domingo, 2 de marzo de 2014

GUSTAVO GUTIÉRREZ Y LA TEOLOGÍA DE LA LIBERACIÓN EN EL VATICANO - POR CARLOS M. CASTILLO MENDOZA




GUSTAVO GUTIÉRREZ Y LA TEOLOGÍA DE LA LIBERACIÓN EN EL VATICANO

Pero en la Iglesia no se piensa. Un obispo repite
a los ochenta años lo que le enseñaron a decir
cuando era un muchacho de dieciocho.
                                                            Oscar Wilde en El retrato de Dorian Grey

Carlos M. Castillo Mendoza
Miembro del Colectivo Capulí, Vallejo y su tierra

1.       Instalados en el pensamiento oficial

Lo dicho por el escritor irlandés parece un insulto, un atrevimiento y hasta una pedrada lanzada contra una institución sólida y sagrada como la Iglesia. Nos guste o nos disguste, no deja de ser la percepción que se tenía de ella a finales del siglo XIX y por muchas gentes. Una estructura no sólo física sino mentalmente inaccesible como un monte escarpado, sólida como roca (Sobre esta roca edificaré mi iglesia) Entonces todos dábamos por sentado que en la Iglesia toda doctrina estaba analizada, explicada y allanada, por ella, para el entendimiento popular.

Conociendo a algunos prelados, la segunda parte como que lo entendía. Pero lo que no me convencía era la primera expresión: En la Iglesia no se piensa. Percepción curiosa pues la Iglesia puede exhibir la mayor legión de filósofos, teólogos, exégetas y hermeneutas que en ese mundo han sido. 

Decir qué en la Iglesia no se piensa, me pareció la exageración propia de un resentido. Pero, dándole vueltas al asunto llego a la conclusión de que sí pues, en ella la libertad de pensamiento tiene sus límites porque la doctrina ya está elaborada y está formulada de manera sólida y sin resquicios a la intervención no oficial. De allí su exigencia a no teorizar sobre ella y su doctrina porque alguien ya lo hizo por nosotros. ¿Quiénes? Agustín de Hipona, Tomás de Aquino, Alberto Magno, etc. etc. En ella ya todo está dicho y no es posible otra intervención. Quien se atreva a hacerlo, como Lutero, caerá bajo el peso del rechazo, el anatema y la excomunión. 

Hoy, el Papa Francisco a la luz de los acontecimientos, ensaya una respuesta cuando dice: La realidad es más importante que la idea. La realidad simplemente es, la idea se elabora. Entre las dos se debe instaurar un diálogo constante, evitando que la idea termine separándose de la realidad.[1]

2.       La realidad que impulsó la Teología de la liberación

Hoy, leo con agrado en la prensa e Internet que Gustavo Gutiérrez Merino, sacerdote peruano párroco en el Distrito del Rímac, autor de una reflexión llamada Teología de la liberación, no solo fue recibido con interés por el Santo Padre Francisco, sino que ha sido ovacionado en el Vaticano donde ha presentado un libro trabajado conjuntamente con el Cardenal Gerhard Müller llamado Del lado de los pobres. Teología de la liberación.  

Este acontecimiento habla del padre Gustavo Gutiérrez como el sacerdote que ensaya una lectura del Evangelio de Jesús desde el ámbito social, terrenal y humano (la realidad). A diferencia de otros pastores que lo han hecho tomando como referencia central no la realidad que viven sino el futuro prometido, es decir la salvación, después de pasar por este valle de lágrimas, claro está. Convencido que la teología nace en la vida diaria de la Iglesia, sus meditaciones empezaron en los arenales de Chimbote en la década de los setenta, a las que ha ido dando forma en una constante revisión y contrastación, no exenta de rechazos y descalificaciones, hasta convertirla en una vertiente actual, sincera y necesaria para la Teología Cristiana del siglo XX y para estos tiempos.

