domingo, 29 de noviembre de 2020

29 DE NOVIEMBRE - LA MORAL DEL PERÚ ETERNO - FOLIOS DE LA UTOPÍA: LAS PALABRAS QUE FUNDARON UN IMPERIO - POR DANILO SÁNCHEZ LIHÓN

 


 
 
Construcción y forja de la utopía andina

 
NOVIEMBRE, MES DE LA GESTA
DE TUPAC AMARU; LOS DERECHOS
DEL NIÑO; VIDA Y EJEMPLO DE
J.M. ARGUEDAS Y MANUEL SCORZA
 
CAPULÍ ES
PODER CHUCO


 
SANTIAGO DE CHUCO
CAPITAL DE LA POESÍA
Y LA CONCIENCIA SOCIAL


 
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BAJO EL ALERO DE UNA CASA

 
1. Intensos ojos negros
Al entrar de visita, acompañando a mi padre, en la casa solariega de patio empedrado, con corredores vetustos que lo circundan pilares esbeltos y aleros intrépidos a fin de contener las tempestades y granizos de marzo, vemos que cruza leve y misteriosa, entrando por una y otra puerta, la niña linda e hija primorosa de la casa.
Es una adolescente de rostro dulce que iluminan unos intensos ojos negros, siempre con un vestido que ha quedado pequeño en las dos o tres semanas en que ha crecido, dejando ver ahora unas pantorrillas límpidas y rollizas, sin que alcance el tiempo para ocultarlas bajando el borde de la falda.
La combinación del color de la falda con el color de la blusa, más una cinta que amarra a su cabello, hace una cometa o una estrella de colores luminosos en el cielo sea límpido o sea anubarrado de la tarde, detenida y extasiada por ella para siempre.
 
2. Ahora hablan tan bajito
– ¡Rosario! –Llama la mamá. Y es para leer el papel que mi papá le extiende, pues son colegas en el mismo centro educativo–. ¡Tráeme mis lentes!
Ella aparece, pero esta vez no con el moño hecho sino con una trenza adelante y con otra hacia atrás y con un misterio profundo en su rostro de viñeta de libro antiguo y con sus mejillas avergonzadas, tan enrojecidas que parece sangre.
– ¡Saluda hijita!
– Ya nos saludó, señora –dice mi padre, queriendo defenderla de cualquier resondro o llamada de atención que pudiera hacerle su mamá que quiere demostrar ante los demás que no se distrae de ningún detalle en la educación de su hija.
– ¡Ay, ahora hablan tan bajito las jovencitas que no se les escucha!
– ¡Y Rosario ya es toda una señorita! –confirma mi padre poniendo en su voz admiración, protección y ternura.
 
3. Su moño de niña
– ¡Así es! ¡Ahora crecen muy rápido estos muchachos!
– Así nos hacen ver que el tiempo vuela vertiginoso.
– Pero también su hijito ¡cuánto ha crecido, don Pascual!
Con Rosario hemos jugado juntos de niños. Pero me sorprende contemplarla ahora, con algo tan indescifrable en todo su ser.  Me emociona verla tan linda y me produce a la vez una inquietud enorme aquello de inexplicable que hay en ella, dentro de su candor y hermosura.
Y mientras nuestros padres conversan grabo para siempre la sombra lila de su presencia bajo los aleros de aquella casa solariega. Y, cruzando el ventanal, el ignoto significado de sus trenzas de adolescente, una apuntando hacia adelante y la otra cayendo hacia atrás, partida en dos su moño de niña rápidamente deshecho.
– ¿Qué es? –Me pregunto.
Antes creía que estas eran presencias reales. Ahora sé que es el alma de los corredores de las casas que siempre tienen estas figuras misteriosas. Corredores de las casas en las cuales siempre hay alguien que ha muerto y vive para siempre.
DANILO SÁNCHEZ LIHÓN

