ahora
¿a dónde
ir? No lo sabes. Sin embargo,
tú conduces
la nave, con quien hundimos o
salvarnos.
 
 
11
 
Recién
ahí es cuando recuerdas el lar
natal
que se dibuja en el alba ornada
de diamantes.
Es cuando recuerdas el flautín
del pastor
de cabras. ¡Y es lo que te salva!
Su recuerdo
acrisolado que parecía estaba
olvidado
en tu alma. Es cuando aparece
en el horizonte
aureolado y luciendo sus galas
mejores,
perfilada, con toda su hermosura
y coronada
con el lucero del alba, por fin Ítaca.
¡Ítaca
soñada envuelta en la neblina!
como
la trenza y la falda de una niña.
 
 
12
 
¡Ítaca
perfilada con toda su inocencia
y hermosura.
¡Y es el mar el que ahora te arroja
hacia su orilla!
Es cuando has llegado a puerto,
viniendo
desde el origen desde el cual un
día partiste.
Es cuando el viejo pastor intuye,
descubre y
oculta la herida de tu nacimiento.
 Y tú
sientes que has llegado. Más aún
por el pan,
la leche y la miel que pruebas. Y
lloras consolado
por fin en tu agitado y aún fuerte
corazón.
 
 
 
AULA CAPULÍ
SÁBADO 17 DE AGOSTO
 
PROGRAMA:
 
1. PRESENTACIÓN DEL LIBRO:
EL HOMBRE Y SU ÁNGEL
DE DANILO SÁNCHEZ LIHÓN
 
2. EVOCACIÓN
WALTER VÁSQUEZ VEJARANO
“AGOSTO, EL MES DE LAS COSECHAS
EN EL MUNDO ANDINO”
 
3. DISERTACIÓN
CARLOS CASTILLO MENDOZA
“EL HERMANO EN VALLEJO”,
EN CONMEMORACIÓN DE LA MUERTE
DE MIGUEL, QUE INSPIRARA EL POEMA
A MI HERMANO MIGUEL, OCURRIDA
EL 22 DE AGOSTO DEL AÑO 1915
 
4. RAMÓN NORIEGA TORERO
“LA LIMA DE LA RESISTENCIA ANDINA”
PASEO POR HITOS HISTÓRICOS
EN EL CENTRO DE LIMA
 
5 PM.
CASA DE LA LITERATURA PERUANA
ANTIGUA ESTACIÓN DESAMPARADOS
AL COSTADO DEL PALACIO DE GOBIERNO
 
7 PM.
RESTAURANTE BAR
CORDANO
 
 
TU
AULA
CÁPULÍ
 
FOLIOS
DE LA
UTOPÍA
 
 
ANUNCIO
DE UN NUEVO
DÍA
 
 
Danilo Sánchez Lihón
 
 
1. Cristalinos
y profundos
 
Aún es noche oscura y profunda, pero ya la hora avanza rodando inatajable por su sombría morada.
De pronto el silbo agudo de un pajarillo perfora el hueco de las tinieblas con un piído penetrante que se desprende desde algún nido recóndito oculto entre el ramaje. Gorjeo.
O que se abriga en los carrizos del alero bajo el tejado.
Con él se expande un tenue claror de nardo y rosas. Y con su trino se anuncia un nuevo día.
Esa avecilla ha despertado al universo entero.
Desde su pico y desde su leve canto la vasta extensión de la vida se tensa y se estremece; deja su letargo, se remueve y despierta.
Todo parece haber sido hincado por ese canto milagroso.
Los cerros se desperezan entre cristalinos y soñolientos.
 
2. Cómo
es que
 
Y todo, poco a poco, recobra el frenesí a partir de aquel tenue gorjeo.
¿Cómo es que una señal tan diminuta haya dado inicio al portento de esta explosión?
¿Cómo es que la hilacha de un silbido haya desencadenado esta orquesta atronadora de sones, latidos y el fragor de la creación?
¿Cómo es que desde este minúsculo gesto el mundo entero otra vez revive y se inquietan gozos y pesares?
También han despertado las voces candorosas de la gente que se revuelve en sus lechos:
– ¡Ya es de madrugada!
 
3. Aquí
hay
 
– ¡Ya amaneció!
Y las otras voces de la gente que ya avanza por los caminos, trayendo de los campos romero, cebolla, cilantro y hierbabuena.
Y que ofrecen sus atados en la calle repentinamente develada.
– ¿A cómo están las clavelinas?
– A real el ramo, señora.
– Pero ni una de color blanco has traído.
– Aquí hay una, mamita.
– ¡Pero qué es una entre tantas flores amarillas, rojas y azules!
– Las avispas pican a las blancas, por eso no hay.
– Y, ¿por qué las pican?
 
4. Humean
en el horizonte
 
– ¡Por su pureza los persiguen los moscardones!
Amaneceres que hacen sentirnos al principio pálidos y ojerosos. Y después radiantes, mirando la tierra humedecida.
Los muros llenos de flores. Y los rastrojos del alba temblando en los dinteles de las ventanas.
¡Ya se astilla el espejo del sol en los bordes de los cerros, deshaciéndose en brillos multicolores!
Pronto, el ruido de las hachas llega acompasado con su retumbo, volviendo a caer sobre los troncos.
Y empieza el rezongar de las cocinas que restallan y humean en el horizonte.
 
