miércoles, 30 de junio de 2010

DEFENSA DEL PATRIMONIO DEL MUNDO ANDINO - ESCALERAS Y BALCONES DE LAS CASAS - POR DANILO SÁNCHEZ LIHÓN

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Casa de César Vallejo - Foto: Armando Alvarado Balarezo (Nalo)


INSTITUTO DEL LIBRO Y LA LECTURA,
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INLEC DEL PERÚ, Y CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA

DEFENSA
DEL PATRIMONIO DEL MUNDO ANDINO
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ESCALERAS Y BALCONES DE LAS CASAS
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PLAN LECTOR, PLIEGOS DE LECTURA
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HASTA QUE SE ACABE EL UNIVERSO
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Por Danilo Sánchez Lihón

1. ¿Quién la hizo tan alta?
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– ¡Ay Dios, ya estoy vieja! ¡Cómo me canso en subir estos peldaños. Pero peor si fueran callapos de escalera. ¡Ahí si no subiría! Felizmente dejó puesta esta subida el Desiderio!

Se refiere la señora a los pasos o estribos del escalón que da a los corredores del segundo piso.


Hecho de tablas añosas y que ponen a prueba la edad del dueño o la dueña de la casa.


O la fortaleza de los huesos de estos señores que al llegar al final de los estribos se cogen
del pasamano.

Se llevan la otra mano a la cintura, o a nivel de la cadera.


Y se quedan un rato de pie, para calmar sus latidos.


O se encogen y apoyan en el pilar o en la barandilla, diciendo:

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2. Aquí estoy,
niña
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– ¡Ya estoy vieja! ¡Pero qué empinada me ha parecido hoy esta gradilla! ¿Quién la hizo tan alta? –Y con la mirada retrocede a sus recuerdos:

– ¿Ha sido el Crisho? ¿O ha sido don Santiago Pereda? ¿Quién de los dos hizo este escalón? ¡Ay Dios, hasta ni de eso ya me acuerdo!

Ha llegado hasta el rellano. Se ha detenido un momento y se ha sentado. Pero luego alza la vista y desde allí vigila la marcha del universo, dando órdenes a los criados:

– Meshe, ¡Meshita! Espanta a esas gallinas.

Mira, que están subiendo al terrado. Y van a ensuciar la comida. ¡Estos animales! Ya no sé qué hacer con estas pollas dañinas!
– ¡Inocente!

¿Dónde está este Inocente? ¡Inocenteeee!
– Aquí estoy, niña.
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3. Corre viento
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– ¿Dónde? No te veo. ¡Sube un poco más!

– ¡Ordene usted, madre! ¿Que voy a hacer?

– Vas a subir a arreglar estas tejas que están movidas. No vaya a ser que llueva y resulte la sala con goteras.

– Voy entonces ahorita por la escalera.


– ¡Anda rápido! Y te sacas los zapatos cuando subes. ¡No vayas a romper otras tejas nuevas.

– Ya, madrecita.

– Etelvina. ¡Etelvina!

– Diga, amita.

– Alcánzame esa pañoleta que aquí corre viento. ¡No vaya a ser que coja un resfrío!

– ¡Y el Anselmo!

¿Dónde está el Anselmo?
– ¿Sí, niña?
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4. El momento actual
como el distante
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– Ahí veo que el vecino está regando su huerta. Avísale que deje pasar el agua. Hay que llenar el pozo. ¡Y que limpien esos albañales!

– Corriendo voy a decirle, niñita.


Y la abuela, ya sin mirar, salvo sus propias evocaciones, se queda contemplando el patio, conmovida por el recuerdo de algo que sucedió allí con la presencia del esposo difunto.


Ella misma se contempla sentada junto a él, conversando de lo útil y lo vano de esta vida, en la rutina de una conversación cualquiera.

Sin saber que en ese instante, aparentemente como en cualquier otro, contenido estaba el momento actual, como el distante, en que ella ahora lo retrata y añora tanto.
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5. El balcón derecho o torcido
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Y sin que nadie lo note, con una punta de su manta enjuga una lágrima, desconsolada, al borde de sus ojos. ¡Y desde lejos se ve cómo se sacuden sus hombros p
or los hondos y mudos sollozos!

Para eso sirven el rellano de las escaleras hacia afuera, para contemplar el mundo, ordenarlo de nuevo y recrearlo después. Por eso, no cabe destruirlas, reemplazándolas por otras que suben por dentro.


Y junto a las escaleras, o dando paso a ellas, están los balcones de las casas.

El balcón derecho o torcido.

Y con él las miradas, trepándose hasta sus balaustres. O descolgándose desde ellos.

¡Miradas quietas desde siglos y hasta tarde! ¡Hasta que se acabe el universo!

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6. La tempestad,
la lejanía
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Desde allí se divisa el tiempo que se ha quedado quieto en los magueyes del alero.


Aunque muere en la flor amarilla que ha br
otado en un terrón insólito, entre las tejas mismo.

¡Brote y luz que la lluvia no ha podido remover! Apretada como está esta flor, entre teja y teja.

Aquí florece, con una pureza y una ingenuidad condescendiente.

Candor que lo eterno quisiera perdonar, pero no lo hace, sino que por ahora lo olvida.


Al fondo de esa leve flor los otros techos. Y la hondonada del río.


¡Las oquedades, la tempestad, la lejanía!
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7. Qué brillante
está el sol
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Desde aquí, al amanecer, se oyen las voces en el patio:

– Le he traído cebollas, cilantro, toronjil, hierba buena, mamita.

– ¿Has amanecido, di?

– ¡De madrugada me he venido!

– Pasa, pasa, Manuel. La Ermelinda ya está haciendo el desayuno. Dile que te sirva. Ahí hay pan, bizcochos, tajadas.

– Gracias, mamita. Aquí también he traído zapallos, tomatillos.

– Que los cocine la Ermelinda. Y vienes a almorzar temprano.

En los balcones, desde aquí se aspira el perfume de los alcanfores. Y descifra el lenguaje de las nubes. Y de las aves que picotean en el muro.

– ¡Juanita! ¡Saca a orear las frazadas. Mira qué brillante y fuerte que está el sol.
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8. Que fue y no fue
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Desde aquí uno se apiada de los techos torcidos y ladeados con tejas donde el musgo extiende sus flores de liquen.


Techos con tejas viejas renovadas por el líquido límpido de las lluvias.


Techos por cuyas canaletas se desliza el agua rezongona de las tempestades.


Techos por cuyos resquicios, que dejan las tejas cuando se juntan, sube el humo azul de alguna fritura.

