miércoles, 30 de junio de 2010

DEFENSA DEL PATRIMONIO DEL MUNDO ANDINO - ESCALERAS Y BALCONES DE LAS CASAS - POR DANILO SÁNCHEZ LIHÓN

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Casa de César Vallejo - Foto: Armando Alvarado Balarezo (Nalo)


INSTITUTO DEL LIBRO Y LA LECTURA,
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INLEC DEL PERÚ, Y CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA

DEFENSA
DEL PATRIMONIO DEL MUNDO ANDINO
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ESCALERAS Y BALCONES DE LAS CASAS
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PLAN LECTOR, PLIEGOS DE LECTURA
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HASTA QUE SE ACABE EL UNIVERSO
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Por Danilo Sánchez Lihón

1. ¿Quién la hizo tan alta?
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– ¡Ay Dios, ya estoy vieja! ¡Cómo me canso en subir estos peldaños. Pero peor si fueran callapos de escalera. ¡Ahí si no subiría! Felizmente dejó puesta esta subida el Desiderio!

Se refiere la señora a los pasos o estribos del escalón que da a los corredores del segundo piso.


Hecho de tablas añosas y que ponen a prueba la edad del dueño o la dueña de la casa.


O la fortaleza de los huesos de estos señores que al llegar al final de los estribos se cogen
del pasamano.

Se llevan la otra mano a la cintura, o a nivel de la cadera.


Y se quedan un rato de pie, para calmar sus latidos.


O se encogen y apoyan en el pilar o en la barandilla, diciendo:

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2. Aquí estoy,
niña
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– ¡Ya estoy vieja! ¡Pero qué empinada me ha parecido hoy esta gradilla! ¿Quién la hizo tan alta? –Y con la mirada retrocede a sus recuerdos:

– ¿Ha sido el Crisho? ¿O ha sido don Santiago Pereda? ¿Quién de los dos hizo este escalón? ¡Ay Dios, hasta ni de eso ya me acuerdo!

Ha llegado hasta el rellano. Se ha detenido un momento y se ha sentado. Pero luego alza la vista y desde allí vigila la marcha del universo, dando órdenes a los criados:

– Meshe, ¡Meshita! Espanta a esas gallinas.

Mira, que están subiendo al terrado. Y van a ensuciar la comida. ¡Estos animales! Ya no sé qué hacer con estas pollas dañinas!
– ¡Inocente!

¿Dónde está este Inocente? ¡Inocenteeee!
– Aquí estoy, niña.
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3. Corre viento
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– ¿Dónde? No te veo. ¡Sube un poco más!

– ¡Ordene usted, madre! ¿Que voy a hacer?

– Vas a subir a arreglar estas tejas que están movidas. No vaya a ser que llueva y resulte la sala con goteras.

– Voy entonces ahorita por la escalera.


– ¡Anda rápido! Y te sacas los zapatos cuando subes. ¡No vayas a romper otras tejas nuevas.

– Ya, madrecita.

– Etelvina. ¡Etelvina!

– Diga, amita.

– Alcánzame esa pañoleta que aquí corre viento. ¡No vaya a ser que coja un resfrío!

– ¡Y el Anselmo!

¿Dónde está el Anselmo?
– ¿Sí, niña?
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4. El momento actual
como el distante
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– Ahí veo que el vecino está regando su huerta. Avísale que deje pasar el agua. Hay que llenar el pozo. ¡Y que limpien esos albañales!

– Corriendo voy a decirle, niñita.


Y la abuela, ya sin mirar, salvo sus propias evocaciones, se queda contemplando el patio, conmovida por el recuerdo de algo que sucedió allí con la presencia del esposo difunto.


Ella misma se contempla sentada junto a él, conversando de lo útil y lo vano de esta vida, en la rutina de una conversación cualquiera.

