sábado, 13 de abril de 2019

INEVITABLE TOCAR EL CIELO CON CERVANTES Y VALLEJO - POR SAMUEL CAVERO GALIMIDI, PRESIDENTE DE AEADO


 
Inevitable tocar el cielo con Cervantes y Vallejo

Por: Samuel Cavero Galimidi

Quién lo creería, desde muchos lugares hemos venido con respeto y unción a enquijotarnos en Alcalá de Henares, Castilla, La Mancha, la tierra del genial e ilustre Miguel de Cervantes,  novelista, poeta y dramaturgo español . Mucha tinta se ha gastado para reseñar y ensalzar su gran personalidad, así la notable calidad de sus obras. Con una mirada hermenéutica o interpretativa traigo aquí otras frescas reflexiones pensando que negarnos la felicidad de leer es como negarnos a leer la Divina Comedia de Dante, ".  Esta sentencia de Borges bien puede aplicarse al ascetismo de quienes se niegan la felicidad de escuchar el Quijote.

La guerra moderna, la de los conflictos mundiales y de la guerra civil española, que ha ensangrentado la primera mitad de nuestro siglo XX, la que vivió además César Vallejo, podría traducirse dentro de los cánones literarios como una espantosa combinación entre el antiguo mito de la tierra desolada y la total impotencia del héroe.

Cervantes, recordemos, estudió con el humanista Juan López de Hoyos, en el «Estudio de Madrid». Tras una riña cuyos detalles no conocemos, fue desterrado y se marchó a Italia, donde sirvió a un cardenal. Sin volver a España, entró en la marina, y participó en la batalla de Lepanto, en la cual fue herido y una mano destrozada. Fue secuestrado y preso por corsarios musulmanes, y se quedó en el «baño» o prisión de Argel. (La palabra «baño» en este contexto no tiene nada que ver con agua o limpieza; es transcripción de una palabra turca que quiere decir «prisión».) Tuvo que esperar cinco años hasta que se reunieran los fondos para pagar su rescate.

Lepanto es un comienzo trágico y traumático de la vida madura de Cervantes, que con la experiencia de Argelia, complementa la experiencia de la herida. Teniendo presente el silencio de Cervantes, hay que notar que Cervantes la cruz de su trauma en silencio y lo traspasó deliberadamente a sus obras a manera de sublimación con la cual los sentimientos y experiencias físicas se canalizan. En el Quijote hay una conciencia especial del proceso de curación de las heridas, una sensibilidad del cuerpo ante el herir a otros o a ser herido.

Del mismo modo, en César Vallejo hay un dolor universal, un sufrimiento que se trasunta por muchos motivos, no solamente es la cárcel que vivió. El arte de César Vallejo señala el nacimiento de una nueva sensibilidad que se expresa a través de un arte nuevo, un arte rebelde apunta José Carlos Mariátegui. "Vallejo es el poeta de una estirpe, de una raza”.

Es además el dolor de los conflictos mundiales y de la guerra civil española, que ensangrentó la primera mitad del siglo XX, la que vivió además César Vallejo.

Por su parte, la vida que vivió Cervantes en Argel era ejemplo de las más grandes crueldades imaginables, torturas de todo tipo, el cercenamiento de orejas y de narices, donde los prisioneros eran golpeados y maltratados hasta la muerte. Los ahorcaban, los quemaban vivos; fueron enganchados sin que nadie interfiriera para controlar a los guardias, muchas veces borrachos, en defensa de los pobres presos. Sabemos que Miguel de Cervantes estuvo allí, gracias a una alusión de Haedo. El rey «retuvo solamente en casa de Miguel de Cervantes» (III, 163). Desde luego, además de su propia experiencia con la herida, Cervantes tuvo que ver muchas escenas de crueldad física. Cómo Cervantes se salvó de la muerte es un gran misterio cuando se considera que trató de escapar varias veces (sabemos que las cartas de recomendación que Cervantes llevaba fueron consideradas de importancia para el rescate, pero creo que esto no habría bastado para salvarle de la crueldad).

