sábado, 18 de agosto de 2018

18 DE AGOSTO: UN DÍA COMO HOY - CÉSAR CALVO Y EL ADIÓS - POR DANILO SÁNCHEZ LIHÓN

 


CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA
Construcción y forja de la utopía andina
 
CAPULÍ ES
PODER CHUCO
 

SANTIAGO DE CHUCO
CAPITAL DE LA POESÍA
Y LA CONCIENCIA SOCIAL

 
*****
 
  18 DE AGOSTO
UN DÍA COMO HOY
 
 
CÉSAR
CALVO
Y EL ADIÓS
 
 
FOLIOS
DE LA
UTOPÍA
 

CLARÍN
POR UN
GUERRERO
 
 
Danilo Sánchez Lihón
 
 
1. En silencio
y a solas
 
Cuando murió César Calvo un día como hoy, 18 de agosto, en el Hospital Guillermo Almenara, también conocido como Hospital Obrero, sus amigos como un rito vistieron su cuerpo desnudo. Era una misa espontánea que ellos reconocieron como auténtica para un ser como lo fue él.
Tenía 60 años pero nunca dejó de ser un adolescente hermoso, lleno de genio que se aferraba a la vida con todas sus ansias. Cuando Maruja Valcárcel preguntó a la doctora de guardia esa noche que le dijera el estado de gravedad de César en una escala de 1 al 10, ella le contestó: “Once”, agregando: “Ya están afectados todos los sistemas”. Y sin embargo estaba lúcido.
Pronto vieron que el personal del hospital se movilizaba. Había muerto el ser más vital y fulgurante que alguna vez pasó por este planeta. Momentos antes Maruja le había dicho: “Voy a bendecirte, aunque no creas”. Abriendo sus enormes ojos, respondió, como sus últimas palabras: “Sí, creo”.
Germán Carnero donó su terno con el cual lo vistieron. Reynaldo Naranjo insistió en que también fuera con su bufanda. Igor, su hermano se abrazó a él. Maruja limpió su rostro, lo peinó y acomodó su corbata. Todo lo hicieron en silencio y a solas, creyendo todos en algo sagrado, como en una misa.
 
2. Sin cerrar
nunca nada
 
¿Ante quién rogar y, por último, ante quién exhalar el último aliento? Él nos dice:
Nada puede aprisionar el viento sino la libertad
Nada sino la libertad podría rodearnos ahora
y hacerte comprender que estuve solo
porque la intemperie no cabía en aquel cuarto
sórdido
que tú insistes en llamar país, doce millones
de rostros
pegados a los muros de un Orden repudiable
y desleído
Ayúdame a prescindir de esos fantasmas que amo
ayúdame a no golpear y golpear la puerta
como si ella tuviera la culpa
Ayúdame a ser la llave que abra sin cerrar
nunca nada
 
3. Esa hermana
compasiva
 
¡Ayúdame, ayúdame! Es la imploración de quien carga el peso del mundo. A la vez es el recuento de todo lo vivido que estalla en una despedida, donde está palpitante su preocupación por el destino del mundo, pero no como himno de combate o proclama de lucha, ni siquiera como perspectiva de triunfo ni mucho menos coronación de gloria por celebrar.
Acaso, ¿no es el amor, por mínimo que sea, síntesis de todos los amores? Y, no es necesariamente que sea el primer amor, o el amor más intenso, la suma de todos.
El más desapercibido es amor intenso, sublime y total que nos marca a fuego lento. Es el amor el que siempre nos asalta y siempre nos olvida moribundos en el campo de batalla.
Arrodillados ante el ser que se adora, por el cual se lucha y por el cual se sucumbe y por el cual entregamos la vida.
Y que ya no está aquí. Eso queremos decir, que se fue dejándonos heridos.
Entonces, ahora, ¿a quién invocar? ¿Cuál es la última apuesta en este juego de la vida y de la muerte? ¿Cuál es la última verdad y la última espada, más allá de todo?
 
4. Los días
pasan
 
Está el amor, no como posesión sino en la perspectiva del desposeimiento y la melancolía. Está el dolor vívido y sangrante del adiós, la inmolación; y rayente el amanecer:
Porque yo he recorrido las colinas de Francia
y he visto
en el estruendo verde, en la delicadeza desbocada
de junio
he visto un niño lejano y eternamente dormido bajo
un río de sangre
 
Y he cruzado el Pont Neuf con los ojos vueltos
al turbio origen del destello
.....
 
Los días pasan por tu rostro como una cicatriz
oscura
 
5. La sed
en tu cuello
 
Ayúdame a prescindir de esos fantasmas que amo
y que destruyo
y mis dedos te palpan con la voracidad de un ciego
            en la noche
Me había olvidado de la noche
Donde se siente el ritmo, no ya en el sentido inteligible de la frase sino en el golpe de los acentos en las paredes del alma, el terrible trance de la bifurcación de caminos que se mezclan y apartan. Y la separación de las aguas y de las almas que en algún momento se han querido. Y se abrazan. Y se palpan en la noche desolada:
Me había olvidado de algo tan simple y verdadero
como beber un vaso de agua, levantarme en la
            sombra
de los cuartos prestados, dejar correr el tiempo
todavía entre sueños y luego despertarme con la sed
en tu cuello
¿Te acuerdas de la sed en tu cuello? Hasta ahora hay alguien que la padece sin consuelo y sin remedio.
 
6. Yendo
y viniendo
 
Me había olvidado que la vida también está hecha de
todos estos ínfimos, esos heroicos acontecimientos
            que se cumplen a tientas
entre un cuerpo desnudo y otro cuerpo desnudo,
entre el cauce del río y el vaso de la boca
¿En qué abismo nos encontramos para habernos olvidado hasta de algo tan simple y verdadero como es beber un vaso de agua que aplaque la sed infinita de sentirnos eternos por un breve instante?
¿O de estos ínfimos acontecimientos que se cumplen a tientas?
¿En qué encrucijada tiembla? Quizá en aquel punto muerto, en donde a veces caemos, en donde la vida y la muerte ya no importan nada, trepados en el arco y la flecha de lo inútil, o en la ola de la peor amargura.
De pie en el trapecio que se mece. En el vacío de lo que va y viene. Yendo y viniendo. Mientras abajo el agua se hace espuma y brama el torrente:
 
7. Solidarios
y jubilosos
 
El legado de César Calvo a la poesía es el de vivir al descubierto, en pura transparencia, a cuerpo limpio.
Es vivir tocando los nervios más hondos del ser, la médula; pulsando las fibras más íntimas e intensas de las cuales estamos hechos.
Es vivir en vilo, a pulso, sin refugios, andamios ni ataduras. Sin fabricarnos acomodos, subterfugios n i máscaras. Es vivir sin cortapisas.
Es vivir fraternalmente, fieles a la vida y a lo que ella tiene de sacrosanto, el amor, la hermandad, la justicia.
Siendo generosos, sensibles al sufrimiento de los menos favorecidos. Absolutamente solidarios y jubilosos.
Es vivir con honestidad, valientemente, y con el corazón en la mano.
 
 
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