Sin saber que en ese instante, aparentemente como en cualquier otro, contenido estaba el momento actual, como el distante, en que ella ahora lo retrata y añora tanto.
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5. El balcón derecho o torcido
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Y sin que nadie lo note, con una punta de su manta enjuga una lágrima, desconsolada, al borde de sus ojos. ¡Y desde lejos se ve cómo se sacuden sus hombros p
or los hondos y mudos sollozos!

Para eso sirven el rellano de las escaleras hacia afuera, para contemplar el mundo, ordenarlo de nuevo y recrearlo después. Por eso, no cabe destruirlas, reemplazándolas por otras que suben por dentro.


Y junto a las escaleras, o dando paso a ellas, están los balcones de las casas.

El balcón derecho o torcido.

Y con él las miradas, trepándose hasta sus balaustres. O descolgándose desde ellos.

¡Miradas quietas desde siglos y hasta tarde! ¡Hasta que se acabe el universo!

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6. La tempestad,
la lejanía
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Desde allí se divisa el tiempo que se ha quedado quieto en los magueyes del alero.


Aunque muere en la flor amarilla que ha br
otado en un terrón insólito, entre las tejas mismo.

¡Brote y luz que la lluvia no ha podido remover! Apretada como está esta flor, entre teja y teja.

Aquí florece, con una pureza y una ingenuidad condescendiente.

Candor que lo eterno quisiera perdonar, pero no lo hace, sino que por ahora lo olvida.


Al fondo de esa leve flor los otros techos. Y la hondonada del río.


¡Las oquedades, la tempestad, la lejanía!
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7. Qué brillante
está el sol
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Desde aquí, al amanecer, se oyen las voces en el patio:

– Le he traído cebollas, cilantro, toronjil, hierba buena, mamita.

– ¿Has amanecido, di?

– ¡De madrugada me he venido!

– Pasa, pasa, Manuel. La Ermelinda ya está haciendo el desayuno. Dile que te sirva. Ahí hay pan, bizcochos, tajadas.

– Gracias, mamita. Aquí también he traído zapallos, tomatillos.

– Que los cocine la Ermelinda. Y vienes a almorzar temprano.

En los balcones, desde aquí se aspira el perfume de los alcanfores. Y descifra el lenguaje de las nubes. Y de las aves que picotean en el muro.

– ¡Juanita! ¡Saca a orear las frazadas. Mira qué brillante y fuerte que está el sol.
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8. Que fue y no fue
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Desde aquí uno se apiada de los techos torcidos y ladeados con tejas donde el musgo extiende sus flores de liquen.


Techos con tejas viejas renovadas por el líquido límpido de las lluvias.


Techos por cuyas canaletas se desliza el agua rezongona de las tempestades.


Techos por cuyos resquicios, que dejan las tejas cuando se juntan, sube el humo azul de alguna fritura.

Desde aquí se divisan los huertos de higos y manzanas. Y la mata de cedrón en las orillas.


El olor penetrante a hierba buena y toronjil. Y el rosal en botón al final del sendero.
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9. Las flores que vendrán
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Desde aquí el rasgueo de la guitarra y la voz de un huayno o de un triste o yaraví con fuga de tondero.

O la serenata donde se rememora a la mujer amada y distante.


Desde aquí una lágrima de un amor sin límites.


Desde aquí la flor del alelí morada y blanca, recordando un amor que fue y no fue.


Desde aquí, al amanecer, se encienden los matices rosas, lilas y azules en los picos de nieve de la cordillera lejana.


Y enredados en los balaustres los botones blancos de las flores que vendrán algún día.


¡Ah, balcones de nuestros pueblos andinos! No se podría comprender la vida sin ellos. Sin mirarla fijamente desde arriba.

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10. Ocultar
una lágrima
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Balcones para mirar que la vida es amplia e infinita. Y hasta no encontraríamos a la
vida, en ningún otro sitio, si no la reconociéramos primero desde aquí. Porque ella se hunde y es solo desde lo alto que se la coge desprevenida.

Con uno o más maceteros donde hay clavelinas, azucenas y geranios; viejos y mustios, eso sí; pero al fin expresiones de ternura.

