martes, 22 de noviembre de 2016

22 DE NOVIEMBRE: DÍA DEL MÚSICO - FOLIOS DE LA UTOPÍA: EL DESAFÍO DE SERLO - POR DANILO SÁNCHEZ LIHÓN


 

CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA
Construcción y forja de la utopía andina
 
2016 AÑO
CONSTRUCCIÓN DE CONCIENCIA
Y CONCRECIÓN DE SOLUCIONES
 
NOVIEMBRE, MES DE LA GESTA
DE TUPAC AMARU; LOS DERECHOS
DEL NIÑO; VIDA Y EJEMPLO DE
J.M. ARGUEDAS Y MANUEL SCORZA
 
CAPULÍ ES
PODER CHUCO


SANTIAGO DE CHUCO
CAPITAL DE LA POESÍA
Y LA CONCIENCIA SOCIAL


 
*****
 
HOY NACE LUIS ABELARDO NÚÑEZ, GRANDE
ENTRE LOS GRANDES DE LA MÚSICA CRIOLLA


Le preguntaron a Chabuca Granda quien era el mejor compositor de música criolla y ella sin dudas ni titubeos contestó:
– ¡Luis Abelardo Núñez!
Quien era nisei. Su padre apellidó Takahashi y era natural de la ciudad japonesa de Fukushima. Su madre fue la dama peruana Tarcila Núñez Delgado.
Amaba su tierra natal que era Ferreñafe a quien le compuso varias canciones. Y pidió expresamente que fuera donde fuera el sitio donde muriera a él tenían que enterrarlo en el lugar donde nació el 22 de diciembre del año 1926.
Pero en verdad amaba al Perú entero, y sobre todo al mundo andino. Tenía el oficio de relojero que heredó de su padre y un día arreglando el reloj de la torre de la plaza de Huancavelica se detuvo a ver el paisaje y le nació la letra y la música del valse “Embrujo”, que empieza diciendo: “No sé qué encanto posee la tierra mía...”
Escribió más de 200 composiciones entre valses, polkas, tonderos, tristes, huainos, pasillos. De él son canciones consagradas que se cantan en el Perú y América, como: Mal paso, Con locura, Engañada, Ansias, Amarte es mi delirio, Imaginación, El beso, Saca chispas.
Murió el 19 de diciembre el 2005 en Tomaki, en el Japón, y desde allí trasladaron sus restos a Lima donde se veló en la Asociación Peruana de Autores y Compositores, APDAYC, y después fue llevado en caravana hasta Chiclayo y luego a Ferreñafe donde se le dio un entierro multitudinario.
Motivo de su inspiración fue siempre el apego a la tierra, a las costumbres y tradiciones, a la flora y fauna norteñas y, sobre todo, la pasión ora armoniosa, ora atravesado por el desengaño, a la mujer, musa irremplazable e irrenunciable de su devoción, en donde resalta la poesía de sus letras como el ritmo hondo y bien acompasado habiéndole dado al Perú de ese modo más fuerza para sentir, amar y ser en el mundo.


DANILO SÁNCHEZ LIHÓN
*****
 
PRESENTACIÓN
DEL LIBRO
 
“POZO SAGRADO”
DE
DANILO SÁNCHEZ LIHÓN
 
PALABRAS
DE SALUDO Y BIENVENIDA
 
OSWALDO VÁSQUEZ CERNA
 
PANEL
DE PRESENTACIÓN:
 
FLORENCIA ROLDÁN
WALTER VÁSQUEZ VEJARANO
MANUEL VEJARANO SÁNCHEZ
JULIO YOVERA
 
ACTUACIÓN
ARTÍSTICA
 
DIANA CHÁVEZ
AMELIA MELGAR
MANUEL RUIZ PAREDES
FREDERIK SOTOMAYOR
 
CONDUCCIÓN:
RAMÓN NORIEGA
 
VIERNES 16
DE DICIEMBRE, 6:30 PM.
 
