martes, 24 de septiembre de 2019

24 DE SEPTIEMBRE: DÍA DE LAS FUERZAS ARMADAS - FOLIOS DE LA UTOPÍA: HONOR Y GLORIA - POR DANILO SÁNCHEZ LIHÓN

 

Construcción y forja de la utopía andina
 
SEPTIEMBRE, MES DE LA PRIMAVERA,
DE LOS DERECHOS CÍVICOS
DE LA MUJER, EL NIÑO Y LA FAMILIA
 
CAPULÍ ES
PODER CHUCO


 
SANTIAGO DE CHUCO
CAPITAL DE LA POESÍA
Y LA CONCIENCIA SOCIAL


 
*****
MÍTIN DE BANDERAS Y
PAÑUELOS EN TU NOMBRE


 
1.
 
En lo que toca a mí déjame que
al menos
lo sueñe, no importa estando yo
ya muy lejos,
permite que al menos lo sienta y
anhele,
estando en las altas montañas,
desde
las plazas llenas o desiertas. El
que seas tú
la que en los momentos atroces
o sublimes
erija como mi nuevo estandarte
y seas
pañuelo que flamea de cumbre
a cumbre,
de un campanario hacia otro más
alto,
tendido de uno a otro continente
sobre los mares.
 
 
2.
 
Con tu nombre
y el mío, donde estén tu rostro y
oculto
el mío, feliz de ya no estar triste.
Y allí estén
las palabras secretas de amor de
quienes
no se encontraron, que quedaron
fuera de todo
donde estén fundidas las fórmulas
de amor
que solo el amor dicta e inspira.
Pero, ¡es
lamentable decirlo! Nada de esto
ocurrirá
en esta vida. Y quizás en ninguna
otra,
salvo en mi corazón que te sueña,
te adora
y está pendiente de ti; de hinojos y
a tus pies.
 
DANILO


 
*****
 
24 DE SEPTIEMBRE



 
DÍA
DE LAS FUERZAS
ARMADAS


FOLIOS
DE LA
UTOPÍA


 
HONOR
Y
GLORIA

 
Danilo Sánchez Lihón
 
1. La patria
soñada
 
Fueron millares los jóvenes, adolescentes y niños que combatieron en las distintas jornadas heroicas en que nos cupo defender el honor nacional en la contienda de la Guerra del Pacífico.
Episodio de nuestra historia donde no hubo hogar en el Perú que no hubiera perdido por lo menos a dos miembros directos e importantes de la familia.
Esto es, entregaron su vida en acciones de armas y por asistir a los campos de batalla, convocados por su fervor patriótico: o bien el padre, los hijos, el hermano, los tíos.
Quienes marcharon a los campos de batalla imbuidos de una fe adorable por lo suyo; el hogar, la familia, el lar nativo.
No los alentaba el odio, sino más bien el amor. No apoderarse de algo, sino el cariño sincero hacia aquello que es sacrosanto defender, cuál es la casa, el pueblo y la tierra natal.
 
2. Fervor
en el alma
 
Frente a todo ello que se ofrendó, ¿qué nos corresponde cumplir a nosotros como actitud leal, legítima y coherente?
¡Unción por el Perú y su destino, reverencia y consagración a sus ideales más prístinos y sublimes, cual es velar por su seguridad y contribuir a su progreso y desarrollo!
Y esto a fin de ser la patria soñada en el alba, por quienes entregaron su vida por ella, y para que nosotros tengamos honor, dignidad y hasta gloria.
Y muchos de aquellos que se sacrificaron fueron niños, cuyos nombres la historia no alcanzó a registrar, solo de unos cuantos de ellos.
Los demás, la inmensa mayoría ni siquiera marchó al frente de guerra con el afán de ser recordados.
Siendo de unos pocos de quienes han quedado sus nombres, vale entonces recordarlos y erigirles un pedestal en el alma:
 
3. Alfredo
Maldonado
 
Así, entregó su vida Alfredo Maldonado, peruano nacido en Arica en el año 1864. Quien al cumplir los 16 años se enroló en las filas del Ejército Peruano, logrando rápidamente el grado de Cabo de Artillería.
Al despedirse de su madre lo hizo con las siguientes palabras: “Madre, vale más un hijo que muere cumpliendo con su deber, que uno que vive faltando a él”.
En el histórico Morro de Arica y cuando el ejército enemigo, seis veces superior en número a la guarnición peruana, rebasaba a los defensores de la patria, Alfredo Maldonado que defendía el polvorín al ser conminado a la rendición, exclamó:
“Yo no me rindo, pero moriremos juntos... ¡Viva el Perú!”
Y, prendiendo fuego, el polvorín voló en mil pedazos, ocasionado su propia muerte y bajas en el ejército invasor.
Así dejaría un recuerdo imperecedero de amor a su patria y una muestra de valor extraordinario.
 