Hasta donde se sale para lucir o desajar el traje con que iremos a una fiesta.


O desde donde se mira pasar un entierro. De cómo la vida y la muerte se urden.

Que se han torcido por la quejumbre de las serenatas.

Balcones hasta donde uno sale para ahogar un suspiro u ocultar una lágrima.
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MANIFIESTO
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1. ¿Qué mano ingrata?
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No destruyamos los balcones, sean corridos con barandilla, sean los de antepecho con balaustres torneados.

No los matemos, no los desterremos de nuestras casas ni de nuestras vidas.

Porque: ¿Cómo ya mirar el mundo sin ellos? ¿Y la vida, existiría sino se la fija desde arriba?


Ni
cómo tender la mirada a lo eterno.

En mi pueblo, Santiago de Chuco, se están construyendo ahora unas casas cuadradas que están reemplazando a las viejas casonas.


Desde el segundo piso ya invaden la calle con una saliente de un metro y que no dejan lugar a los balcones, sino a ventanas planas y enrejadas.

He preguntado por qué. E indagado qué mano ingrata las confecciona así.
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2. Se borró el paisaje
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Y me han dicho, que es un maestro albañil que ha venido de Casmiche, en la costa.

¿Y puede actuar de manera impune?

Para colmo, tiene un solo plano y con ese, casa que le dicen que edifique, la hace de ladrillo, que pide de Trujillo.
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Terminadas las paredes y columnas del primer piso tiende el techo hacia el segundo con las tablas que se prolongan un metro hacia fuera de la calle, desde donde se alzan las paredes del segundo nivel.

¡Adiós balcones! ¿Cómo y donde ponerlos en esas paredes que son como cubos o cajas en los almacenes?

¿Desde dónde contemplar ya el pasado, el presente y el futuro?

¿Y el paisaje? Se borró con ellas el paisaje.
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3. ¿Qué
hacer?
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Se está dañando la fisonomía de un pueblo hermoso por el de una barriada precaria de una ciudad marginal costeña. Y me digo desconsolado:

¿Hacia dónde saldrá ahora la andina y dulce Rita, de junco y capulí?, escena que ocurre en un segundo piso de nuestras casas ensimismadas, cuando César Vallejo escribe:


Ha de estarse a la puerta mirando algún celaje,
y al fin dirá temblando: “Qué frío hay... Jesús!”

Y si el techo es además de calamina, como ahora se consiente que se ponga, cómo será posible recitar entonces:

y llorará en las tejas un pájaro salvaje.


Por eso, ¡Señor Alcalde Provincial, ¿qué hacer?

¡hay hermanos, muchísimo qué hacer!


NOTA SUPLICANTE:

Antes que vaya a ser tarde: suplico a las almas compasivas que quisieran acomedirse:


Estoy sano. Pero si yo muero, de donde sea ruego recoger mi cuerpo. Y llevarlo a enterrar en el cementerio de Santiago de Chuco, mi pueblo natal, al lado de la tumba de mi padre.


Si pudieran ser más piadosos todavía conmigo: ser enterrado en la colina que va a Urubamba, pero mirando a mi pueblo que ojalá siga siendo de tejas, de casas de adobe, de balcones corridos o de antepecho y aleros que se alargan a las calles.


Y entonces sí podría saber lo que es alegría, porque la vida la pasé entristecido.


Y allí sobre mí ya pueden crecer las yerbas silvestres del olvido.



Texto que puede ser reproducido
citando autor y fuente

Teléfonos:

420-3343 y 420-3860
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BALCONES DE SANTIAGO DE CHUCO (22 Y 23 MAY 2010)
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Fotografías: Armando Alvarado Balarezo (Nalo)

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LOS BALCONES DE SANTIAGO DE CHUCO
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. Fotografías: Armando Alvarado Balarezo (Nalo)


Hola Shay:
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UNA CITA CON EL AYER - POR ARMANDO ALVARADO BALAREZO (NALO)


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