lunes, 27 de mayo de 2019

27 DE MAYO: DÍA DEL IDIOMA NATIVO - FOLIOS DE LA UTOPÍA: UNA LENCUA CON ESTIGMA Y ESPERANZA - POR DANILO SÁNCHEZ LIHÓN

 

 
Construcción y forja de la utopía andina
 
2019 AÑO
DEL TRIUNFO DEL BIEN
 
MAYO: MES DE LOS TRABAJADORES,
DEL CAPULÍ, DEL LEGADO DE LA PAPA DEL PERÚ
AL MUNDO, Y DEL MAESTRO ENCINAS
 
CAPULÍ ES
PODER CHUCO


 
SANTIAGO DE CHUCO
CAPITAL DE LA POESÍA
Y LA CONCIENCIA SOCIAL


 
CAMPAÑA PERMANENTE
POR EL CUIDADO DEL CLIMA Y
DE NUESTRO MEDIO AMBIENTE
 
CAMPAÑA:
¡CONSERVEMOS EL TESORO
DE NUESTRO VALIOSO E INAPRECIABLE
PATRIMONIO CULTURAL!
 
*****
ABRO MIS BRAZOS FERVIENTES
PARA ABRAZAR Y AGRADECER


Querida Mara:
En lo particular, no podría sugerir o recomendar nada en relación a la organización del XX Encuentro Internacional Itinerante Capulí, Vallejo y su Tierra, que para mí estuvo perfecto.
Todo lo vivido; lo bueno, lo no tan bueno y lo sublime, nos alimenta. Con lo bueno…crecemos; con lo no tan bueno…aprendemos; y lo sublime…lo atesoramos en el alma como un bien supremo, y que se dio con creces en este certamen.
Simplemente, debo agradecer el trabajo inmenso que realizan los directivos, los organizadores; y quienes libre, espontánea y gratuitamente ofrecen su ayuda para que todo salga y resulte maravillosamente.
Siento que somos una gran familia, que somos amigos del alma, caminantes que llevan la voz viva del gran vate universal, César Vallejo, por los pueblos, por las ciudades y por los rincones del Perú y del mundo, que año tras año nos ciñe con su humanidad, con su visión humana real y viva acerca del hombre y la vida.
Abro mis brazos fervientes para abrazar y agradecer a todos los amigos, a todos los compañeros, a todos los caminantes que este año enfilaron sus sueños y utopías por las rutas de la vida y me dieron la posibilidad de caminar junto a ellos.
¡Gracias totales!
CECILL SCOTT,


Poeta de Chile
*****
27 DE MAYO
 
DÍA
DEL IDIOMA
NATIVO


FOLIOS
DE LA
UTOPÍA
 
 
UNA LENCUA
CON ESTIGMA
Y ESPERANZA

 
Danilo Sánchez Lihón
 
 
1. Su aldea
nativa
 
Santiago Rodrigo Alvarado Anaya me dice: “Fui engendrado bajo un frondoso palto de la aldea Supirún”, hoy San Miguel de Malvas; para entonces perteneciente a la provincia de Aija, “Perla de las vertientes”, pueblo enclavado en flanco occidental de la Cordillera Negra, frente a la Cordillera Blanca en el departamento de Ancash, villa de una sola calle y casitas de quincha enfiladas, iluminadas por el espejo de nieves relumbrantes de la cadena de glaciales más hermosa del planeta Tierra, y que engalana ahora a la provincia de Huarmey.
Nace en una realidad cotidiana donde el idioma en uso es el quechua, donde crece hablando quechua, jugando en quechua, amando y sufriendo en esa lengua transida y mimetizada del imperio más grandioso en sus realizaciones en función a los valores humanos, que jamás haya existido sobre la faz del planeta, siendo feliz y sintiendo dolor siempre sobre el tinglado y andarivel de sus fonemas e inflexiones. Lengua dulce, expresiva, jocosa; capaz de hundirse y regresar de las profundidades y de los pliegues más intrincados y arduos del alma humana, a darnos una versión de esas circunstancias y realidades con plenitud de ternura y valores supremos.
Sin embargo, corría el año 1942, cuando cursaba el Segundo Año de Educación Primaria en la escuela de su aldea nativa, cuando llegó una disposición oficial conminatoria para funcionaros, profesores, personal administrativo y estudiantes de los pueblos andinos de su provincia y de otras aledañas.
 