En palabras de Joseph V. Ricapito a quien cito, la herida que sufrió Cervantes significaba más que la pérdida de sangre. ¿Sería un castigo de Dios? ¿Sería una prueba de Dios? La herida era un símbolo con contornos semióticos más allá de un mero accidente.

Podríamos estar hablando de Cervantes y Vallejo, no solo novelistas y dramaturgos excepcionales, igualmente poetas. Los dos tenían que vivir para siempre con sus heridas, heridas que Cervantes y Vallejo esconden psicológicamente. Es la gran ocultación de sus vidas que se refleja en sus escritos. Para Cervantes, significaba una vida de trabajos y tribulaciones, la re-configuración de su conciencia creadora, culminando en la creación del Quijote. Para Vallejo igualmente de tribulaciones en Europa,  una honda catarsis en sus libros de poesía esencialmente, como en Los Heraldos Negros, Poemas Humanos, España, Aparta de mí este cáliz.

Se podría oponer que en los libros de caballerías contra los que Cervantes lucha hay mucha sangre derramada, pero, a diferencia de los autores de tales obras, conocemos la vida de Cervantes y las experiencias básicas que tuvo con sus heridas. Las aventuras de los Amadises, Belianises y otros caballeros andantes es literatura, el producto de la pura imaginación como lo son ciertas novelas de ciencia ficción; las experiencias de Cervantes que él transfiere a sus personajes y a sus aventuras son vitales; experiencias que el mismo Cervantes vivió dolorosamente y que encubre por lo dolorosas que le resultaron, como los es en Vallejo con el Tungsteno y Fabla Salvaje. Hay una gran diferencia entre la literatura y la vida.

Y todo ello facilitó a su razón, a su corazón y conciencia en Cervantes, una concepción humanista, progresista e internacionalista de la vida y permitió a su mente generosa y creativa, personalizar, recrear y difundir en sus obras literarias, un Humanismo Universalista que compartía con algunas personalidades renacentistas europeas como la extraordinaria de Erasmo de Rotterdam. Como expresa Jean Cannavagio, Cervantes tenía “habilidad, suficiencia y entendimiento para tratar del universo todo”.

Haciendo literatura comparada las propuestas humanistas de Cervantes y Vallejo van por el camino de la libertad, la justicia, la igualdad, la paz y la  fraternidad universal, que son las más completas condiciones del Humanismo Universalista, por lo que el Cervantismo, o el Quijotismo, y por tanto el Vallejismo con César Vallejo, es una realidad humanista, la búsqueda de una dignificación moral del arte, un instrumento literaria e ideológicamente convincente, para apoyar y tratar de alcanzar los mejores objetivos culturales, sociales y políticos de la Humanidad.

Cervantes incorpora la tradición oral en el nuevo medio de un libro impreso y distribuido masivamente.  Como señala Meregalli, «ya antes de la publicación de la Segunda Parte, Don Quijote era popularísimo. Apareció en un desfile de Valladolid en junio de 1605» (34). Las figuras de don Quijote y Sancho aparecen en un carnaval en Lima, en 1607 (Iffland, 35, nota 20). El mismo año 1607 -tan sólo dos años después de la publicación de la primera parte de El Quijote-, los habitantes coloniales mestizos y naturales, a iniciativa de Corregidor Pedro de Salamanca, realizaron un homenaje al nuevo Virrey Juan de Mendoza y Luna, Marqués de Montesclaros, escenificando la gran obra literaria de Miguel de Cervantes Saavedra, Don Quijote de la Mancha.  Esta actuación, realizada en la Plaza de Armas de Pausa, pueblito de Ayacucho, fue la primera en América y la segunda en el Mundo. La primera vez fue en Valladolid (España) en el año 1605, celebrando el nacimiento del Príncipe Don Felipe.

En Vallejo, curiosamente sucede lo mismo elevándose desde la conciencia mundial de los poetas y amantes de la poesía, esencialmente desde los estudiantes, escritores, educadores, artistas y grandes declamadores.