 
29 DE NOVIEMBRE
 
LA MORAL
DEL PERÚ
ETERNO
 
 
FOLIOS
DE LA
UTOPÍA


LAS PALABRAS
QUE FUNDARON
UN IMPERIO



Danilo Sánchez Lihón

1. Sereno
y dichoso
 
Wiracocha, creador de todas las cosas, hizo el universo donde reinaba la dicha, florecían las plantas y verdecían los bosques.
Susurraba el agua en los arroyos y correteaban alegres y jubilosos los animales por el campo.
También habitaba el hombre, pero aún de manera silvestre.
Un día Inti, el sol le habló así a su padre Wiracocha:
– Padre y señor mío, creador de todo lo creado y por crearse. Corazón bienhechor y magnánimo. Éste tu hijo te suplica que no es bueno que los seres humanos deambulen en la tierra montaraces, cual fieras abandonadas.
– Dime, ¿cuál es tu deseo?
– Permite que dos de mis hijos, en realidad lo mejor de mi progenie, vayan hasta ellos y eduquen aquellos destinos humanos en quienes alumbra la luz de la inteligencia.
 
2. Ha llegado
la hora
 
Wiracocha escuchó sereno y dichoso la voz de su hijo y así se expresó:
– Inti, el más amado de mis hijos, desde hoy te llamarás "el generoso e incomparable". Tus razones conmueven profundamente mi corazón. No en vano eres mi predilecto y el más brillante de los seres que he creado.
– Gracias, padre.
– Se cumplirán tus deseos. Que enrumben pues tus hijos a la tierra desolada para adoctrinar a los hombres en el bien, en el trabajo y en la sublime belleza.
Fue entonces el Sol hasta la isla sagrada que flota al centro del lago Titicaca, donde moraban purificados sus dos radiantes hijos.
Envuelto en llamaradas de luz, rayos y arcoíris, y tomándolos suavemente de las manos, les habló de este modo:
– Hijos míos: ha llegado la hora que emprendan la misión para la cual están destinados.
 
3. Ser amables
y diligentes
 
– Dinos, padre amado, lo que debemos hacer y estaremos listos a emprender la misión que tú nos señales. –Respondieron ambos.
– Irán y reunirán a los hombres dispersos. Despertarán su conciencia adormilada. Y les enseñarán a vivir en comunidades y a ser útiles y dichosos en el trabajo. Y a admirar y emular todo lo que hay en el mundo de bueno y hermoso.
Manco Cápac y Mama Ocllo fueron y enseñaron a los seres a realizar todas las labores útiles para la vida y su sustento: a trasquilar animales y escarmenar su fibra. A hilar, tejer lana de vicuña, alpaca y algodón.
A confeccionar sus vestidos para sus hijos y demás miembros de la familia. A orientar a los muchachos a fortalecer su carácter. A ser amables y diligentes.
También les indicaron cómo debían aumentar los rebaños y pastorearlos en el campo, cómo adornar con flores e hilos de colores las cabezas de llamas, guanacos y allcos.
 
4. Forjaron
la grandeza
 
Ellos mismos, Manco Cápac y Mama Ocllo, hijos del sol, sembraron una chacra de maíz, otra de papa, otra de quinua y cañihua cuyas semillas repartieron entre la gente para que las cultiven.
Pero, sobre todo, enseñaron el valor de las palabras las mismas que debían estar dotadas de verdad, de belleza y sabiduría.
Porque son las palabras en donde se funda la construcción de todos los bienes materiales y, sobre todo, la felicidad entre todos los hombres.
Aquellas palabras que forjaron la grandeza del Imperio Incaico, en donde no hubo un solo hombre que se quedara un día de hambre, ni una sola criatura desprotegida, ni una sola persona que durmiera en la calle o se sintiera abandonada.
Ni tampoco hubo una sola mujer que tuviera que vender su cuerpo para sostenerse en la vida.
Esas palabras fueron: Ama sua, ser honrado. Ama llulla, decir la verdad. Y Ama quella, que es ser laboriosos.
 
