sábado, 1 de marzo de 2014

LLUEVE EN LA SERRANÍA - FOLIOS DE LA UTOPÍA - EL MOLINO DE PENCAS - POR DANILO SÁNCHEZ LIHÓN

 
CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA
Construcción y forja de la utopía andina
 
  MARZO, MES DEL AGUA,
LA POESÍA Y EL NACIMIENTO
DE CÉSAR VALLEJO
“MARZO: Este mes
andan llenos los ríos y engañan a los hombres.
Parecen tranquilos pero la correntada va por dentro.
Se hace “chacmay” en la tierra virgen, abriendo
la tierra blanda, para sembrar hogaño.
Este mes comienzan a aumentar los ganados,
carneros del monte, guanacos, vicuñas.
Ya están maduras todas las sementeras.
Hay comida en todo el reino para pobres y ricos.”
Guamán Poma de Ayala
(Cronista indio del Perú)
 
*****
 
 
 LLUEVE
EN LA
SERRANÍA
 
FOLIOS
DE LA
UTOPÍA
 
 
EL MOLINO
DE
PENCAS
 
 
Danilo Sánchez LIhón
 
1. Febrero
loco
 
Es invierno, pero ha salido el sol en la serranía. Y los campos lucen verdecidos.
 
– Hijos, ¡vamos al río a lavar la ropa, aprovechando que ha salido el sol!
 
– ¿Y si con estas criaturas te coge la lluvia por el camino? –Se preocupa la abuela Sofía.
 
– Por eso tendremos que ir ahorita. ¡Rápido!, porque si no: ¿hasta cuándo tendremos la ropa mojada? Y, ¿acaso va a secar con estos aguaceros? En cambio ahí, con este solcito que ha salido y con el viento que allí sopla la traeremos por lo menos oreada.
 
– Eso es cierto. Pero que te acompañe el Manuel.
 
– ¡Entonces, vamos pues!
 
Son días que no se ha visto luz solar y ha llovido a cántaros. Pero hoy día está brillando el sol y los ánimos se avivan.
 
Por eso es bien cierto cuando los viejos dicen: 
 
Enero poco,
febrero loco
y marzo borracho.
 
– Tú carga a la bebé, mamá. Nosotros llevamos la ropa y el resto de cosas.
 
2. Las flores
estallan
 
– Y tú Manuel cuida que estos niños no resbalen ni entren al agua turbia.
 
Pensándolo bien, recién salimos al campo después de la Navidad en que subimos a las peñas a desprender “shayapes”. 
 
Por eso, notamos que el mundo ha cambiado y que la tierra es otra. 
 
Todo es un manto pleno de verdor. Hasta los mismos caminos son acequias por donde corre el agua cristalina. Y todo brota. 
 
Crecen plantas donde antes eran lajas, cascajo y senderos resecos. 
 
En los techos de tejas emergen esas plantas enhiestas que llamamos siemprevivas porque se prenden de cualquier grumo, terrón o guijarro donde florecen.
 
Pero ahora hasta a las paredes de adobe las bruñe y abrillanta el musgo que ha saltado de las piedras.
 
Las flores estallan por doquier, hasta en los abrojos, luciendo sus corolas y pétalos amarillos, rojos y azules. 
 
3. Una rueda
de luz
 
Y en cualquier lugar, un charco translúcido refleja el perfil de los cerros abruptos:
 
– Alcánzame a la bebita, tía. No te vayas a resbalar en esa poza. –Le dice Manuel.
 
Pero ya estamos al pie de la carretera, desde donde el camino hasta el río es de bajada. El peligro es perder el equilibrio deslizándose en la hierba humedecida y rodando en el barro hasta dar contra las piedras. 
 
A lo lejos, al fondo de la cañada ya se levanta tibia la neblina blanca.
 
– ¡Miren aquí, un molinito de pencas!
 
– ¡Qué bonito!
 
– Y ¿quién lo ha hecho, Manuel?
 
– Algún niño curioso. Que tiene buen gusto y pulso firme. Que sabe cortar la penca, tiene proporción e ingenio. 
 
– Mira, todo en él es perfecto.
 
El agua al hacerlo girar forma una rueda de luz. Un prisma que concentra los colores.
 