El público lector europeo acoge al Quijote con enorme entusiasmo, tanto es así, que don Quijote y Sancho pronto aparecen como figuras arquetípicas en actos populares, óperas, y por supuesto, libros impresos; es decir, se impone como mito, entendiendo como tal una narración central para una cultura hegemónica, un punto de referencia comunal, nacido del mismo inconsciente individual y proyectado en la conciencia comunitaria gracias a infinitas repeticiones. Lo que antes ocurría lentamente, ahora, gracias a la imprenta, pudo ocurrir con una jamás vista rapidez. La importancia de esa figura es atestiguada por su continuada vigencia. Pero don Quijote no sólo es un mito moderno por la rapidez de su difusión, sino por su sitio de nacimiento: en un extra-muros más ancho que La Mancha, donde estamos visitando, el lugar en las afueras del poder.

En don Quijote nos reconocemos todos, pues nuestras vidas también son el sitio de encuentro de una asediada conciencia epistemológica, y la rítmica formación del inconsciente personal y comunitario.

A lo largo del Quijote se encuentran diseminados antropónimos, topónimos, nombres de libros, versículos y hasta citas tomadas del Antiguo Testamento. ¿Y no pasa lo mismo con César Vallejo en su conmovedora poesía hoy universal, por las múltiples traducciones a muchos idiomas, donde hace constantes referencias bíblico-religiosas (estudiadas por Francisco Martínez García y otros vallejistas) y demuestra conocer bien del Antiguo Testamento? Asimismo, hallamos paralelismos y relaciones significativas menos explícitas, en otros niveles, como el lingüístico, el retórico y el conceptual. Hay incluso, como afirma J. Higgins, una corriente crítica que quiere ver en Vallejo un poeta místico-religioso. En Vallejo hay amor y rechazo de Dios. Como dice gran crítico literario Ricardo Gonzales Vigil: “Vallejo no es un poeta para especialistas ni para gente sofisticada”. Y Cervantes igualmente, es nuestro, de todos,  ¡y por eso estamos aquí!

El autor del Quijote hace uso del lenguaje común y de una lógica ingeniosa, pre racional, anti metafísica. Cervantes actualiza la poética del récit, no en una lengua personal ni tampoco en una intemporal, común a los narradores medievales, sino en una lengua inmediata y viva, cuya riqueza oral había llegado a su apogeo y, tal vez, había comenzado a declinar. Como es bien sabido, todavía en el siglo XVII las obras fabuladas eran compuestas para leerse en voz alta, esto es, para incorporarse a un universo vocal socialmente compartido e históricamente acotado, el que, por sernos ajeno, solemos atribuir al poeta y no a la lengua. Si, como muestra Moner, el Quijote responde a la poética del récit, lo hace a través de la poética de la voz social de los siglos XVI y XVII, sin la cual la voz de Cervantes y sus acentos se hacen más difíciles de escuchar ¿Y esto no lo acercó a la gran poética vallejiana, la de los versos de Vallejo recitados en grandes públicos hoy?

La empresa de Cervantes se basa en un conocido mito que trata también — de manera más burlesca — en el Viaje del Parnaso, cuando Apolo siembra de sal el campo de batalla para que de la sangre que han vertido los malos poetas no nazcan poetastros — como se nos cuenta, en el viaje de los Argonautas. Y Cervantes conocía bien el Viaje del Parnaso como lo conocía Vallejo. Sin salir de la poesía, fácilmente comprobamos cómo Cervantes lleva a cabo en el Viaje del Parnaso una auténtica taracea de imágenes.

Es la misma crítica que realiza constantemente Cervantes a los poetas, a los malos poetas, a lo largo de todo el Viaje del Parnaso: «Son símbolo de los que parece que están contemplando en cosas altas y sublimes, y andan a caza de sus intereses».

