miércoles, 10 de agosto de 2011

10 DE AGOSTO: HOY NACE MELGAR - PLAN LECTOR: MELGAR, TROVADOR Y HÉROE - POR DANILO SÁNCHEZ LIHÓN

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CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA


Construcción y forja de la utopía andina


AGOSTO:

MES DE LOS NIÑOS,
LAS COMETAS, EL DEPORTE

Y LOS PUEBLOS ORIGINARIOS


SÁBADOS 7 PM:


CONFERENCIAS Y SIMPOSIOS SOBRE CULTURA ANDINA

Aula Capulí: Tacna 118, Miraflores.
Cuadra 3 de la Av. Angamos Este
Entre Av. Arequipa y Paseo de la República

Ingreso libre.

Se agradece su gentil asistencia

Teléfonos Capulí: 420-3343 y 420-3860

planlector@hotmail.com


CALENDARIO DE EFEMÉRIDES

10 DE AGOSTO

HOY DÍA NACE MELGAR




PLAN LECTOR, PLIEGOS DE LECTURA

MELGAR, TROVADOR Y HÉROE


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Por Danilo Sánchez Lihón



1. Con relumbres y fulgores

Decimos con frecuencia que la historia del Perú fue insigne y gloriosa en la época pre-inca cuando florecieron culturas de asombro, de fábula, admirables y sorprendentes como las estupendas Chavín, Tiahuanaco, Mochica, Chimú, Nazca, Paracas; sin mencionar otras insignes como Vicus, Huari, Lambayeque, Chancay.

De igual modo, en la época incaica, cuando Pachacútec y Túpac Yupanqui consolidaron el conglomerado de pueblos y culturas que hizo prodigios como la domesticación de la papa, los alimentos deshidratados, las irrigaciones hidráulicas, o edificaciones como Ollantaytambo, Machu Picchu y Sacsayhuaman, y una organización donde no había noche en que ser humano se quedara de hambre; o sufriera de abandono, sin techo y sin amparo, porque todo ello le prodigaba la comunidad por ley sagrada.

Pero también fue prominente la época del Virreinato del Perú, período sobresaliente con relumbres y fulgores de imperio, etapa en la cual el dominio del Perú en América del Sur fue absoluto pues era el único virreynato antes que se desprendieran de él el Virreinato de Nueva Granada, recién en 1717, es decir 185 años después que el del Perú, y el del Río de La Plata, en 1776, 244 años después que el del Perú.


2. Fervores, y pasiones

Sin embargo, en la mesa a la hora de comer en mi casa materna, cuando yo era niño, mi padre que fue maestro de escuela, recreaba ante nuestros ojos deslumbrados, fastos y memorias de la época republicana.

Hechos que para mí resultaban fabulosos, titánicos y de epopeya, plenos de extraordinaria y fascinante grandeza, de arrebatos y fervores supremos, en donde los personajes eran paladines sobrehumanos, de valores insignes.

Allí, los ejércitos se perseguían insomnes por punas desoladas o desiertos ardientes; por desfiladeros abismales y otras veces escalando cordilleras nevadas.

Donde el General Agustín Gamarra, dos veces Presidente de la República, caía muerto en el campo de batalla de Ingavi, en las orillas heladas del lago Titicaca.

Donde el teniente coronel Domingo Nieto vencía en una justa con lanza y sable –que contemplaban los batallones estupefactos– al gigantesco comandante Camacaro de Colombia, en el Portete de Tarqui, definiendo de ese modo la guerra desatada.

Donde don Ramón Castilla, arrastrando mil fusiles, moría montado sobre su caballo en el indescifrable desierto de Atacama.


3. Ese soldado ígneo

Otro bólido fulgurante de aquella época de gestas y quimeras era Felipe Santiago Salaverry, quien sublevado a los 29 años de edad en el puerto del Callao fue elegido Jefe Supremo de la Nación.

