domingo, 4 de noviembre de 2018

4 DE NOVIEMBRE: NACE CIRO ALEGRÍA - FOLIOS DE LA UTOPÍA: GRAN CORDILLERA CIRO ALEGRÍA - POR DANILO SÁNCHEZ LIHÓN


 

Construcción y forja de la utopía andina
 
 
NOVIEMBRE, MES DE LA GESTA
DE TUPAC AMARU; LOS DERECHOS
DEL NIÑO; VIDA Y EJEMPLO DE
J.M. ARGUEDAS Y MANUEL SCORZA
 
CAPULÍ ES
PODER CHUCO


 
SANTIAGO DE CHUCO
CAPITAL DE LA POESÍA
Y LA CONCIENCIA SOCIAL


 
*****
PARA SALVARNOS
1.
 
Para
salvarnos bastaría que
entre
tantas voces, una sola
voz sea
clara y serena. Y entre
tantas
e infinitas desgracias
bastaría
con una sola victoria.
                    
2.
 
Entre
tantas e innumerables
denuncias,
bastaría con una sola
y sincera
defensa. Entre tanto
equívoco,
con un solo acierto. Y
entre
tanto descalabro que
en algo
se acierte y en verdad
sea
eso lo que se comente
y celebre.
 
3.
 
Entre
tantas sombras que
oscurecen
el camino precisamos
de una sola
luz que permanezca
y fulgure.
Entre tantas estrellas
que yerran
bastaría una sola que
sea
incólume, verdadera y
que
renazca cada día para
todos
iluminando el sendero.
DANILO
SÁNCHEZ LIHÓN


 *****
 
4 DE NOVIEMBRE
 
NACE
CIRO
ALEGRÍA


FOLIOS
DE LA
UTOPÍA


 
GRAN
CORDILLERA
CIRO ALEGRÍA


 Danilo Sánchez Lihón
 
 
1. Nombres
que protegen
 
Así como a nuestro océano es cabal y estricto proclamarlo: ¡El Mar de Grau! O a Francisco Bolognesi: ¡El Titán del Morro!, Porque estos son nombres que nos abarcan e incluyen, nos protegen y cobijan, ¿Qué más justo, noble y exacto que llamarle Ciro Alegría a nuestra Cordillera de los Andes del Perú?
Porque quienes leemos sus novelas nos quedamos con la sensación en el alma, la convicción en el pulso y latido de nuestra sangre, como en la plenitud y verdad absoluta de nuestra conciencia, de que nadie como él ha graficado antes ni después, y nos identifica tan hondo y tan alto con la portentosa cordillera de los Andes del Perú.
Serranía hecha de moles colosales y roquedales abruptos, pero a la vez de quebradas idílicas, amables colinas y primorosas aldeas. Porque, además, César Vallejo quien fue su alumno estaría de acuerdo con esa denominación. Y también lo celebraría complacido José María Arguedas. Y el amauta José Carlos Mariátegui lo encontraría preciso, justo e intachable.
 
2. Porque
fundan y sostienen
 
¡Cordillera de los Andes Ciro Alegría! Ese es el homenaje a su grandeza, a su valor, a su heroísmo. ¡Y a sus sufrimientos! Porque sufrió mucho. ¡Y a su vez edificó tanto!
¿Cómo qué, por ejemplo? ¡El alma del Perú, jóvenes! Es esa cordillera majestuosa, absoluta y plena de misterio la que corresponde a su nombre, y su nombre a ella.
Es esa cordillera hecha de coraje, de luz y de ancha y absoluta nobleza, la que se presenta como haz y reflejo del alma poderosa de Ciro Alegría.
Es esa cadena de cumbres nevadas, hecha de estupor y de arrojo, de lágrimas como también de fusiles, lo más cercano a su estremecido corazón.
Porque nombres como el de la comunidad de Rumi corresponden a lo que es el Perú esencial, entrañable y magnánimo. Porque nombres como el de Rosendo Maqui y Benito Castro deberían ser puestos a los picachos más altos de nuestra geografía cósmica.
Porque Ciro Alegría como César Vallejo, José María Arguedas como José Carlos Mariátegui, José Antonio Encinas como Julio C. Tello, son los hombres que fundan y sostienen las bases del Perú eterno.
 