3.       Cuando la realidad conduce a la palabra

Ha sido necesario que Europa experimentara la pobreza para releer el Evangelio desde esa condición. España, Francia, Italia, Grecia, Portugal y hasta Inglaterra y sus instituciones viviendo el desempleo y la pobreza a su alrededor se han interrogado sobe el sentido de sus convicciones, y en ella, la fe empieza a ser replanteada, como lo hizo nuestro compatriota Gustavo. La pregunta fluye sola: ¿Dios desea la pobreza, la tolera?, ¿cómo decirle al pobre que Dios lo ama?, ¿cómo puede el Evangelio revertir esa realidad que es una forma de padecimiento y esclavitud? 

El canal 74 TVE de España muestra la realidad durísima en que viven muchos españoles. Seis millones de desempleados, entre ellos más de un millón y medio de jóvenes. Los jubilados tienen recortadas sus pensiones, los enfermos no pueden cubrir el copago para atenderse en los hospitales, mientras la banca española el año 2013 obtuvo ganancias superior a los siete mil millones de euros.  

Ha sido necesario que hasta la televisión deje de lado la frivolidad y se embarcara en programas asistenciales para convocar la ayuda solidaria de todos (ver el programa “Todos juntos” en ese Canal). Increíble ver a los españoles, otrora del primer mundo, mostrarse llorosos y confesar públicamente cómo deben ir a los basureros para agenciarse de comida porque o no tienen empleo o el dinero no alcanza, mientras los desahucios continúan porque no pueden pagar el departamento comprado a crédito en un edificio levantado e inaugurado como signo de progreso y modernidad. 

Solo entonces, muchos de sus intelectuales cristianos han mirado el Evangelio desde la pobreza material y la desesperación para encontrar un Jesús con otro rostro, otro mensaje, otro significado, otro poder. Se han preguntado sobre Dios y se han encontrado con un hombre que, además de predicar el amor y la fraternidad se dedicó a atender la condición humana real de sus compatriotas. Porque no otro es el significado que tienen los actos que hizo Jesús como: 

-     convertir el agua en vino para que la fiesta no acabe y los novios sean criticados,
-     multiplicar el pescado y el pan para alimentar a los hambrientos,
-     devolver la vista a los ciegos,
-     curar el flujo de una mujer que padecía hemorragias de sangre,
-     hacer andar a paralíticos y poseídos
-     resucitar a los muertos
-     sanar a los leprosos y al ciervo de un centurión, etc. etc.

4.       Es Evangelio, no es comunismo 

Es redención o liberación de la pobreza a la que muchos están atados desde tiempos remotos sin que ni el Estado y la sociedad hicieran algo por el que sufre, y al que han reducido a ser objeto de limosna, lástima, generosidad, pero no de justicia; o, a que se le remitiera a esperar una recompensa en la otra vida, mientras los que se benefician de esta situación en la tierra son los únicos que salen bien librados.

Algunos insisten que eso es comunismo, bueno pues, ¿acaso el mismo Jesús no invitó a una comunión con él y por él a todo el género humano?, ¿y no fue el mismo Jesús quien inició la gran cruzada para que los seres humanos nos reconociéramos hermanos, hijos de un mismo Padre al que un día llegaremos a ver?, mientras debemos dirigirnos a él para decirle y pedirle cosas cotidianas como “Padre nuestro, danos hoy nuestro pan de cada día y perdona nuestras ofensas como nosotros perdonamos a los que nos ofenden”. Lo que nos hace personas sujetos a las mismas vicisitudes y llamados a un destino común. 

Es compromiso con la condición humana real y concreta. Y esa fue la elección del Padre Gutiérrez, asumir el evangelio como una opción preferencial por el pobre, colocándose en la misma línea de Jesucristo. Recuerdo la vez en que haciéndole una entrevista para la serie televisiva que produje desde el Ministerio de Educación y se llamó “Peruanos del Siglo XX”, el padre Gustavo me contó que en una oportunidad fue a decir misa a una sencilla parroquia en un Distrito de Lima, al terminar la ceremonia mientras despedía a los asistentes, una señora le preguntó su nombre, él le contestó amablemente: “soy el Padre Gustavo Gutiérrez”, a lo que ella interrogó. ¿No será usted ese cura comunista que también se apellida Gutiérrez, verdad?

