viernes, 3 de diciembre de 2021

MEMORIA CHIQUIANA: MI AMIGO ANACLETO - POR ARMANDO ALVARADO BALAREZO (NALO) - SALUDO DE CUMPLEAÑOS

Chiquián: "Nocturno cielo"


CHINGUIRITO CON ARPA Y AMISTAD

Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)
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No pude visitar Chiquián la Navidad de 1981. La aversión entre peruanos desplegaba sus tentáculos en las agrestes montañas. Por esa razón, recién dos días después viajé a la tierra de Luis Pardo para pasar un par de días en la tranquilidad del hogar paterno, había logrado un meteórico ascenso estando en Huaraz, y quise celebrar en familia.
 
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Arribé a medianoche con mucha hambre y, buscando un buen caldo de gallina llegué a Oropuquio, cuna del Sport Cahuide. A la distancia, pegadito a Chinapila, un huaynito saleroso dejaba oír sus dulces notas; me acerqué y quedé seducido al escuchar entre risas y voces aguardentosas la canción: En las faldas de Cochapata, composición del dilecto maestro chiquiano Juvenal Alejandro Yábar Alva, que inmortalizaron en los sesentas las alondras chiquianas Amina Rayo y Eva Alvarado.  
 
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Toqué la pequeña puerta verde de madera, me abrieron e ingresé bajando el lomo lo más que pude, siendo recibido con euforia por mi amigo Perico Rivera Ñato, en ese entonces residente del boulevard de Quihuillán; hoy, a perpetuidad del cementerio de Chiquián. Perico me invitó un vaso de aromático chinguirito que tomé sin respirar... ¡Upiacushun shay!.
 
 
En una esquina de la habitación las cuerdas de un arpa de aliso con patas de chacua se deshacen en trinos, mientras ocho asistentes, entre hombres y mujeres, aplanan el piso de tierra, exclamando: ¡En la repetición está el gusto y que dure la zapateada hasta que despunte el alba!. Junto a la puerta, sobre una repisa incolora, lucen sus siluetas de vidrio una docena de botellas vacías: de gaseosa, vermouth "Cinzano" y anís "Nájar". Debajo de un destartalado mostrador: tres manojos de colahuiru, escorzonera y huamanripa esperan desnudas su baño de sauna. Al costado una tetera sin tapa destila chinguirito, abrigado por las azulinas lenguas de fuego de un primus de bronce con canillas de alambre.
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Todos contentos y felices entre recuerdos de barquitos de maguey, zancos, shoguet, plancha quemada y nunatoros, tomamos varios cuartitos del abrigador chinguirito, néctar trepador que adormece el cerebelo haciéndonos ingresar a una vorágine donde la vida vale un "penco". Elixir con aroma celestial que doma a su antojo a los chupacañas más trejos.
Entre trago y trago vienen zapateadas desafiantes, con requiebres que nos hacen retornar de rato en rato el pantalón a la cintura; en tanto, las musas pañuelo en mano exprimen el sudor de sus frentes. Espectáculo aparte brindan las cuerdas del arpa, danzando juguetonas con los dedos de púcana de Anacleto “Pachapleto”, quien pasando de “LA” menor a “RE” mayor de un solo golpe, rompe fuegos con su endiablada punteada animando la batalla, donde los varones bailando como capitanes y las mujeres como pallas, esconden entre poncho y faldellín un empujoncito zalamero. “Ven mi amor, acá te espero como el arrullo de una torcaza”, grita emocionado un tinyaco maltón de Shulu a su afrodita de Lirioguencha, otro canta con voz anegada en llanto: “Quiero ser libre, por eso me voy de Chiquián”. Las botellas de chinguirito vienen y van sin parar. ¡El que la seca la llena!, exclama a todo pulmón un bolsillo roto de Cochapata. Otro le pide a "Fabián" no retener el expediente, y así van pasando las horas entre risas y leyes de “Quishula”, de la ballena, del tiburón y del ultu.
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A las 5 en punto de la madrugada un diablito de Umpay Cuta sin espuelas, pero con cuernos invisibles, sale a bailar rozando el cuntu de su ninfa de Agocalle que al sentir el cosquilleo gira media vuelta blanqueando los ojos. A estas horas ya se siente el efluvio a piel y trago apelmazando los bellos nasales, trayendo a mi memoria aquellos años juveniles de tertulias y chinguiritos al paso en la cantina de “Oso”.