Hay la creencia, secularmente admitida, salvo contadas excepciones, de que Cervantes carecía de calidad de poeta.  ¡Y no! Cervantes conoce muy bien las técnicas, los códigos y convenciones lingüístico-literarias de la tradición vigentes en su tiempo (por ejemplo, clasicismo, petrarquismo, manierismo, gongorismo); troquela con primor sus versos de acuerdo con los modelos imitados (géneros, cánones, imágenes, recursos lingüístico-discursivos, ...); utiliza todos los procedimientos artísticos heredados agotando al máximo sus posibilidades expresivas; ... Cervantes es, por todo ello, un poeta muy artificioso, al que cabría situar junto a los genios venerados: Lope, Quevedo, Góngora, Calderón, de la Edad de Oro.

Y si halamos del Quijote, esta novela no es solamente la historia de un hidalgo, sino la representación de la vida. Cervantes no sólo crea un personaje, sino una historia simple y compleja a la vez, una historia que refleja la naturaleza y la vida humanas en toda su variedad y complejidad. Las primeras palabras del «Prólogo» son aclaratorias en cuanto a las intenciones de Cervantes: «Desocupado lector: Sin juramento, me podrás creer que quisiera que este libro, como hijo del entendimiento, fuera el más hermoso, el más gallardo y más discreto que pudiera imaginarse».

Esta novela no es sólo la historia de un caballero, ni siquiera la historia de dos hombres, don Quijote y Sancho, y su entorno inmediato, sino la historia de lo que comúnmente llamamos Vida. Sin embargo, Cervantes no escribe un tratado de filosofía; él crea una gran obra de arte, la mayor obra literaria. ¿Dónde se pueden trazar los límites entre la vida real y la ficción literaria? ¿Cuál es el argumento central del Quijote? ¿Es el idealismo frente al realismo o al materialismo? ¿Es la locura frente a la cordura? ¿Es la dualidad inherente en la naturaleza humana? ¿No es acaso la historia de dos hombres enfrentados con la vida, y la historia de la Vida en sí el argumento central de esta novela? ¿No contribuyen los episodios y los personajes aparentemente extraños a don Quijote y Sancho a la construcción y al desarrollo de estos dos personajes? Don Quijote y Sancho no se mueven en un mundo ficticio, sino en un mundo real donde ocurren cosas que tienen o no tienen que ver con ellos. Cervantes quiere describir el mundo y lo que ocurre en él.

Es difícil creer que la bondad se aprenda, que este hombre la haya aprendido de sus libros. Creo más bien que en su alma había un germen, una predisposición, y que los libros de caballerías fueron una especie de abono. En la quema de los libros de don Quijote, el ama sugiere que es conveniente quemar también los libros de poesía, ya que con su lectura el hidalgo correría el riesgo de querer hacerse poeta. Seguramente un poeta de la bondad, si no tanto un buen poeta. Para alcanzar su fama e inmortalidad don Quijote ha elegido ser caballero andante y «enderezar el mundo», y aquel germen de bondad, aquella bondad «pasiva» necesita ponerse en acción. Tenemos así dos necesidades: una es la de alcanzar fama y eterno nombre, y la otra es la de hacer el bien. Las dos desembocan en una profesión, la de la caballería andante.

Para alcanzar su fama e inmortalidad don Quijote ha elegido ser caballero andante y «enderezar el mundo». Y muchos de nosotros, por eso estamos aquí, con ese mismo sueño de de perpetuarnos a través de la palabra, como César Vallejo, como Cervantes igualmente aventurero, hemos elegido ser poetas. ¡Aunque a veces digo, Vallejo nunca eligió ser poeta ni aventurero! ¡Eligio ser escritor, como Cervantes! Eso somos todos nosotros.

Para concluir diría entonces que El Quijote es representación de la vida, ya que en la novela Cervantes «derrama» vida, y es obra poética, en cuanto que don Quijote, como los poetas, vive creando su largo poemario, y crea para vivir; para sobrevivir. ¡Y las vidas de Cervantes y de Vallejo son paradigmáticas, ejemplares, mirándola por donde se la mire, son en realidad una gran novela, y un hermoso poema! ¡El poema y la novela que nuestras vidas quisieran vivir!