2. Alegre,
vivaz
 
Allí se les notifica, bajo sanción, que no permitan ni consientan que se hable el quechua en las aulas, ni en los patios, ni en los corredores de los centros educativos, en razón de las políticas de progreso y unidad nacional.
Y que coadyuven a fin de que tampoco se hable quechua en los espacios públicos ni en las calles, debiendo ejercer en lo posible su autoridad para que deje de usarse este factor de primitivismo y atraso en la comunidad y dominar pronto las lenguas universales que nos permitan una más fluida comunicación con el mundo exterior.
Los niños escuchan como siempre atentos, absortos y hasta ilusos este mandato. Y asienten generosos con la cabeza. Y lo intentan de a verdad, para lo cual se autocorrigen, se auto inculpan, se autocensuran. ¡Pero es inatajable hablarlo! ¡El idioma aflora y el quechua aparece en cualquier instante, y en todo su esplendor! Pero muchos niños, es cierto, se fuerzan por adaptarse a la prohibición. Y no lo hablan, salvo a escondidas.
Rodrigo Alvarado Anaya mira a sus amigos: se ríen y no pueden proseguir en su comunicación, sino es hablando en quechua. Pero, en él el desacato es más notorio, porque es un niño alegre, vivaz, y espontáneo en todo. Y, además, es uno de los primeros alumnos de su escuela. El director del plantel es llamado por el inspector de educación, quien lo amonesta.
 
3. Pese
a sus ruegos
 
La profesora Petronila Bayes, días después, es llamada por el director del plantel de la capital del distrito de Malvas. Le dice que pondrá a disposición de la Inspección su puesto de trabajo, porque los alumnos bajo su jurisdicción todavía se les escucha hablando en quechua, incluso en el espacio del plantel escolar, lo cual es un desacato a las autoridades.
La maestra muy preocupada ha reunido a los padres de familia. Suplica y llora en la reunión. Y dice que si esto continúa la van a suspender del trabajo y posiblemente tendría que irse desempleada. ¡Sabe Dios a dónde!
Volviendo en sí informa acerca de qué niños son rebeldes a la prohibición. Que pese a sus ruegos, súplicas e inclusive incentivos de darles premios y recompensas reinciden en hablar quechua.
Pero después deja de lamentarse y toma otra actitud. Notifica que este desacato ella lo está informando al subprefecto de la provincia y a la policía. Que los padres tendrán que responder ante la autoridad policial.
Y que ellos llamarán a los padres de los niños, e inclusive podían ser puestos en la cárcel. Que ella no iba a permitir que la dejaran sin empleo por algo en lo cual no tiene la culpa sino otros.
 
4. Luego
entró a ella
 
Que las directivas de la instancia correspondiente del Ministerio de Educación en Huaraz son claras y se dan para ser cumplidas. Que la mayoría ya había acatado la disposición pero que había algunos niños que cometían desacato.
El más notorio y peligroso era el niño Rodrigo Alvarado Anaya. Y que, qué bueno que hayan venido sus padres que están aquí, porque ella a partir de este momento, ya no tiene ninguna responsabilidad, sino ellos, estando de garantes el resto de padres de familia.
Que todos quienes han escuchado son testigos. Y, si viniera un juicio, que conste que está explicando estos hechos. Y que está hablando bien claro. Y que todos podrán ser llamados de testigos e informar que ella ha cumplido con la aplicación de la directiva oficial.
Cuando terminó la reunión y regresaban a su casa, la señora Donata no hablaba por el camino con su hijo Rodrigo, pese a que iba a su lado. Estaba tan indignada que hablaba a solas, como si el no estuviera: ¿Que ese hijo pusiera en peligro grave sus chacras, sus animales, su hogar, solo por seguir hablando el quechua?
 
