miércoles, 31 de octubre de 2018

31 DE OCTUBRE: DÍA DE LA CANCIÓN CRIOLLA - FOLIOS DE LA UTOPÍA: YO LA QUERÍA PATITA - POR DANILO SÁNCHEZ LIHÓN


 


Construcción y forja de la utopía andina
 
2018 AÑO
DE LA IDENTIDAD Y DEL PATRIMONIO
INALIENABLE DE NUESTROS PUEBLOS
 
OCTUBRE, MES DE LA SALUD,
LA ALIMENTACIÓN, LA GESTA
DE ANGAMOS; VIDA Y EJEMPLO
DE MARIO FLORÍAN Y LUIS
DE LA PUENTE UCEDA
 
CAPULÍ ES
PODER CHUCO


 
SANTIAGO DE CHUCO
CAPITAL DE LA POESÍA
Y LA CONCIENCIA SOCIAL


 
*****
 
LA CANCIÓN CRIOLLA
INCRUSTADA EN EL FONDO DEL ALMA


Así como nuestra comida, así también nuestra música es una mistura de ritmos, melodías, géneros; como también de pueblos, climas y sangres; en donde se da principalmente lo indígena, lo negro, lo blanco, amarillo y todos los colores del arco iris. Y en donde han aportado tanto esclavos y peones como señoritos y señorones.
Sin embargo, predomina lo popular, lo vinculado a la casa de cañas, esteras y adobes; como del camino polvoriento y apiñado de piedras. Tanto el aporte del negro trabajador de las haciendas como del mestizo del barrio de la urbe de calles trashumantes y de casonas añejas.
Donde han aportado y siguen aportando quienes se aferran a la memoria y los recuerdos y lo defienden porque más cunde el peso de las tradiciones, tanto como los grupos de amigos desvelados y que conspiran bajo candiles y lámparas contra el orden establecido.
Pero eso sí, aunque se escucha la voz de los dichosos y tocados por la fuerza de la fortuna casi siempre de un amor correspondido, domina la voz de los sufridos de siempre que tienen también en la música una manera de protesta, a veces camuflada como reproches a la mujer amada por sus desdenes, por sus traiciones, o por su olvido.
Música criolla instituida como su día hoy, 31 de octubre, por el presidente Manuel Prado el año 1944. Música y canción exaltada, pasional y jaranera, que recorre desde el solar del patio de tierra apisonada de una casa bajo el puente como el salón dorado del Palacio de Gobierno, principalmente la marinera, la polca y el vals de espacio cerrado, de paso corto, picadito y apretado donde se aviva el espíritu y se encienden los corazones.
DANILO SÁNCHEZ LIHÓN


 
*****
31 DE OCTUBRE
 
DÍA
DE LA CANCIÓN
CRIOLLA


 
FOLIOS
DE LA
UTOPÍA
 
YO
LA QUERÍA
PATITA

 
Danilo Sánchez Lihón
 
Melancolía,
saca tu dulce pico ya.
César Vallejo
 
1. Celebrando
el reencuentro
 
El año 1975 estudiaba yo en Madrid y en un arrebato, en el mes de mayo decidí conocer París en donde tenía buenos y entrañables amigos con quienes habíamos compartido las aulas en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y habíamos hecho apasionada bohemia en las calles de Lima.
En el aeropuerto de Orly me esperaban algunos de ellos, quienes me confesaron que no se veían hacía tiempo pese a estar viviendo todos ellos en la Ciudad Luz, y que esta era una ocasión para compartir, entre otros allí estaban Raúl Bueno, Elqui Burgos, José Carlos Rodríguez.
Cuando salimos del terminal aéreo era ya muy entrado el atardecer y llovía copiosamente en París. Al cruzar cada calle mi fascinación era ver y oír tamborilear las gotas de lluvia en los techos a dos aguas y las canaletas que recogían los chorros que se precipitaban en las tuberías que en París evitan que el agua se empozara.
Deambulamos por calles y parques. Los amigos todo querían mostrarme: lugares históricos, el sitio donde se ubican los museos, las casas de los escritores y artistas famosos. Ya era muy entrada la noche cuando llegamos a un restaurante atestado de gente muy elegantemente vestida, y a fin de tomar un vino celebrando el reencuentro.
 
2. Un tanto
azorado
 
Entretenidos por la conversación no nos habíamos dado cuenta de algo que sí advirtió José Carlos Rodríguez, cuál es que en la animación que había en el local se estaban interpretando, entre muchas canciones del repertorio internacional, algunas de América Latina, como tangos y rancheras. José Carlos tuvo una intuición, y dijo:
– Voy a ver. De repente el que toca y canta es de alguno de nuestros países.
No le hicimos mayor caso, pero al rato vino con el cantante a presentárnoslo.
– Les presento a Fréderic. Me dice que es alemán y es peruano. –Nos dice sonriente.
– Bueno. –Se disculpa el muchacho–. Soy mitad peruano y mitad alemán. Mi padre era o es del Perú. En realidad, no lo conocí; y no sé si está vivo.
Es un joven de unos veinte a veinticinco años, no muy alto, más bien grueso, simpático de rostro; atento y un tanto azorado, quien toca el piano y canta en este café restaurante, y quien al parecer sabe muy bien hablar el español.
– Pero dónde naciste. –Le interroga Elqui.
 
