martes, 16 de octubre de 2018

16 DE OCTUBRE: DÍA DEL PAN - FOLIOS DE LA UTOPÍA: AQUEL SABOR A EUCALIPTO QUE TIENE EL PAN - POR DANILO SÁNCHEZ LIHÓN


 
 

Construcción y forja de la utopía andina
 
2018 AÑO
DE LA IDENTIDAD Y DEL PATRIMONIO
INALIENABLE DE NUESTROS PUEBLOS
 
OCTUBRE, MES DE LA SALUD,
LA ALIMENTACIÓN, LA GESTA
DE ANGAMOS; VIDA Y EJEMPLO
DE MARIO FLORÍAN Y LUIS
DE LA PUENTE UCEDA
 
CAPULÍ ES
PODER CHUCO


 
SANTIAGO DE CHUCO
CAPITAL DE LA POESÍA
Y LA CONCIENCIA SOCIAL


 
*****
 
PRÓXIMA ACTIVIDAD
CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA
PRESENTACIÓN DE LIBRO
Y HOMENAJE
A JOSÉ PABLO QUEVEDO


MIÉRCOLES 24 DE OCTUBRE. 6 PM.
PROGRAMA
1. SEMBLANZA. VIDA Y OBRA
DE JOSÉ PABLO QUEVEDO
RAÚL GÁLVEZ CUÉLLAR
2. PRESENTACIÓN DEL LIBRO:
“JOSÉ PABLO QUEVEDO
Y LA UTOPÍA ANDINA”
DE DANILO SÁNCHEZ LIHÓN
RAMÓN NORIEGA TORERO
3. PALABRAS DE HOMENAJE
DANILO SÁNCHEZ LIHÓN
4. AGRADECIMIENTO
Y LECTURA DE OBRA POÉTICA.
JOSÉ PABLO QUEVEDO
5. RECONOCIMIENTOS Y DIPLOMAS
6. REGISTROS FOTOGRÁFICOS
7. CENA DE CONFRATERNIDAD
8. TRIBUNA LIBRE PARA ALOCUCIONES
DECLAMACIÓN DE POEMAS, CANCIONES
CONDUCTOR DE LA ACTIVIDAD
SAMUEL CAVERO GALIMIDI
LOCAL:
AV. FRANCISCO MARIÁTEGUI 1779
JESÚS MARÍA
(CUADRA 18 DE LA AV. BRASIL)


ADHESIONES: TELF: 997-739-575 / 393-5196
CAPULIVALLEJOYSUTIERRA@GMAIL.COM


 
*****
 
16 DE OCTUBRE


 
DÍA
DEL
PAN


 
 
FOLIOS
DE LA
UTOPÍA


 
AQUEL SABOR
A EUCALIPTO QUE
TIENE EL PAN



Danilo Sánchez Lihón
 
…y el valor
de aquel pan inacabable.
César Vallejo
 
 
1. El sabor
de las plantas
 
¡Ah! ¡Senderos y cuestas por donde no habré avanzado con los brazos llenos de hatos de shiraques y yerbas santas!
Eran para atarlos a esas varas larguiruchas, reconocidas en la casa como: “escobas de barrer el horno”.
Aunque recién lo eran cuando ajustábamos en ellas las hojas de esas plantas capaces de resistir los carbones encendidos al rojo vivo sin quemarse.
Y arrastrar los brasas y los trozos ardientes de leña, sacándolos de las junturas que hacen los ladrillos de los cuales está embaldosado el piso de aquel crisol que literalmente estalla.
Y refleja su ardor hasta el corredor de la casa que luce su atuendo de novia a la espera de decir su promesa, por el hecho de que hoy día se amasa.
En razón de este hecho es mi función ubicar, desprender y cargar con los shiraques y yerbas santas, por lo que me guardarán para mí el primer pan.
El que sale embadurnado aún de ceniza y que tiene el sabor duro de las plantas con que el horno ha sido barrido.
 
2. Derramada
la miel
 
Esta primera tanda de pan se separa, sin juntarla, de las otras, porque tiene aún todas las presencias naturales del horno, como la ceniza y los carbones muertos incrustados debajo de los dorsos de la masa que no lleva manteca para que sea duro, limallas que después desaparecen en las siguientes horneadas.
Luego de la primera saca pronto se introduce el pan blanco, se ennegrecen los bizcochos, se cuecen los panes de yema, se doran las rosquitas, los pasteles y semitas; como al final se dejan bajo su bóveda los chiclayos endulzados, una fuente de camotes y otras veces un lechón bien aderezado que pasan allí la noche.
Para ello se cuida que las puertas del recinto queden bien cerradas, sujetas y ajustadas por afuera con las mismas palas de hornear, bien templadas con el punto de apoyo que puede der una mesa o el ángulo de una pared, a buen recaudo de los gatos que merodean con la boca hecha agua.
Al día siguiente encontramos derramada la miel de las calabazas reventadas o la grasa de los lechones en las baldosas, hecha un charco exultante en el piso de ladrillos del horno, que así se cobra con algo de miel el haber contribuido con su ardor y dedicación consuma a que luzca lo cocinado como cabalmente debería lucir.
 