5. ¡Nunca
más!
 
Solo atinó a dirigirle la palabra al llegar a la casa. Y fue para decirle una palabra: “Entra” Y ahí lo agarró. Y lo encerró en una habitación. Y luego entró a ella con un leño de molle en la mano. Y lo arrinconó a palo limpio, dándole golpes en la cabeza para que se olvide de esa lengua sucia, oscura y maldita que se le había metido en el cuerpo o en el alma.
Pero con su padre Elías fue peor. Él sí quería matarlo. ¿Qué se ha creído este estropajo? ¿Que por él van a perder todo lo que tanto les ha costado conseguir en la vida? Y él, su padre, ¿llegar a parar a la subprefectura, a la comisaría y después a la cárcel del distrito? ¿Por un hijo desobediente? ¿Y a esta edad, de 6 años? Entonces, ¿cómo iba a ser a los 20? ¡Un facineroso! ¡Un bandido de siete suelas! ¡Un criminal! Con el zurriago de los animales le cruzó por todo el cuerpo, rebencazos que lo hicieron sangrar, incluso en el vientre, y que hasta ahora le duele.
– Carajo, –le dijo–. Ahora vas a jurar y vas a prometerme no hablar ya jamás el quechua. ¡Nunca más! ¿Oíste? ¡Nunca más! Así yo me equivoque en hablarte en quechua, ¡tú me vas a responder siempre en castellano! ¿De acuerdo? ¿Me escuchas? ¡Nunca más! Ni siquiera una sílaba. Ni menos cantando. ¿Me oyes?
– Sí, padre.
– ¡Ni en sueños lo vas a pronunciar! ¿Lo juras?
– Sí, papacito.
 
6. Ahí tienes
tu merecido
 
Así llegó diciembre. En todos los años anteriores los calificativos de Rodrigo han sido de excelencia. Es el primer alumno de su salón de estudios, en todo. Y sus promedios no bajan de la nota 18.
Y la maestra no lo califica con 20 porque tenía la idea que ya sería como ella. Por eso, el día de la clausura del año lectivo se entregan libretas y él es el niño más dichoso, feliz y radiante.
Al ser llamado se acerca, y la recibe. Y al dar los primeros pasos de regreso a su agrupamiento la abre confiado y jubiloso y siente helársele el alma. Su cuerpo se estremece de horror desde la punta de la cabeza hasta la punta de los pies.
Su nota es diez. En rojo. Y con unas letras grandes que parecen puñales que dice de borde a borde: ¡Desaprobado! ¡Está jalado de año! Ha sido aplazado.
Mira a todos lados y encuentra la mirada de su preceptora Petronila, quien se sonríe con sarcasmo, como diciéndole con el movimiento de su cabeza:
– Ahí tienes pues tu merecido, por haberme hecho pasar un mal momento y haber puesto en riesgo, y amenazado mi puesto de trabajo.
 
7. ¡Imposible!
¡Ya no!
 
Y ahí nomás, en la fila, se le nubló la vista. Se doblaron sus rodillas y en el empedrado del patio se echó a llorar.
Los otros niños miraron a la profesora. Y no se atrevieron a ir a consolarlo ni socorrerlo. Cuando despertó no había nadie y sintió que la tierra se le hundía.
Ya solo, dejó libre su sentimiento, y lloró todo lo que pudo, sentado sobre la piedra azulada y lustrosa en la esquina de la casa de don Marcial Huerta. Y se quedó dormido.
Fue tarde cuando despertó y logró recuperarse. Empezó a caminar lentamente su camino de siempre, de regreso a casa.
¿Llevar esa libreta a su madre y a su padre? ¡No! ¡Nunca! ¡Jamás! Significaba que la señorita lo aplazaba porque había seguido hablando quechua. Y no era así. Pero eso dejaba ver. Y esto, entonces, era un desacato a la autoridad y a la promesa hecha a sus padres.
Ya no era desobediencia a su profesora sino a su padre y a su madre. ¡Y que no le importara el riesgo en que los ponía! ¿Regresar a su casa así? ¡Imposible! ¡Ya no!
 