3. Duro
castigo
 
Nació Ciro Alegría Bazán el 4 de noviembre del año 1909 en la hacienda Quilca del distrito de Sartibamba, perteneciente a la provincia de Huamachuco, en la sierra del departamento de La Libertad, al norte del mítico Perú, en el Chinchaysuyo imperial. Vino a la luz en un lugar confinado, bordeando el estruendoso río Marañón, en donde la serranía recibe aún como anuncio el influjo pavoroso, sugestivo y abismal de una región incandescente, la Amazonía.
Hay una razón violenta por la cual nació en aquel confín arisco, indomable y ya salvaje. Nació allí, en la hacienda Quica, a partir de la cual todo es más allá selva intrincada, breña y cadalso, y fue porque su padre vivía en ese lugar en condición de reo y prisionero de su propio progenitor, y pronto abuelo del hijo por nacer.
A vivir en ese lugar lo condenó el autor de sus días y dueño de la hacienda, por haber acumulado cinco delitos inconcebibles y desalmados a ojos de su propio progenitor, quien lo sancionó a vivir y permanecer allí en calidad de arrestado; crímenes que mirados desde otra perspectiva son hechos hasta legendarios y por los cuales se le infligió aquel duro castigo de recluirlo en ese exilio. Pero la mujer humilde que lo amaba, y madre después de Ciro Alegría, nunca abandonó a aquel loco de fábula.
 
4. Esto colmó
el vaso de agua
 
Esas cinco infracciones monstruosas que el padre de Ciro cometiera y que su progenitor y después abuelo de Ciro Alegría nunca perdonó, fueron:
1. Casarse con una indígena, que era la hija del mayordomo de la hacienda, es decir una empleada.
2. Repartir entre los campesinos los terrenos de la heredad familiar.
3. Suscribir las ideas socialistas de aquella época, que para su padre eran una aberración y monstruosidad.
4. Alojar y no entregar a la justicia cruenta de su padre a los indios levantiscos de su hacienda.
5. Proteger a todo perseguido político que alentara ideales sociales y que tirara por esos rumbos, huyendo de los esbirros de las dictaduras de turno que han gobernado y asolado sucesivamente en el Perú.
Todo esto colmó el vaso de agua y la paciencia de don Teodoro Alegría Moreno quien capturó a su hijo Eliseo Alegría Linch, lo acusó de loco y lo recluyó en la Hacienda Quilca en Sartibamba, donde del vientre de una mujer indígena nació Ciro Alegría Bazán, el autor proverbial de una saga de novelas épicas que conmovieron siempre la conciencia y la sensibilidad del país.
 
5. Vio la luz
aquel día
 
Allí nació aquel chiquillo que al correr de los años sería el novelista que asombraría al mundo al ganar el premio Farrar and Rinehart de Nueva York, el más codiciado de la literatura de esa época y de esta parte del mundo, cuya selección se hacía por etapas primero en cada país, y sobre el cual había una tenaz expectativa continental.
Quien vivió su primera infancia compartiendo la vida con indios dedicados a las faenas de la agricultura y a la proeza suicida de cruzar en frágiles balsas a viajeros y comerciantes las aguas embravecidas y arremolinadas del río Marañón. Ganó aquel infante cuya madre cuando lo dio a luz estuvo a punto de morir y se salvó de milagro. Y eso, ¿por qué? Tenía la criatura que vio la luz aquel día una cabeza muy grande en relación a su cuerpo magro y endeble. Nació deforme.
“Su cabeza era desproporcionadamente grande, como la de un niño de tres años y el cuerpecito pequeño y débil”. Como de un gluper.
Esto lo consigna Dora Varona en su prolijo trabajo: “Trayectoria Cronológica de Ciro Alegría”; basada para este punto en una entrevista que se le hiciera al Sr. Constante Bazán, tío de Ciro Alegría, realizada en Trujillo en septiembre del año 1971.
 
6. Se cansó
de llorar
 
Pero, además, aquel niño no habló nada hasta cerca de los cuatro años de edad. No pronunció voz, y ni siquiera murmullo o carraspeo. Nada de nada. Ni lo intentaba. Todo en él era silencio. Ni siquiera acometió hacer balbuceos, burbujas, barboteos. Ni pretendió siquiera hacer movimientos con los labios. Nació hierático y entristecido.
Ni menos farfulló, abucheó o ronroneó como hacen los niños a edad muy temprana. Sus padres no tenían de qué enorgullecerse y más bien acallaban a un corazón destrozado. Este niño no intentaba nada con el idioma. No se aprestaba ni emprendía hacer los juegos verbales que los niños espontáneamente realizan, profiriendo en interminables: tatatatás. mamamamás, papapapás, abusabús. Nada.
No hacía ningún sonido con la boca, ni siquiera un lamento, o un quejido. Su silencio era solemne. Tampoco abría la boca, si no era para comer. Y después la mantenía cerrada, con frecuencia rígida y a veces con un rictus de dolor, como si en él hubiera algo sellado, secreto y enigmático. Le palpaban el cuerpo, lo examinaban, por delante, por atrás, por arriba, por abajo. Nada. Le daban vueltas en la cama. No, no había dolencia alguna ubicable en el cuerpo sino al parecer en el alma.
 