Fue vencedor mítico en Uchumayo para luego caer derrotado en Socavaya y fusilado en la Plaza de Armas de Arequipa el año 1836.

Mi padre tocaba extasiado en su violín, y en la orquesta magisterial que fundara y dirigiera, la marcha militar denominada “La salaverrina”.

Y la banda de mi escuela, dirigida por él, la entonaba con sus tambores y cornetas en los desfiles. Y nosotros, marchando detrás, redoblábamos el paso a fin de hacerlos dignos de esos clarines.

Aquella marcha militar ayudó a que los combatientes de ese general flamígero y alucinado, cuya banda de músicos entonaba dianas y pasacalles en los fémures de sus enemigos caídos, venciera en innumerables batallas y sucumbiera solo en la única que perdió, que le costó la vida y a partir de ese hecho sus batallones se esfumaron como fantasmas.

El hijo de ese soldado ígneo fue huérfano desde niño, cuyo nombre fue Carlos Augusto Salaverry y quien sería más tarde el principal poeta del romanticismo peruano.


4. Azulada bruma

Es a él que se deben poemas como el que finaliza diciendo:

¡Oh! cuando vea en la desierta playa,
con mi tristeza y mi dolor a solas,
el vaivén incesante de las olas
me acordaré de ti;

cuando veas que una ave solitaria
cruza el espacio en moribundo vuelo,
buscando un nido entre la mar y el cielo
¡acuérdate de mí!

O este otro convertido en canción popular, que se canta y baila en ritmo de valse, cuando el alma se anega o cuando en la evocación se parte en mil pedazos, y que dice:

Dios dijo al ave de los bosques canta,
al tierno cáliz de la flor, perfuma
a la estrella, los mares abrillanta,
al sol invade en la azulada bruma.


5. Patria libre

Y continúa:

al ambiente suspira, al mar encanta
con tus bellezas de argentada espuma
y a ti mujer para el odio nacida,
te ha dicho acaso dios
¿ama y olvida?

¿Qué tenían, o de qué estaban hechos, aquellos hombres? Solo cabía una explicación que aceptaba mi sensibilidad y mi conciencia de escolar enfervorizado con mi patria: pertenecían a un país de fábula, convulso, quimérico y sensual. Y tenían no solo entusiasmo y pasiones sino que estaban ungidos de un fulgor divino.

Pero entre todas estas historias la que más ganaba mi simpatía, entusiasmo y adhesión, y que me conmovía hondamente, era el aura de vida y la gesta heroica de Mariano Melgar.

Primero: niño genial; después púber impetuoso, pronto adolescente atormentado por los misterios del ser, luego arrebatado de amor por una niña de trece años.

Presto se hizo joven bizarro, quien abrazó los ideales y compromisos de hacer y forjar aquí –cuando el Perú era una colonia irredenta– la justicia social.

Fue después hombre que renunció a todo; entonces se hizo labriego y finalmente optó por el sacrificio y el martirio de entregar su vida, convicto y confeso, por la aspiración de una patria libre y digna.


6. De llanto el semblante

Fue Mariano Melgar un ser generoso, que unía a su emoción de amante apasionado, la de intelectual esclarecido y ciudadano consecuente y leal con el suelo que lo vio nacer; quien el 12 de marzo era fusilado en el campo de batalla de Humachiri, en Arequipa, a los 24 años de edad, luchando por la independencia del Perú y América.

Fue en esa circunstancia que él escribiera:

Ya llegó el instante fiero
Silvia, de mi despedida,
pues ya anuncia mi partida
con estrépito el cañón.

A darte el adiós postrero
llega ya tu tierno amante,
lleno de llanto el semblante
y de angustia el corazón.


7. Pensando en ti

Llega tu objeto divino
tiéndeme tus brazos bellos,
a ver si logro que en ellos
dulce acogida me des.

No conseguirá el destino
el golpe que quieres darme
porque antes de separarme
me verá muerto a tus pies.

