jueves, 30 de diciembre de 2010

30 DE DICIEMBRE: DÍA DE EXTRAMARES - VALLEJO ES PASIÓN Y ARROJO - PLAN LECTOR: DISPARO Y VIAJE DECISIVOS - POR DANILO SÁNCHEZ LIHÓN

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INSTITUTO DEL LIBRO Y LA LECTURA, INLEC DEL PERÚ,

Y CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA

30 DE DICIEMBRE

DÍA DE EXTRAMARES


VALLEJO ES PASIÓN Y ES ARROJO


PLAN LECTOR, PLIEGOS DE LECTURA

DISPARO Y VIAJE DECISIVOS

Por Danilo Sánchez Lihón

1. Súbito y terminante

César Vallejo dijo adiós a Trujillo el 27 de diciembre de 1917 y arribó a Lima cuatro días después, el 30 de diciembre, para buscarse un porvenir, ingresando por el puerto del Callao, un día atormentado por los arreboles que se extendían en el cielo de la tarde, ya al crepúsculo.

No traía maleta, solo la ropa que tenía puesta, y un cuaderno de poemas, porque no era este un viaje que lo hubiera sido pensado, ni anhelado ni mucho menos calculado.

Es el viaje de un sobreviviente de un suicidio por amor, celos o por tratar de enrostrar, abrupta e intempestivamente, al misterio para que se manifieste. Interrogándole: ¿de qué estamos hechos?, imponiéndole al destino, al menos con una bala, a dejarnos participar o a aclarar siquiera un poco acerca de su tupida entraña, urdimbre o enigma.

Al comprobar que la bala que se disparó solo produjo un golpe seco, como refieren quienes estuvieron allí presentes, esto le causó al poeta, una fruición tan intensa y exultante que su otro arrebato, igualmente súbito y terminante como el anterior, fue tomar la decisión, en ese instante, y no menos tajante de irse para siempre, de partir, de alejarse de aquel lugar.

2. ¿Cómo ocurrió?

– Si estoy vivo entonces mañana me iré. Me voy de aquí.

Y todo esto que dijo se cumplió, como se hubiera cumplido su inmolación por amor si la bala se destraba. Nunca más volvió a vivir en Trujillo, salvo encarcelado. Hecho lacerante y melancólico, por haber cultivado allí muchos cariños y echado muchas raíces.

Fue Trujillo la ciudad que lo coronó como el Poeta de América en un círculo difícil de conseguir que se allanen a ello, parco en reconocer méritos. Ocurrió el 10 de febrero cuando enterados de la muerte de Rubén Darío en León, Nicaragua, programaron una actuación de homenaje.

A Vallejo se le hizo subir al escenario y Víctor Raúl Haya de la Torre le impuso la corona diciendo: “Ha muerto Rubén Darío, ¡viva César Vallejo como el Poeta de América!”, actuación espontánea después de la cual se dieron vítores y fue recurrido Vallejo para que hablara. Solo atinó a llorar.

¿Pero, cómo ocurrió que Vallejo, quien en Trujillo tenía su hogar literario, su medio ambiente propicio y vital que parecería insensato que se desprenda de él, viene ahora a estar sin equipaje, sin ropa, sin dinero, sin una sola dirección de amigos a quien buscar ni sitio adonde ir, bajo un crepúsculo desgarrador, en el Muelle Dársena del puerto del Callao?

3. Fina y esbelta

Todo esto tuvo su eje, trabazón y cúspide la noche del día 26 de diciembre de 1917, momento en que él se dispara en la cabeza una bala que se encasquetó y no alcanzó a percutar.

Lo presencian sus amigos más entrañables del grupo Norte, lo cual tuvo como corolario que al siguiente día, 27 de diciembre por la mañana, se embarcara en el vapor Ucayali anclado y listo a partir en el puerto de Salaverry.

El motivo de todo este drama y casi tragedia fueron sus amores con Zoila Rosa Cuadra, Mirtho, o por diáfora o paranomasia, llamada por él: “Soy la rosa”, una adolescente de apenas 15 años de edad a quien Juan Espejo la describe de este modo:

“Era una chiquilla con sus quince años floridos; fresca y alegre, fina y esbelta, ágil y llena de encantos juveniles que se escapaban por sus “verdes ojitos” vivaces, retozones, traviesos. Era grata y sugestiva, “una cinta milagrosa de sangre virginal y primavera”.

