Danilo
Sánchez Lihón
1.
Libre
y
digna
Entre todas las historias legendarias
que mi padre nos contaba en la mesa de comer referidas al período de nuestra Emancipación
como República del dominio y yugo español, aquella que más ganaba mi simpatía,
entusiasmo y adhesión, y que me conmovía profundamente, era la vida y gesta
heroica de Mariano Melgar, quien naciera en Arequipa el 10 de agosto del año
1790.
Quien primero fuera niño
genial; después un púber impetuoso, pronto adolescente atormentado por los
misterios del ser, y luego un joven arrebatado de amor por una niña de trece
años, llamada María Santos Corrales.
Y a quien él inmortalizó
con el nombre de Silvia en poemas que rezuman dicha, quebranto, dolor y
reproche, todo junto y a la vez; y que significaron la recuperación de ritmos y
acentos del harawi quechua como expresión poética de la lírica oral incaica.
Aquel ser ya hecho joven
bizarro abrazó los ideales y compromisos revolucionarios de hacer y forjar aquí
–cuando el Perú todavía era una colonia irredenta– la justicia social como
enseña.
Ya hombre renunció a todo;
entonces se hizo labriego y finalmente optó por el sacrificio y el martirio de
entregar su vida, convicto y confeso, por la aspiración de fundar aquí una
patria libre, digna y hermosa.
2.
De llanto
el
semblante
Fue Mariano Melgar un espíritu
superior y un ser generoso, que unía a su emoción de amante apasionado, la de
intelectual esclarecido y ciudadano consecuente y leal con el suelo que lo vio
nacer.
Y quien por todo esto fue
fusilado el 12 de marzo del año 1815 en el campo de batalla de Humachiri,
campiña cercana a la ciudad de Arequipa, cuando frisaba estremecidamente los 24
años de edad, luchando por la independencia del Perú y América.
Fue días antes de esa
circunstancia que escribiera:
Ya llegó el instante fiero
Silvia, de mi despedida,
pues ya anuncia mi partida
con estrépito el cañón.
A darte el adiós postrero
llega ya tu tierno amante,
lleno de llanto el semblante
y de angustia el corazón.
3.
Si te acordarás
de
mí
Llega tu objeto divino
tiéndeme tus brazos bellos,
a ver si logro que en ellos
dulce acogida me des.
No conseguirá el destino
el golpe que quieres darme
porque antes de separarme
me verá muerto a tus pies.
Llamaré instante de gloria
a aquel en que vi tus gracias
y origen de mis desgracias
a aquel que las perdí.
Mil veces esta memoria
harás que el dolor me acabe
y tú entre tanto quién sabe
si te acordarás de mí.
4.
Trovador
y
héroe
Para culminar así:
Al salir el sol brillante,
al poner sus luces bellas
al nacer lunas y estrellas
estaré pensando en ti.
Al ser capturado el 11
marzo de 1815 en el campo de batalla y cuando cayeran vencidas las huestes
libertarias de Mateo Pumacahua en cuyas filas luchaba por independizar el Perú,
la simpatía que despertaba Mariano Melgar hizo que se le ofreciera un caballo
para que huyera, el mismo que cedió a su ayudante de campo, prefiriendo él
morir en la flor de su juventud.
Se concluye de ese modo que
el motivo de enrolarse y desestimar salvar su vida fue el desengaño ante el
amor de Silvia, el mismo que fue dejando una estela de leyenda que perdura a
través del tiempo.
Aún más en Arequipa en
donde los yaravíes que compuso para ella se cantan trémulos y sentidamente en
toda ocasión que se presente en los pueblos más recónditos.
Como también se recuerda con
fulgores de leyenda su figura alucinada de trovador y héroe con emoción y
acendrado cariño.
5.
Halo
mágico
Y es que él encarna la
imagen, el lance y la hazaña nata del trovador, amante leal y ferviente.
Encarna la imagen del
guerrero desafiante y valeroso, quien muere izando una bandera incipiente pero
que después bajo ese estandarte se reúne y convoca toda una nación.
Él encarna la imagen del
cantor popular conspicuo e intachable; y la del defensor de lo justo, lo noble
y lo bueno.
Encarna la imagen del
hombre embargado de auténticas pasiones y legítimos principios.
Además de virtuoso es bello
y tajante; henchido de ideales, quien mira impávido la boca de los fusiles que
le han de cegar la vida.
Siendo la representación
sublime del héroe romántico por excelencia en este suelo y en esta época centelleante.
Personifica el halo
legendario de la literatura peruana que ha sabido imbuirse de la grandeza de un
tiempo y un espacio signado por lo mítico.
6.
Alma
suya
Pero él también personifica
el encuentro de una tradición literaria ancestral que se venía trasmitiendo por
vía oral en la canción popular quechua, fusionándola en su endecha a las
formas, aires y cánones de la poesía castellana, rica en matices y que acumula
una larga tradición, siendo una de las más representativas de las letras
universales.
Él integra y junta entonces
corrientes espirituales, expresiones estéticas, anhelos históricos. Sintetiza
el destino individual como también las aspiraciones colectivas más convincentes
de los pueblos.
Y todo ello entrañablemente
ligado a una tierra, a una ciudad venerable que es camino y es posada, porque
eso significa Arequipa en la lengua general de los hombres, como es el runa
sini.
Por eso, ahora cada piedra
de su cimiento, cada columnata, balcón y cenefa de esta ciudad augusta están
insuflados de su aliento y su pálpito. En cada rincón de Arequipa vibra el nombre
de Mariano Melgar y el hálito de su sangre.
A través de su memoria se
goza, se sufre y redime. Pervive su emoción patriótica y su sentimiento henchido
de amor en cada melodía que se entona a viva voz, en el rondín o en la guitarra.
Y hasta los silencios están colmados del alma suya.
7.
En cada
nuevo
ser
Tanto las espigas de sus
campiñas como el tañido de sus campanas como los umbrales de sus puertas dicen
Melgar.
Como el sol y la sombra de
sus muros vetustos, o la penumbra al final de sus calles están colmados de su
espíritu.
Es sublime la conjunción de
Melgar y Arequipa. Todo trepida Melgar en sus baldosas, espadañas y frisos.
En lo humilde como en lo
encumbrado; en las nieves del Misti, en la penumbra de las molduras de sus
casas como en los torrentes del río Chili que bordea su flanco.
Como en los puentes que
coronan sus aguas. Todo entona la cadencia de sus canciones y el silencio de
sus penas y alegrías.
Y es que él veía en
lontananza. Y supo hacer y decir las cosas como si fueran reveladas. En su
mente, en su corazón y en su alma ardía y fulguraba la luz y el calor del fuego
sagrado de los inmortales.
Fuego que vivifica, redime
y transforma en cada nuevo ser que aquí nace. Y que nunca se apaga.
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