jueves, 1 de julio de 2010

ALEJANDRO ROMUALDO: TESTIMONIO DE PARTE - POR ÁNGEL GAVIDIA

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ALEJANDRO ROMUALDO:


TESTIMONIO DE PARTE


Por Ángel Gavidia

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A Alejandro Romualdo apenas lo conocí de vista, ha debido ser en dos o tres recitales de poesía en los turbulentos setentas, en donde, disuelto en un auditorio de jóvenes que amaban la poesía y quizás un poco más al socialismo, lo escuchaba ansioso. Es decir, nunca le estreché la mano. Nunca le dije que su poesía me alivió la vida. Nunca le dije que su Canto Coral a Túpac Amaru que es la libertad me influenció tanto que, creo, hasta lo copié en un poema de mis primeros años, que ahora reproduzco al final de este artículo como parte de este testimonio. Pero es muy bueno a los 16 años encontrar a un Túpac Amaru inmortal y victorioso a pesar del ensañamiento, la discriminación y la herrumbre del olvido; encontrarlo, digo, resucitado, siguiendo la ruta de un Cristo al que Romualdo vuelve en varios de sus poemas, en alguno de los cuales lo coloca hasta encima del propio Dios (ningún dios vale un Cristo). Es, igualmente, sabio, acercarse y comprender la disyuntiva revolucionaria con todos sus horrores a través del poeta trujillano: Reza, cristiano, reza. Pero que tu Dios no mate de hambre a mi camarada. (…)Pero que tu Dios no hunda eternamente en el infierno/ al que llena su pecho de odio/ porque ama. El sufrimiento armado, diría, antes, César Vallejo. Acercarse infinitamente a la realidad reclamaba Lenin. Y el arte es una suerte de linterna alumbrando los laberintos de una realidad que los ingenuos o los canallas ven sólo en blanco y negro, sin matices, sin remordimientos, sin el dolor que viene, precisamente de una necesidad de aliviarlo. Y más allá, es muy bueno encontrar un hombre enamorado que, aún cuando le quiten todo, siempre tendrá un recurso para escribir todas las playas del mundo, con tu nombre, amor mío. Así conocí a Romualdo en los setentas. Después, mucho después, gracias a un vendedor de libros de los que suelen ofrecer su joyería en las hostiles calles de Trujillo, hallé “ Edición extraordinaria”, una edición muy modesta pero hecha con bastante gusto: tiene en la carátula un segador de arroz que no es de estas tierras, con una aves volando muy cerca de él y en la contratapa, que parece ser la continuación del mismo dibujo hecho en tinita negra, una suerte de delgadas ramas, casi arbusto, que terminan en una flores rojas. El rojo está en el título y en las flores, nada más. Voy a copiar la página con la que se abre : EL AUTOR AGRADECERÁ A LOS LECTORES QUE LE ENVIEN SUS CRITICAS A: Huáscar 125, San Isidro- Lima. El dibujo de la carátula es original del joven pintor español, recientemente fallecido, CARLOS PASCUAL DE LARA. El autor rinde homenaje a su amigo, y en él a todos los jóvenes artistas que conoció en España. El poema “Color de rosa” está dedicado a Dalmacia y Alfredo Ruiz Rosas; “La ciudad de los cabellos blancos” a Violeta y a Gustavo Valcárcel, “Saludo al pueblo que amanece” a Chabela y a Juan Larco; “ Había una vez” a Pablo Guevara;”El socio de Dios” a Manuel Baquerizo; “¿Que cosa quiere decir justicia?” a Washington Delgado.


Y en este libro sorprendí un poema extraño, más extraño aún, para los que seguíamos la poética de Romualdo: “El caballo o la piedra”. Es un poema en prosa que trata de demostrar el parecido entre un caballo y una piedra y en una parte dice que una piedra que rueda vestida de nieve desde los cerros al valle se parece a un caballo blanco en celo. Quienes sabemos de cerros, de pampas, de piedras rodadas y caballos blancos sabemos que esta es una metáfora perfecta.


Alguna vez, Romualdo visitó Santiago de Chuco, fue en octubre de 1971, yo no estaba allí pero cuando retorné sentí todavía las réplicas del pequeño terremoto cultural que ocasionó la visita de Romualdo junto a otros distinguidos poetas de la época. Pero hallé también las huellas del sufrimiento del autor de “Canto Coral…”. La sierra no era para él. A propósito de esta visita, Francisco Izquierdo en su libro “César Vallejo y su tierra reseña el siguiente dialogo:


-¿Poeta, ¿me permite que le haga una pregunta?