Tenía como se ha dicho 15 años pero frecuentaba el círculo de intelectuales más asombroso que haya habido en parte alguna del Perú, por su lucidez, emoción y autenticidad.

4. En esta noche rara

Y siendo como es el Perú, un país acrisolado en las letras, de ancestro humanístico y literario. Estos jóvenes intelectuales que conformaban el grupo Norte han alcanzado relieve mundial, continental y nacional, de manera indiscutida en el campo del arte en general y hasta en la política.

Ella, aquella niña, “Mirtho”, era familiar en el grupo, rasgo que nos da un referente de su calidad, trasfondo y talante.

Era enamorada de César Vallejo, trabados en un romance apasionado y mortal, al punto de haber inspirado poemas casi religiosos que forman parte de Los heraldos negros, como los siguientes:


EL POETA A SU AMADA

Amada, en esta noche tú te has crucificado

sobre los dos maderos curvados de mi beso;

y tu pena me ha dicho que Jesús ha llorado,

y que hay un viernesanto más dulce que ese beso.

En esta noche rara que tanto me has mirado,

la Muerte ha estado alegre y ha cantado en su hueso

En esta noche de setiembre se ha oficiado

mi segunda caída y el más humano beso.

5. Extraño amante

Y el poema continúa con ternura desgarrada, ilusión que se amarga y cristalina efusión, atemporal, increíble de que quien lo geste sea una niña de 15 años, increíble si se piensa en las edades que los separan y en la flor de la juventud que a ambos animan:

Amada, moriremos los dos juntos, muy juntos;

se irá secando a pausas nuestra excelsa amargura;

y habrán tocado a sombra nuestros labios difuntos.

Y ya no habrá reproches en tus ojos benditos;

ni volveré a ofenderte. Y en una sepultura

los dos dormiremos, como dos hermanitos.

Se creía antes que estos poemas habían sido motivados por otra musa, pero el consenso de la investigación actual es que fueron inspirados por Mirtho.

Lo dirime recientemente Ricardo González Vigil, comentando en sus apuntes a autores que lo han precedido en el análisis:

“Escrito el 2 de setiembre de 1917, este soneto aborda la relación amorosa con Mirtho”

Extraño amante es César Vallejo: tiene el privilegio de arrebatar el corazón de personas sublimes, pero su emoción busca la separación y lejanía para hacer más hondo su sentimiento, para sufrir y hacer sufrir.

6. Llegas viejo

Seguimos citando a Juan Espejo:

“Pero estos amores que en principio se iniciaron cálidos y gratos para ambos, dulcificados por la infantil y retozona ternura de ella y por la intensidad nunca satisfecha de él, fueron perdiendo el armonioso diálogo de su iniciación”.

En el mes de setiembre del año 1917 la relación concluye. Vallejo escribe entonces “Verano”, poema que Ricardo González Vigil lo comenta en estos términos:

“Apreciable poema que la mención de Setiembre liga estrechamente con el que le precede, “El poeta a su amada”, y con el siguiente, “Setiembre”. Por ello y por la factura artística... enlazado con Mirtho”.


VERANO

Verano, ya me voy. Y me dan pena

las manitas sumisas de tus tardes.

Llegas devotamente; llegas viejo;

y ya no encontrarás en mi alma a nadie.

7. Ya no llores, Verano

Verano! Y pasarás por mis balcones

con gran rosario de amatistas y oros,

como un obispo triste que llegara

de lejos a buscar y bendecir

los rotos aros de unos muertos novios.

Verano, ya me voy. Allá, en Setiembre

tengo una rosa que te encargo mucho;

la regarás de agua bendita todos

los días de pecado y de sepulcro.

Si a fuerza de llorar el mausoleo,

con luz de fe su mármol aletea,

levanta en alto tu responso, y pide

a Dios que siga para siempre muerta

Todo ha de ser ya tarde;

y tú no encontrarás en mi alma a nadie

Ya no llores, Verano! En aquel surco

muere una rosa que renace mucho...