– Y mira aquí a un lado se forma el arco iris.
 
4. ¿Lo encontraremos
al volver?
 
Nos quedamos extasiados.
 
– Y ¿cómo se hace, Manuel?
 
– Como lo ves. Se corta la penca, por el centro. Tiene que ser entonces una planta tierna de las muchas que crecen por aquí por el suelo y están por todas partes.
 
– Para eso tendré que tener una cuchilla y bien afilada.
 
– Sí, para que todo salga parejo. Después del cogollo redondo se hacen los ejes. Puede ser uno o pueden ser varios. 
 
– En este caso tiene dos.
 
– Sí, pero yo he hecho hasta de cuatro, que se acoplan. 
 
– ¡De cuatro!
 
– Como ves en los ejes se hunden las aspas, hechas de hojas de penca que terminan en la espina que se incrustan en el tronco de la penca tierna que se ha cortado. ¿Lo ves?
 
– Casi no lo veo porque está girando.
 
5. No nos demoremos
más
 
– Voy a detener el molino ladeando la penca de donde cae el chorro de agua y así podamos mirarlo.
 
– Ahora sí lo veo. Pero, ¿es suave hundir las puntas en esos troncos?
 
– Ni muy suave que no resista, ni muy duro que sea difícil. En estas que se ponen y son varias cae el chorro de agua que hace girar el molino, que luego ya se ve como una rueda de luz cuando gira.
 
– Y, ¿cómo se los sostiene a la acequia?
 
– Tiene que hacerse en un terreno en pendiente. Ahí todo se lo sostiene a esos muros hechos de arcilla y piedra donde los ejes giran. Una hoja hace de canaleta que proyecta el chorro de agua hacia las aspas, que dan vueltas en torno el eje. El caudal de agua tiene que caer exacto, conducido desde una boca toma que se hace cerca. 
 
– Pero ya no nos demoremos más. Tu mamá nos está llamando.
 
6. Hecho
en el camino
 
– ¿Puedes hacerme un molino Manuel?
 
– ¡Claro!
 
– ¡Pero en la casa!
 
– Pero ahí no hay pendiente ni hay pencas.
 
– ¡Y si lo llevamos este!
 
– No. No podemos hacer eso.
 
– Porque, ¿a quién pertenece?
 
– A nadie.
 
– Entonces?
 
– Si no pertenece a nadie entonces pertenece a todos y es más sagrada su propiedad.
 
– ¿Aquí se queda?
 
– Sí.
 
– ¿Y quién lo cuida?
 
– Todos porque es propiedad de todos. Está hecho en el camino. En todo caso son sus dueños el cielo, al agua, y la tierra.
 
7. El prodigio
en el camino
 
– ¿Y lo encontraremos al volver?
 
– ¡Claro! 
 
Ya de vuelta otra vez lo miramos.
 
– Mira aquí está otra vez.
 
– Podemos llevarlo e instalarlo en el patio de la casa.
 
– No. Este es su lugar. Quien lo hizo lo ha dejado aquí. A nosotros no nos pertenece. ¿Cómo llevar algo que nadie nos lo ha dado?
 
– Pero, ¡aquí pueden pisarlo los jumentos o los caballos! O los toros que por aquí pasan
– Quizá. Pero es su destino, el ser libres y no tener dueños.
 
– Y, ¿hasta cuándo girará?
 
– Hasta que el agua disminuya.
 
– Y ¿si el agua aumenta?
 
– Puede ser arrastrado por la pendiente. Pero, si eso ocurre habrá hecho el prodigio de la luz, del arco iris, y de haber puesto una nota de encanto en el camino. 
 
8. ¿No es así
la poesía?
 
Y allí se quedó el molino de pencas, incólume e imborrable en el reino de mi infancia.
 
Una maravilla de artesanía y de perfección técnica. Y de ciencia de las manos. Y de ilusión del alma. De acompasar el agua, el viento, la naturaleza y el tiempo que fluye. De sincronizar el chorro que salta y las paletas que giran, como son los destinos humanos.
 
Lo curioso es que son maravillas artísticas y tecnológicas y del espíritu dejadas libres y al descubierto por donde la gente pasa. Hechas gratuitamente, sin cálculos de ganancia; sin costo. Sin pensar en el usufructo ni en la rentabilidad. 
 