A las cinco y media la aurora se pone de pie al llamado de la mañana, que el carioco del "Chino Benito" anuncia con un agudo kikiriquí, aflorando en mi mente los años idos y declamo con la boca cerrada y la mente abierta: “Huayno chiquiano, canto de poesía y melodía como no hay dos. Qué mortal no ha sido atraído por los imanes de tu pentagrama de embrujo; versos sensitivos de chumpac y capulí, que los bardos interpretan añorando viejas aventuras en las cantinas, techas de casa, cumpleaños, relimpios de canales, quitañaquis y en cuanto lugar late fogoso un corazón por las musas de trigo...”.
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A las 6 de la mañana el viento ondea el primer chubasco de diciembre, y se oyen pasos zigzagueantes de tres lechuceros en el charco, que en cortejo van al Baratillo a cortar el caldero con un reparador caldo de mondongo. En la cantina los herederos de "don Chinguirito" tienen los párpados violáceos, y los globos oculares ya no arrojan candela, sólo hilachas de legaña aflora en las pestañas.
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A las 6.30 el arpa sigue desgranando melodías intentado despertar a dos beodos que yacen tiesos en las frías bancas de aliso, tiritando cual mendigos que anhelan una limosna en pleno aguacero. Al fondo del cuarto un viejo candil de sebo languidece, parpadea unos segundos y apaga su último destello. Tras la ventana que da al patio, las gotas de lluvia resbalan como lágrimas negras por los cristales opacos.
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No más arremetidas, fintas ni quimbas, tampoco maniobras ni embestidas, menos punteos volcánicos que en el zapateo intentan saborear mollejitas al paso. Sólo se escucha el aguacero limpiando el musgo de los añosos tejados, y el gemido de un flagelado por el céfiro matinal que aun se mantiene en pie, pidiendo a la cascada de Putu un poco de agua para enfriar la garganta. De una casa con techo de paja sale humo plomizo de fogón, elevándose como vuelo de zorzal.
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Culminada la jarana, Anacleto envuelve su arpa con hule de mercachifle y chiligua en la cantina, y lo saca cargado como becerrito empanzado con las costillas al aire. En la calle desierta pone a su fiel amigo sobre su cabeza y se va a Yucyushtana bamboleándose como aguash en el lodazal, con sus llanques Goodyear. Desde la cumbre, el señero Capillapunta vigila Chiquián, que despierta con las primeras lluvias de diciembre para estrenar su poncho que reverdece después de 7 meses de sequía.
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Y va pasando el tiempo en nuestra hermosa tierra, imborrable recuerdo de aquellas jaranas de nuestros padres que muchos se empeñaron en conservar hasta los ochentas, y que desde hace unos años el Club Chiquián reedita en Lima, de vez en cuando, y a puerta cerrada. Sin embargo, subrayo, que aquel espíritu jaranero de nuestros años mozos con "guetu pelota" y cigarrillos "Inka"o "Nacional" llenando de vaho "Espejito del cielo", ya está casi olvidado, pues ahora solamente existen pocilgas con hipos de cantina donde nadie se divierte sino se alcoholiza hasta ponerse morado. Ya ni siquiera a la actual taberna de "Penco", puede llamársele “bar-fénix” intentado resurgirla de sus cenizas.
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Por eso, así como hay seres humanos en desgracia, también existen barrios con mortaja franciscana, como el que los modernos paisanos han bautizado como “Paramonga”, donde el “racumín” consume día y noche: trillones de neuronas de muchos jóvenes que se pierden tras los tragos baratos, desde Quihuillán hasta Umpay.
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Tal vez, dentro de 3 o 4 décadas, algunos sobrevivan al raudo caminar del tiempo, lejos de nuestra amada tierra, y recuerden por última vez, aquellos años venturosos de la jarana chiquiana; pero para ese entonces quizá ya no estén los que narren a los paisanos por venir, cómo eran esas telúricas reuniones de amistad, pues más tarde que nunca faltarán ojos para llorar y aliento para suspirar, y la voz enmudecerá para siempre, como ha ocurrido con generaciones enteras. 
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De ahí el interés que subyace entre líneas de este breve relato, que busca conservarse en el corazón generoso de los chiquianos de cebada y jora, como un recuerdo grato de la época de oro del "Chinguirito con arpa y amistad", con la esperanza de que recobre su verdadero sentido en un futuro no muy lejano...
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Voces nativas:

Aguash: Ave de laguna

Carioco: Gallo sin plumas en el cuello

Colahuiru, escorzonera y huamanripa: Hierbas aromáticas

Cuntu: Recipiente de arcilla
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Chacua: Perdiz

Chinguirito: Trago calientito, con hierbas aromáticas

Chumpac: Miel de tinyaco (familia de las abejas)
 
Chupacaña: Bebedor consuetudinario

Fabián: Personaje popular que habla y habla y no brinda
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Guetu pelota: Trago chiquiano
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Maltón: Joven

Nunatoro: Hombre disfrazado de toro

Pallas: Vírgenes del Sol, en el Incanato

Penco: Moneda de un sol
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Púcana: Atizador de fogón

Quishula: Personaje popular que bebe sin gastar

Quitañaqui: Ceremonia del primer corte de pelo de un niño

Racumín: Bebida alcohólica

Shoguet: Juguete que arroja agua

Tinyaco: Familia de la abeja

Ultu: Anfibio de rana
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Huaraz, 23 de diciembre de 1994
 
 
Fuente:,

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El presente relato es un pequeño homenaje a mi amigo Anacleto Durand Núñez, uno de los mejores arpistas de todos los tiempos. Él vino al mundo un día como hoy 3 de diciembre, en la incontrastable villa de Chiquián.
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Nalo

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