Desde aquí se divisan los huertos de higos y manzanas. Y la mata de cedrón en las orillas.


El olor penetrante a hierba buena y toronjil. Y el rosal en botón al final del sendero.
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9. Las flores que vendrán
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Desde aquí el rasgueo de la guitarra y la voz de un huayno o de un triste o yaraví con fuga de tondero.

O la serenata donde se rememora a la mujer amada y distante.


Desde aquí una lágrima de un amor sin límites.


Desde aquí la flor del alelí morada y blanca, recordando un amor que fue y no fue.


Desde aquí, al amanecer, se encienden los matices rosas, lilas y azules en los picos de nieve de la cordillera lejana.


Y enredados en los balaustres los botones blancos de las flores que vendrán algún día.


¡Ah, balcones de nuestros pueblos andinos! No se podría comprender la vida sin ellos. Sin mirarla fijamente desde arriba.

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10. Ocultar
una lágrima
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Balcones para mirar que la vida es amplia e infinita. Y hasta no encontraríamos a la
vida, en ningún otro sitio, si no la reconociéramos primero desde aquí. Porque ella se hunde y es solo desde lo alto que se la coge desprevenida.

Con uno o más maceteros donde hay clavelinas, azucenas y geranios; viejos y mustios, eso sí; pero al fin expresiones de ternura.

Hasta donde se sale para lucir o desajar el traje con que iremos a una fiesta.


O desde donde se mira pasar un entierro. De cómo la vida y la muerte se urden.

Que se han torcido por la quejumbre de las serenatas.

Balcones hasta donde uno sale para ahogar un suspiro u ocultar una lágrima.
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MANIFIESTO
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1. ¿Qué mano ingrata?
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No destruyamos los balcones, sean corridos con barandilla, sean los de antepecho con balaustres torneados.

No los matemos, no los desterremos de nuestras casas ni de nuestras vidas.

Porque: ¿Cómo ya mirar el mundo sin ellos? ¿Y la vida, existiría sino se la fija desde arriba?


Ni
cómo tender la mirada a lo eterno.

En mi pueblo, Santiago de Chuco, se están construyendo ahora unas casas cuadradas que están reemplazando a las viejas casonas.


Desde el segundo piso ya invaden la calle con una saliente de un metro y que no dejan lugar a los balcones, sino a ventanas planas y enrejadas.

He preguntado por qué. E indagado qué mano ingrata las confecciona así.
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2. Se borró el paisaje
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Y me han dicho, que es un maestro albañil que ha venido de Casmiche, en la costa.

¿Y puede actuar de manera impune?

Para colmo, tiene un solo plano y con ese, casa que le dicen que edifique, la hace de ladrillo, que pide de Trujillo.
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Terminadas las paredes y columnas del primer piso tiende el techo hacia el segundo con las tablas que se prolongan un metro hacia fuera de la calle, desde donde se alzan las paredes del segundo nivel.

¡Adiós balcones! ¿Cómo y donde ponerlos en esas paredes que son como cubos o cajas en los almacenes?

¿Desde dónde contemplar ya el pasado, el presente y el futuro?

¿Y el paisaje? Se borró con ellas el paisaje.
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3. ¿Qué
hacer?
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Se está dañando la fisonomía de un pueblo hermoso por el de una barriada precaria de una ciudad marginal costeña. Y me digo desconsolado:

¿Hacia dónde saldrá ahora la andina y dulce Rita, de junco y capulí?, escena que ocurre en un segundo piso de nuestras casas ensimismadas, cuando César Vallejo escribe:


Ha de estarse a la puerta mirando algún celaje,
y al fin dirá temblando: “Qué frío hay... Jesús!”

Y si el techo es además de calamina, como ahora se consiente que se ponga, cómo será posible recitar entonces:

y llorará en las tejas un pájaro salvaje.


Por eso, ¡Señor Alcalde Provincial, ¿qué hacer?

¡hay hermanos, muchísimo qué hacer!


NOTA SUPLICANTE:

Antes que vaya a ser tarde: suplico a las almas compasivas que quisieran acomedirse:


Estoy sano. Pero si yo muero, de donde sea ruego recoger mi cuerpo. Y llevarlo a enterrar en el cementerio de Santiago de Chuco, mi pueblo natal, al lado de la tumba de mi padre.


Si pudieran ser más piadosos todavía conmigo: ser enterrado en la colina que va a Urubamba, pero mirando a mi pueblo que ojalá siga siendo de tejas, de casas de adobe, de balcones corridos o de antepecho y aleros que se alargan a las calles.


Y entonces sí podría saber lo que es alegría, porque la vida la pasé entristecido.


Y allí sobre mí ya pueden crecer las yerbas silvestres del olvido.



Texto que puede ser reproducido
citando autor y fuente

Teléfonos:

420-3343 y 420-3860
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BALCONES DE SANTIAGO DE CHUCO (22 Y 23 MAY 2010)
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Fotografías: Armando Alvarado Balarezo (Nalo)

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LOS BALCONES DE SANTIAGO DE CHUCO
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. Fotografías: Armando Alvarado Balarezo (Nalo)


Hola Shay:
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Recuerdos, hacer clic en la siguiente dirección
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UNA CITA CON EL AYER - POR ARMANDO ALVARADO BALAREZO (NALO)


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DEFENSA DEL PATRIMONIO DEL MUNDO ANDINO - LAS PUERTAS - PLAN LECTOR - NO HAY PUÉRTAS IDENTICAS - POR DANILO SÁNCHEZ LIHÓN

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En la puerta de la familia Sánchez Lihón - Santiago de Chuco:
Luis Albitres, Carlos León y Martha Crosby


INSTITUTO DEL LIBRO Y LA LECTURA,

INLEC DEL PERÚ, Y CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA


DEFENSA DEL PATRIMONIO DEL MUNDO ANDINO

CADA QUIEN TIENE UNA PUERTA

PLAN LECTOR, PLIEGOS DE LECTURA

NO HAY PUERTAS IDÉNTICAS

Por Danilo Sánchez Lihón

1. Por muy humildes que hayan sido

Cada quien recuerda la puerta de su casa de su pueblo nativo, porque yo he indagado, creyendo que solo era mía esta pena. Y me han dicho:

– Yo mi puerta la llevo clavada en el alma. Y no me olvido de sus nudos, ranuras, ni se sus agujeros.

He respirado aliviado, pero, me pregunto ahora: ¿por qué?

En cambio, he comprobado que muchas otras personas, nacidas en otros lugares, no recuerdan las puertas de sus casas, sea la que da a la calle, sea las de sus cuartos interiores, en donde se criaron.