Llamaré instante de gloria
a aquel en que vi tus gracias
y origen de mis desgracias
a aquel que las perdí.

Mil veces esta memoria
harás que el dolor me acabe
y tú entre tanto quién sabe
si te acordarás de mí.

Al salir el sol brillante,
al poner sus luces bellas
al nacer lunas y estrellas
estaré pensando en ti.


8. Halo mágico

Él encarna la imagen, el lance y la hazaña nata del valiente y del trovador.

Él encarna la imagen del cantor popular conspicuo y la del defensor de lo justo y lo bueno, la del hombre embargado de auténticas pasiones y legítimos principios.

Es bello y tajante, henchido de ideales, quien mira desafiante la boca de los fusiles que le han de cegar la vida, siendo la representación sublime del héroe romántico por excelencia en el Perú.

Dio el halo mágico y legendario que tiene la literatura peruana, recogiendo la tradición esencial y auténtica de la poesía quechua de un lado y la castellana del otro.

Son estas dos vertientes las auténticas de nuestro ser, que es necesario no perder como viene aconteciendo ahora, cediendo a una corriente ajena, superflua y alienada.


9. Lo cautiva para siempre

Mariano Melgar nació en Arequipa, el 10 de agosto del año 1791, hijo de español: Juan de Dios Melgar, y de india: Andrea Valdivieso.

Su hogar de infancia fue de condición humilde pero sus dotes y virtudes le dieron inmediata posición de categoría y honores.

Es apreciado, querido y respetado por clérigos, personalidades del foro, maestros y por todas aquellas personas académica y socialmente cultivadas, quienes se rinden a él para admirarlo.

Porque fue niño precoz, quien a los 3 años ya conocía “todos los secretos de la lectura” y a los 8 dominaba el latín, siendo nombrado Auxiliar de Clases en la Escuela del Convento de los Franciscanos Descalzos de Arequipa.

Traduce a los poetas, filósofos y oradores de la antigüedad; y lee aquellos textos a sus compañeros de colegio.

Pero un día una niña incomparable insufla su vida de singular arrebato y lo cautiva para siempre.


10. Donde los bienes son males

Aquella niña, llamada María de los Santos Corrales, a quien él inmortalizó con el nombre de Silvia, es su gran ilusión, su exaltación para vivir la inspiración de sus versos. Y muy pronto su decisión también para morir:

¡Ay, amor!, dulce veneno,
¡ay, tema de mi delirio,
solicitado martirio
y de todos males lleno!

¡Ay, amor! lleno de insultos,
centro de angustias mortales,
donde los bienes son males
y los placeres tumultos.

¡Ay, amor! ladrón casero
de la quietud más estable.
¡Ay, amor, falso y mudable!
¡Ay, que por tu causa muero!

¡Ay, amor! glorioso infierno
Y de infernales injurias,
león de celosas furias,
disfrazado de cordero.

¡Ay, amor!, pero ¿qué digo,
que conociendo quién eres,
abandonando placeres,
soy yo quien a ti te sigo?


11. Acaba, bravo mar

Para seguir estudios de derecho y leyes en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos viaja a Lima dejando a aquella chiquilla, que luego inmortalizó en sus versos con el nombre de Silvia y quien al despedirse ambos, le hizo la promesa de no olvidarse ni abandonarlo nunca. Y ser leal por siempre.

En el puerto de Mollendo le impresiona profundamente el océano, emoción que lo inspira a escribir su oda “Al autor del mar”, aún en versos clásicos:

El mar inmenso viene entero
ya parece tragarse el continente,
aviva su corriente,
y en eterno hervidero
choca, vuelve a chocar…

De aquí hasta donde raya el horizonte
se ve criar la blanquísima nube:
se exhala, crece y sube;
y al valle, al prado, al monte
va a dar frescura y riego, y sus corrientes
sustentan y producen los vivientes…

Acaba, bravo mar, tu fuerte guerra;
islas sin puerto vuelve a las ciudades;
y en una sola a mí con Silvia encierra.