7. Tenía
dos años
 
Su madre se cansó de llorar y aceptó resignada, infeliz y dolida de que su hijo era mudo. Se sentía desgraciada. Pero, es más, cumplidos como tenía los dos años el niño nunca había reído. Permanecía serio y adusto, hierático y grave. Frecuentemente cruzaban su rostro ráfagas de una tristeza profunda, avasalladora y cósmica.
“Toda la familia vive extrañada, porque el niño no sonríe ni articula sonido”.
Anotó su padre. Así andaban las cosas hasta una ocasión inesperada en que la familia íntegra asistió a una fiesta de trilla, llevando al niño consigo.
Fue en aquella oportunidad, en pleno campo, bajo el sol radiante, en una parva de trigo, al venteo de las espigas y del grano que vuela al viento, cuando...
Ante la espiga que se desflora, fue que se escuchó una risa clara y contundente, como el de una campanilla o más bien de una cascada del agua más pura y diáfana en las rocas más adustas de una montaña.
El niño recién allí rio, cuando tenía dos años cumplidos.
 
8. El niño
ha reído
 
Su madre corrió y lo abrazó llorando. Los ahogos sacudían su espalda y el pecho en donde se entremezclaba la pena por lo sufrido, y la alegría que producía comprobar que, a su hijo, al menos, aunque no hablara, no le estaba vedado el goce sencillo de reír de vez en cuando. O, mejor dicho, siquiera una vez en esta desdichada e indescifrable vida.
Lloraba de saber que no le estaba prohibida la gracia tan humana modesta y grandiosa a la vez, de sonreír por cualquier cosa, como se le dispensa con justicia o injusticia a cualquier otro ser humano. Lloró porque no le estaba anulado a su hijo estallar en risa por cualquier cosa, no importara que ella sea la trilla que ventea el grano pródigo de las sementeras, arrojando las gavillas al viento, con gritos de júbilo y cantares de la gente sencilla.
Calmada la madre, la fiesta de la trilla de aquel día se convirtió en baile con banda de músicos que fueron a traerla enloquecidos por el prodigio que ocurre a cada momento pero que no nos damos cuenta; zapateo con faldas y ponchos al viento, con consumo de las botijas de chicha que se abrieron para festejar que el niño había reído.
 
9. ¿Qué
dijo?
 
Pasada la fiesta la tristeza de su familia siguió, aunque menos lacerante, porque el niño alguna vez en este mundo rio, pero la mudez siguió por un tiempo prolongado.
Aunque ya reía, no manifestaba ningún interés en hablar y seguía consumado e impertérrito en su actitud insonora y muda. Ni siquiera hacía algún intento por silabear ni emitir sonido alguno. Y su silencio era absoluto.
Fue a los cuatro años en que irrumpió en hablar. Y lo curioso es que lo hizo sin gangoseos, con pronunciación perfecta, como si quien hubiera tomado la palabra fuera un profesor en una clase. O un orador en una tribuna, presto a intervenir con cualquier pretexto.
¿Qué es lo que dijo aquella vez? Por supuesto que se sabe, porque esto quedó grabado y ha quedado guardado en el cofre de la tradición familiar y en los anales de la historia del lugar. Fue algo asombroso que dejara anonadada a toda la gente. ¿Qué dijo?
Dijo lo siguiente, de manera nítida y cristalina:
– Quiero tocar violín.
 
10. Su hablar
como su callar
 
Y lo dijo con corrección idiomática precisa y sin inseguridades, sin arrastrar una sola consonante ni empañar la limpidez de una sola vocal, como cabría esperar y suponer que lo haría de un mudo durante toda la vida.
Fue como si hubiera ensayado mentalmente y cada día su dicción, sin equivocaciones ni nerviosismo, respetando morfología, fonética y sintaxis.
Daba ganas de reír y llorar; de agradecer o indignarse. Porque recién se supo allí que todo lo había estado observando y oyendo; aquella observación y aquel oído abierto al lenguaje que resulta asombroso en sus novelas.
De allí también que en todos sus relatos haya narradores orales. Y hasta como compañeros en la vida cuotidiana o en sus viajes. Los baqueanos que vienen a acompañarlo por los caminos él los identifica y reconoce por su perfil como grandes narradores de cuentos en los cuales habita al fondo un silencio insobornable.
Eso fue en su niñez Ciro Alegría, la Gran Cordillera de los Andes y montañas tutelares de donde nos viene su hablar como también su callar y su silencio de siglos y milenios.
 
 
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