domingo, 27 de octubre de 2013

CARLOS GARRIDO CHALÉN: EN EL CENTRO MÁGICO DE DIOS - POR ALBERTO ALARCÓN

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CARLOS GARRIDO CHALÉN: EN EL CENTRO MÁGICO DE DIOS
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Por: Alberto Alarcón
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PRÓLOGO DEL POEMARIO "EL SOL NUNCA SE PONE EN MIS DOMINIOS", GANADOR EN 1992  DE LA PRIMERA BIENAL NACIONAL CASA DEL POETA PERUANO

El gran Jorge Luis Borges dijo alguna vez que cuando el hombre razona es un mendigo y cuando sueña, un rey.

De esta gran verdad sale, a no dudarlo, el título de este libro que no es más que la frase, soberbia aunque célebre por cierto, de aquel emperador solar que tuvo la desgracia de no ser poeta.

EL SOL NUNCA SE PONE EN MIS DOMINIOS es ahora una frase mágica y lustral del poeta tumbesino Carlos Garrido Chalén, hijo primogénito de un país llamado Perú, viajero incógnito en los mapas del planeta y, si adjudicatario legítimo de ciudades y continentes, por qué no de aquella frase regia que, al contrario de la luna, nos mostró por mucho tiempo su lado oscuro.

Así son los conjuros, la alquimia de la poesía. Lo que dijo la soberbia, lo dice ahora un poeta sencillísimo y humano, un bon salvaje, un dinosaurio con laud, que apertura su canto, como todo animal limpio y hermoso, haciendo su “necesaria declaración testimonial” y confesando el nombre de su tierra y de lo suyos tanto como los signos trágicos y hostiles del mundo que lo rodea.

Hay dos grandes atmósferas que nos aguardan al ingresar a las páginas de este libro: la Biblia y el viejo Whitman, vale decir lo épico y lo lírico, lo montañoso y lo fantasmal, lo orgánico y lo axiológico, confundidos en una puerta de entrada única e irrepetible merced a la fuerza expresiva y expansiva del poeta.

EL SOL NUNCA SE PONE.. proviene de la Biblia por su tono, su parafernalia verbal y la serena locura que brota de sus enunciaciones más simples, pero no se cierra en la tentación del verso pacato o altisonante; por el contrario, en medio del remanso en sordina que demanda su fuente, caben los pescadores, los júbilos gitanos, la gente huraña, la tía Targelia, lo caballos de totora y hasta un pedestre can, elementos que sólo un equilibrado y laborioso ejercicio poético pueden ser fusionados con aquellos que se conciben como de “mayor dignidad literaria”, sin caer en el empobrecimiento del texto.

No es, sin embargo, el de Garrido Chalén un cristianismo vaporoso o de retorno a los fundamentos. Es un cristianismo sentido y macerado con las palabras, el drama y las verdades del hombre de nuestro tiempo. En este sentido podrían trazarse coordenadas de parentesco con el mejor Antonio Cisneros y la poesía también bíblica pero insurrecta de Ernesto Cardenal.
Un pareado que podría citarse a propósito es aquel donde nuestro poeta dice: “cada vez me convenzo más que existe un Dios saliendo de la cárcel en la que todos pernoctamos”. Porque el Dios que recorre estos poemas no es el Yavé que han estereotipado los falsos predicadores, sino más bien aquel que volaba, vigilante y casi humano, sobre los bosques y la solitaria pareja del paraíso.

De Withman le vienen sus reiteraciones, su sentido nominativo y esa filosofía sin aspavientos que va permitiendo que el poema crezca no sólo como materia sino como verdad. “Yo conozco el amor y eso me basta”.”Ninguna puerta debe estar cerrada”. “Quiero ser resplandor en la luz y calor en el fuego”. ¿Qué son esas palabras sino filosofía necesaria y vital para saber que somos sencillos y elementales seres destinados a la fraternidad y en ascenso permanente hacia lo humano?.

Withman canta el estrepitoso nacimiento de un ciclo humano, Garrido Chalén el resquebrajamiento de un Dios que no deja de ser tal sino que, por imperio de la época, comparte su condición con el hombre, con la eternidad y con la imposibilidad humana de decirlo todo de una vez y para siempre. Y quizá por esta suerte de mitosis, sufrimiento al fin para un Dios monolítico, es que éste vuelve a cobrar su grandeza y su ascendencia sobre el reino de lo humano.

Hay también en estos poemas tensiones irresolutas, signo inequívoco y detonante de la mejor poesía de hoy. En el bello texto POEMA PARA EL TIEMPO QUE SE VIENE, Garrido Chalén sostiene que “el espíritu de la devastación tiene su tiempo” y que pese a que todo lo que “se quiere debajo del cielo tiene su hora”, es mejor “llegar con sospecha a la casa del luto y oír la canción del sabio antes que la canción del necio que se muere”.¿Son  estos los tiempos últimos, es ésta nuestra lucha final?, se pregunta el poeta.

Y la respuesta queda allí, como una incitación pero también como una advertencia para la imprudencia y los desafueros del hombre.

La infancia, la tierra de la infancia, cosas y seres que la rodearon también están presentes en el paisaje solar de estos poemas. Ningún poeta puede pasar por encima de ellos porque estamos hechos de la primera luz, de la primera tierra que tocamos, de las primeras palabras que oímos.”¿Adónde estará ahora la casa donde nací?”, se interroga, y en otro momento recuerda su tambor de juguete “con el que ahuyentaba extremoso a las torcazas” o vuelve a la norteña leyenda del duende que asusta a los niños escondido en las hojas de la higuera, para temerle “al gnomo enamorado en el que suelo convertirme cuando te amo”. Milagro de nuestros viejos temores par conquistar el corazón de una mujer.

