9 DE DICIEMBRE
DÍA EN CONTRA DE LA CORRUPCIÓN
EL
BILLETE
FALSO
Danilo Sánchez Lihón
La verdadera felicidad
consiste
en hacer el bien.
Aristóteles
1. aunque las distancias
– Señora, ¡este billete es falso!
Pero, ¡cómo! La madre día a día ha ido trayendo el poco dinero que gana lavando ropa, y lo junta al lado de lo que los hijos también aportan producto de ayudar en una y otra tarea, semana tras semana vendiendo botellas de agua “Cielo” en el semáforo en donde se detienen los autos.
Han transcurrido ya los dos meses de vacaciones de principios de año. Y hacen una lista de los gastos indispensables que necesariamente se tienen que afrontar, como es pagar la luz, el agua, el gas, los arbitrios.
Pero ocurre siempre que hay que hacer supresiones importantes en la lista de gastos, puesto que no alcanza lo percibido para cubrir lo ineludible, que siempre sobrepasa a lo ganado y obtenido.
Por eso, se ha recortado la ración de pan, suprimido el rubro de pasajes para más bien caminar, aunque las distancias en este verano son largas y pesadas.
Porque algo tiene que quedar de ahorros para la matrícula y ojalá alcance para algunos útiles escolares indispensables de los dos hijos que ya van al colegio secundario.
Ellos ingresan, en este año: a cuarto grado el hijo varón, y a segundo grado la mujercita.
2. Con toda paciencia
Justo hoy que es día de matrícula en el colegio, tocan a la puerta.
– Señora por favor, cámbieme este billete. Tengo que comprar medicinas urgentes en la farmacia y como es temprano dicen que no tienen vuelto.
– Pero cien soles es mucho.
– Hágame el favor. Es medicina urgente para mi hijita. Y nadie me quiere hacer el favor de cambiar.
– La verdad, no sé si me alcance.
– A ver, vea pues, señora. Yo espero aquí afuera hasta que usted cuente.
– Tendrá que esperar, porque voy a demorar contando el sencillo que tengo. ¿No le importa que le dé sencillo?
– No importa, señora. Justamente es sencillo lo que más necesitan en la farmacia.
– Primero voy a ver si me alcanza.
– ¡Sí, señora! – Vaya nomás. Yo espero aquí, con toda paciencia.
3. Está contenta
Y mientras avanza se conduele pensando en el apuro en que el hombre está sumido. Además, qué mejor que el sencillo acumulado, sol a sol, sea cambiado con algo más presentable. Sería bueno llevar un solo billete y pagar el importe de la matrícula de sus dos niños, que de cada uno es 50 soles.
Entra al cuarto y saca el frasco donde tiene todo lo ahorrado: son algunos billetes de a diez, y hasta uno de veinte soles, cuidados con tanto esmero y conseguidos con tanto sacrificio.
Pero abunda más el sencillo en monedas de cinco, dos y de a un sol. Y muchas monedas de 50 céntimos.
Después de contar, sale. Y ahí está el hombre esperando. Y hace que cuente moneda tras moneda, y los billetes ajados que chequea una y otra vez.
La señora recibe el billete de cien soles que guarda celosamente en su bolsillo ajustándolo a una ranura para que no se caiga ni pierda.
Está contenta, porque lo ahorrado justo alcanza, los cien soles, para pagar, 50 más 50, las dos matrículas quedando algunas monedas para cocinar el almuerzo de hoy día.
4. ¿Y, quién?
Ya en el colegio espera en la cola calculando uno y otro gasto. Llegado su turno da los nombres de sus hijos, el grado en el cual se matriculan. Revisan los documentos. Todo está bien. Y ella entrega el billete doblado en cuatro partes.
El tesorero lo extiende sobre la mesa en la cual está atendiendo al público, e inmediatamente le dice:
– Señora, ¡este billete es falso!
– ¿Cómo?
– ¡Es falso señora!
– ¡Cómo va a ser falso! Es el producto de mi trabajo de todos los días.
– Sí, claro. Pero, ¿nadie le ha cambiado antes? ¿Dónde le han dado? ¿Y, quién? ¿Alguna persona conocida? O, ¡quizás un extraño!