CENTRO CULTURAL
UNIVERSIDAD ALAS PERUANAS
AV. CUBA 300. JESÚS MARÍA. LIMA
 
CENA
DE CONFRATERNIDAD
 
*****
 
22 DE NOVIEMBRE
 
 
DÍA
DEL
MÚSICO
 

FOLIOS
DE LA
UTOPÍA
 
EL DESAFÍO
DE
SERLO

 
Danilo Sánchez Lihón
 
 
1. Sin angustias
ni sobresaltos
 
Don Baldomero Vásquez, amigo de mi abuelo Desiderio, al ver salir a quien sería mi padre al corredor del patio de la casa en donde se encontraba de visita, dirigiéndose al jovencito, le dijo:
– Felicitaciones, niño. Qué bien tocas la guitarra. Lo haces como el mejor de los artistas.
Lo dijo sin saber que esas palabras iban a provocar la más violenta de las tempestades y borrascas en el corazón de mi abuelo y del joven quien sería después mi padre. Y, ¿por qué sucedía así? Porque le había prohibido total, expresa y terminantemente que siguiera practicando la guitarra en ocasión de haberlo encontrado un día pulsando ese instrumento, que no sabía quién lo había prestado.
Y quiso cortar de modo drástico esta afición porque consideraba que no hay músico que no sea un borrachín, mujeriego y trasnochador. Y hasta un vago sin trabajo, quien anda de fiesta en fiesta y de jarana en jarana, perdiendo todas las oportunidades de ser persona de bien, de llegar a ser profesionales, de tener empleo y un hogar digno y seguro, y de criar a sus hijos bajo un buen ejemplo; sin angustias, vergüenzas ni sobresaltos.
 
2. Tempestad
de todos modos
 
Lo prohibió de manera tajante, para evitar que su vida no se vuelva una desgracia y una perdición para su familia. También un calvario para quien será tu mujer y tus hijos, cuando los tengas algún día, le dijo, y bien claro.
Por eso, al escuchar la felicitación de don Baldomero quien sería mi padre tembló de miedo y pavor. Pero, más que temer a una reprimenda, o bien ser expulsado de la casa, algo peor le estremecía: que la prohibición fuera tan drástica que nunca más volviera a pulsar una guitarra.
– ¿Así, no? –Expresó mi abuelo mascullando las palabras que le salieron después de un buen rato, lo cual era una pésima señal, de que no había dudas de que estaba conteniéndose.
Y la impresión que alcanzó a tener su voz hizo voltear a su amigo, quien tuvo que mirarlo a fin de ver qué calamidad estaba por suceder.
Al observar la coloración de su rostro recién comprendió el tremendo lío en el cual había puesto al chico. Y el abismo en el cual había metido a mi propio abuelo, por la decisión que tenía que tomar a partir de ese momento y en ese instante, cuál era botarlo de la casa.
 
3. Para salvar
alguna vida
 
La tempestad de todos modos ya estaba desatada. Y aún, más nubes tenebrosas se apelotonaban en lo alto, revolviéndose agitadas en el cielo antes azulino y sobre los campos aún sembrados de flores.
Nunca mi abuelo imaginó un desacato de parte de ese hijo suyo, a quien consideraba un dechado de virtudes, juicioso, atinado y cauto. Y ejemplo para sus demás hermanos.
De este hijo andaba orgulloso ante todos, por su seriedad y compostura. Y porque de todo salía airoso. A quien consideraba su sostén, garantía de su vejez, y su lámpara encendida cuando viniera el anochecer. ¿Pero que ese hijo le fuera desleal?
– ¡Bien! –Dijo después de un largo rato, en que ni su amigo osó intervenir ni siquiera con un gesto. Él también, don Baldomero, guardaba tenso silencio, sabiendo que sin querer había provocado que dos destinos en ese minuto tengan que quebrarse y dividirse para siempre.
– ¡Bueno pues! –Se le volvió a oír decir, costándole que las palabras salieran naturales de su boca–. ¡Entonces, vamos a ver! ¡Quiero oírte tocar en este instante! –Fue la decisión inesperada. Y lo dijo sin mirarlo.
Allí fue que el propio Baldomero avizoró una luz en el túnel, en ese paso intrincado y abismal. Un fósforo en esa noche ya tenebrosa.
 
4. Tampoco
quiso afinarla
 
Y él mismo don Baldomero fue corriendo a traer una guitarra. Para ello miró en la calle todas las puertas y atinó ir a la que estaba entreabierta. Era la de don Juan Rojas, El Macarano.
– ¡Qué pasa! –Le dijo al verlo pálido y agitado como si la vida se le estuviera escapando.
– ¡Présteme, don Juan, su guitarra!
Este al verlo y escuchar el pedido, supo que la guitarra no era para ser tocada, sino para salvar alguna vida humana que en ese instante estaba en peligro. Por esa razón, sin preguntar nada, fue corriendo, la descolgó y la entregó, tal como estaba. Mientras, aquel que sería mi padre, tenía los ojos y los pies petrificados en el corredor, sin que su progenitor se dignase ni siquiera murmurar algo ni decir nada.
– Toca desde ahí, desde el umbral, bajo el alero, sin acercarte. –Dijo.
Con eso trazaba una raya imaginaria de la separación definitiva y en el suelo, y que fue justo cuando mi padre quiso dar unos pasos, buscar una silla, adoptando alguna posición cómoda que le permitiera manejar el instrumento con cierta soltura. Pero mi abuelo delineó las cosas así para ya no involucrarse con ese hijo. Y para que no le doliera mucho la decisión que ya había tomado y solo faltaba decirla. El joven tuvo entonces que sentarse en la piedra del umbral de la puerta con la guitarra en sus brazos. Queriendo también dejarse llevar por la fatalidad, tampoco quiso mi padre afinar la guitarra. Y la tocó, así como estaba.
 