Así como César Vallejo es un extraordinario poeta de la solidaridad, la fraternidad y la militancia humana por un mundo mejor, igualmente lo es del amor de pareja, del amor a la mujer, en su caso: desgarrado, de queja y hasta de fatalidad.

“Soy la rosa” o Mirtho le inspira también este otro poema:

8. Y no la olvida

SETIEMBRE

Aquella noche de setiembre, fuiste

tan buena para mí... hasta dolerme!

Yo no sé lo demás; y para eso,

no debiste ser buena, no debiste.

Aquella noche sollozaste al verme

hermético y tirano, enfermo y triste.

Yo no sé lo demás... y para eso,

yo no sé por qué fui triste... tan triste!

Sólo esa noche de setiembre dulce,

tuve a tus ojos de Magdala, toda

la distancia de Dios... y te fui dulce!

Y también fue una tarde de setiembre

cuando sembré en tus brasas, desde un auto,

los charcos de esta noche de diciembre.

Se puede constatar en este poema cómo la relación fue curiosamente a la inversa de la edad que cada uno tenía. César Vallejo es el huraño, el arisco y huidizo. Ella tierna, ecuánime y protectora.

Ahora la relación ha terminado, pero César Vallejo es quien siente el desconsuelo, la aflicción y la pena. Y no la olvida.

9. Llorando a mil pupilas

Y es que no era un poeta endurecido de alma, sino al contrario: es el indefenso, el desvalido y, en la ausencia, el suplicante. Sabe sufrir y padecer pero esta copa de licor lo rebasa.

Es tremenda la devastación que le causa prácticamente una niña. Recalquemos que Mirtho apenas tiene 15 años y él, en cambio, 25.

Sin embargo en esta relación Mirtho es maternal con él, quien es el desolado. Y es que ella pese a su edad supo ser cariñosa, comprenderlo y perdonarlo.

Lo dice él. Incluso le reprocha haber sido tan buena, haber sido tan llana y compasiva, así como él “hermético y tirano, enfermo y triste”.

El siguiente poema también fue inspirado por ella. Y en él, pese a que da por muerto su corazón, que la evoca, pese a que la cubre de sombras y la amortaja, ella vive y palpita más que nunca en la totalidad de su ser:


YESO

Silencio. Aquí se ha hecho ya de noche,

ya tras del cementerio se fue el sol;

aquí se está llorando a mil pupilas:

no vuelvas; ya murió mi corazón.

Silencio. Aquí ya todo está vestido

de dolor riguroso; y arde apenas,

como un mal kerosene, esta pasión.

10. Mi corsario bajel

Habla el huraño, modula su queja el resentido: “No vuelvas”, le dice. “Ya todo murió”. “Mal kerosene es esta pasión”. Y algo peor: “Clavo que cierra un ataúd”:

Primavera vendrá. Cantarás “Eva”

desde un minuto horizontal, desde un

hornillo en que arderán los nardos de Eros.

¡Forja allí tu perdón para el poeta,

que ha de dolerme aún,

como clavo que cierra un ataúd!

Mas... una noche de lirismo, tu

buen seno, tu mar rojo

se azotará con olas de quince años,

al ver lejos, aviado con recuerdos

mi corsario bajel, mi ingratitud.

Después, tu manzanar, tu labio dándose,

y que se aja por mí por la vez última,

y que muere sangriento de amar mucho,

como un croquis pagano de Jesús.

Amada! Y cantarás;

y ha de vibrar el femenino en mi alma,

como en una enlutada catedral.

11. Fue providencial

Como ya hemos visto, con Mirtho ha conocido todos los abrojos del amor. La última escena de esta pasión desbordada ocurre el día 26 de diciembre, en que él se dispara la bala que se encasquetó.

Fue providencial que la bala fallara. La escena la describe así Juan Espejo:

“...cogió un revolver y emproando el cañón del arma en la sien derecha rastrilló. Fue solo un sonido seco. El arma tenía (después se comprobó) una sola bala en el tambor y no fue, desde luego, la que le debía tocar a César”.