La señora se queda helada. No sabe qué responder. Otros padres se acercan.
– ¡A ver! ¡Yo sé ver cuál es billete verdadero y cuál es falso! –Dice uno de ellos que aparenta ser hombre de negocios.
– Sí, señora, ¡es falso! –Concluye después de examinarlo–. Pero, ¡qué bien hecho que está! ¡Parece legítimo!
5. Sorprendidos y pasmados
– ¿No estará bueno, señor, por favor? –Dice la pobre mujer con la voz quebrada y a punto de llorar.
– No señora. ¡Qué le vamos hacer! No depende que digamos que es bueno, cuando es falso.
A la señora le cruzan las imágenes del hombre suplicante. Y del sencillo que moneda tras moneda ha ido contando hasta llegar a cien soles a fin de cambiarlo.
Avergonzada sale del colegio y camina tambaleante con el billete falso en la mano, a ratos deteniéndose a mirarlo en el largo trayecto, llorando despacio cuando pasa la gente y a gritos cuando no lo hay. Llora de rabia, de impotencia y desamparo. Y ahora, ¿qué hacer?
– ¡Es la matrícula de mis hijos! –Grita.
Al sentirla llegar a su humilde casa sus hijos corren alegres y felices a abrazarla. Y a preguntar si ya están matriculados cada uno en su sección respectiva.
– Pero, ¿qué te ocurre mamá? –Le preguntan, sorprendiéndose de verla entrar tambaleante y abatida; y al verla cogerse de la pared.
Está demacrada. Les cuenta que no ha podido matricularlos. Y ¡cuál es el motivo! Y les muestra el billete que pasa de mano en mano de los hijos que lo escudriñan sorprendidos y pasmados.
6. No podemos perderlo
La consternación es grande. En el almuerzo no se toca el tema, pero comen en silencio.
En la tarde la madre reúne a sus dos hijos y les pregunta:
– ¿Qué hacemos?
Una amargura total domina los rostros de los muchachos. Habla el mayor de ellos.
– Lo cierto es que no tenemos otros recursos para matricularnos. Pero el dinero que hemos ahorrado es honesto, que nos ha costado trabajo, privaciones y sacrificios obtenerlo.
La jovencita completa la idea diciendo:
– No podemos perderlo. Cambiemos como sea este billete, y yo me ofrezco a hacerlo.
– Yo también puedo intentar cambiarlo. –Se envalentona el mayor.
Pero su madre reacciona, diciéndoles:
– Y si lo logran, ¿entonces van a causar más dolor entre la gente inocente, y ustedes volverse malos? ¡No, hijos! ¡Eso no! ¡No los educo para eso!
7. Eso nos salva
Y continúa:
– Escuchen bien, hijos míos. Yo quisiera que me escuchen bien hoy día. El dinero es útil y valioso. Ya ustedes saben lo escrupulosa que soy en ahorrarlo, privándonos de todo.
– Pero, mira el billete, mamá, ¿quién creería que es falso? ¡Es idéntico a uno bueno! ¡Hasta tiene el hilo de la marca! ¡Podemos cambiarlo! ¿Por qué ser siempre las víctimas?
– Y por no serlo, ¿ser los victimarios? No, hijos; ¡eso es delinquir! ¿Qué tal si la engañada en esta cadena es una madre con unos hijos mucho más débiles que nosotros que tenemos nuestros brazos fuertes? ¡No! ¡Eso no! ¡Nunca consentiré que eso puedan hacer mis hijos! Y lo que hay que hacer con todo lo que sea falso, ¡es esto!
– ¿Qué?
– ¡Romperlo!
La madre con las manos que le tiemblan coge el billete y lo rompe en mil pedazos, varias veces como si peleara con un demonio, hasta hacerlo añicos.
– Porque hay un valor mucho más grande que el dinero hijos míos, ¡y es ser personas honradas! Esa es la fuerza moral que nos hace vivir y triunfar venciendo mil dificultades. Eso sí, ¡no se quedarán sin colegio! ¡Eso lo juro! Pero nunca dejen de hacer el bien, hijos míos, porque eso es lo que al final lo justifica todo. Y, ¡lo que nos salva!
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