¡Nosotros, los chucos, sí! Las recordamos, por muy humildes que hayan sido.

Tanto que, pese a estar tan lejos en la distancia y en el tiempo, no es que las evocamos sino que salimos y entramos por ellas cuando basta que cerremos los ojos.

2. Nuestros silencios inconfesos

Sea cuando dormimos o sea en los amaneceres, ojerosos y desvelados, allí están. Sea cuando en lo mejor de un momento nos atraviesa un presentimiento.

Sea cuando de improviso nos asalta una tristeza, y que puede ser hasta en el fragor de una batalla.

Y, estemos en el lugar del mundo en que estemos, nos sumergimos en el subconsciente, entrando o saliendo por ellas.

¡Y qué dolor no estar con las manos y la frente apoyados o amparados por ellas!

¡Rogándolas que calmen compasivas una amargura!

¡O que nos sanen, o alivien por lo menos, aquellas heridas del alma!

¡Qué dolor no poder confesarles, o hablarles al menos a ellas; ya que nuestra madre no está con nosotros!

¡Porque son ellas las que están abiertas en el fondo de nuestros silencios inconfesos!

3. Desaparecieron en sus entrañas

Es, quizás, porque de niños, yo en Santiago de Chuco, tú quizá en algún otro sitio, hemos jugado mucho en sus travesaños y marcos de madera.

Y en sus vanos translúcidos. Y en su quicio, curvado por el paso de la gente que allí pisa y donde está el temblor de nuestros latidos.

Y, aunque fallemos en muchas cosas, saben que somos sinceros y valerosos.

A horcajadas sobre su umbral, ¡cuánto hemos soñado!, descubriendo rugosidades, curvaturas, escondrijos. Perdiendo y encontrando tesoros entre sus rendijas. Tienen todo el peso, el vuelo y la caída de nuestros impulsos e inquietudes.

Yo he dejado talismanes, en que se convertía cualquier vidrio o dije, y que desaparecieron en sus entrañas.

4. Son decisivas las puertas


Porque es montado en ellas que nos hemos enlazado con la vida de adentro y la de afuera.

Es desprevenido en ella que se nos han quedado las voces de vivos y muertos; de transeúntes y de sombras quietas.

Es cogido a sus jabas donde hemos contemplado a los viajeros y a los otros que se quedan.

Los adioses de gente que se va y las expresiones de dicha de quienes vuelven o regresan.

Es curioso, pero creo que hemos aprendido a mirar el mundo desde una puerta. Y eso es lo que nos prepara para asombrarnos, descubrirlo todo, ser solidarios.

También, quizás, para estremecernos de angustia, de pena o de miedo. Muy poco de alegría.

Porque a los chucos nos cuesta mucho estar alegres, porque para ello tendrían que coincidir muchas cosas. Y en todo ello son decisivas las puertas:

5. Por uno y otro universo

Como, ¿cuáles?

Tendrían que coincidir los hechos de adentro y los hechos de afuera. Lo que ocurre lejos y lo que ocurre cerca. Los sentimientos de antes y las emociones de ahora. Y aquello que sucederá en el futuro.

En todo ello son decisivas las puertas.

De allí que no hay dos puertas idénticas, porque cada una tiene su memoria y también su personalidad. Unas son galantes, altaneras, soberbias. Y otras son sumisas, modestas, balbucientes.

Pero los niños borramos las diferencias y las universalizamos con nuestra ternura y nuestra inocencia.

He allí, por ejemplo, los portones inmensos de dos hojas arrogantes y, dentro del marco de una de ellas, se abre una puerta más pequeña, donde muchos dieron su primer beso.

Yo no. Quizá por eso me he quedado en la vida desvelado. Y vague errante por uno y otro universo.

6. Como estás viendo

Ahora tú has regresado a tu pueblo después de una prolongada ausencia.

Caminas lentamente recordando y observando cada detalle.

Las casas parecen abandonadas, los techos cimbrados, las tejas ladeadas. Con soguillas que penden desde los aleros, rotas y ya hechas flecos, como manos mendicantes.

Los muros de las tapias tienen hierbajos y espigas que se alzan hacia el cielo.

En muchas casas, como ves la puerta ya está vencida e imposible de ser abierta.

Todo ello porque han cedido los adobes y se han ajustado los parantes y las hojas yacen mustias y yertas, como estás viendo.

Sin embargo, lo que más llama tu atención son estos candados de arquitectura antigua, de llave en canuto y de orificio hacia el frente.

7. ¡Y a eso se le llama vida¡

Todos oxidados ya por el tiempo. Unos en forma de escudos nobiliarios.

Otros en forma de hornacina de las iglesias. Y hasta imitando el pórtico de una cripta.

Encima de ellos, desde donde se sujetan y de los cuales penden, están las armellas.

Son dos aros absolutos que el candado une implacablemente, echando así llave a la puerta.

¡He aquí una vieja casona, orgullosa pero de peor suerte porque de ella solamente pende una de ellas!

De la otra sólo se registra el hueco carcomido desde donde debió pender el aro.

En cambio esta otra puerta tiene una cerradura empotrada, donde la llave penetra por un orificio hecho en la madera. No es candado sino llave.

¡Pero cuán desbocada es el resquicio, prueba de que muchas veces entraron y salieron! ¡Y a eso se le llama vida!

8. Todo el palpitar

Eso sí, como casi en todas, en torno a la cerradura aparece descascarada la pintura y hasta un poco hendida la madera, en una especie de rosetón o círculo.

El desgaste en la cerradura hace un círculo, ¿debido a qué?

Se entiende que es así por aquel dar vueltas a la llave.

¿No es inmenso? En estas huellas está todo el palpitar, los latidos y los sueños de la gente.

Ya que en ella rozaron las manos de quienes cerraban y abrían una o las dos hojas.

Y más minuciosamente podemos advertir, hacia el borde de la hoja o del ala de la puerta, otro desgaste, ya no hay pintura y la madera está hundida por el uso.

Sin duda, por sujetarla desde allí, apoyando una de las manos justo en aquel sitio cuando el dueño o la dueña atendían a alguien que venía a buscarlos.

9. Huellas insomnes

¡Que divagación profunda producen estas huellas!

Son como latidos hechos signo, de tantos y de nadie, de manos y corazones tristes o esperanzados; poseídos de algún gozo o aquejados de alguna pena.

De personas pasando con emoción o sin ella por entre estos marcos; o bien con dudas y silencios, que a veces es peor. ¡Es lo peor, sin duda!

Envueltas todas en la aparente rutina, pero en donde se cierne lo trascendente y eterno.

Costumbres, maneras de ser y sucesos que mirados a la distancia de los años dejan de ser rutina.