12. Levantad esos rostros

En Lima se imbuye de los ideales independentistas.

En medio de la conjura revolucionaria escribe su “Oda a Baquíjano y Carrillo” y también su “Oda a la libertad”:

Oíd, cese el llanto
levantad esos rostros abatidos,
indios que con espanto,
esclavos oprimidos
del cielo y de la tierra sin consuelo
cautivos habéis sido en vuestro suelo…

Y asume interiormente un compromiso pleno con la causa indígena y los ideales que exalta la revolución emancipadora.

Su verbo se vuelve proclama de adhesión por los humildes. Su palabra se enciende a favor de los marginados y desheredados de la tierra. Sus ideales son de identificación con las aspiraciones populares y las poblaciones más desfavorecidas.

En Lima da coherencia a sus ideas y a su vida: de amor devoto a una mujer y de consagración a sus aspiraciones de libertad para su pueblo.


13. El amor en queja

Pero al volver a Arequipa la pasión de su vida, Silvia, se muestra esquiva. Aparentemente no le agradan las ideas que ahora él encarna y profesa, aunque en el fondo es alguien que le ha susurrado a ella otras propuestas a su oído.

Y así, el destino trenza sus dedos para que el amor sublime que él siente por ella se convierta en desgarro, queja y lamento. Y, ¡en desengaño!

No nació la mujer para querida
por esquiva, por falsa y por mudable;
y porque es bella, débil, miserable,
no nació para ser aborrecida.

No nació para verse sometida,
porque tiene carácter indomable;
y pues prudencia en ella nunca es dable,
no nació para ser obedecida.

Porque es flaca no puede ser soltera,
porque es infiel no puede ser casada,
por mudable no es fácil que bien quiera,

Si no es, pues, para amar o ser amada,
sola o casada, súbdita o primera,
la mujer no ha nacido para nada.


14. El mundo entero conjurarse

Pero su amor es mucho. Quizá demasiado para escanciarse en el cuenco reducido de una mujer. Pero tampoco puede quedarse con el desengaño. Mucho menos puede o quiere ocultarlo ni apagarlo. Descarta también, porque es imposible, el disimularlo.

No puede tenerlo callado, lo hace público y manifiesto. Y se deshace en suspiros, lamentos y quebrantos. Y sucumbe ante las heridas que lo afligen:

Bien puede el mundo entero conjurarse
contra mi dulce amor y mi ternura,
y el odio infame y tiranía dura
de todo su rigor contra mí armarse;

Bien puede el tiempo rápido cebarse
en la gracia y primor de su hermosura,
para que cual si fuese llama impura
pueda el fuego de amor en mí acabarse;

Bien puede en fin la suerte vacilante,
que eleva, abate, ensalza y atropella,
alzarme o abatirme en un instante;

Que al mundo, al tiempo y a mi varia estrella,
más fino cada vez y más constante,
les diré: «Silvia es mía y yo soy de ella”.


15. ¿Por qué a verte volví?

¿Por qué este designio? ¿A qué viene este desengaño? ¿Por qué me tocó a mí la flecha, la fatalidad y el estigma?

Si tú eras para mí, ¿por qué se tuercen los hilos? ¿Por qué se confunden las hebras? ¿Por qué esos renglones torcidos?

Y decide dejarlo todo, por lo inmenso y radical que es, pero a la vez frágil ante el aleteo del ángel. Y determina entonces sublimarlo en vida y hacerlo un bien popular, hacerlo trova, espíritu del pueblo, de la gente humilde.

Decide hacerlo canción popular. No poesía académica, sino dije y canto rodado en la boca de la gente sencilla. Decide hacerlo perdurable e infinito en el ideal, más allá de este mundo, de la vida y de la muerte, hacia el siempre, todavía y la eternidad. Y de ser desengaño aquel amor, se vuelve leyenda y gloria literaria.