8. Irse,
fugarse,
 
Entonces tenía que irse. Debía huir, tal vez río abajo por el valle donde hay muchas haciendas.
El lugar del camino en donde está ahora de pie se llama Yaru. Y allí se divide en dos el sendero. Uno que lleva a su casa y otro hacia la costa. No importa a dónde, tal vez a las haciendas Huamba, Barbacay, Taica o Congón.
Tal vez siquiera trabajando en espantar animales dañinos, o irse a la ciudad de Huarmey, o a la capital del distrito, o de la provincia, o del departamento o, finalmente, del país. Así no haya ahora quien saque y recoja los animales del aprisco, ¡lo matarán!
¡Así no haya nadie quien traiga agua del manantial! De todos modos, lo iban a matar. ¡Así no haya ahora quien más los quiera!
¡Jamás como él! ¡Nadie tanto como él! Quien les haga reír, los escuche, y los abrace; de todos modos, juntos los dos, su madre y su padre, lo matarán.
De eso está seguro. Jamás sus padres iban a soportar esa afrenta. La decisión había que tomarla, pese a la oscuridad, al frío y al hambre: Irse, fugarse, huir es la única alternativa. ¿Adónde?
 
9. Cantar
por el camino
 
Nadie sabe adónde, y menos él. La oscuridad es intensa. Pero ante la alternativa de ser flagelado y muerto a golpes tomó la iniciativa de trazarse su propio destino.
Mientras caminaba trató de darse valor para ahuyentar el frío. Y quiso cantar. Empezó a hacerlo en castellano:
Cuando me vaya, cuando me aleje
no me detengas y no me llames.
Y si no vuelvo llora mi ausencia
porque me quieres y yo te amo.
Pero pronto se calló. Le pareció que no alcanzaban a llegar las notas de las canciones en ese idioma al fondo de su alma, en donde necesitaba consuelo. Y siguió callado.
Y dijo: ¿Quién me va a escuchar aquí entre estas tinieblas, en este silencio y en esta soledad si canto en quechua? Nadie.
Pero aun así volteó a mirar para asegurarse que no estaba ahí la sombra de su padre.
Y empezó a cantar por el camino, pero esta vez en quechua.
 
10. Tú puedes
hacer algo
 
Ahí sí le afloraron todas las heridas, y salieron todas sus lágrimas, y brotaron todas las canciones. Pero como llanto, como gritos desgarrados:
Ewaqina nikallame (Dímelo, vete nomás)
yarkuqina nikallame (dímelo, salte nomás)
primer gallu cantariptin (al canto del primer gallo)
rastrullata borrarillanqi... (Bórralo mis huellas)
No cantaba sino aullaba, con gemidos, como reclamos a la vida, como pedidos de auxilio. Bañado en llanto cantó a gritos mientras huía. Y ese es el destino del quechua en el Perú, y hasta ahora, huir.
Pero tú puedes hacer algo, aquí y ahora. Y hasta quizá mucho. Porque lo sabes y es tu lengua materna.
Y eso que puedes hacer es: ¡Hablarlo! Y hablarlo de la mejor manera. Y en los espacios públicos para que la gente saboree lo dulce y lo sublime de una lengua que no solo es honda, sino que cura y salva.
NOTA: Años después Santiago Alvarado Anaya fue el primer especialista en quechua quien sustentó a nombre de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y en la misma sede de la Real Academia Española de la Lengua, en Madrid, la incorporación de vocablos quechas al lexicón de la lengua castellana.
 
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