Construcción y forja de la utopía andina
NOVIEMBRE, MES DE LA GESTADE TUPAC AMARU; LOS DERECHOSDEL NIÑO; VIDA Y PASIÓN DEJ.M. ARGUEDAS Y MANUEL SCORZACAPULÍ ESPODER CHUCO
SANTIAGO DE CHUCOCAPITAL DE LA POESÍAY LA CONCIENCIA SOCIAL
*****Aurorita,tus pupilas son carbónbrillo andino,son mezcla de la nochecon los ánimos del río.Lucerito,dos gorrionesson tus ojosde plumaje blanco y negroque en las faldas de tus cejashacen un redondo vuelo.Estrellita,luz morenaen tus párpados de Punogiran dos barquitos negroscon centellas de capullo.Huallatita,amor de lluvia,hervor de agua en la mañana,azabache fresco y dulceel imán de tu mirada.Vicuñita,lado a ladoy arribita en tus mejillascon leñita de luz negrados fogones incentivas.Nevadita,entusiasmadapestañitas de alpaca,tus ojitos son manjaresdel nocturno Titicaca.JUAN FLORES ARRASCUEJuan Flores Arrascue nació en Santa Cruz, Cajamarca, en 1955. Es maestro cesante, poeta, declamador y creador espontáneo de versos circunstanciales. El poema Lucerito de ojos negros es Primer Puesto del Concurso Regional de Poesía 2008, organizado por la Casa del Poeta, Filial Juliaca. Puno.*****28 DE NOVIEMBRE
DÍADE LAS PERSONASSIN HOGAR
FOLIOSDE LAUTOPÍABLANCASPALOMAS YMURCIÉLAGOS
Danilo Sánchez Lihón1. ¡Y sondulces!– ¡Quita! –Le dice su madrastra–. ¡Ésta es la comida de mis perros!La niña se agacha y sale corriendo. Desaparece entre las piedras del corral de ovejas. Y en un rincón se sienta a llorar su pena y su amargura.Su madrastra la odia. Quiere desaparecerla, hacerla morir de hambre, para que su esposo no se acuerde de lo linda y buena que era su madre, tal como había nacido la niña.– ¡La tengo que ver retorcerse de hambre! –Jura, en sus adentros.– ¡Fuera! –La bota cuando la ve acercarse a la cocina.Ella desaparece.Pero sabe encontrar muchas frutas y yerbas del campo, tallos y raíces que escogen las ovejas. Y que ella prueba para comerlas.Sí. ¡Y son dulces!2. Hiladatoda esta lanaPero hasta ahí la persigue la madrastra:– ¡Solo tragando andas! ¡Como los chanchos!Otras veces la empuja contra las piedras, diciéndole:– ¡Quitas la comida del campo a mis ovejas; tragona maldecida!Este día, cuando ella ha regresado con el ganado, ya es tarde.Como siempre, no le ha guardado comida.Entra al cuarto que comparte con los animales, pues había que guarecerlos a ellos del frío.Hasta allí entra la madrastra arrastrando unos fardos de lana bien apretada y puesta en varios bultos pesados, que al rasgarlos inundan gran parte de la pocilga, diciéndole:– Al amanecer tendrás hilada toda esta lana. ¡Si no lo haces te mataré a palos!3. ¿Por quélloras?Ahí mismo se pone a hilar la niña, pero de tanto apuro el hilo se le enreda, se le hace nudos y se le rompe.Pese a la rapidez que pone, a medianoche no ha avanzado sino una porción muy pequeña, de tanta lana que se alza en el centro del cuarto.El sueño la vence. Tan acongojada se siente que las lágrimas le brotan abundantes y resbalan copiosas por sus mejillas.En eso, como por encanto, se presenta una oveja blanca como la nieve, que le da unas coces suaves en su costado. Voltea la niña y le dice:– Tú anda juega por otro lado. ¡No te acerques a esta huerfanita desdichada!– ¡Pero entonces no llores! ¿Por qué lloras? –Le responde la oveja, parándose delante de ella.– ¡Mi madrastra me matará a palos si no entrego hilada toda esta lana en la madrugada!4. Finamentetrenzados– ¡No llores! –La consuela–. ¡Yo te ayudaré!Y empieza a comerse rápidamente la lana. Y por el huequito del ano le va saliendo bien hilada una linda madeja alba y refinada como la nieve.Y pronto acaban.– ¡Gracias ovejita! –Dice la niña, abrazándola fuertemente. Es tan tibio el cuerpecito del animal que se consuela, durmiendo plácidamente esa noche.Cuando ya despunta la madrugada, entra la madrastra llevando en la mano un palo de membrillo lleno de espinas para pegarla.– ¿Dónde está la lana que has debido hilar anoche? –Grita.Pero no tiene que esperar respuesta alguna, porque voltea los ojos maravillada de ver los ovillos finamente trenzados que están al frente suyo.5. Grandessuspiros– ¡Anda, saca el ganado y llévalo a pastar al campo! –Le dice, sin poder ocultar su rencor, y a la vez su asombro por la magnífica hebra de lana y la cantidad de ovillos que tiene delante de su mirada.Pero la madrastra no anda contenta. De todos modos, quiere hacerle daño a la niña. Espera a que otra vez ella llegue por la noche. Y entrando a la habitación que comparte con los animales, bota una batea de quinua entreverada con arena. Y le dice:– Para la madrugada la quiero escogida, limpia y bien pareja esta quinua en las bateas. Si no, ¡ya sabes que te mataré a palos!Rápido se pone a escoger la niña con sus manos, ya diestras en el trabajo.Pero a la medianoche no ha avanzado mucho. Y otra vez la aflicción la domina, hasta hacerla dar grandes suspiros, que, junto al cansancio, ya casi la vencen.6. Llenade espinasNuevamente la oveja se aparece dándole suaves golpes con su frente en sus rodillas, diciéndole:– Y ahora, ¿qué trabajo o castigo te han mandado hacer?