¿Por qué a verte volví, Silvia querida?
¡Ay triste! ¿para qué? ¡Para trocarse
mi dolor en más triste despedida!

Quiere en mi mal mi suerte deleitarse;
me presenta más dulce el bien que pierdo:
¡Ay! ¡Bien que va tan pronto a disiparse!

¡Oh, memoria infeliz! ¡Triste recuerdo!
Te vi... ¡qué gloria! pero ¡dura pena!
Ya sufro el daño de que no hice acuerdo.

Mi amor ansioso, mi fatal cadena,
a ti me trajo con influjo fuerte.
Dije: «Ya soy feliz, mi dicha es plena».

Pero ¡ay! de ti me arranca cruda suerte;
este es mi gran dolor, este es mi duelo;
en verte busqué vida y hallo muerte.


16. Sencillez de lo creado

Y he aquí que se produce uno de los saltos más extraordinarios que se han dado en la poesía y el arte en el Perú, porque no hay hecho que haya sido más decisivo para nuestras letras que esta decisión de Mariano Melgar, de desterrarse en vida, de cambiar de clase social, de irse a vivir al campo, de hacerse chacarero y encontrar allí la verdadera expresión de su canto.

Y tal como lo pensó lo llevó a cabo.

Se hizo campesino total: de poncho y ojotas, de pantalones arremangados y sombrero de pajilla, gacho y sudoroso, mojado por la lluvia y quemado por el sol.

Se hizo labriego, de pisar la tierra arisca y helada, con los pies descalzos y los brazos curtidos solo con la diferencia que sus manos eran diestras. Pero de saber tocar el piano pasó a saber tocar la guitarra. E hizo también el salto de que así como le era dado escribir ahora le era dado modular y entonar canciones.

Aquel genio lingüístico, académico riguroso, políglota escanciado; aquel intelectual venerable que causaba asombro con su ciencia; aquel adivinador de los misterios de la vida y el cosmos, volvió así al grumo, a la piedra de toque, al terrón de polvo que somos todos los seres humanos. Y sentir en sus pies expuestos, al agua y al viento, la sencillez de lo creado.


17. Conquista al revés

Entonces se hizo hombre de gleba, de humus y de campo, sin reticencias ni tapujos, causando el escándalo en el medio culto y refinado de Arequipa, que lo vieron como un desquiciado mental y un mendigo, como un miserable y un desecho.

Dejó todo sin ambages. Abandonó casa, desestimó empleo en la curia. Despreció honores en la cátedra. Se olvidó de su asiento de enaltecimiento y lisonja en el ruedo de amigos. Y se alejó para siempre. Y todo por el amor herido a Silvia. Para beber más a fondo el licor insondable y recóndito de aquel amor.

Fue tan honda esta entrega de un ser tan acrisolado que toda Arequipa, todavía ahora, en cualquier fonda, posada o tienda, incluso en el corredor de cualquier casa rural muestra, o en ella se encuentra indeleble esta decisión. Y aletea en el alero el alma intangible del poeta Melgar.

Y fue así cómo, y de este modo, él recuperó para la poesía peruana formas soterradas de la poesía quechua, hecho que constituye otro de sus aportes significativos y el gran salto hacia lo auténtico en nuestra literatura.

Trascendental a su vez porque ello representa la conquista hispánica al revés: en donde la lengua castellana se sometía y se deja conquistar y sucumbe al sustrato indígena, al ritmo incaico, a la voz de la tierra, al trasfondo anímico de la creación natural del cosmos en este espacio y tiempo.


18. Vuelve que ya no puedo

Dejó de escribir su dolor en versos clásicos, en los metros y cadencias hispánicas, occidentales y cristianas. Y encontró que su queja y su lamento cabían más y mejor en las formas y en los sones andinos, más dulces, temblorosos y plenos de candor, de arrinconado olvido pero siempre de indestructible amor.