4. Los
Cabitos
 
Asimismo, en 1873 un Decreto Supremo creó en el Perú lo que se denominó la “Escuela de Cabos”, cuya finalidad fue la de dar formación militar a aquellos muchachos que no habían logrado ingresar al Colegio Militar existente en aquella época.
Estos niños y adolescentes cuyas edades estaban entre los 10 y 16 años, a inicios de la Guerra del Pacífico, pasaron a integrar varios batallones y compañías de soldados para la defensa de la nación y lo hicieron bajo la denominación de Los Cabitos.
El 28 de noviembre de 1879 se hallaba en Pachica el Batallón de Cabitos “Cazadores del Cusco N° 5”, que fue llamado en lo más álgido de la acción de Tarapacá a participar en la contienda, comprometiéndose en un tenaz enfrentamiento que logró romper las filas del ejército invasor y desarticular sus fuerzas, haciendo posible su derrota. Semejante hazaña costó la vida de casi todos “Los Cabitos”, dejando una huella imborrable en las páginas de la historia como ejemplo permanente de honor y dignidad de estos niños héroes.
 
5. Al pie
del árbol
 
Otro ejemplo de adhesión es el del niño Julio César Escobar, más conocido como “El niño del Pino”, quien se inmoló en la Batalla de San Juan y Miraflores, más conocida como Batalla de la Defensa de Lima.
Era lustrabotas y después de despedirse de su madre marchó al frente aun cargando su caja de lustrar zapatos.
Ya en la trinchera y al desatarse la batalla en el amanecer del día 13 de enero del año 1881 se unió a la compañía de artillería a quienes vio necesario ayudar trepando a las ramas altas de un árbol de pino para informar acerca de las posiciones del ejército enemigo.
Al ser descubierto trepado al árbol de pino recibió cerradas cargas de fusilería cayendo abatido al pie del árbol que se erguía al costado de la iglesia de la hacienda San Juan Grande, el mismo que se conservó hasta el año 2001 en que sucumbiera ya de viejo.
El Municipio del distrito de Surco ha restaurado la iglesia y el Instituto Nacional de Cultura en el año 1972 la declaró como Monumento Histórico de la Nación, en honor al Niño Héroe Julio César Escobar García.
 
6. Envolviéndose
en la bandera
 
Otro ejemplo de valor fue el de Néstor Batanero, nacido en Cajamarca en 1868.
Cuando apenas frisaba los nueve años de edad, trató de salvar a su madre de las furiosas aguas de un río, hecho que lamentablemente no logró, desapareciendo ella y quedando huérfano.
Este hecho lo marcó profundamente, pero en vez de hacer de él un niño inseguro o amilanado, le infundió una personalidad fuerte y valerosa.
Iniciada la Guerra del Pacífico, en 1879, se alistó en el Ejército del Perú, en el Batallón Voluntarios de Cajamarca. Peleó en el Morro Solar, en Chorrillos a la edad de 13 años y teniendo el grado de subteniente.
Fue en dicha gesta en donde al verse rodeado por soldados chilenos rodó hacia un barranco envuelto en la bandera nacional, logrando luego esconderse y salvar su vida. Evitó de esta manera que nuestro emblema nacional cayera en manos enemigas.
 
7. Excelso
y acrisolado
 
Posteriormente, Néstor Batanero, durante la Batalla de San Pablo, en Cajamarca, protagonizó una extraordinaria acción heroica.
En este hecho de armas, que ocurriera el 13 de julio del año 1882, contuvo junto a siete compañeros a todo un escuadrón enemigo.
Favoreció de este modo la llegada de los refuerzos del general Miguel Iglesias, operación que tuvo como consecuencia el triunfo de nuestro ejército sobre las fuerzas adversas.
Tan valerosa acción le costaría la vida a él y a sus compañeros de armas.
Por eso, hoy sus restos yacen en la Cripta de los Héroes de la Guerra del Pacífico que se alza en el cementerio Presbítero Maestro.
Y así como él, con ocasión de aquella contienda, en diversos lugares y pueblos, a lo largo y ancho de nuestro país, niños y jóvenes, desempeñaron acciones y encabezaron hechos del más excelso y acrisolado heroísmo.