No sólo la infancia, el poeta tiene también hambre teleológica y se sumerge en lo laberintos de la historia, averigua por el pasado, quiere saber el origen de los destinos, arribar al génesis, ser otra vez el primer dinosaurio para penetrar con ojos mudos, con la ciega impotencia de la palabra no dicha, el misterio del universo que está naciendo. Esta ansiedad explica y justifica el POEMA PARA EL HIMNO MARCIAL QUE ES MI PADRE, porque el padre es el origen próximo y tangible. El sabe de dónde viene el viento “y los mágicos designios que cabalgan el etéreo lomo de la tórtola encantada”.

Aquí se reposa un poco la angustia del poeta. Como Withman, Pablo Guevara o el venezolano Quiaragua, ha encontrado el pretexto suficiente para poner un límite a su búsqueda de eternidad.

El amor, el amor erótico, es la trama acaso discreta pero en el fondo cargada de poderoso cromatismo a lo largo de éstas páginas. Ya en el primer poema, el bardo sentencia que “para vivir se necesitan dos” y más tarde en una peligrosa pero bien lograda disonancia de jazz, le dice a la hembra: “por ti ya no soy más el mamífero lobo garañón que ahuyentaba a los espectros de los bosques” para luego afirmar que “el amor es el único atajo que lleva hacia la vida” y, por eso, los dones del mundo son nuestros en la misma medida en que amamos. La mujer en la poesía de Garrido Chalén es granero, casa de retorno, derrota jubilosa, pero también chispa que nos despierta y nos hace indagar y pelear delirantes por la vida.

Pero sobre esta trama hay otra más sutil que la contiene. Aun la lujuria del poeta, la complacencia en el ser físico de la amada, están atravesadas por el halo de la divinidad. En su concepción, Dios hace a la mujer que amamos para sorprendernos o, en todo caso, coincidimos con un amor hecho a imagen y semejanza de nuestro destino. Sin embargo, la ebriedad hace que los hombres juguemos con lo dioses devolviéndola al dominio inmutable de su éter. 

Irreverencias, desencuentros, hallazgos y extravíos, como quería Juan Gonzalo Rose, en un tema que nunca terminaremos de agotar. Finalmente el desencanto, la duda flagelante. Entidades éstas sin las cuales tampoco sería posible la creación literaria. Mora en garrido Chalén, como en todos nosotros, un Job incapaz de contenerse. En QUIÉN LE ESCRIBIÓ AL AMOR UNA CARTA DE AMOR EN PRIMAVERA, el poeta duda frente a las grandes verdades, se quiebra, recurre a la lógica de los mortales para indagar por la ira absurda en un Dio que no la necesita, o en aquel otro, PORQUE LOS PÁJAROS LIBRES TAMBIÉN LLORAN, donde desliza un “yo lloro desde mi barco a la deriva”, replantea el asunto de Erich Fromm: tenemos miedo a la libertad, y hasta descubre que “Dios también sabe llorar cuando se vuelve un ave”. Entonces se produje la paradoja: el poeta reserva una lágrima para llorar de alegría por la vida.

Debo decir algo sobre el último poema: cierra con maestría el arco sobrio pero coruscante de este libro. El poeta vuelve a la desnudez de su nacimiento, de su biografía; y luego de haber exaltado y puesto su fe sobre el brasero, invoca al Caos, esa masa sombría de donde provenimos, para declararse en embriaguez salvaje y recibirse (porque toda la vida es un aprender en la sombra) con un título glorioso: asaltante de estrellas, título bien ganado para quien sabe que los poetas delinquimos en alta voz contra las ominosas normas del odio y la oscuridad.
                                                                                          Trujillo, invierno de 1992
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PRIMER PREMIO PRIMERA BIENAL NACIONAL DE POESÍA

CASA DEL POETA PERUANO

1992

POEMARIO GANADOR:

“EL SOL NUNCA SE PONE EN MIS DOMINIOS”

DEL POETA Y ESCRITOR PERUANO

CARLOS GARRIDO CHALÉN

MIEMBROS DEL JURADO

PRIMERA BIENAL NACIONAL DE POESÍA 1992

CASA DEL POETA PERUANO


MANUEL PANTIGOSO (PERÚ)

Miembro de Número de la Academia Peruana de la Lengua

LUIS HERNÁN RODRÍGUEZ (PERÚ)

Miembro de Número de la Academia Peruana de la Lengua

IVÁN RODRÍGUEZ (PERÚ)

Decano de la Facultad de Humanidades de la Universidad “Enrique Guzmán y Valle”
Rector de la Universidad “Ricardo Palma”


WINSTON ORRILLO (PERÚ)

Premio Poeta Joven del Perú 1965, Premio Nacional de Periodismo 1969,
Catedrático de la Universidad Mayor de San Marcos


JOSÉ VARGAS RODRÍGUEZ (PERÚ)

Presidente Casa del Poeta Peruano

JAIME CHOQUE MATA (BOLIVIA)

Premio Nacional de Poesía de Bolivia,
  Premio Civre de Argentina, Premio Carabelle de España

MANUEL RUANO (ARGENTINA)

Premio Internacional de Poesía “César Vallejo”

Carlos Garrido Chalén y José Vargas Rodríguez