Porque lo que antes fue común y corriente, cuando se esfuma, recién deja ver dentro lo esencial e inconmensurable, lo permanente e ineluctable.

10. Mariposas de plumas doradas

¡Ah, las armellas, los candados y las cerraduras insomnes de las puertas que yacen abandonadas!

¿Qué abren o que cierra? ¡Ya nada!

Nosotros, nos hemos venido a vivir en otras ciudades, pero las puertas siguen allí; algunas enmohecidas, con el jardín familiar y el huerto entumecido al fondo.

Y, a la vez, floreciendo al centro de nuestros estremecidos espíritus.

Otras aún con la madre y los niños sentados o de pie al filo de la tarde, recibiendo y despidiendo a los seres queridos que se han ido, quizá para no volver nunca.

Aunque otros retornen firmemente asidos en las alas frágiles y a la vez poderosas de esa mariposa de plumas doradas e impalpables:

La hermosa y, al mismo tiempo, entristecida nostalgia.


MANIFIESTO EN RELACIÓN A LAS PUERTAS DE MI PUEBLO

1. Abiertas al paisaje infinito
Conservemos nuestras puertas de madera. y no las cambiemos por puertas, ventanas y balcones de fierro, soldadura y lata.

¡Seamos sensatos! No reemplacemos la puerta que da a la calle, por otra de rejas, barrotes y vidrio, igual que en las barriadas de las ciudades costeñas.

Tampoco reemplacemos los viejos portones por puertas enrollables de calamina corrugada.

Seguramente cuestan menos. Aunque frente a este argumento, hay que preguntarnos: ¿Se puede vender nuestro espíritu? ¿Se puede vender nuestra razón de ser en el universo?

Conservemos nuestras ventanas de dos o más hojas abiertas al paisaje infinito.

Y los balcones de antepecho hacia los cuales se dicen las serenatas, que por ser de madera resuenan mejor con el acorde de las guitarras y hacen del nuestro un pueblo idílico y conmovedor.

2. Pueblo bello, tierno y glorioso

Que el mundo que leguemos a nuestros hijos sea el mismo mundo cálido, acogedor e íntimo que recibimos nosotros.

No claudiquemos llevando puertas ensambladas en Trujillo o en Chimbote, con vitrovén y ranuras metálicas.

Así, ¿podrán sostenerse las carpinterías aldeanas con el aroma de los maderos fragantes, traídos de los bosques de Paibal, Aguiñuay o La Colpa?

Que cada día las casas no se asemejen más y más a cárceles y tumbas, por ser frías y desalmadas.

Sino, ¿dónde encontraremos el temblor de las manos de la gente que se ha ido?

Santiago de Chuco debe conservar su identidad de pueblo bello, tierno y glorioso.

3. Una lágrima escondida

Conservemos aquella identidad que nos liga tanto a la poesía de César Vallejo, cuando dice:

Pena un frágil aroma de aguacero.

Están todas las puertas muy ancianas,
y se hastía en su habano carcomido
una insomne piedad de mil ojeras.
Yo las dejé lozanas;
y hoy las telarañas han zurcido
hasta en el corazón de sus maderas,
coágulos de sombra oliendo a olvido.
La del camino, el día
que me miró llegar, trémula y triste,
mientras que sus dos brazos entreabría,
chilló como en un llanto de alegría.
Que en toda fibra existe
para el ojo que ama, una dormida
novia perla, una lágrima escondida.

4. Nuestra identidad de pueblo andino
Y valoremos lo que es cultura. Porque por nuestra cultura es que valemos en el mundo.

Y no solo porque es sugestiva, sino fundamental para solucionar los problemas pendientes en el desarrollo de nuestro pueblo.

Porque en la medida en que seamos un pueblo con niveles avanzados de cultura y asunción de valores, seremos una comunidad más protegida y mejor alimentada.

Con cultura tendremos actitudes más dispuestas para acceder a la ciencia y a la tecnología, a fin de solucionar nuestros problemas y ser capaces de utilizar el inmenso potencial físico y biológico existente entre nosotros.

Y en esta perspectiva, lo primero que tenemos que cuidar y salvaguardar es nuestra identidad de pueblo andino.

Texto que puede ser reproducido citando autor y fuente

Teléfonos:

420-3343 y 420-3860


Obras de Danilo Sánchez Lihón las puede solicitar a:

Editorial San Marcos: ventas@editorialsanmarcos.com
Editorial Bruño, Perú: ventas@brunoeditorial.com.pe
Instituto del Libro y la Lectura: inlecperu@hotmail.com


Hola Shay:

La última vez que visité Santiago de Chuco (mayo de 2010), llamó mucho mi atención las puertas entreabiertas de las casas, sobre todo de aquellas ubicadas en la periferia del pueblo, como esperando la llegada de un familiar errante en el mundo. Como podrán apreciar en las imágenes que siguen, algunas puertas están a un metro de altura de las veredas; es decir no aptas para personas sin vocación de alpinista.
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En Chiquián de mi niñez también las puertas del vecindario permanecían entreabiertas durante el día y uno podía ingresar libremente como si todo el pueblo fuera una gran casa. Muy pocas tenían candados, pues no existían "los amigos de lo ajeno".
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Una de las puertas de Santiago de Chuco, cuya fotografía está al pie, tenía como único seguro una cucharita de plástico. En chiquián se aseguraban las puertas con corontas, palitos o pasadores de zapatos anudados en la aldaba, para que las hojas no se abran con el viento y salgan a la calle los cuyes y las aves de corral en ausencia de su dueño. 356 fotografías de las puertas chiquianas obran en el libro "Sentimientos", entregado a la Casa del Poeta de Huari, en mayo del 2009, con ocasión del Encuentro XVIII de AEPA.


LAS PUERTAS DE SANTIAGO DE CHUCO
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(22 Y 23 MAY 2010)

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Fotografías: Armando Alvarado Balarezo (Nalo)

Puerta de la casa de César Vallejo en Santiago de Chuco
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martes, 29 de junio de 2010

CONOCIENDO UN POCO MÁS DE LA BIBLIOTECA COMUNAL OBRAJE, DEL PUEBLO JOVEN SANTO DOMINGO - HUARMEY

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HOLA AMIGOS:

Los invito a conocer o revisar lo que venimos haciendo en nuestro proyecto bibliotecario, que lo hemos denominado "BIBLIOTECA SOLIDARIA OBRAJE - Pueblo Joven Santo Domingo - Provincia de Huarmey - Ancash"

Aqui nuestro link:

http://bibliotecacomunalobraje.blogspot.com

Ayúdennos a difundir nuestro proyecto...