Y también el mismo hecho lo refiere Antenor Orrego del siguiente modo:

“Mirtho” era la enamorada de Vallejo. Con ella el poeta tejió un romance de platónica y lírica ternura que, por poco, no tuvo un trágico desenlace. Ya me he referido a este hecho en el prólogo de Trilce...”

Y, yendo al prólogo de Trilce, leemos:

“Mirtho” era la del poeta. Una noche mientras tomábamos un restaurador chocolate, los celos pusieron en manos del enamorado cantor un smith & Watson... Al día siguiente partió a Lima”.

12. Amor hecho ascuas

Sin embargo, después de que esto ocurriera se sintió renacer. Esto es: le produjo una oleaje inusitado de vitalidad, de euforia y júbilo, al comprobar que nada le había pasado, que seguía vivo, y esto fue como si renaciera.

Después de la efusión que fue grande, sus palabras fueron:

– Me voy. Me voy. Definitivamente me voy. Adiós. Dejo todo. Me voy a Lima. Adiós.

Antes no pensó en este desenlace ni en ningún otro. Tampoco en ningún momento en sus planes estuvo viajar. Se le ocurrió en ese instante dejar Trujillo. Era un ser, a veces, de decisiones abruptas, lacónicas e inmediatas. Juan Espejo comenta:

“...César me contó a mí que, después que rastrilló el arma se dio cuenta exacta de lo que había hecho y sintió algo singularmente extraño, como si un soplo de vida nueva le recorriera todo el cuerpo. Y una confortable y vivificante caloría lo envolvió sintiendo, en ese momento, un entrañable amor a la vida en toda su amplitud”.

Y fue ese amor hecho ascuas, ardiente y vehemente por Mirtho, el motivo de esa ruptura mayor con la ciudad que lo acogió y le deparó especial cariño. Y, sobre todo, con el grupo de amigos que constituyeron con él un nidal, un círculo de oro o de diamantes en torno a él y a favor suyo. Y fue ruptura con la vida halagüeña.

13. El vacío que dejó

Y así fue cómo abordó el barco en el que se vino a Lima sin preámbulos, aplazamientos ni demoras.

Así terminaba para él una etapa juvenil, romántica y áurea, en la cual fue el engreído por un círculo de amigos que le depararon el máximo de los afectos.

A partir de ahora se dará paso a una etapa dura, cruel y despiadada, en donde había de sufrir incluso desprecio y escarnio.

Y después, en París, el holocausto de una vida atravesada por el hambre, el frío y la desolación.

Él mismo en una composición titulada primaveral había escrito estas palabras:

¡Excelsa juventud! ¡Jardín de Oro! ¡Palpitación de amor! ¡Gloria de Oriente! ¡Del ritmo celestial eco sonoro! ¡Tú que llevas un sol en la frente! ¡Oh juventud, detén por un momento tu plácida legión en tu carrera: Comulga el cielo azul del pensamiento ante el Altar azul de Primavera!

En Trujillo pasó los mejores días de su juventud y se llenó de los mejores recuerdos de poeta. En él ocurrieron sus mejores triunfos y conoció el amor más vibrante. El grupo Norte lo acunó, lo protegió, entre ellos fue el ídolo.

14. Días de prueba

El cariño que le profesaron fue inmenso, y el vacío que dejó fue insustituible, lo expresa Juan Espejo cuando relata los días baldíos que vivieron después de su partida.

Y no pudieron recuperarse de su ausencia jamás. Había dejado un vacío muy profundo e imposible de llenar.

Así estuvieron la mañana del día 27 de diciembre en el puerto Salaverry varios amigos para despedirlo; entre otros, Juan Espejo y Néstor Alegría.

Cuenta Espejo que este amigo, desprendiéndose de su reloj se lo entregó diciéndole:

– “Tómalo, puede servirte en Lima”.

El viaje demoró cuatro días como era normal en aquella época, porque los barcos venían haciendo escala en cada puerto, y recalando en cada caleta; recogiendo y dejando pasajeros, bajando y subiendo mercadería.

No existía en aquella época la carretera panamericana.

Estos días, del 27 al 30 de diciembre, son en la vida de César Vallejo de travesía, de ir de lo particular a lo absoluto, de la parte al todo, del halago a la incertidumbre.