3. Y se ríe,
emocionado
 
– En Alemania. en un pueblo llamado Rothemburg, cerca de los Alpes.
Nos cuenta que hasta allí llegó mi padre, no sabe cómo. Se enamoraron con su madre, que era de ese lugar. Nos refiere que él se apellida Vásquez. Que sueña algún día conocer el Perú, que es lo que le prometió a su madre cuando ella murió, y quien seguía amando a su padre, y esperando que algún día él volviera.
– Nosotros todos somos peruanos. –Le decimos. 
Se lo ve conmovido. Nos tiende la mano a todos nosotros, emocionado.
– Y, ¿de qué parte del Perú era tu papá? –Le pregunta alguien.
– ¡Ah! –Dice él–. De un pueblito pequeñito, que de repente ustedes no conocen. Era de Huancayo, que creo que queda en la parte montañosa.
– ¡Claro que conocemos Huancayo! ¡Es una ciudad grande! ¡La tienes que conocer!
– Ya ven. Espero conocer esa ciudad, ¡algún día! Así que existe, ¿no? ¡Yo pensé que quizá no existía! –Y se ríe, azorado.
 
4. Y arrancó
 la letra
 
– ¡Qué bueno! Te vamos a dar nuestras direcciones. Para que cuando vayas nos ubiques.
– Gracias. Por ese gusto les voy a cantar una canción peruana que de repente ustedes no las conozcan, pero que a mí me enseñó mi madre.
– ¿Así?
– Las aprendí de ella, que más o menos sabía español. Por eso quizá no las cante como es. De todos modos, me disculpan, se la voy a cantar.
Y se fue a su estrado, que no se veía desde el sitio donde nosotros estábamos, pero que sí se escuchaba nítidamente, y bien.
Desde nuestra mesa estuvimos atentos a que empezara. Pronto sonaron los acordes en el piano de algo inconfundiblemente nuestro, pero con un aire a la vez distinto. Y arrancó la letra, que dice:
No se haga de rogar patita y sírvase otro trago
que aquí entre copa y copa le quiero hacer saber
porque es que estoy tan triste tan solo y amargado
que hasta la remaceta hoy me quiero poner...
 
5. Acordes
y compases
 
Lo canta con voz grave, casi ronca, con modulaciones profundas. De un modo que yo jamás me hubiera imaginado que pudiera cantarse esta canción. Lo canta de manera desgarrada, como si fuera un lamento. A la vez, nostálgico y desenfadado, pero que es gracioso oír cómo pronuncia las palabras que son jerga o replana en el Perú:
No se haga de rogar carreta y párese otro pomo
no crea usted compadre que ya me licorié
Si estoy con los crisoles rojimios es del llanto
porque he llorao carreta por culpa de una mujer.
Hasta ahí la canción resultó un golpe rudo. Porque este muchacho que en su fisonomía es rubio, pero de inconfundibles rasgos andinos, lo ha cantado con tanto sentimiento, quizá buscando a su padre que no conoce. Porque la canción en el fondo es la búsqueda de un ser querido, que nos ha anonadado. Cuando otra vez parte, exclamando en un lamento:
Yo la quería patita, era la gila más buenamoza del callejón
y usted compadre que me conoce yo soy derecho,
ella no supo corresponder a mi corazón...
Jamás me imaginé que esta canción pudiera llegarme tanto al alma, como se introduce lacerante esta noche aquí en París, donde pareciera como que todo significara otra cosa, su letra, su música, sus acordes y compases.
 
6. Una flecha
ardiendo
 
Disimuladamente, y, de cualquier manera, atajo mis lágrimas, debiendo confesar, de parte mía, y avergonzado, que yo le tenía prejuicio a esta canción, quizá por yo ser andino de nacimiento y de vocación. Y a la canción “Yo la quería patita”, la consideraba frívola, ligera y hasta de los bajos fondos.  Que era pícara y de un criollismo de la viveza y el desparpajo y hasta del mal vivir. Además, porque estaba escrita en jerga, lenguaje que hasta ahora yo detesto.
Y es que Fréderic Vásquez en ese café restaurante de París la cantaba como lamento, con un desagarro en el alma que hizo que yo apurara la copa de vino que tenía servida y que velaba sobre mi mesa en aquella noche inolvidable en que me levantara saliendo a la puerta a mirar el cielo sin estrellas. En realidad, escucharla así cambió mi vida con respecto a la música criolla.
Nunca pensé que una canción que yo había desestimado tanto pudiera sonar y golpearme esta vez con tanto sufrimiento en el alma. Era el amor desamparado, desolado y dicho desde una esquina, esta vez de París; yendo desde el ovillo hasta la hilacha de un país lejano. Y allí, lo que había sido para mí frivolidad se convirtió en un himno, en un clarín y una flecha ardiente.
 
7. En pleno
silencio
 
El autor de “Yo la quería patita” es Mario Cavagnaro, quien nació en Arequipa el 16 de febrero del año 1926, y murió el 29 de septiembre de 1998. Compuso canciones de éxito, entre ellas “El rosario de mi madre”, “La historia de mi vida”, “El regreso”.
Y en géneros de música internacional sobresalen de su autoría: “Osito de felpa”, boleto interpretado en el teatro, en la televisión y en el cine; “La primera piedra”, “Emborráchame de amor”, grabado este último por Héctor Laboe.
Su tema “El mundo gira por amor” obtuvo el primer lugar compartido en el Festival de la OTI del año 1973, realizado en Brasilia.
Y bueno: “Yo la quería patita”, que ahora es una de mis canciones preferidas en la cual reconozco un profundo aire de nostalgia incorregible entre nosotros, siendo una de las composiciones que más me conmueven desde aquella vez.
Noche en que, cuando salimos a caminar ya muy de madrugada, el cielo era claro en el cenit, anubarrado en el horizonte entre las luces sonámbulas desdibujadas en la neblina de París. Las calles con la vida aún dormida detrás de los vetustos ventanales y con algunos viandantes rezagados en aquella madrugada fría, donde ninguno hablamos, caminando en completo silencio.
 
 
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