Saludos desde Huarmey Perú.

Heber Ocaña Granados

RPM N° *161204

Referencia:

BIBLIOTECA COMUNAL OBRAJE, DEL PUEBLO JOVEN "SANTO DOMINGO" DE HUARMEY - ANCASH PERÚ, EJEMPLO DE SOLIDARIDAD Y LUCHA POR EL DESARROLLO HUMANO


Nuestro paisano, el escritor, poeta y promotor cultural Heber Ocaña Granados, integra el Catálogo Iberoamericano de 50 artistas inmigrantes, cuyos trabajos dan cuenta del impacto de la migración en la riqueza y la diversidad cultural en un mundo globalizado.

http://www.oei.es/catalogoartistas/index.php


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ATUSPARIA Y LA REVOLUCIÓN CAMPESINA DE 1885 - POR JOSÉ ANTONIO SALAZAR MEJÍA

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ATUSPARIA Y LA REVOLUCIÓN CAMPESINA DE 1885

Por José Antonio Salazar Mejía

Cuando analizamos la lucha social de los pueblos, en toda la historia del Perú Republicano, no hay un hecho más relevante que esta singular revolución, comparable únicamente a la que encabezara en tiempos de la colonia José Gabriel Condorcanqui, Túpac Amaru II. Por primera y única en el período republicano, los campesinos de las estancias de Huarás se alzaron como un solo puño en defensa de sus derechos.

a. CAUSAS DE LA REVOLUCIÓN CAMPESINA DE 1885

La principal causa de la revolución campesina de 1885, fue la pobreza extrema en que se hallaba el campesino a causa de la guerra del salitre. El gobierno de Miguel Iglesias hizo cargar en los hombros del pueblo el peso de la reconstrucción nacional.

Los múltiples abusos de los “mishtis”, fueron otra de las causas que originaron la Revolución Campesina de 1885. Con el apelativo de “mishti” conoce el campesino ancashino al patrón, al hacendado, al rico habitante de la ciudad. “Mishti” significa etimológicamente “blanco”. Los campesinos de Ancash se sentían oprimidos por los blancos, la gente de la ciudad, que sin considerar la terrible miseria que había dejado la guerra, aprovechaba de la situación para explotar a los habitantes del campo.

Muchos hacendados prestaron dinero a los campesinos para que paguen tributos durante la guerra con Chile. Al no poder cancelar esas deudas, se veían obligados a cederles sus tierras y quedar como servidores del hacendado, con toda su familia. Así el feudal sistema de la servidumbre se reactivó en Ancash luego de la guerra con Chile. Los “tápacos” se veían obligados a servir gratuitamente en la casa del hacendado; sus mujeres e hijas pasaban a la cocina de la casa hacienda, de igual modo, a realizar el servicio gratuito.

Como la crisis era general, a las autoridades no se les ocurrió mejor idea que elevar los diezmos (que en la colonia se pagaba al rey de España), las regalías y pitanzas; y aumentar el monto de los absurdos tributos que existían: la contribución predial, minera, artesanal y personal.

No conforme con tanto abuso, a inicios de 1885 se prohibió la libre extracción de la leña. Los usuarios tenían que pagar 40 centavos por cada carga de leña. La sal, comercializada por el estado, duplicó su precio en perjuicio de los campesinos.

La gendarmería, que así se llamaba en esa época a la policía, también participaba de los abusos en contra de los campesinos. Por denuncia escrita del alcalde Santa Gadea, conocemos que semanalmente los agentes tomaban para su rancho, una o dos reses de los campesinos pobres.

Pero el mayor abuso se cometía en contra de las comunidades campesinas. En la provincia de Huarás, los hacendados tomaron la táctica de arrendar terrenos de la Beneficencia Pública y luego de ocuparlas, invadían las propiedades de las comunidades aledañas. Así se apropiaron de terrenos de las comunidades de Huanchac y Marián.

Todos estos abusos cometidos en contra de los campesinos del Callejón de Huaylas, fueron creando un ambiente de gran resentimiento. Al comienzo, se aceptaron en silencio, pero poco a poco se fue levantando un sentimiento de rechazo a tanto abuso.

Los trabajos “de la república”, fueron también causa de abuso en contra de los campesinos de Ancash. Con ese nombre se conocía al trabajo gratuito que prestaba el hombre de campo en una serie de obras públicas.

Desde tiempos antiguos, el hombre andino estaba acostumbrado a tres tipos de trabajo, en base a la reciprocidad. Primero estaba el “rantín” o ayni, por medio del cual la ayuda mutua se daba al interior de la comunidad, entre sus miembros; el techado de la casa ha quedado como ejemplo de “rantín” que aún hoy se practica. Luego venía la minka, el trabajo que el poblador prestaba a la comunidad en la reparación de caminos, limpieza de canales, etc. Finalmente se tenía la mita, que era el trabajo en favor del estado; así había una mita guerrera, la mita minera, etc. El poblador prestaba su servicio gratuito, pero la comunidad y el estado, velaban por él y su familia en caso de enfermedad, muerte, catástrofe o guerra.

Los trabajos “de la república” eran un remedo de minka, pues sólo a los campesinos se les obligaba a trabajar gratuitamente en obras que muy bien debían ser remuneradas. De cada estancia bajaba semanalmente un grupo de 50 campesinos para trabajar de modo gratuito. Así se construyó el cementerio de Pilataraq que en esa época se iba a inaugurar.

El nuevo prefecto, Coronel Francisco Noriega, para ganarse el favor de la población huarasina ordenó que mediante los trabajos “de la república” se levantaran las torres de la Iglesia Matriz, la que con el tiempo sería la Catedral de Huarás.

Lo que molestó a los campesinos fue que estando trabajando en dos obras, el prefecto exigiera que otro contingente vaya a reparar los techos del cuartel. Aparte de la natural inquina que le tenían a la tropa, siempre existía el temor a la represión y al abuso. Los campesinos no acudían a trabajar al cuartel. El Prefecto castigó a las autoridades, lo que puso más tirantes las relaciones con la nueva autoridad.

Pero la principal causa que originó la Revolución Campesina de 1885 en Ancash, fue la condición de semi esclavitud en que vivía el campesino. Desde el incario, el hombre del Ande del Callejón de Huaylas fue oprimido; los Incas dominaron a Huaras y Huaylas después de doce meses de cruenta lucha en 1460. Por ese resentimiento, 70 años después inicialmente apoyaron a los españoles. Una vez que comprendieron su error, comenzaron una larga lucha contra los colonizadores, quienes los sojuzgaron con fiereza.