¿No es así la poesía?
 
Porque se hace en los caminos, producto de la gracia y del asombro ante todo.
 
Y allí se quedan, solitarios, sin pensar siquiera en quién ha de venir a contemplarlos. Se quedan girando para siempre como los poemas y los cuentos. Y los sueños
 
9. Cara
al sol
 
Conmueve más un molino de pencas en una acequia producto de una lluvia repentina.
 
Y de la naturaleza cristalina, transparente y diáfana que lo envuelve.
 
Del mundo que brota generoso, desconociendo a dueños y propietarios de algo.
 
Como el molino que ni siquiera se hace dentro de una casa, en un curso de agua estable, sino construido en una chorrera silvestre.
 
Y, ¡que solo dura el tiempo que una ladera demora en escurrir el agua que ha caído en su regazo!
 
Como a la poesía, el molino de pencas lo hacen los niños, la inocencia y la gracia. Y lo deshacen las mulas, o los burros intempestivos.
 
O los caballos o los toros que pasan. Las fuerzas ciegas, fatales e inconscientes en esta vida que deformamos tanto.
 
El molino de pencas es mundo pequeño y mínimo, pero más que mundo de aldea es espacio íntimo, entrañable y secreto.
 
Orbe de cara al sol, no de refugio ni de escondite. Es decir, es infinito, pero hacia adentro.
 
10. Lo gozado
como lo sufrido
 
Estarán girando sus aspas a estas horas, de este y otros molinos que los niños hacen de manera inatajable e imperecedera. Sin pensar en un interés particular ni mezquino. 
 
Hechos ni siquiera para ser admirados, sino por el gusto de hacerlos, viviendo para el instante, para complacerse asimismo.
 
Recogiendo la lluvia o el agua de las cumbres de los cerros. Haciendo de la vida una armadura, un juguete un abalorio como homenaje a lo vasto, profundo y eterno.
 
¡Igual que la poesía!
 
Y, ¿qué otra cosa es una escultura, la música, la pintura o el arte en general? Encarnar lo más posible esa ilusión y proeza, cual es recoger en un molino de pencas el prodigio de la vida. 
 
Es encarnar el signo de lo ignoto hecho tangible. Es recoger la lluvia como el agua de las nieves.
 
El correr del tiempo: lo gozado como también lo sufrido. 
 
11. Damos vueltas
y giramos
 
Es hacer que se quede para siempre, junto con la noche, la incógnita y el misterio de la vida. 
 
Gira, cambia el curso del agua, se espolvorea. Se hace un arco iris. Como el arte, como el amor y como el destino.
 
El molino de pencas se hace por nada y se llena de todo, para uno mismo y para la humanidad que se detiene un instante a su orilla. 
 
Y se hace de pencas que marcan un cerco, que unen y separan. Que crece a la vera del camino. ¿Quién más testigo que la penca? 
 
Se llena de los demás, de Dios. Del dolor y de la escasa alegría.
 
Es la crónica de nuestra existencia. Quién puede dar testimonio de nuestros pasos, porque lo observa y lo graba todo.
 
– Ya vamos, hijos.
 
El molino de pencas es un símbolo: Porque todos damos vueltas y giramos. 
 
12. Hacia ti
algún día
 
Da vueltas el mundo. Avanzamos de la niñez a la vejez, de la pobreza a la riqueza, del llanto a la risa, del amor al olvido.
 
Es la rueca, el uso, el trompo, lo que da vueltas. Es el río que regresa. 
 
Es la rueda del destino, es la ruleta de la suerte. De aspas que unen y a la vez cortan, frente a las cuales solo cabe ser humildes, sinceros y auténticos. 
 
Que nos hacen subir y bajar. Que, para corregir toda soberbia, nos hace estar abajo y en otro momento arriba.
 
El molino es la ley que rige nuestras vidas. 
 
Es aquella rueda que nos hace girar por los cuatro vientos. 
 
Que se ha quedado allí, insomne bajo el cielo de mi tierra, en el reino de mi infancia. 
 
Volveré hacia ti, molinito de pencas, algún día.
 
Texto que puede ser reproducido
citando autor y fuente