sábado, 12 de marzo de 2016

SU ÚLTIMA CHARLA A LA QUE ASISTÍ - POR ÁNGEL EDGARDO CHIRINOS LAVANDER

 
SU ÚLTIMA CHARLA A LA QUE ASISTÍ

Por: Ángel Edgardo Chirinos Lavander
 
Si en un escrito anterior mencioné, como un suceso muy penoso la pérdida de un buen amigo por su partida al cielo el sábado 6 de febrero último, ahora lo hago como rindiéndole un homenaje al amigo y al historiador brillante que deja con su partida, un vacío muy difícil de llenar. 

No sé por qué, es que recién me hallo motivado a tomar un lapicero y empezar a relatar sobre la conferencia magistral que dictara un gran amigo y excelente historiador del Perú y el Mundo; me refiero, al académico hombre de letras y profesor de varias universidades tanto peruanas como extranjeras, el doctor Teodoro Hampe Martínez. Hombre bastante culto y muy versado en las más variadas materias de un mundo del conocimiento globalizado, como es nuestro planeta Tierra.

Le conocí, harán unos dos a tres años atrás, cuando se conformó un comité ejecutivo organizador de un congreso mundial de una entidad internacional de poetas con algunos premios Nobel entre sus miembros; ambos fuimos convocados a ese comité, el que sería el responsable de que ese congreso se llevara a cabo exitosamente aquí en Lima -esta institución mundial de poetas (WAAC), realiza sus congresos cada año en diferentes capitales de los países que la integran- y trabajamos duro y seguido para ello, lo que permitió que surgiera entre nosotros una amistad que la cultivamos hasta hace poco, que la única que podía truncar era la muerte -en este caso, fue la suya-, aunque nuestra amistad espiritual seguirá por siempre.

El año pasado, más o menos a fines del mes de septiembre, la asociación de exalumnos a la que pertenezco -Asociación de Exalumnos Seminaristas Residentes en Lima (AES-Lima)- cumpliendo con lo estipulado en su estatuto y reglamento, decidió llevar a cabo -como en los años anteriores- la celebración del Primer Grito masivo de la Independencia del Perú; esto es, en lo que fuera la Intendencia de Trujillo que en ese entonces (1820), abarcaba prácticamente todo el norte del país. Y  cuya Acta, fue firmada en la capilla del histórico Colegio Seminario de San Carlos y San Marcelo, por prominentes personajes de esa región, estando entre ellos, el tribuno y Fundador de la República, don Faustino Sánchez Carrión, que era también exalumno seminarista.

Es así, que se requería sea un historiador el que dé la charla central para darle más prestancia y engalanamiento al acto, por lo que me comprometí a solicitar el apoyo de un amigo historiador con quien hablaría para tal efecto. Ese compromiso que asumí, sabía que lo iba a cumplir, porque tenía amistad con Teodoro Hampe, uno de los mejores exponentes de nuestra historia y sabía que él había sido galardonado en repetidas oportunidades por las autoridades de la ciudad, como por varias entidades académicas, colegios profesionales, gremiales y sociales locales de Trujillo, lo que hacía que él les tuviera mucha deferencia y estima, por lo que jamás se negaría a mi petición.

Y así ocurrió. Cuando le hablé al respecto, fijándole a la vez la fecha de tal compromiso -29 de Diciembre- aceptó con mucho agrado; pero, como tenía que referirse sobre la importancia que el Colegio Seminario de San Carlos y San Marcelo asumió en aquella ocasión, porque en su capilla se firmó el Acta que proclamó tal suceso, me solicitó le haga llegar algún texto o escrito sobre la historia veraz de mi colegio, hecho que con el actual Presidente de AES-Lima, lo hicimos para satisfacción de Teodoro, el hombre estudioso e investigador, que sólo traía al presente, el veraz pasado que podría servir para avivar el temple y henchir el corazón del presente.

Hubo algunas reuniones previas al día de su conferencia, las mismas en que se enriquecían los conceptos y las referencias sobre el tema. Hasta que llegó el día establecido para disertarla en el Instituto Porras Barrenechea de la Academia Diplomática del Perú, para lo que le invité a mi casa a almorzar en compañía de una gestora cultural extranjera y dirigirnos después de ello, los tres a que dicte su conferencia versada de esa gesta histórica y muy poco difundida en nuestro medio capitalino por haberse realizado -quizás- fuera de Lima.

Tuve el alto honor ese día, de ser el presentador del gran historiador y mejor amigo como lo fue Teodoro; caminando desde el último asiento en que me encontraba hasta el atril del podio aquel, fui diciendo con voz fuerte y segura, que mi padre espiritual -el Padre ‘Panchito’ Díaz de las Heras- siempre me decía: “Hijo, cuando tengas que decir una verdad, dila fuerte y claro para que todos la escuchen y la valoren”; pues, esa tarde, diría y leería también el enriquecido currículo veraz de un hombre que con su humildad, sagacidad y sapiencia, se hacía grande ante los ojos y oídos de quienes le escuchaban y miraban.

La conferencia que nos dio fue sencillamente maravillosa a la vez que muy amena, que mantuvo a los presentes, atentos ante cada palabra que emitían sus labios y su voz con inflexiones y sonoridades adecuadas a las mismas, que se convertían en estimulantes acordes, para quienes con el corazón henchido de orgullo, las escuchaban con sumo placer y agrado. Cada fonema emitido en esa conferencia, fue aquilatado en su justa medida; que bien podría decirse, que no hubo nada en exceso o que faltara. Fue en verdad, una charla apoteósica y quizás nunca escuchada por la brillantez en su ejecución.

Conocía ya de esa versatilidad y cualidad casi histriónica de Teodoro cuando daba sus conferencias, pero esa sobre el Día de la Proclamación de la Independencia de la Patria en la Intendencia de Trujillo y en la capilla de mi amado colegio Seminario -repito- fue grandiosa, como una premonición a lo que pasaría luego de algunos días más. 

De ahí que titulé esta breve nota como un homenaje al amigo y al historiador, rotulándola con: “SU ÚLTIMA CHARLA A LA QUE ASISTÍ”; ya que él decidió por un designio divino, hacer aquel ‘vuelo sin retorno’ -que acostumbramos a llamar así los FAP- hacia el empíreo cielo de los bienaventurados, posiblemente deleitando hoy a todos ellos, con sus palabras cargados de conocimientos y dulzura. ¡Teodoro, sigue cumpliendo tu misión en paz! ¡Que Dios te glorifique! ¡Mi buen amigo por siempre! ¡Vale!