3. Volver
por el camino
 
Pero, ¿cómo ha empezado la faena de amasar y hornear hoy día? Ha sido en el desayuno, cuando mamá ha dicho, sentada cerca al fogón, con su rostro feliz, bello y sonrosado como lo tiene ella y es mi orgullo y adoración:
– ¡Este sábado que es feriado y no van a la escuela sería bueno que amasemos el pan!
Y es su voz que va repasando punto por punto si hay leña, si hay huevos, si están sanas las muchachas que ayudarán en el tableado. Y todo lo calcula y lo prevé minuciosamente, mientras la miramos.
– ¡Ya! ¡Yo hago los bizcochos! –Se alegra mi tía Carmen cuando la decimos–. Entonces hay que llevar a moler el trigo al molino. –Agrega mi tía alzando sus ojos lentos desde la taza de toronjil.
– ¡Ahí tenemos trigo bueno, trigo para hacer pan de yema!
– Que vaya el Fredito y la Amelia a molerlo, aquí no más en el molino de “La Colpa”. –Se entusiasma mi tía Carmen que es mamá de Amelia, mientras el sol del mediodía aún brilla en el patio.
– Ahorita he visto que ha pasado el primo Pablo Segura con su burro de vuelta a su casa. Hay que avisarlo para que nos preste y llevar la carga.
 
4. Carbones
al rojo vivo
 
– ¡A ver, voy a verlo!
– Si no es de él de repente nos presta la comadre Laurita.
– ¡Cualquiera que encontremos! También he visto pollinos en la tienda del señor Urquizo.
– Si es de alguien que está subiendo camino a Pueblo Nuevo podemos rogarle que nos lleve el costal.
– Claro. Pero qué bueno sería también hacer roscas blanqueadas. Allí he juntado huevos.
– Hasta chiclayos tenemos. ¡Echaremos siquiera unos dos al horno!
Y a cada hora surgen más y más buenos propósitos que ya empezaron a alborotar la casa.
Estamos a jueves. Mientras llega el día la tarea es preparar uno y otro elemento necesario para el amasijo: lavar bateas, ordenar latas, tener listos los manteles.
 
5. Arroyos
y puquiales
 
Llegado el día a mí me corresponde cumplir varios trabajos. El primero, asegurar que estén listas las escobas de shiraque y yerba santa para barrer el horno.
Pero, además, tengo que ir por el concho de chicha, que es el rezago que queda al fondo de la botija, y que son residuos de la chancaca, de las cáscaras y raíces fermentadas de la jora, que nos sirve de levadura para hacer lludar la masa de harina, mezclada con agua, sal y manteca.
– Buenos días señora Betzabé. Véndame concho de chicha, para hacer pan en mi casa.
– ¡Buenos días niño! Tú mismo saca, hijito, con ese cucharon. Pero no metas la cabeza a la botija sino con el olor te vas a emborrachar. Y no vas a poder llegar a tu casa en tu sano juicio. Y ni siquiera agarrándote de las paredes caminar.
Tengo que ayudar también a arropar la masa que empezará a lludar en las bateas, levantando los manteles de vez en cuando para aspirar el aroma de la harina en donde está viva la presencia de los campos fragantes con sus arroyos y puquiales, como también del sol y la luna enamorados.
 
6. El tulipán azul
de las cercas
 
En su aroma están los trigales que se mecen hermosos y suaves en las colinas al compás del viento.
Están las parvas en donde la espiga de trigo se desbarra y ventea para que el grano se separe.
Está el tulipán azul de las cercas. Están los caminos llenos de tantales que se cubren de rojos suganes. Y se perlan del amarillo de las plantas de mostazas.
Y de pencas desde donde surgen los magueyes con su flor escarlata alucinada. Y el amanecer de esmeralda que aparece en el horizonte. Y que solo puede salir porque se prende a sus ramas.
En esta masa que lluda está ya mezclada la manteca del chancho esponjosa. Y que de tan blanca que era en las ollas de barro que lo guardan, se ha ido poniendo amarillenta y rancia.
Y que así sabe mejor, con algún rasgo rojizo que nos indica que en algún momento fue sangre, pulso y latido.
¡Y vida en el cuerpo tembloroso y lleno aún de pasión del porcino que lo produjo!
 
7. Sabor
de la leña
 
– Y ahora hijito amontona la leña al pie del horno. ¡Y ya enciéndelo! ¡Y no te quedes así mirando la manteca como si no hubiera nada qué hacer!
Y la leña espinosa se la va introduciendo en la fogata que se ha levantado al centro de la cúpula, iluminada de luces como para una coronación de reyes.
A la cual hay que taparle las pequeñas puertas. Hasta sentir que el horno está a punto. Y al abrir la portezuela ver las leñas esparcidas, hechas carbones ardientes en el piso.
Y que semeja cual una ciudad onírica y vegetal que arde con las luces encendidas en todas sus calles, plazas y avenidas.
Ahí es cuando hay que entrecerrar los ojos porque el olor, el humo y el calor nos ciegan.
Por eso el pan que comemos trae todo el aroma y sabor de la leña de eucalipto impresa en el alma del pan donde sobrevive eternamente.
Y más cuando se ha hecho pasión y nostalgia en nuestros corazones atribulados.
 
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