Da un salto cualitativo, de cambio y vuelco total. Son días de prueba, de tensión y de entereza. Suele en ellos recurrir a Dios.

15. Sufre pena

De allí que a bordo del barco que lo lleva escribe su poema Dios:


DIOS

Siento a Dios que camina

tan en mí, con la tarde y con el mar.

Con él nos vamos juntos. Anochece.

Con él anochecemos. Orfandad...

Pero yo siento a Dios. Y hasta parece

que él me dicta no sé qué buen color.

Como un hospitalario, es bueno y triste;

mustia un dulce desdén de enamorado:

debe dolerle mucho el corazón.

Oh, Dios mío, recién a ti me llego

hoy que amo tanto en esta tarde; hoy

que en la falsa balanza de unos senos,

mido y lloro una frágil Creación.

Y tú, cuál llorarás... tú, enamorado

de tanto enorme seno girador...

Yo te consagro Dios, porque amas tanto;~

porque jamás sonríes; porque siempre .

debe dolerte mucho el corazón.

En él Dios, pese a ser el ser supremo, y ser ésta su creación, es desdeñado en el amor. Y sufre pena, como ahora lo sufre él:

16. Riesgo y coraje

Se refugia en Dios para encontrar en él consuelo y sosiego. Y porque aquel, también tiene tristeza de enamorado. Dice que debe dolerle mucho el corazón.

Sorprende un César Vallejo que sabía entregarse al amor pleno. Y quedar tan inerme, herido y hasta quebrado de alma. Y, cómo es que en una chiquilla de 15 años pudo encontrar tanta hondura por compartir. Y cómo el alma al final quedaba tan abatida.

¿Y qué significa este salto, travesía o traslado de Trujillo a Lima? ¿Qué signo tiene o lleva esta fuga?

Es un salto al frente y al centro. Pero es salto instintivo y no calculado, totalmente imprevisto, César Vallejo asume el momento, tiene la corazonada y se lanza en vilo y a pulso, abierto y directo.

Es una suerte que haya sobrevivido a tantos riesgos y peligros, a tantos arrojos al vacío. A tantos pozos negros a los cuales solía lanzarse, a tantas maneras de jugarse la vida.

Este viaje tiene el signo de no pensar en comodidades, ni en condolerse de sí mismo.

Su vida en general tiene el signo del riesgo y del coraje, de la asunción de retos y desafíos, sin límites ni medias tintas.

17. Muchos años más tarde

Tiene el signo, asimismo este viaje, de desprenderse de lo que es confortable. Lo contrario hubiera sido aceptar ser un poeta aldeano.

Tiene el signo de asumir la vida como arcano; como milagro y creación heroica.

Viene a Lima, capital de extraordinaria efervescencia cultural, en la cual dominan la escena cultural Ricardo Palma, Manuel Gonzáles Prada, Abraham Valdelomar, José Carlos Mariátegui, José María Eguren y muchas personalidades representativas de la cultura de aquella época.

Aquel viaje tiene el significado de romper las amarras de la aldea y con el pasado. Deja el amor pequeño, casero, personal, para explorar una mayor dimensión, aún a costa de arrastrar el alma herida.

En Trujillo era la anécdota para asumir ahora la historia. Supo volar, supo desprenderse, dar el salto trascendental. Había que ganar la ocasión y él la ganó. Supo dar el salto a la transformación.

Muchos años más tarde Mirtho visitó a Antenor Orrego, quien lo relata así:

“... me parece que en 1932, “Mirtho”, la heroína del romance, me visitó en circunstancias dolorosas para mí que han quedado en mi recuerdo como una pesadilla. Me conmovió su fervorosa y contagiante simpatía, no obstante la disparada y ruidosa algarabía en los primeros momentos del encuentro...”

18. Nunca he podido olvidarlo

“De primera intención abrió la cartera y sacó un viejo billete. Contenía unas cuantas frases con ternezas de amoroso rendimiento escritas por Vallejo con su letra tan familiar para mí.. Saltó eléctrico el recuerdo con vuelo retrospectivo. Hubo un poco de melancolía para ambos:

– Nunca he podido olvidarlo. –Me dijo”.