– ¡Recoger la quinua y separarla de la arena! Y si no la entrego bien escogida mañana mi madrastra me matará a palos.Le dice entonces la oveja:– ¡Yo te ayudaré!Y soplando con sus narices va separando para un lado la quinua y para el otro la arena. Y la niña se apura en ir juntando el grano de comida y llenándolo a la batea.Al otro día entra la madrastra:– ¡Maldita! ¿Dónde está la quinua que tenías que recoger y limpiar para entregarme esta madrugada?Y la amenaza batiendo la vara llena de espinas.7. En un pedazode tejaY antes que la niña conteste ve la batea con la quinua reluciente, por lo amarilla, graneada y exuberante.– ¡Vete llevando el ganado al campo! –Le dice estupefacta y sorprendida por este portento.– ¡Tengo que matarla! ¡Tengo que matarla! Y tiene que ser pronto, antes que su padre se dé cuenta de las maravillas que hace esta chola, porque entonces la preferirá a ella, y a mí, ¿dónde ha de botarme?Así la madrastra anda imaginando una forma de deshacerse de ella.Este día la espera con varias latas de manteca de chancho que ha mezclado con linaza, diciéndose: ¡Esto qué va a poder hacer! Y la amenaza:– Para esta madrugada me separas la manteca de la linaza. Y cuidado con comerla..., ¡tragona!Aparte ha puesto, en un pedazo de teja, trozos de chicharrón untados con veneno.8. Nada extrañosucedePero la madrastra se devana preguntándose:– ¿Cómo hace este guiñapo humano para hilar tanta lana y para recoger y limpiar tanta quinua? ¡Y ahora, de repente me entrega separada la manteca de chancho de la linaza! ¿Qué hago? ¡Aquí tiene que haber algo raro!Esto piensa antes de levantarse a cada momento a espiar por el cerrojo de la puerta.– ¡Alguien entra a ayudarla, o tiene maleficio esta chola! –Se dice a sí misma.Pero nada extraño sucede ante sus ojos. La pequeña está afanándose en separar la manteca de la linaza.Hasta que ya casi vencida por el sueño, va por última vez a ojear lo que hace la niña.Y allí justamente descubre el secreto, al ver cómo la oveja, con una rapidez increíble, ¡la ayuda con la lengua a separar a un lado la manteca y a otro lado la linaza!9. Niñay ovejaCorriendo va la madrastra por un cuchillo y entra bruscamente, justo en el momento en que la oveja se distrae en ayudarla, y la coge fuertemente para degollarla.La niña da un grito y se abalanza a quitársela, logrando que la suelte.Corren a la puerta y detrás de ellos la malvada. Felizmente, la empujan y salen, echándose a correr por el campo.Detrás de ellas va la cruel madrastra.Todavía sonríe cuando ve que toman el camino que los lleva al barranco.– ¡No se escaparán, malditas! –Grita.Y ciertamente, llegando al filo de la pendiente, caen niña y la oveja hacia el vacío.Al borde se detiene la malvada para verlas estrellarse y quedar aplastadas en el abismo.10. En plena luzradiantePero, ¡cuál no será su sorpresa al ver que, en vez de ir cayendo hacia el fondo, se levantan a esa hora del alba dos palomas blancas, que van suspendiéndose como cogidas de las manos!Así nacieron las huachuas palomas que vuelan en este paraje de Santiago de Chuco, como dejándose caer y luego levantando su vuelo por los aires.Son la huerfanita y su compañera, la amorosa oveja blanca.La madrastra no pudo soportar tanto rencor que todavía siente. Y ella misma se arroja al barranco, donde sobrevuelan hacia el fondo con vuelo rasante y quejumbroso los murciélagos.En esos seres se convirtió la madrastra al chocar contra las rocas, sin salir y nunca alcanzar a volar por el inmenso cielo azul, ni en plena luz radiante de la mañana, como sí lo hacen las blancas y hermosas palomas blancas.*****Los textos anteriores pueden serreproducidos, publicados y difundidoscitando autor y fuentedsanchezlihon@aol.comdanilosanchezlihon@gmail.comObras de Danilo Sánchez Lihón las puede solicitar a:Editorial San Marcos: ventas@editorialsanmarcos.comEditorial Papel de Viento: papeldevientoeditores@hotmail.comEditorial Bruño, Perú: ventas@brunoeditorial.com.peEdiciones Capulí: capulivallejoysutierra@gmail.comEdiciones Altazor: edicionesaltazo@yahoo.es*****DIRECCIÓN EN FACEBOOKHACER CLIC AQUÍ:*****Teléfonos Capulí:393-5196 / 99773-9575capulivallejoysutierra@gmail.comSi no desea seguir recibiendo estos envíosle rogamos, por favor, hacérnoslo saber.