Es por eso que cada grupo y banda folclórica de la actualidad, cada son y baile popular, y cada rasgo, modulación o endecha de expresión de amor que pueda decir el joven más desprevenido a su pareja en nuestro medio, tiene su raíz y su cogollo en el aliento de Mariano Melgar, quien dice así:

Vuelve, que ya no puedo
vivir sin tus cariños:
vuelve mi palomita,
vuelve a tu dulce nido.

Mira que hay cazadores
que con intento inicuo
te pondrán en sus redes
mortales atractivos.

Y cuando te hagan presa
te darán cruel martirio:
no sea que te cacen,
huye de tanto peligro.

Vuelve mi palomita,
vuelve a tu dulce nido.


19. Salvado él

Su canción no deja de ser queja, pero se hace cariñosa, dulce y protectora, como es el alma aborigen, como cuando dice:

Ninguno ha de quererte
como yo te he querido,
te engañas si pretendes
hallar amor más fino.

Habrá otros nidos de oro,
pero no como el mío,
por quien vertió tu pecho
sus primeros gemidos.

Vuelve mi palomita,
vuelve a tu dulce nido.

Ya es otro el mohín. Ya es otro el tono, el fondo y el quebranto. Es la inocencia del alma andina la que aflora. Y ya es otra el alma y el lenguaje.


20. Tuyo es mi pecho

Es el alma abierta pero vertiendo su delicadeza más pura:

Bien sabes que yo, siempre
en tu amor embebido,
jamás toqué tus plumas,
ni ajé tu albor divino;

si otro puede tocarlas
y disipar su brillo,
salva tu mejor prenda
ven al seguro asilo.

Vuelve palomita,
vuelve a tu dulce nido.

Y he aquí el diminutivo, que es el aporte de las culturas indígenas al idioma castellano:

No pienses que haya entrado
Aquí otro pajarillo:
No palomita mía,
Nadie toca este sitio.

Tuyo es mi pecho entero,
Tuyo es este albedrío;
Y por ti sola clamo
Con amantes suspiros.

Vuelve palomita,
Vuelve a tu dulce nido.


21. Vuelve mi palomita

Es el mundo rural entonces el que se ofrece como amparo, y como tierra imperecedera, como paraíso y utopía; y que él recién lo conoce desde dentro y directamente.

Huyó al campo y se convirtió en agricultor al lado de los peones indios.

Se hizo campesino y chacarero en Majes. Y ahí conoce la dolida esencia y la dulzura plena para cantar el dolor y la desolación más honda del “harawi” que se entona entre los indígenas que trabajaban allí la tierra:

Yo sólo reconozco
tus bellos coloridos,
yo sólo sabré darles
su aprecio merecido.

Yo sólo así merezco
gozar de tu cariño;
y tú sólo en mí puedes
gozar días tranquilos.

Vuelve, que ya no puedo
vivir sin tus cariños,
vuelve mi palomita,
vuelve a tu dulce nido.


22. Dolida esencia

Porque el actual yaraví, que él descubre y nos aporta, donde letra y música vuelven a asociarse y fundirse, es el “harawi” quechua, composición lírica anterior a la llegada de los españoles.

Adoptado por Melgar es la expresión que bien constituye la primera manifestación mestiza en la literatura peruana y enunciado simbólico de lo que nosotros podemos ser como nación nueva, autónoma y esperanzada.

Y esto ocurre en 1813, años antes de la emancipación americana.

Mariano Melgar hizo el mestizaje de la poesía española y quechua; se anticipó al movimiento romántico, con adhesión a su reconocimiento oficial en América, pues tiene todas las características del que después fue una corriente literaria universal.

Dichas características son: el sentimiento, la individualidad, el rompimiento del equilibrio entre fondo y forma, el amor por lo vernacular, la exaltación de las literaturas folclóricas y nacionales.