 
UN EJÉRCITO
DE ABIGARRADAS
BAYETAS




Danilo Sánchez Lihón


…soldado del tallo,
filósofo del grano,
mecánico del sueño.
César Vallejo


1. Noticias
de un crimen

Las razones de la guerra declarada por Chile al Perú el 5 de abril del año 1879, donde escribiera nuestro ejército páginas gloriosas, el apóstol cubano y alma límpida de América José Martí trata de dilucidarlas en su Cuaderno N° 13 (Tomo 21 de sus Obras Completas, edición cubana), expresándose así:
“El primer movimiento al tener noticias de un crimen es rechazarlo. Y una vez creído es explicarlo, si cabe…”
Es por eso que dedica la mayor atención a la lectura del libro Historia de la Guerra del Pacífico, del autor chileno Diego Barrós Arana, en donde se trata de exponer y justificar los motivos de Chile para declarar la guerra al Perú, invadir Lima y ocupar el territorio nacional. José Martí entonces comenta:
“Yo entré a leer este libro con una generosa creencia (prevención) de que, aunque las razones de abnegación y sentimiento pudiesen estar de parte del Perú, las razones prácticas a lo menos estarían de parte de Chile. Porque sólo se concibe lo racional, en tanto no se palpa lo monstruoso...”
Para concluir, después de discernir al detalle uno y otro asunto, uno y otro motivo y uno y otro movimiento de la diplomacia y de los gobiernos, en el siguiente enunciado y anotación categórica:
“Niego a Chile el derecho de declarar la guerra al Perú”.

2. El fuego
de Dios

Y establecer en su análisis José Martí, como razón y motivo de Chile para iniciar esta contienda, continuarla y ensañarse después, como móvil, causa y elemento motivador, el siguiente:
(el) odio misterioso e implacable: el odio del que envidia una superioridad de espíritu y una largueza de corazón que no posee.
Esas son las únicas razones, el odio y la envidia, que encuentra evidentes y tangibles en su reflexión y análisis como factores que movilizaron a todo ese país, sin atenuantes, a desencadenar una guerra. El odio y la envidia que son impulsos ciegos, atávicos y bárbaros, y que ciertamente por el comportamiento de su ejército y su diplomacia, se los ve inocultables y relucen a la luz del día en toda circunstancia de esta contienda: el odio y la envidia.
Y continúa el apóstol:
El odio del que no inspiraba simpatías hacia el que las inspira. El odio del mezquino al generoso”.
Y lanza, como apotegma, las siguientes frases:
“…pueblos de América merecen ser quemados por el fuego de Dios si vienen a guerra! y por dineros! y por minas! y por cuestión de pan y bolsa! Oh! que fuera la ira, látigo que flagelase, o barrera que cercase… al hermano traidor! Traidor a su dogma de hombre, y a su dogma de pueblo americano!...”

3. Un registro
curioso

Sí, el odio y la envidia. El odio es bajeza, y la envidia se traduce en codicia que la mostraron palmariamente al llevarse en bienes todo lo que pudieron. Y lo que no podían llevar lo destruían, como fábricas y trapiches, Se quemaron haciendas y se mató al ganado que no se podían llevar.
Pero hay otro factor que el prócer cubano no lo podía saber, y cuál es: la extrañeza de ser ajenos a nuestro continente, de pertenecer quizá a Europa, como se ufanan en pensarlo, sentirlo y decirlo.
Como lo hacen ya sin rubor y hasta con oculto orgullo la gran mayoría de ciudadanos de ese país.
Cuya filiación más la quieren establecer, o la establecen con el Viejo Mundo. Y se autoproclaman ser los ingleses de América. E imitan todo de los alemanes. Viejo mundo del cual extraen todos sus modelos, incluso este, el de la guerra.
Que allá es una tradición por ser un continente mísero, que siempre han estado en conflicto para arrancharse lo que sea.
Ellos quieren hacer las mismas acciones que se hacen en Europa, de allí que hay un registro curioso, y es este:

4. ¡Y eso
somos!


