1. Eran
diamantes
Cuenta
la leyenda que hace mucho tiempo un grupo de hombres caminaban
agobiados por el cansancio, el hambre y la sed. Mil penurias habían
pasado en la jornada. Avanzaban ahora por un camino abrupto y pedregoso.
Y tanto invocaron a Dios que se les apareció un ángel de faz
resplandeciente cuya única recomendación fue:
– Junten todas las piedras que puedan.
A
la mayoría de peregrinos esta advertencia les supo a burla, a mofa y
hasta a escarnio. ¿Qué nueva condena y punición era esta? ¿Juntar
piedras y llevarlas consigo cuando lo que querían era hasta despojarse
de sus propios vestidos y hasta cuerpos que traían a rastras?
Pero
hubo algunos que sí recogieron algunas piedras, aunque las más
pequeñas, las mismas que pronto despectivos fueron arrojando en el
camino. No se avizoraba poblado dónde pudieran sosegar su sed, su hambre
y su cansancio; y para proveerse de alimentos.
Los
pocos que habían juntado piedras las terminaron de arrojar
definitivamente. Solo uno persistió, fue constante y guardó dos de ellas
hasta el final. Llegados que fueron hasta un lugar donde por fin
pudieron sentirse salvos, al mirar lo que tenía en la mano aquel que
había perseverado descubrió que las piedras recogidas eran diamantes.
2. Único
en el mundo
Recurro
a esta leyenda para referirme a la proeza de Juan Benavente de
entregarnos a todos los peruanos y al mundo en general, en el 28
aniversario de los “Viernes Literarios”, una gesta y hazaña cultural,
portentosa y extraordinaria cual es no haber dejado de realizarse un
solo viernes de cada mes y de cada año la programación de esta actividad
Al
destacar esta trayectoria queremos poner de relieve una de las tantas
virtudes que destacan en esta epopeya, a fin de que cada día sea más
frecuente entre nosotros: la perseverancia, el tesón y el ser
consecuentes, e inquebrantables.
Queremos
destacar una cultura que se hace con plena convicción, constancia y
desde abajo, con arraigo y no desde el poder, no desde los favoritismos,
no desde los que reciben encargos o prebendas, como a veces creemos que
es la única manera para emprender algo y hacer aquello que debemos
hacer.
Queremos
destacar en Juan Benavente aquel que tiene una mirada amplia, sin
excluir a aquellos de la otra orilla, de lo popular, pero dejando a este
lado con la orla en la frente de haber mantenido hasta ahora 25 años
sin fallar un solo viernes de la semana en su realización en la cita
para escuchar poesía, narrativa y otras artes como la música y la
dramaturgia, alcanzando una dimensión y categoría que lo hace por sus
características un certamen legendario único en el mundo.
3. Diversos
auditorios
Juan
Benavente mantiene de manera ininterrumpida desde hace 28 años esta
llama viva sin apagarse ni detenerse un solo viernes del año, desde el
18 de enero del año 1991, sin pedirle ningún recurso a nadie. Y en cuya
nómina se incluye cada semana a poetas, narradores, creadores de
literatura infantil y artistas en general, quienes se presentan en ese
espacio, en una secuencia proverbial por la constancia y asiduidad con
que se desarrolla este suceso cultural.
La
actividad de los Viernes literarios se inició el 18 de enero de 1991 en
el auditorio principal de la fenecida Anea, cuyo local se encontraba
ubicado en el Jr. Puno 421 del Cercado de Lima. En el lapso de estos 28
años, ha continuado desarrollándose en diversos auditorios de la
capital.
Así:
la Cooperativa Santa Elisa, la Casa del Maestro, la Casona de la UNMSM,
la Biblioteca Nacional, el CNA, el Auditorio Vallejo de la Feria
Permanente de Quilca, El Averno, la Casa Museo Mariátegui, el Roal Wasi,
Savarín Arte, entre otros locales; siendo que la programación del mes
por venir se entrega religiosamente en el último viernes del mes que
está feneciendo. Pero, a veces, ha tenido que desarrollarse en plena
calle. Una anécdota para muestra es la siguiente, y que consta en los
anales de los medios de prensa:
4. Calles
de Lima
Cuando
los “Viernes Literarios” se desarrollaban en la Anea, el personaje que
llevó a esa institución al descalabro, ordenó que echaran llave al
auditorio intentando abolirlo definitivamente. Juan recurrió al
concesionario de la cafetería quien al principio aceptó que se realizase
allí en ese lugar. Pero pronto se apersonaron dos policías llamados por
los obstruccionistas:
–
¡Qué pasa! –Reclamó airado Juan–. ¡Yo aquí soy dirigente, señores, y no
pueden cerrarnos la puerta de esta institución que es la casa de todos,
puesto que es la casa de la cultura del país, y estamos haciendo
cultura para nuestro pueblo!
Pero
Lucy Barrantes le susurró a Juan: “Evitemos enfrentamientos, y
hagámoslo aquí donde estamos, en el patio”. Y así convinieron en
hacerlo. Pero el grupo opositor salía a espiar por la ventana. Los
policías volvieron a tocar la puerta de calle y Juan y los organizadores
salieron a recibirlos afuera. Preciso momento cuando desde dentro
cierran la puerta. Empezaron a golpearla pero algunos dijeron: “Evitemos
líos y hagámoslo aquí en la calle”. Y así se hizo. Lo curioso es que se
llenó de gente. Y los autos voluntariamente ya no pasaban al ver a una
multitud aglomerada.