5. Ama sua,
ser honestos
 
Ama sua, que es respetar lo que es del otro, y lo que es un bien colectivo. Donde si algo no te pertenece no lo coges para ti; no es tuyo.
Respétalo, así sea que lo hayas encontrado en un espacio público, no por eso te pertenece, sino que tiene un dueño.
O, en todo caso, entrégalo donde aquel que lo ha perdido o extraviado momentáneamente pueda y deba encontrarlo.
Porque, si no has ganado algo con tu esfuerzo otro sí lo hizo. Y eso lo ha consagrado como pertenencia a él para compartirlo con los demás seres queridos.
Si depende de ti trata de devolverlo y la vida te premiará con su candor y su ternura. Así, no coger ni una aguja ni un botón que no sea tuyo.
Siendo honrados, siendo quienes cumplen lo que prometen, que no engañan a nadie, que aman de a verdad, si cumples este precepto te pertenece lo más grandioso, cual es poder abrazar a otra persona y sentirte de verdad hermano.
 
6. Ama llulla,
ser veraces
 
Ama llulla, que es ser hombres verdaderos y no encarnar mentiras. Es no fascinarse por algo que no es nuestro objetivo en la vida.
Es tener una razón de ser y un destino a cumplir, sin hacer daño jamás a nadie sino forjando el bien colectivo.
Porque cuando uno miente nubla el cielo y cuando dice la verdad lo aclara y lo despeja.
Cuando uno miente siembra una sombra en el alma, mancha el aire de la ventana que da a su corazón.
Cuando uno miente crea una nube negra que oscurece su cielo y este se torna turbio, oscuro y cerrado. Cuando uno dice la verdad mientras más difícil esta sea, crea un día radiante.
Nuestra cultura pone la inocencia, el candor y la transparencia como uso y costumbre, que canta en las nieves, en el rocío de las flores y en los arroyos cristalinos del campo, que todos son transparentes.
Por eso hemos de ser hombres que dicen y actúan con la verdad siempre. Ama llulla es también callar cuando se debe callar.
 
7. Ama quella,
ser laboriosos
 
Ama quella, que precisa que, si nuestras manos son puras, honradas y defienden la verdad, son fuertes, transparentes y seguras. Y entones pueden trabajar límpidamente.
Que si nuestra mente es clara, luminosa y matinal nuestras manos lo serán, y que al mismo tiempo la verdad de nuestras manos se trasmitirá hacia nuestra mente.
Nuestras manos son tus manos para construir juntos el bien colectivo. Que sean como son, laboriosas y arriesgadas.
Que cogen la tierra, los duros terrones, las rocas abruptas para erigir una casa verdadera, primorosa y promisoria.
Que cuidan las aguas de los ríos, las lagunas y los mares, sin contaminarlas preservando el aire puro que respiramos.
Que construyen los andenes nuevos donde broten mil variedades de flores para hacer la dicha humana sobre la faz de la tierra.
Y que entonces podrán escribir sin engaños porque son fervorosas, hechas para donar, consolar y acariciar.
 
Epílogo, con
tinyas y pífanos
 
Esta es la moral del Perú eterno. Estos preceptos hicieron la grandeza del Tahuantinsuyo.
En base a estas palabras se fundó la ciudad del Cuzco en donde se construyeron grandes palacios, acueductos y fuentes.
Una población laboriosa se sentía feliz de constituir una extensa y rica nación.
La sabiduría de sus leyes hizo la prosperidad moral y material de sus habitantes.
La clave de su grandeza fueron estos preceptos morales: Ama sua, ser honrados; Ama llulla, ser verdaderos, y Ama quella, ser laboriosos.
Por todo eso somos luz; somos Quispe. Porque Quispe es luz. Es “Somos luz”.
¿Qué clase de luz? Luz del ama, la luz humana, luz protectora, tierna y cálida.
Luz que hermana lo que es legítimo en la tierra. Sobre esas bases y con estas palabras, dichas en días de fiesta en las plazas y en los caminos, con tinyas y pífanos, se forjó el gran Imperio de los Incas.
 
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