La independencia nacional no significó nada ni le trajo ningún cambio para el campesino peruano. Se le utilizó como carne de cañón; se predicó que su vida mejoraría, que la liberación había llegado. Todo fue un vil engaño, un hermoso poema que quedó en el papel. La independencia fue capitalizada por los criollos, los hijos de los españoles, y ellos se aseguraron de que las cosas no cambien para el “indio”. Fue así que se profundizaron las desgracias del hombre del campo con la llegada de la república.

Durante la colonia, las Leyes de Indias impedían a los españoles apoderarse de las tierras de las comunidades; pues los indígenas tenían que poseer terrenos de donde saquen los productos para entregarlos como tributos.

Los nuevos dueños del Perú, los criollos, los hacendados, abolieron la propiedad de las comunidades campesinas, para quitar las tierras a los campesinos; cosa que ni los españoles hicieron. La independencia no trajo ninguna mejora para los campesinos; el encomendero español fue reemplazado por el hacendado.

En 1821, siendo Prefecto don Toribio de Luzuriaga, abolió la servidumbre y el injusto trato de “indios” que se daba a los campesinos de modo despectivo; el General San Martín lo decretó a nivel nacional. Pero esas disposiciones no se respetaron nunca.

Simón Bolívar, creador de la República aristocrática, proyecto en el que no tenían cabida los campesinos, como un reconocimiento al invalorable apoyo de éstos en las batallas de Junín y Ayacucho, en 1824 decretó que las tierras de las comunidades eran inviolables, pero jamás se hizo caso a dicha ley.

Nunca imaginaron los “mishtis”, que arruinando a la gente del Ande, arruinaban al Perú.

b. EL DETONANTE DE LA REVOLUCIÓN

La imposición del pago de la Contribución Personal, decretada por el Prefecto Noriega, fue la gota que colmó la paciencia campesina. El prefecto, en su pretensión de restablecer la Corte Superior de Justicia de Ancash, cerrada desde fines de la guerra, no tuvo mejor idea que imponer el pago de la Contribución Personal a los campesinos. El monto fijado era de dos soles de plata.

La gente en esos días ya no conocía las monedas. A raíz de la guerra se había impuesto el papel moneda; pero también, éste se había desvalorizado. Se cambiaba un sol de plata, por veinte soles en billete. Precaviendo una caída en el precio, el Prefecto ordenó se paguen treinta soles en billete si no se conseguían los dos soles de plata.

Imaginémonos la reacción de la población campesina, que apenas ganaba jornales de cinco reales, y tenía que reunir treinta soles en un plazo mínimo, Realmente la disposición de la autoridad era absurda. Los campesinos buscaron quien les haga un memorial solicitando el retiro de la disposición. El prefecto, en vez de buscar soluciones, se puso a buscar enemigos. A fines de febrero, hizo encarcelar a Atusparia, líder de los alcaldes campesinos y mandó azotarlo por “el zambo Vergara”, ayudante del Gobernador Collazos, para que denuncie al redactor del memorial. Al saber esto, los alcaldes fueron a reclamar a la prefectura, Noriega ordenó detenerlos y con enorme falta de tino, dispuso se les humille cortándoles las largas trenzas, símbolo andino de su autoridad. Era el día 1 de marzo.

c. EL DESARROLLO DE LOS ACONTECIMIENTOS

El 2 de marzo, al conocerse el ultraje a sus alcaldes, los campesinos de Unchus y Marián reaccionaron violentamente. Se dirigieron a la prefectura para reclamar pero fueron recibidos a tiros por los gendarmes y los soldados del Batallón “Artesanos de Huarás”. Luego de una dispersión inicial, se reagruparon en las alturas del puente de Auqui, hasta donde fueron perseguidos por los soldados. Allí se trabó una lucha de cinco horas, donde murieron cientos de campesinos. Esa noche, en Marián se reunieron los alcaldes de todos los caseríos que circundan la ciudad y planificaron las acciones del día siguiente. Angel Baylón sería el jefe del grupo que invadiría Huarás desde el este, sus órdenes eran tomar Pumacayán. Joaquín Guerrero, encabezaría a los campesinos de la Cordillera Negra y debía atacar desde “El Balcón de Judas”. Manuel Granados y Cossío Torres dirigirían a los que vendría de la zona norte y debían ingresar por Patay y el puente Quillcay. Juan Sánchez fue elegido jefe de los que deberían llegar desde el sur y posesionarse de la Plazuela de Belén.

El 3 de marzo de 1885, los campesinos de los caseríos de Huarás invadieron la ciudad a sangre y fuego, asesinaron a 180 gendarmes y soldados del Batallón “Artesanos” y se apoderaron de la ciudad. Si al día siguiente retornaban a sus estancias, el movimiento no hubiera pasado de ser una revuelta, un motín; pero decidieron quedarse y expandir el movimiento, darle un programa y levantar sus reivindicaciones; así se fue convirtiendo en una verdadera revolución.

El mando supremo, quedó en manos de Pedro Pablo Atusparia, Alcalde Pedáneo de los caseríos del Distrito de Independencia. Atusparia demostró rápidamente que tenía cualidades de líder. No dejó que la soberbia se le suba a la cabeza y planificó una alianza con los opositores al gobierno de Iglesias, mientras se contactaba con más dirigentes campesinos a lo largo y ancho del Callejón de Huaylas. Fruto de esa idea fue el nombramiento del abogado cacerista Manuel Mosquera como nuevo Prefecto el día 5 de marzo. Atusparia se reservó el título de “Delegado de la Prefectura”, pero la autoridad la imponía él.

El 15 de marzo cayó Carhuás, de allí surgió un bravo líder experto en lucha de guerrillas y el uso de explosivos, era el minero “Uchcu Pedro”. Llegada la Semana Santa, Atusparia hizo un alto a sus labores revolucionarias y dispuso que las celebraciones religiosas se realicen con normalidad, él mismo llevó el Palio del Santísimo en la procesión del Jueves Santo.

Los líderes campesinos ubicaron en Mancos su cuartel general con la idea de expandir la revolución hacia Yungay y Carás. El 29 de marzo, José Orobio, conocido como “El Kori blanco”, al mando de mil hombres inició el asedio a Yungay. Luego de tremendas escaramuzas, Yungay fue tomada el 4 de abril. En Yungay la Guardia Urbana dirigida por don Manuel Rosas Villón contaba con seis compañías y tenía las armas que durante la Guerra del Salitre, habían pertenecido al “Batallón Amazonas”. Es por ello que hubo que hacer una estratégica planificación para el ataque a Yungay.