5. El brillo
del sol
 
Ya en los caminos, y de un momento a otro, explosiona el sol.
Pero primero ha despuntado coronando la cresta de los cerros.
Luego se extiende dorando las colinas y esparciendo mixtura en los bosques lejanos.
Hasta estallar de un momento a otro en nuestra frente y en nuestros pies.
Hace nítidas en las cercas, las campanillas violáceas, las margaritas de las acequias.
Y esas flores blancas y pequeñas que llamamos “lágrimas de novia”, que crecen en los muros y siempre al borde de los senderos.
El brillo del sol es de oro en los adobes de tierra de las casas humildes.
 
6. Hada
vivaz
 
Y es que cada paja, cada brizna de hierba, cada minúsculo grumo de cuarzo, pedernal o arenisca, unida a la arcilla de la pared, producen esa aureola que irradia el adobe honesto de la casa pobre.
Y he aquí que sobre ese muro se alza el canto del huanchaco pecho colorado. Y el vuelo de la queruquenga blanca y negra.
Cruza de sombra a sombra la flecha en el suelo del zorzal ufano.
Bajo el sol se dilatan las hondonadas, los barrancos y los desfiladeros, Los potreros por donde se deslizan los ríos impetuosos.
También se calienta al sol de la mañana la lagartija verde, madre de las tunas, hada vivaz de las pencas y diosa de las grietas, de los agujeros y de los escondrijos.
 
7. Allá
el morado
 
Retazos de colores se esparcen por lomas y planicies, por bajíos y altozanos.
Todos los campos están sembrados con diversidad y variedad de cultivos:
Donde relumbran y hasta brillan el blanco perla de la cebada, el esmeralda tropical de los maíces y el amarillo oro del trigo.
Hacia aquel lado se extiende el anaranjado traslúcido de una chacra de ollucos.
Allá el morado y blanco de una parcela de habas, ya en flor.
Aquel cerco amarillo es de mostazas. Y el otro escarlata es de plantas de sugán.
Esto ocurre en el terreno de llanura o secano.
 
8. Tierra
sembrada
 
Pero mirando hacia arriba, hacia la cumbre de aquel promontorio, casi encima nuestro resplandece un retazo de verde translúcido, parejo e intenso.
¡Es un sembrío de alverjas!
Una gota de pasión, una lengua de luz entre los abrojos.
Es una fuente cristalina en vertical suspendida sobre los abismos.
Está en plena ladera. ¡Qué digo ladera! ¡En una pendiente escarpada!, casi a plomada, entre rocas abruptas y alturas de miedo.
Es un pedazo de tierra sembrada que se distingue también desde esta ventana, en esta casa en la curva del camino donde acampamos.
 
9. De pie
en ese precipicio
 
Desde aquella cima fulgura el verdor del sembrío hacia la redondez de toda la comarca.
Y allí florece. En lo alto de los farallones.
No sé cómo hará el hombre o la familia que lo cultiva para haber hecho los surcos, para dejar caer la semilla, para hacer el deshierbe, el aporque; o para regarle agua los días de estío.
Y después cómo recogerá el fruto en sus vainas de jaspe, sin caerse al barranco.
Porque, ¿quién puede subir allí y permanecer de pie en ese precipicio?
 
10. En algún
recodo
 
¿Quién puede hacer un remiendo de verde al borde de un peñasco?
¿Y sembrar entre las zarzas silvestres de un risco?
¡Sólo ustedes, padres míos, campesinos de mi aldea!
Forjadores de la altura, la transparencia y el vértigo.
Talladores de lo que es límpido, puro y absoluto.
Dueños impertérritos del coraje y del valor.
Donde mujer y marido llevan envuelto al hijo tierno y le hacen su cuna en esas alturas.
Y se mece en algún recodo delgado del ventarrón, que sabe lo que no debe arrastrar a las hondas cañadas por donde muge bravío.
 
11. El añil
del cielo
 
Porque la tierra ofrece sus dones, pero el valor del hombre agrega a su inmensidad el heroísmo del construir cotidiano.
De allí que pronto la neblina de la alborada se va destejiendo. Y llega subiendo de la hondonada.
Ya se desmaya por las paredes y se deja caer por el suelo.
Semeja la pelusa de un durazno en flor. O el vello tierno en el cuello de una niña recién nacida.
Es un blanco perla que se deslíe entre el verde fuerte de los sembríos y el azul añil del cielo.
 
12. Florecen
los campos
 
– ¡Ya está crecido el aviar! –le dice el hombre a la mujer mirando sus campos florecidos.
– Para mayo será la recogida.
Para mayo también nacerá el hijo que la mujer lleva en las entrañas.
¡Es la tierra donde han brotado las espigas!
Hay un mecerse acompasado de tallo con tallo.
Y un susurro al rozarse de una hoja con la otra hoja, bajo el susurro del viento.
Y así como del piído de la avecilla insurge el pasmo de la creación; del sueño, del brazo y el pundonor de los hombres florecen los campos cada día.
 
 
 
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