5. Un adiós
irreparable
 
Bordoneó entre la quinta y sexta cuerda. Y la pulsó como él ya sabía hacerlo, que era haciendo temblar las cuerdas con las yemas de los dedos, oprimiéndolas en el diapasón con un movimiento de agonía, como yo no he visto a nadie que sepa hacerlo jamás. La pulsaba como si le apretara el corazón a alguien, como si le cortara la respiración y le apretujara las venas.
Así hacía que la cuerda se retuerce y lastime en el alma, quedando aprisionada bajo la sangre viva de sus arterias, de su pulso y de su aliento y de sus nervios, apenas balanceándose para bien morir bajo ese movimiento absoluto, ineluctable, letal; en donde ya no la guitarra sino la vida gime, grita y solloza.
Baldomero Vásquez se había quedado de pie en el patio, queriendo salvar de algún modo a ese adolescente que se había suicidado mucho antes con el desacato. Y sin querer lo había ayudado a sepultarse.
Tocó mi padre primero “El indio llora”, resumiendo los siglos de dolor, expolio y aniquilamiento de toda una raza. Y lo hizo como una despedida, como diciéndole a su padre adiós irreparablemente, porque sabía que la desobediencia era castigada de modo inexcusable.  Y lo tocó como una agonía.
Había visto que por causas menores habían salido expulsados para siempre de la casa su hermano menor Baltasar, quien tuvo que emigrar a Trujillo sólo por hacer un gesto de enojo a sus dictámenes. Y otros hermanos por faltas menores ya estaban lejos. En realidad, nadie había sido perdonado.
 
6. En la misma
casa
 
El joven a continuación tocó “Vírgenes del Sol”, y lo hizo sublimando todo lo sufrido, elevando el alma en una suerte de alivio y paz, queriendo que en la vida todo sea perdonado. Y después, tocando y cantando con voz quebrada interpretó: “Llora, llora corazón”. Mi abuelo que estaba en la sombra no pudo disimular sus lágrimas. Le corrían por las mejillas sin atreverse a sacar su pañuelo y enjugarlas. Como tampoco avanzó a abrazar a su hijo. Fue mi padre el que lo hizo, apoyándose en su hombro y diciéndole.
– ¡Adiós, padre! Te he desobedecido.
Y mi abuelo solo alcanzó a decirle:
- Quédate, hijo.
Estaba arrepentido de la decisión que ya había tomado de antemano, quizá hacía ya muchos años atrás. Y era más bien como si ahora lo recibiera de regreso a casa. Mi padre después de aquel suceso quedó libre para ser músico. Nunca lo vi tomar un vaso de licor ni de vino, ni de ron, ni de cerveza. Integró como el más joven de sus miembros el plantel del Orfeón Leandro Albiña, siendo el más tierno de sus integrantes. Después fundó su propia orquesta de cuerdas a la que puso por nombre “Ollantay” porque se prendó de Cusi Coyllur y él era el protagonista de aquella gesta incaica.
 
7. En el umbral
bajo el alero
 
Hoy día esa orquesta ensaya en la sala, en la misma casa donde don Danilo protagonizó la historia que he contado. En el umbral y bajo el alero desde donde estuvo a punto de ser expatriado de Santiago de Chuco, de esta tierra que él jamás dejó. Mi padre, así como a la guitarra le extraía quejumbres y gemidos a la mandolina y al violín. Y lo hizo tocando incluso en las misas solemnes de la iglesia. Y de continuo en la casa, cuando ensayaba a solas.
Ahora cuando la gente pasa por la calle dice que lo escucha. Y hasta refieren que se asoman a mirar hacia adentro de la puerta de la sala. Y en las leyendas que se tejen acerca de él, describen que al pasar ven que el violín se toca solo. Porque a él lo ven, así relatan: con los ojos cerrados y profundamente dormido sentado en el umbral donde casi le costara la expatriación el ser músico. Pensando seguramente en lo que le dijo mi abuelo aquella vez en que se jugó entero su destino:
– ¡Toca ahí, en el umbral, bajo el alero!
Por eso, a estas actividades de revivir la orquesta Ollantay” en la sala de nuestra casa, y que dirigió mi padre, la llamamos ahora de ese modo: “Música en el umbral, bajo el alero”. Y lo hacemos cada vez que vamos con Capulí, Vallejo y su Tierra.
 
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