Carás se rindió a los campesinos el día 6. Mucho influyó en este hecho la participación del presbítero Fidel Olivas Escudero, quien pudo convencer a los alzados a ingresar a la ciudad pacíficamente acompañando la procesión del Santísimo Sacramento.

Dueños los campesinos de todo el Callejón de Huaylas, se dedicaron a fortalecer al movimiento. Enviaron emisarios a otras provincias de la zona de Conchucos y avisaron del movimiento a los huanuqueños. Por otro lado, Atusparia dispuso la toma de las haciendas y el reparto de las tierras a los campesinos. Esta medida llenó de pánico a los “mishtis” que ante la posibilidad de perder sus propiedades, enviaron pedidos urgentes a la capital, exigiendo el inmediato envío de tropas para develar la revolución de los desposeídos.

Pese a la encarnizada defensa que los guerrilleros de “Uchcu Pedro” realizaron en los contrafuertes de la Cordillera Negra, derrotando hasta a dos ejércitos enviados desde Casma, por fin, un tercer ejército al mando del Coronel Callirgos, pudo romper las defensas campesinas y por la vía de Quillo llegó a Yungay.

Con la intempestiva llegada del ejército a Yungay el 20 de abril de 1885, la revolución campesina, entró en franco proceso de crisis, luego de casi dos meses de incesante avance.

“Uchcu Pedro” se encargó de organizar el desalojo del ejército. Atacó Yungay durante tres días desde el 25 de abril. Poco pudieron hacer sus fuerzas ante un ejército disciplinado que contaba con 700 soldados armados con la tecnología más moderna llegada al Perú luego de la guerra. Tenían además tres metralletas y un cañón. Así, con armas modernas, el ejército que nunca venció una batalla a los chilenos, se ensañó en Yungay masacrando a campesinos peruanos.

Las consecuencias de esta derrota fueron funestas para los intereses de la revolución campesina. En Yungay murió la flor y nata de las tropas campesinas, la tragedia fue tanto peor cuanto que hasta el propio líder del movimiento revolucionario, Pedro Pablo Atusparia, había sido herido de gravedad. De morir Atusparia en Yungay, su figura se hubiera alzado con inimaginables rasgos legendarios. Pero no murió y ese fue el inicio de su derrota personal.

El Coronel Joaquín Iraola que acompañaba a Callirgos, venía nombrado como Prefecto de Ancash. Él dispuso el inmediato ataque a la capital departamental. Olivas Escudero intercedió para que se realice una tregua con motivo de la fiesta del patrón de la ciudad. Iraola fingió aceptar, pero dispuso el ataque a la ciudad para el 3 de mayo, fiesta del Señor de La Soledad. De este modo, con traición, las huestes campesinas fueron sorprendidas, acribilladas y expulsadas de la ciudad.

Pese a haber tomado Huarás con relativa facilidad, el ejército tuvo que pasar dos grandes sustos antes de reducir completamente a los campesinos. El 7 de mayo fue atacado el cuartel general del ejército, que por esos días se ubicó en el Colegio “De La Libertad”, barrio de San Francisco. El 11 de mayo, “Uchcu Pedro”, el invencible Pedro Cochachin, atacó Huarás desde la Cordillera Negra, en lo que constituyó la batalla de Huarupampa, donde fallecieron más de mil aguerridos campesinos.

Atusparia, preso en casa del Inspector de Cárceles, Fabián Maguiña, había perdido totalmente el mando de la revolución. Se le perdonó la vida a ruego de influyentes pobladores que adujeron en su defensa, el haber sido un jefe mesurado y magnánimo, que evitó el saqueo a la propiedad privada. “Uchcu Pedro”, al mando de los pocos valientes que aún seguían bajo su liderazgo, se retiró hacia la Cordillera Negra para seguir hostigando al ejército con ataques esporádicos, en espera de la llegada de tropas del General Cáceres, quien nunca acudió a su llamado. Estas acciones las realizó hasta el mes de setiembre, cuando cayó en una emboscada en Quillo y fue fusilado en Casma. Pedro Celestino Cochachin, falleció el 29 de setiembre de 1885.

Otros héroes de esta revolución fueron: Ángel Baylón, José Orobio, el Curaca Tupish Huanca, Pedro Granados, entre muchos otros valientes campesinos y campesinas; y Luis Felipe Montestruque, el periodista que dirigió “El Sol de los Incas” vocero de la revolución.

d. CONSECUENCIAS Y PROYECCIONES DE LA REVOLUCIÓN

“La revolución de Atusparia es un hecho del tiempo largo, y dentro de ese criterio debe ser estudiado conforme al material documental acumulado en los últimos años... Hasta hoy, el error ha estado en el hecho de ser considerado como un acontecimiento del tiempo corto que, como dice Burdel, el acontecimiento es ‘explosivo’, tonante.[1]

Mucho se ha dicho de las consecuencias de la revolución campesina de 1885. Para algunos historiadores, no tuvo consecuencias valiosas. Se amparan en lo escrito por Mariátegui en la introducción a la novela de Ernesto Reyna ‘El Amauta Atusparia’: “Atusparia fracasó por falta de un programa y de armas”.

Hay quienes argumentan que el mayor baldón para la revolución fue el hecho de que se restableciera la tan repudiada contribución personal, apenas se develó el movimiento.

No ha faltado quien me pregunte ¿por qué profesor, sigue insistiendo en que fue una revolución cuando una revolución supone cambios profundos; mejor no sería llamarle insurrección, asonada, o motín?

No crean que no he sopesado la situación. He vuelto a consultar todos los textos escritos sobre el tema; el último incluso de Marcos Yauri[2], quien esboza la peregrina tesis de que Atusparia y “Uchcu Pedro” no se conocieron. Y cuanto más le doy vueltas al asunto, más me convenzo de que lo acontecido en 1855 fue una revolución.

Una revolución supone cambios profundos. Acá se prefiere llamar ‘revolución aprista del 32’ a la asonada de los apristas, que en realidad no ocasionó ningún tipo de cambio. Pero si analizamos bien lo sucedido en 1885, sí estamos frente a una revolución. Pruebas al canto.

Una verdadera revolución, produce cambios en las conciencias. Eso pasó en Ancash. Luego de la revolución, los “mishtis” del Callejón de Huaylas, cambiaron su actitud frente a los campesinos. Los trataban con temor, con cierto respeto. Ya los abusos no podían ser tan flagrantes. Había la sospecha de que en cualquier momento se podían volver a levantar. Soy testigo de que hasta antes del sismo del 70, en Huarás existía un sordo temor a los campesinos.