No olvidemos que lo importante de Marx es que con su estudio sobre el Capital, nos explicó cómo funciona el capitalismo sobre el cual se levantó la historia económica, política e intelectual de su época y cómo forjó un sistema que permitía a unos acumular y vivir bien, mientras otros eran despojados de sus bienes y hasta de su dignidad de persona, con lo que la confrontación de unos y otros segmentos sociales se vuelve inevitable, cosa que aún no ha terminado. Del estudio de Marx a los desmanes del senderismo maoísta en Perú y las masacres de los kramers rojos de Camboya hay mucha distancia, como Jesús lo está respecto a la Inquisición. 

Preocupados por el ser humano concreto, Marx y Jesús denunciaron una situación injusta y para resolver la desventura humana señalaron horizontes que son utopías que convocan al cambio, cosa que a muchos no les conviene, mientras otros como el Padre Gustavo Gutiérrez señalan vías de liberación por un mundo mejor.

5.       Un Evangelio que opta por la vida, y vida cotidiana
No se trata de oponerse a la reflexión teológica que se inició con San Pablo y la continuaron San Agustín, Alberto Magno, Tomás de Aquino, Domingo de Guzmán, Francisco de Asís, Ignacio de Loyola, Teresa de Ávila, Bartolomé de las Casas y pensadores del siglo XX como Marie-Dominique Chenu, Yves Congar, Edward Schillebeeckx. Se trata sencillamente de ser fieles al Evangelio y de recoger con sencillez el mandato allí establecido. 

Después de todo, la salvación no se obtendrá mediante rezos, procesiones e incienso: eso ayuda, no cabe duda, pero no constituye lo esencial, Jesús lo dijo claramente: No todos los que me dicen “Señor, Señor” entrarán en el reino de los cielos, sino los que cumplen la voluntad de mi Padre Celestial. (Mateo 7, 21) Y para que no quede duda, la salvación vendrá de nuestra fidelidad a lo que Jesús prescribió claramente en Mateo 25, 31-46. “Tuve hambre y me diste de comer…” Eso se llama compromiso concreto con los pobres, los necesitados, los que sufren. 

Hoy, después de tanta acrimonia lanzada contra el Padre Gustavo Gutiérrez, el Papa Francisco lo recibe y dialogan, y el Vaticano lo aclama. Y lo hace no solo porque es sacerdote, sino por su pensamiento teológico que es un punto de referencia necesario e integral en la doctrina de la Iglesia para estos tiempos difíciles. Ya Juan Pablo II, en carta a la Conferencia Episcopal de Brasil (1986) declaró: que la Teología de la liberación no solo es oportuna, sino útil y necesaria.[2]
 
Eso significa que lo hecho por el sacerdote peruano no fue para poner en riesgo a la Iglesia ni al Evangelio, sino leerlo y explicarlo desde aquí, desde el Perú, desde el puerto de Chimbote; o repasarlo desde los andes de Ayacucho, con sus fosas comunes llenas de cadáveres anónimos caídos sin tener culpa de aquello que se buscaba remediar, una violencia desatada tanto por sendero luminoso en nombre de Mao, como por la respuesta de un Estado amorfo y torpe.

Que allí hay ideología, política y humanismo. ¡Por supuesto, y del bueno! Lo particular es que convoca a los que quieren servir, y no a quienes se aúpan a la convocatoria esperando el rédito y la prebenda personal.   

Gran mérito para nuestro Perú que presenta al mundo un pensador de alcance universal, cuyo mensaje se encuadra en lo que César Vallejo aspiraba cuando escribió LA CENA MISERABLE:

   Y cuándo nos veremos con los demás; al borde
de una mañana eterna, desayunados todos.


[1] Sumo Pontífice Francisco. Evangelii gaudium. Ediciones Paulinas 2013. Pág. 176
[2] Gerhard Ludwig Müller, Gustavo Gutiérrez. Del lado de los pobres. Teología de la liberación. CEP 2013. Pág. 81