-Desde luego- accede el autor de “Canto coral de Túpac Amaru”


-Le noto retraído… un poco alejado de nosotros… ¿Qué le sucede, poeta?


-Es que yo soy más urbano que rural, más hombre de ciudad que de pueblo, que de campo.


- Quizá también le está afectado la altura


-Así es…Además he venido de Lima con surmenage. De ahí que terminados los actos del programa, me retiro a descansar…tampoco puedo dormir


-¿Qué le parece Santiago de Chuco?


-Muy atrasado- me contesta rotundamente


-Cuando vine en 1946 era peor… ahora hay cierto cambio de mentalidad, de conciencia en la juventud, que se debe, indudablemente, al mensaje de Vallejo…


-Me resulta difícil explicarme como pudo haber producido este pueblo el fenómeno de Vallejo…


-Poeta, van ser las 11 de la mañana, hora de actuar- le aviso viendo el reloj.

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No importa que a Alejandro Romualdo le haya parecido difícil explicarse el nacimiento no sólo físico si no fundamentalmente artístico de Vallejo. No importa. Supongo que estaba tan agredido por la geografía y el clima de esos lares que no reparó en los caminos blancos, curvos; en los cerros horizontales de las penas; en el ruido aperital de platos; en las claras orejas de mi burro; en el cementerio con tan alegre procesión de luces; en fin, en la palabra vallejiana saltando en las lenguas de la gente de Santiago.

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Poeta Bernardo Rafael Alvarez en Chiquián
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Últimamente, el poeta pallasquino Bernardo Rafael Álvarez fue uno de los más diligentes y angustiados promotores para que el gobierno le asignara una pensión al poeta. Le retribuyera mínimamente lo que había hecho por el Perú, por la poesía, por el mundo, por la especie. Sin embargo la demagogia alanista no iba por ese carril. Era un gesto demasiado justo para llevarlo a cabo. La sordera gobiernista no sólo se hizo denigrante si no hasta torpe hablando en términos de réditos políticos.


ALEJANDRO ROMUALDO SIGUE DE PIE A 2 AÑOS DE SU DECESO / In Memoriam - Por Bernardo Rafael Alvarez

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Nos ha dejado Romualdo como ayer nos dejara Juan Gonzalo. Aunque quizás ninguno nos dejó. Laura Restrepo dice que el tiempo derrotará al hombre pero la literatura derrotará al tiempo.


Finalmente, va este poema escrito en los primeros años de mi vida universitaria, por lo tanto con muchas imperfecciones. Estuvo destinado a ser publicado por el Centro de Estudiantes de Medicina de la UNMSM. Se quedó en el esténcil sin siquiera llegar al mimeógrafo y seguramente hubiera sido más justo dejarlo allí. Perdonen, entonces, este atrevimiento.


Un abrazo.


Angel Gavidia

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POEMA ENCONTRADO EN EL BOLSILLO DE UN OBRERO DESPEDIDO


Ha de llegar el día

en que el agua se subleve

y el río corra cuesta arriba,

en que la tortuga mate a la paciencia y vuele,

en que los mamelucos conscientes de su papel histórico

declaren la guerra a la corbata.

Ha de llegar el día

en que la gramínea se yerga

reclamando al roble su porción de sol,

en que los escarabajos trepen hasta las flores

exigiendo la belleza que les corresponde.

Los gallinazos descubrirán en su alma el alma del cantor,

entonces

el ruiseñor temblará de miedo

y correrá a ocultar el canto acaparado.

Cuando este día llegue

la justicia con fusil en mano

ha de estar en el bando de los escarabajos.

Serán días difíciles:

guerra por todas partes,

habrá pétalos rotos, robles tambaleantes

escarabajos muriendo heroicamente

culminando el anhelo de ser bellos.

Al mameluco lo encarcelarán

lo arrancarán hebra por hebra queriendo que claudique

y no claudicará.

La justicia con fusil en mano

será herida mil veces antes de verla reír con su risa de niño

gritando fuertemente la VICTORIA,

entonces ha de venir la paz.

Los parásitos ascenderán de puesto

saldrán por las mañanas, palana sobre el hombro, a cultivar la tierra.

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Angel Gavidia

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(Poema escrito en los setentas un día que se ha borrado ya)


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FOTOGRAFÍAS DEL POETA ÁNGEL GAVIDIA EN SANTIAGO DE CHUCO


Casa de César Vallejo



En el Palacio Municipal




Plaza de Armas

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