El campesino ancashino fue valorado a partir de 1885. Y él también se sintió diferente. Sabía de su fuerza, conocía del poder de su unidad y lucha. Es por ello que no permitió que los hacendados lo humillen como antes de la revolución.

Muy por el contrario, en el resto del Perú, los hacendados siguieron manteniendo una actitud prepotente sobre sus ‘tápacos’ y servidores. Había incluso quienes se hacían conducir en andas al visitar sus chacras; cometían todo tipo de abusos sin que por ello se les juzgue o condene. En la zona sur, el campesino se tenía que dirigir al hacendado mirándole a las botas, ¡pobre del que osaba mirarle a los ojos! Si no es por Velasco, en Ayacucho, Cusco y Puno, hasta el día de hoy se estaría manteniendo esta situación. Cosa que no existía en Ancash, especialmente en el Callejón de Huaylas. Y todo gracias a la revolución campesina de 1885.

Otro aspecto digno de análisis es que en Ancash, el campesino se hizo más político. “Los años que van entre 1885 y 1895 son abundantes en conatos de movimientos campesinos pre políticos, porque estuvieron encaminados exclusivamente a buscar medidas favorables a sus problemas, puesto que ya había desaparecido la posibilidad de llevar a cabo un movimiento de cambio de estructuras en la sociedad peruana, y en nuestro caso en Ancash”[3].

La sangre de sus mártires fructificó inmensamente. Tal es así que en 1895, el campesinado ancashino apoyó decididamente la causa de Nicolás de Piérola. Ya entrado el nuevo siglo, en 1925, los campesinos fueron el principal soporte de la asonada que condujeron en Huarás los anarquistas y simpatizantes del naciente comunismo.

A mediados del siglo XX, al crearse la Confederación Campesina del Perú, sus más grandes dirigentes han sido los líderes ancashinos Justiniano Minaya Sosa, legendario personaje que encabezó la lucha por la creación de la universidad y quien fuera emboscado en Quillo y asesinado en 1973 por orden de la dictadura militar, y Pablo Villanueva, asesinado también unos años después.

Al desmembrarse el Partido Comunista del Perú, el líder de la nueva facción “Bandera Roja”, en los años 60, fue un campesino de Cátac, Saturnino Paredes, el único que se atrevió a enfrentarse al todopoderoso Jorge del Prado, jefe de la facción pro soviética.

Pero quien heredó con más propiedad la sangre de Atusparia ha sido Macedonio Lirio León. Fundador de la Federación Agraria Departamental de Ancash “Atusparia Uchcu Pedro” y responsable de que el campesinado ancashino, se ponga a la vanguardia en el Perú, pues supo organizarlo políticamente para intervenir en las primeras elecciones regionales de 1990, con el nombre de “MIFADA”, llevando el símbolo del cóndor andino, y consiguiendo cinco escaños para los campesinos en la Asamblea Regional. Macedonio Lirio fue asesinado en 1992 por la dictadura cívico militar de Alberto Fujimori.

Durante el período de la lucha subversiva, cientos de campesinos fueron asesinados por reclamar mejores condiciones para el agro y la reivindicación del campo. La brutal represión del gobierno descabezó al movimiento campesino que en estos últimos años pugna por reconstituirse.

Veamos ahora las proyecciones de esta gran revolución. La Revolución Campesina de 1885 en Ancash es considerada por los estudiosos como una verdadera revolución precursora a nivel mundial. Es necesario aquilatar los aspectos en que la revolución campesina de 1885 contribuyó a elevar el nivel de conciencia en la lucha por las reivindicaciones de los oprimidos.

Esta revolución campesina, se realizó 25 años antes que en México se alzaran Pancho Villa y Emiliano Zapata, líderes de la afamada Revolución Campesina en México. Es incomprensible cómo en nuestros programas de estudio, acá en el Perú, se les obliga a nuestros alumnos aprender todos los detalles de la revolución mexicana de 1910 y se soslaya o no se dice nada de lo acontecido en Ancash en 1885.

Pero hay que dejar constancia de que en toda América, luego de las luchas por la independencia, la Revolución Campesina de 1885 en Ancash, ha sido la revolución precursora de los campesinos americanos.

La Revolución Campesina de 1885, inauguró una nueva forma de lucha al establecer el doble mando en la revolución, el mando político (Atusparia) y el mando militar (“Uchcu Pedro”), 32 años antes que en la revolución bolchevique hiciera lo propio su líder, Vladimir Ilich Ulianov, Lenin, en su lucha contra el zarismo.

Este aspecto poco valorado en la táctica revolucionaria, dio grandes resultados a la revolución de 1885 y ha sido copiado infinidad de veces por los revolucionarios de todo el mundo. No olvidemos que luego de Lenin, quien desarrolló esta táctica fue el líder chino Mao Tse Tung, y últimamente en el Perú, SL utilizó el doble mando entre sus filas.

Atusparia y “Uchcu Pedro” aplicaron una antigua tradición andina. La dualidad es un aspecto básico de nuestra cosmovisión andina. Las autoridades de los ayllus eran duales, hasta el Sapa Inca tenía su Incapa Rantín. De modo que simplemente aplicaron la costumbre andina a la nueva situación que se les presentaba.

Lamento mucho que algunos historiadores y novelistas, planteen las cosas tergiversando completamente esta situación. No podemos clasificar a nuestros dos grandes líderes encasillándolos en categorías que no corresponden, haciendo aparecer a uno como “radical” y al otro como “dubitativo”. Lo real ha sido que Atusparia, más versado en el campo de las ideas, por haber bebido de la inspiración de los liberales huarasinos, que se reunían en la casa de su padrino el tintorero Fabián Maguiña, se encargó de las decisiones políticas de la revolución. Él fue quien aceptó que Montestruque dirija el órgano de la revolución: el periódico “El Sol de los Incas”.

De otro lado, Pedro Celestino Cochachin, minero de profesión, ducho en el uso de la dinamita, Jefe de Milicias, es decir, de un grupo guerrillero, durante la guerra con Chile, tenía todo el derecho y las condiciones para ser el director del aspecto bélico de la revolución. “Uchcu Pedro” tiene todo el mérito en ese sentido y con su labor demostró que estaba capacitado para ejercer dicha responsabilidad.

Doble mando en la revolución. Así uno no interfería en la labor del otro. Un aporte realmente valioso y un ejemplo de unidad en la lucha que nos legaron estos grandes héroes, líderes eternos del campesinado peruano.



[1] REINA LOLI, Manuel. (1979) Op. Cit. Pág. 42.

[2] YAURI MONTERO, Marcos. (2005).

[3] REINA LOLI, Manuel. (1979) Op. Cit. Pág. 43.