Fue
el recital más apoteósico que se tuvo en esos años. Y de allí, como ya
se estaba ocupando la calle, se marchó hacia el Congreso de la
República, y hacia algunos medios de prensa. El diario “La República”
entonces publicó una noticia al otro día que decía: “Con o sin local,
los “Viernes Literarios” colma las calles de Lima”.
5. Una
fe
Y
en el período del terrorismo en cualquier momento se iba la luz por la
voladura de torres de las redes troncales de electricidad. También era
la época de los apagones por efecto de las bombas que reventaban en
cualquier sitio de la ciudad, sobre todo en el centro de Lima, en donde
se desarrollaban los “Viernes Literarios”. Sin embargo, nunca Los
Viernes... se detuvieron ni dejaron de funcionar, aunque padeciendo por
locales y sin luz.
Para
eso cada uno de los asistentes llevaba un cabo de vela en el bolsillo y
una caja de fósforos que cargaban de viernes a viernes. Todos traían
una vela que luego encendían. Creo que en este rasgo hay un simbolismo
profundo, en el hecho de que cada quien de su bolsillo sacase la luz. En
el mismo cajón de la mesa del auditorio, y que era la tribuna
principal, había fósforos y un cabo de vela.
En
todo esto radica un significado especial de esta gesta cultural.
Actividad en cuyo marco se realizan concursos, celebraciones, campañas
de lectura y ayudas a escritores. Se editan libros y es un semillero
para jóvenes creadores. ¿Cuántos cultores del arte tendrían que haber en
un país para mantener un certamen que presenta en cada jornada a diez
artistas en promedio cada semana?
Y
es este el prodigio que descubre Los Viernes Literarios: Que tenemos
esos contingentes de argonautas. Y de no haber cesado nunca desde hace
28 años, ni un solo viernes de leerse poesía, manteniendo un sueño, una
fe y una esperanza que ahora flamea hermosa como una espada en el aire.
6. Público
fervoroso
Para
cumplir la meta de no cesar ni detenerse jamás, Juan desestima viajes,
paseos, fiestas, compromisos sociales, dolencias, sobresaltos, escaseces
de recursos.
Contra
viento y marea mantiene este espacio, que es un claro de bosque y un
manantial. No amilanándose de que le cierran los locales cuando sucumbe
una directiva que le da una mano, o cuando sube otra que más bien lo
persigue, o dominan otros que quieren hacerle que él cambie.
No
le hacen mella. Él sufre todos los avatares e incomprensiones. Pero él
continúa. No se detiene. Por esta y otras razones Juan Benavente es el
paradigma de los promotores culturales de nuestro país actual.
El
suyo es un amor más que verdadero a la poesía, a la literatura y al
arte en general. No lo proclama ni ostenta, sino que lo demuestra
palmariamente en obras. Esa pasión, ese amor callado y profundo, es lo
que lo engrandece. Es esa entrega y ese cariño auténtico y legítimo
hacia algo que se lo olvida y menosprecia.
Pero
no solamente el homenaje ha de ser a Juan, sino a su público fervoroso.
A ese contingente de hombres y mujeres que lo siguen, en quienes
palpita el fuego sagrado del espíritu, y que cada noche de los viernes
se junta, espera, permanece, escucha, pregunta y se va llevando alguna
inquietud, alguna palabra y frase; pensamiento que ronda la mente y el
corazón; e ilusiones que con fe se nos clavan en el alma.
7. Milicianos
del alba
Con
los “Viernes Literarios” siento que todos los peruanos hemos triunfado y
que igualmente vamos a triunfar en otros campos y en otras áreas.
Porque nos llena de emoción y nos da una sensación de fortaleza, de
hacer algo y mantenerlo sin pedir nada a nadie, sacando de nosotros
mismos el coraje y los recursos; y el dinero que se gana de manera
honrada y con sacrificio para pagar papel, fotocopias o lo que sea, con
emoción que nos brota desde las entrañas.
Reconozcamos
pues quiénes son los verdaderos constructores del Perú eterno, quienes
lo hacen sin desmayar, con humildad y sin desaliento; que lo hacen sin
poses ni soberbias; más bien hasta sumisos frente a los demás. Siempre,
como lo es Juan: respetuoso, gentil, aldeano.
¡Estos
son los baluartes de un mañana promisorio! Estos son los hombres
imprescindibles, los milicianos del alba a quienes Capulí, Vallejo y su
Tierra quiere honrar. Así como también cultivar en nuestro pueblo la
cultura del reconocimiento y gratitud a quienes son portadores de los
verdaderos y legítimos valores que debemos erigir cual banderas izadas
al tope hacia el cielo infinito.
Porque
son además el sustento y el baluarte para la forja y construcción de la
utopía andina que nos hemos propuesto alcanzar a cumplir. A ellos, en
la persona de Juan Benavente, todo nuestro homenaje. ¡Salud, milicianos y
constructores del hoy y del mañana!
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