23. Indisoluble amor

Pero he aquí el otro salto, quizá mayor al anterior, que no fue el único.

He aquí otra entrega absoluta, he aquí la otra decisión trascendental e inquebrantable de este cometa, cual es:

Que se decide a tomar las armas en defensa de sus ideales y principios, sin desistir sino afianzando más su decisión y su vínculo de amor a Silvia, haciendo indisoluble el yugo entre el amor a la mujer y la devoción al sentimiento a patria amada. Dice él:

Dejar amigos… ¿injusticia tanta
pensáis que cometiera?
de imaginarla sólo ya me espanta…
¿Cómo olvidar pudiera
a mi amorosa Silvia? No: ¡es en vano!…

Y esto, porque hay un momento en la vida de Mariano Melgar en que sus amigos le reprochan duramente que él siguiera pensando en su amor individual a Silvia, cuando todo debía relegarse por la lucha a favor del pueblo entregado a la causa por la independencia.


24. Y por mi Silvia muero

Melgar defiende a Silvia y responde con brío:

El amor a mi patria está enlazado
con la afición más viva
a mi Silvia, en tal modo, que en mi estado
por mutua alternativa.
Por Silvia amo mi patria con esmero,
Y por mi patria amada a mi Silvia quiero.

Él hace y enseña, lo explica en sus versos: que es inseparable su emoción social de su afecto por una mujer, que se enlazan en el amor romántico.

Son esos dos amores, que para él no entran en contradicción, los que le dan la vida y lo llevan a la muerte.

Y asume marchar a la guerra, abrir su pecho generoso en el campo de batalla.

Pasa así de su posición de campesino a su opción de soldado combatiente.

Une la pluma a la espada. Asociación mítica; y escribe de ese modo la historia de su vida en el historial versificado de sus amores y de su consagración a sus ideales.


25. Pudo huir

Mariano Melgar se alista entonces en la rebelión de Mateo Pumacahua contra el régimen colonial español, en aquellos momentos de un poderío demoledor.

Intuía de este modo, quizá, que debía morir para poner el corolario a su amor por Silvia y a su patria.

En la batalla del 11 de marzo de 1815 peleó con denuedo y pundonor, ocupó las primeras filas en la refriega, actuando con arrebato y ardoroso corazón, inflamado de un amor sublime, dirigiendo para el caso él mismo el arma de artillería.

Pero este enfrentamiento era la pelea de un grillo cantor en contra de una fiera. El ejército español estaba compuesto de experimentados profesionales de la guerra.

A Mariano Melgar se lo divisa en la contienda, pasando de uno a otro frente, dando arengas e insuflando de entusiasmo a los guerreros ilusos de esa jornada, hasta el final en que al no herirle las balas de la fusilería fue capturado.

Decidida la batalla y conociendo el resultado adverso, pudiendo huir si lo hubiera querido, entregó su caballo a su ayudante para que aquél escapara.


26. El abrirse de las espigas

Y se quedó hasta el final. Y fue hecho prisionero.

Su destino como dirigente de la sublevación era inminente, estaba trazado y él lo sabía. Antes había escrito:

Temo una muerte temprana
de aflicción y de tormento,
porque ya no tengo aliento
y temo el morir mañana.

Su puesto en esta gesta, la de auditor de guerra del ejército patriota, lo comprometía totalmente.

La cercanía con el comandante general Mateo Pumacahua, estrecha y directa, le resultaba fatal.

En la mañana del 12 de marzo de 1815 fue fusilado en el mismo campo de batalla entre el trinar de las aves y el abrirse de las espigas.

Así caía abatido por un pelotón de fusilamiento en el campo de batalla de Humachiri, en Arequipa, el poeta y prócer de la libertad Mariano Melgar, amante apasionado y patriota legendario.


27. Muerto yo tú llorarás

Se dice que su rival en el sentimiento y corazón de Silvia fue quien dirigió el pelotón de fusilamiento.