Cuando llegaron algunos prisioneros de guerra después de la batalla de Arica el periodista chileno Vicuña Mackenna se molestó de no encontrar a soldados blancos, altos y garridos entre los derrotados. Esto le perturbó mucho. Fue una decepción que hirió mucho su orgullo.
Y le incomoda no reconocer entre los sangrantes contusos a gladiadores romanos hechos y derechos, aunque vencidos. ¡Y, sobre todo, apuestos, como él los hubiera deseado y querido! Es decir: ¡blancos! Y escribió la siguiente frase improvisada pero lacerante y plena de un hondo y supremo sentido. Significación y concepto el mismo que indudablemente no le pertenece en absoluto a quien la profirió, al decir que los despojos de nuestro ejército eran:
Una gavilla desordenada de abigarradas bayetas.
El sentido que no le pertenece es el de la identidad que representan y que él jamás alcanzará a entender.
Porque, ¡qué homenaje dentro de la iniquidad, la infamia y la vileza encierra esta frase! Porque eso éramos ¡y eso somos! para honra y gloria nuestra: ¡abigarradas bayetas! A nosotros a quienes no enorgullecen las botas, ni los cascos ni las pistolas.

5. Era
y será siempre

Porque bayeta, niño, es el tejido indio, la trama amorosa de los telares artesanales y rústicos, y de lo cual se hace las prendas de vestir en el campo, los pantalones y las camisas, bajo los techos que nos cobijan bajo los cielos anubarrados o radiantes, o bajo las descargas de rayos y truenos lluvias inclementes. Y los trajes de las mujeres.
Por eso, la bayeta tiene todo el sabor de lo aldeano, hogareño y de lo noble, de lo rural y prístino, de lo franco y amoroso. Por eso la vestimenta de quienes defendían nuestra tierra amada era de suave perla, de un blanco mate como el de los duraznos en flor.
De bayeta era nuestro uniforme blanco, del color de las espigas, de los campos cultivados, de los trigales y del pan. Del color de los seres buenos. No es un uniforme en realidad de gendarmes, de tropas o de reclutas. Es más bien un saludo al pan, al trigo y a la harina.
Es más bien el vestido de los danzantes de marinera, o de los cargadores de las andas de una procesión, o el de una cuadrilla de aldeanos que van a cumplir una faena comunal.

6. la razón
profunda

Y ciertamente, no eran soldados. Vicuña Mackenna utilizó la palabra gavilla que ciertamente evoca al trigo, a la mies y al pan. Quizá sí gavilla como aquella que se alza en la parva juntando los tallos del trigo con sus espigas para extraer los frutos que van a las ollas y se sirven a las mesas.  
Ese ejército no eran soldados, eran peones y trabajadores de las comarcas, aldeas y los villorrios; eran obreros, artesanos, estudiantes y maestros. Era y será siempre nuestro ejército: hombres humanos y no perros de presa.
Aquél, que para su orgullo quería un ejército de blancos derrotados, fue un desengaño encontrar que eran indios.
Por eso, ellos jamás comprenderán con quiénes luchaban. Lo hacían con un país sublime y misterioso. Un país al cual solo se lo puede amar. ¡Y comprender amándolo!
Y acierta totalmente el apóstol cubano cuando esboza como la razón profunda de esta guerra la envidia.

7. pleno
de generosidad

Quien al analizar las razones y motivos de esta guerra se inclinó por defender y solidarizarse con el Perú de esta agresión.
Denunciando en su momento que el motivo era el odio y la envidia a un país y a una cultura excelsa, aunque empobrecida por la rapiña foránea.
Siento y sé que es así. Cuando viajamos a Santiago de Chuco, en el marco del movimiento cultural Capulí, Vallejo y su Tierra, ocurre que los ciudadanos de aquel país que asisten al certamen, se conturban de lo que ven.
No se explican el milagro de un pueblo cariñoso, sin resentimientos y pleno de generosidad. Y entonces guardan silencio.
Anonadados de comprobar un pueblo sufrido pero generoso, lastimado pero cariñoso. Una población sencilla y a la vez excelsa, empobrecida pero fraterna.
Y que no ha perdido ni su inocencia ni su humanidad. Y se espantan que así sea pese a la iniquidad con que se lo ha tratado y que se ha cernido y se cierne sobre ellos.
Un pueblo que esconde en el fondo de su ser un tesoro inextinguible.
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