lunes, 28 de junio de 2010

LA COMUNIDAD DE LOS PERROS FELICES (NARRACIÓN) - POR ADDHEMAR H.M. SIERRALTA - MIAMI

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LA COMUNIDAD DE LOS PERROS FELICES

(Narración)


Esta semblanza de la vida de un grupo de canes, que nos obsequia Addhemar H.M. Sierralta, nos permite conocer un poco de la vida de estos animales muy organizados.


Los ocho perros chuscos que viven junto al taller de reparación de vehículos automotores, que se encuentra a la izquierda de la primera curva de la pista que une Talara con Negritos, son sin lugar a dudas el más selecto grupo del pueblo canino de la zona.

Es muy probable que fueran amigos de “Rengo”, aquel animalito que fuera devorado, a poco de entregar su espíritu al cielo de los perros, por los gallinazos hace ya más de un año. Lo cierto es que este singular y bullicioso grupo disfruta de la bondad de los “maestros” mecánicos quienes hacen olla común para alimentarlos.

La vida que llevan no es ciertamente una vida de perros, porque garantizada la papa y el lugar donde pasar la noche, suelen descansar del mediodía hasta bien entrada la tarde bajo un frondoso árbol. A menudo, divididos en dos o tres grupos, los canes exploran a diario las cercanías de su hogar y saben organizarse para luego retozar hasta la hora de comer.

Ni idea tengo de los nombres de estos amigables especímenes pero lo que si es evidente que una de las perritas del grupo se encuentra preñada y próxima a dar a luz una camada que aumentará la familia perruna. No se ha podido identificar al futuro papá perro, pero es de suponer que entre todos cuidarán muy pronto de los cachorritos. Tal vez más adelante –por el color de la piel y sus características- podremos identificar al progenitor.

A propósito de color de piel, los perros son de diferentes colores, que van desde el negro al marrón oscuro pasando por unos de tonos beige y algunos de ese blanco sucio que identifica a los chuscos.

La labor de los amigos canes está definida : todos hacen la de guardianes nocturnos y son pocos los valientes que pretendan acercarse al taller sin que los perros armen un alboroto y escándalo a base de ladridos y gruñidos. Y, obviamente, corren el riesgo de ser mordidos si se acercan mucho.

Hace un par de años, en el taller, solo había unos tres perros –“Rengo” uno de ellos- pero hoy son ocho y es muy posible que en poco tiempo pueda subir la población a una docena , tal vez. La vida de ellos transita –por ahora- con tranquilidad. Viven en un oasis del desierto ya que encuentran agua y comida. Juegan y descansan. La pasan bien.

A diario los veo cuando marcho rumbo a la oficina. Observo sus costumbres y hasta diría que están organizados. Además son muy disciplinados y se respetan entre ellos a la hora de comer, todos de una misma olla grande. No hay jefes, son verdaderamente democráticos y solidarios. Qué distintos a “Joker” el perro dálmata de mi hijo menor que siempre alejaba de un gruñido agresivo a “Bizznes” el perro de mi hijo mayor, que paradójicamente era menor que el manchado, cada vez que se acercaba a su plato de comida. Y eso que cada uno tenía su propio plato. El perro más viejo no soportaba que el menor estuviera cerca. Es una preeminencia de edad y territorio ya que el perro más chico llegó a casa cuando ya “Joker” era adulto.

Los perros del taller, camino a Negritos, seguirán viviendo felices y yo estaré atento a sus desarrollos y travesuras.

Fuente:

Tiempo Nuevo - Año 2 Nº 81



Addhemar H.M. Sierralta

27 JUN 2010 - Miami

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