Se dice que Silvia cayó desmayada luego de haberse enterado de la inmolación de Mariano Melgar.

Se dice que mucho tiempo después aún permanecía gravemente enferma.

En todo esto historia y leyenda se mezclan y confunden.

Aún así: hay huellas y vestigios, a retazos, que aún se guardan. Ya lo había anunciado él:

Muerto yo
tú llorarás.

Versos que guardan una plena resonancia de cadencia y de compás con el poema quechua recogido por el Inca Garcilaso de la Vega, que dice:

Al cantito
dormirás,
medianoche
yo vendré.


28. Arequipa es Melgar y Melgar Arequipa

Nadie como Melgar para encarnar tanto una época, un alma, un modo de ser; un modo de sentir y de aspirar. Nadie tampoco como él para representar un paisaje y, sobre todo, una ciudad como es Arequipa, que vive bajo el influjo de su nombre y su memoria.

A cuatro grandes citas concurrió Melgar en su corta pero arrebatada vida: a la cita con el amor. A la invocación de la patria. Al abrazo con su tierra natal. Y a la consubstanciación con Dios.

Nadie para haberse pegado más a cada esquina, a cada techumbre, a cada grumo, aroma y corpúsculo de luz del cielo de Arequipa.

Nadie para ser querido tanto, para identificarse con él la gente de toda condición, laya y posición.

Nadie como Melgar es el cantor del amor y la libertad en Arequipa, el Perú y América.

El pueblo se identifica con él, y lo sigue teniendo muy hondo en sus momentos de mayor emoción y confidencia.

Lo evoca y lo encarna. Y lo vuelve a la vida en cada serenata.


29. Yo también lo canto

Muy lejos incluso de aquella tierra, nunca veía a mi padre más emocionado que cuando cantaba “Melgar” en letra del poeta Percy Gibson y de la melodía del músico Benigno Ballón Farfán:

Blanca ciudad, de eterno cielo azul
puro sol, montañas de mi lar
donde nací, en donde me crié
para amar.

Aquí dejo mis sueños,
aquí dejo mi amor,
aquí dejo mis lágrimas,
de eterno desconsuelo,
porque mi estrella triste fue cruel.


30. Ya estamos salvados

Y hasta yo lo canto ‘emocionado, ¡qué más da!, emocionado’, con aquellas notas que dicen:

Silvia adiós, ya perdida
la esperanza de tu amor mi fe
al partir por mi patria sometida
y por ti mi bien,
voy adiós, voy adiós, adiós, adiós.

Sonó el clarín, voy hacia allá
a defender mi patria
mi adorada Silvia, mi amor,
sonó el clarín vamos allí,
Oh Patria por ti morir quiero
yo y todos con honor.

Oh Arequipa, ciudad de mis ensueños,
coloso Misti, guardián de mi ciudad,
ansío libertad y amor,
amor y libertad Señor.

Melgar ya está salvado. Y salvado él ya estamos salvados nosotros. Y él ya podrá entonces morir. Lo salvó el pueblo humilde. Lo salvó el dolor que se hace solidaridad con el hermano y la naturaleza. Lo salvó el amor consagrado a una ilusión de mujer, lo salvó el amor a su pueblo, a su ciudad y a un ideal de sociedad, digna y trascendente.

Texto que puede ser reproducido citando autor y fuente

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WET - COMO QUIEN PIERDE UNA ESTRELLA

WET - DÓNDE ESTARÁ MI PRIMAVERA

NO PUEDO ARRANCARTE DE MÍ

WET - BUENOS DÍAS TRISTEZA

WET - LUNA DE MIEL

ESPÉRAME - LOS DOLTONS

Chiquián - Oswaldo Pardo Loarte

NIEVES ALVARADO

La casa vieja - Nieves Alvarado

Hualín Aldave Palacios

Chiquián - Marco Calderón Ríos

Chiquián