Quizá ningún viaje fue más trascendental que este para César Vallejo. Ni siquiera aquel otro que lo llevó del Callao a París, desembarcando en el puerto francés de Marsella, el 13 de julio del año 1923.

Tampoco alcanzan igual o parecida conmoción sus viajes a Rusia o a Madrid, sino este en el cual deja la provincia, en donde era ídolo y pudo estancarse y vivir del halago, siendo este viaje el asedio al absoluto el que lo transformaría más.

En el cual se desgaja de todo lo complaciente, mórbido y sensual, siendo Trujillo en donde ha realizado una hazaña: ¡triunfar!, aunque no ha dejado de tener amarguras, enconos y hasta suicidios frustrados.

De allí que uno de los primeros poemas que escribe en Lima, además de ser una crónica de su viaje y las circunstancias que lo motivaron, es un mapa espiritual:

19. El gran Misterio

Para mejor comprenderlo aclaremos que César Vallejo no usaba reloj en el la muñeca, pero en este caso escribe a propósito del reloj que le obsequiara su amigo Néstor Alegría en el momento de partir de Salaverry:

UNIDAD

En esta noche mi reloj jadea

junto a la sien oscurecida, como

manzana de revólver que voltea

bajo el gatillo sin hallar el plomo.


La luna blanca, inmóvil, lagrimea,

y es un ojo que apunta... Y siento cómo

se acuña el gran Misterio en una idea

hostil y ovoidea, en un bermejo plomo.

Ah, mano que limita, que amenaza

tras de todas las puertas, y que alienta

en todos los relojes, cede y pasa!

Sobre la araña gris de tu armazón,

otra gran Mano hecha de luz sustenta

un plomo en forma azul de corazón.

20. Espinas y abismos

Y como anuncio de lo que había de venir escribe ya en Lima, solo, sin dinero y sin amigos y sin porvenir que lo avizore:

LA DE A MIL

El suertero que grita "La de a mil",

contiene no sé qué fondo de Dios.

Pasan todos los labios. El hastío

despunta en una arruga su yanó.

Pasa el suertero que atesora, acaso

nominal, como Dios,

entre panes tantálicos, humana

impotencia de amor.

Yo le miro al andrajo. Y él pudiera

darnos el corazón;

pero la suerte aquella que en sus manos

aporta, pregonando en alta voz,

como un pájaro cruel, irá a parar

adonde no lo sabe ni lo quiere

este bohemio dios.

Y digo en este viernes tibio que anda

a cuestas bajo el sol:

por qué se habrá vestido de suertero

la voluntad de Dios!

Poema emblemático de la nueva vida que inicia y que ha de ser llena de espinas, heridas y abismos que nunca se cerrarán para él ni para nosotros.

Epílogo.

De donde se desprende que era Vallejo un poeta arriesgado, valiente y audaz. Y hasta temerario. Y fueron muchas las ocasiones en las cuales actuó con coraje supremo. Cuenta Georgette que tomó parte de la manifestación “Las cruces de fuego”, la más peligrosa y temida de Francia. Ahí estaba él:

“...arriesgando ser herido de bala o reexpulsado de Francia”.

Para quien no conoce cabalmente su vida, y más profundamente su obra, puede darse el equívoco de encasillarlo y tomarlo como un poeta pesimista, indolente y hasta un ser y poeta con una inclinación mórbida hacia la pesadumbre y el dolor.

¡No! Él estuvo siempre donde las papas queman. Y su vida fue una sucesión de actos de inmenso arrojo y pasión. Todos sus viajes fueron aventuras supremas, casi siempre sin equipaje, sin dinero y sin hacer reparos en cómo le iba a ir.

Por eso Vallejo es verbo que reta, desafía, conmina. Es un poeta militante y voz activa. Es poeta que defiende, protege y orienta. Poeta guerrero, militante, que enarboló causas que en su tiempo eran inaceptables, increíbles, provocadoras. Siempre sublevantes.

Es el poeta cuyo estandarte iza Capulí, Vallejo y su Tierra y bajo él seguimos en lucha y en pie.


Teléfonos:

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