Danilo Sánchez Lihón
1. El ancho mar
al frente
El historiador Raúl Porras Barrenechea define
así el mensaje del pueblo chalaco en la historia del Perú:
“En él no surgen casi figuras caudillescas. Y
es que la lección del Callao es la del esfuerzo colectivo y solidario de los
grandes momentos de la nacionalidad, en los que el héroe único e insuperable es
el pueblo, que en las horas de paz crea y transporta riqueza en la forja
secular e incesante del trabajo, y en la del peligro monta su cañón invencible
para rechazar la agresión extranjera o levanta, como una ola implacable, la
montera libertadora o la barricada popular”.
Reza así una estrofa del himno de La Perla:
¡Oh Perla Baja y Alta,
una gran ciudad.
El ancho mar al frente
está para ofrecerte
su belleza y majestad.
2. De hermosura
sin par
El himno fue compuesto por Anita Edery con
motivo de la creación del nuevo distrito del Callao, creado el 22 de octubre
del año 1964 durante el primer gobierno constitucional del Arq. Fernando
Belaúnde Terry, mediante Ley 15185. el año 1975.
En La
Perla vivió y murió el compositor chalaco Eduardo Márquez Talledo, autor de
“Evocación Porteña”, “Ventanita”, “Desconsuelo”, "Cómo podré
olvidarte", "Alma de mi alma", “Pobre amor”, “Rosas de mi
jardín”. Escribió y cantó “Evocación porteña”.
Su composición “Nube gris” fue cantada por
Pedro Infante; fue tema de una película mejicana y años después lo interpretó
en el piano Paul Mauriac.
A su muerte, en 1975 el alcalde de La Perla
Eduardo del Portal emitió una resolución declarándolo “Hijo Predilecto de La
Perla” que dice: “A la memoria del compositor fecundo y cantor de su terruño y
de su nación”.
3. En todo
su esplendor
A la
vera del mar de La Perla viven 70,000 personas.
A la vera del mar de La Perla se alza el
tradicional Colegio Leoncio Prado donde estudian actualmente seis mil alumnos.
A la vera del mar de La Perla se alza la Casa
Boza, hermosa joya arquitectónica que actualmente es un restaurante de lujo,
ubicado en la novena cuadra del jirón Arica.
A la vera del mar de La Perla se alza como
museo de sitio la Residencia de Verano del Presidente de la República que
actualmente luce su arquitectura en todo su esplendor.
Cara al mar y apenas a cien metros de la
ribera se levanta El Castillo de los Cuentos del Instituto del Libro y la
Lectura del Perú, donde yo vivo y que recibe diariamente la visita de niños que
vienen en excursión desde diversos puntos de Lima.
4. Esencia
de poesía
La
Perla es joya. Luce engarzada en un medallón. Es hacia donde pende un collar.
Es lo que resalta en una en una diadema, en un arte, en una ajorca.
Perla es piedra preciosa. Y así es La Perla
ciudad, distrito del Callao.
Es más central que la corona de un rey que
existe para que la perla lo justifique, lo reluzca y ostente.
La Perla luce en el dedo de una novia cuando
se va a casar.
En el pecho del guerrero cuando quiere
investirse de valor.
Porque es joya, nació para brillar. Es lírica
y es épica en todo.
En suma, perla es esencia de poesía.
5. Su cielo
es diáfano
Este es el lugar de los más estallantes y
hermosos crepúsculos.
Con el mar bruñido desde los acantilados a sus
pies.
Donde siempre hay un bote de un pescador
solitario en la inmensidad del mar y del nadir.
Donde los delfines emergen fantásticos en la
luz que refracta y bogan apacibles sobre la piel tersa de las aguas.
La luna se posa suavemente sobre el color
celeste y el naranja de su cielo de alabastro en dirección del mar.
Es lugar ideal por ser apacible, por su brisa
fresca y por sus atardeceres de asombro.
Es zona ecológica por lo saludable de su
clima. Su aire es puro y su cielo es diáfano.
6. Balcón
y refugio
Ciudad hermosa. Porque es abierta y es
secreta.
Porque es como si todos la hubieran encontrado
en su vida por primera vez.
Porque es balcón y es refugio.
Porque en ella hay encanto, misterio y arrojo.
Hay una brisa fresca, pura, con ligero sabor a
sal.
De noche el rumor de los cantos rodados que
vienen y van es un suave murmullo del vaivén de las olas.
Por aquí sobrevuelan
enfiladas las gaviotas, estorninos y alcatraces en el abierto y majestuoso cie
7. El vaivén
de las olas
Sobrecoge hacia el atardecer la sirena melancólica
de los barcos que se despiden en el puerto alzando sus anchas.
Alguna procesión que avanza lentamente a los sones
de una banda gemebunda y una caravana de fieles sumergidos en no sé qué
presentimientos.
Y el reventar lejano y repentino de cohetes y
bombardas en el cielo, por alguna festividad del calendario que nos fuerzan a preguntarnos
qué día es hoy, y en qué mes estamos.
Otro es el fulgor de sus tiendas y la penumbra
de los puestos de emolienteros. Y la luz llenas de ilusión de sus panaderías y
de trémulo consuelo de sus boticas.
Ya a oscuras y a medianoche el sordo rumor de
las piedras que entresaca el mar con sus olas desde sus entrañas y que vuelven
a rodar a su fondo con el vaivén de la resaca.