jueves, 12 de septiembre de 2013

12 DE SEPTIEMBRE: CUMPLE AÑOS MI HERMANO JAIME - FOLIOS DE LA UTOPÍA: CUANDO NOS QUEDAMOS SOLOS EN EL MUNDO - POR DANILO SÁNCHEZ LIHÓN

 
CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA
Construcción y forja de la utopía andina
 
2013 AÑO
EVANGELIO VALLEJO DE LA SOLIDARIDAD
Y UNIVERSALIDAD DEL MUNDO ANDINO
 
SEPTIEMBRE, MES DE LA PRIMAVERA,
DE LOS DERECHOS CÍVICOS
DE LA MUJER, EL NIÑO Y LA FAMILIA
 
*****
 
12 DE SEPTIEMBRE
 
CUMPLE AÑOS
MI HERMANO JAIME
 
 
VIDA
DE
HOGAR
 
 
FOLIOS
DE LA
UTOPÍA
 
 
CUANDO
NOS QUEDAMOS
SOLOS EN EL MUNDO
 
 
 
Danilo Sánchez Lihón
 
 
“Únicamente está solo,
de soledad humana, el lugar
por donde ningún hombre ha pasado”.
César Vallejo
 
 
1. ¡Dios
Santo!
 
– ¡Salud! Y hay que beber, porque la cerveza nos da salud. Ya ven, ¿de qué le ha valido que Danilo sea austero? ¡Ya murió! ¿De qué vale entonces privarse de los placeres de esta vida? ¿De qué vale ser personas que no se den tiempo para compartir una cerveza con sus amigos.
 
– ¿Y dónde está aquello de que la cerveza mata? Nosotros que bebemos seguimos vivos. Porque uno se va y ¿cuándo va a poder volver? Nunca. Salvo como orugas, pero bebernos una cerveza ya no vamos a poderlo hacer.
 
– Disculpe maestro: ¿Les he escuchado decir que ha muerto don Danilo?
 
– ¡Sí, señora, ya murió! Eso han avisado de Lima, que no ha podido resistir la operación a la que ha sido sometido. Y ha muerto. ¡En cambio nosotros seguimos vivos y podremos resistir cuantas operaciones queramos afrontar!
 
– ¡Dios Santo! ¡El maestro Danilo ya murió.
 
Y salió la señora de la tienda de don Segundo Quezada, donde en un rincón los maestros de la escuela bebían cerveza.
 
2. ¡Peor
es!
 
– ¡Ay, Dios de los cielos! ¡Cómo quedan sus hijitos! ¡Tantos chiquitos que son! ¿Cuántos serán? ¿Nueve? ¿Diez? Pobrecitos, criaturitas de Dios. ¡Ay, qué injusta es la vida! Estos borrachos la muerte lo llevara, pero no a un maestro cabal como a don Danilo. ¡Qué desgracia para nuestro pueblo!
 
La noticia se expandió como reguero de pólvora y llegó a la esquina de nuestra casa donde las señoras que estaban llenando sus baldes sacando agua del pozo de la acequia, decían.
 
– ¿Pero ya sabrán en su casa sus hijitos? ¿Con quién se han quedado estos niños?
 
– Solitos están. Al mediodía bajan a comer como una parvada de pajaritos que van a almorzar abajo en la casa de su abuela, los más chiquitos en hombros de los mayores. ¡Ay la vida! Todavía estarán durmiendo. Hay que avisarles. ¡Pero qué dolor les vamos a causar! ¿Y si no les decimos nada?
 
– ¡Peor es, porque de todos modos van a saber, si toda la gente está ya con la novedad!
– ¡A ver, vamos a preguntarles?
 
3. ¡Cómo
van a saber!
 
– ¡Niño, niño! ¡Abre la puerta! ¿Qué sabes de tu papacito?
 
– Buenos días, señora. Mi papá y mi mamá han viajado a Lima a que mi papá se opere en el hospital.
 
– Entonces, ¿no sabes nada?
 
Desde la esquina varias señoras nos miraban a la casa.
 
– No. ¿Por qué? ¿Qué ha ocurrido, señora? 
 
– ¿No has escuchado nada? ¿Dónde están tus hermanitos?
 
– Aquí están, ve.
 
– ¡Ay, niños, tienen que ser fuertes!
 
– ¿Qué ocurre? ¿Qué saben de mi papá?
 
– ¡Ay niño, está la novedad que tu papacito ha muerto en Lima! ¡Pero ustedes no saben nada, di? ¡Cómo van a saber criaturitas de Dios si recién se despiertan!
 
4. Y
la han llevado
 
Mis hermanos pequeños que han escuchado se han puesto a llorar. Sentados en la grada de la puerta tengo que abrazarlos sin saber qué decirles. Pero sus gemidos son incontenibles y me rompen el corazón.
 
– ¡Mi papá! ¡Mi mamá! –Lloran.
 
Al ratito viene mi tía Carmen ya vestida de luto. Y con los ojos llorosos.
 
– ¡Ay, hijitos tenemos que ser fuertes! ¡Qué habrá pasado, no sabemos! Pero toda la gente está con la novedad. Y ya varios vinieron a darnos el pésame. A su abuelita he tenido que esconderla, no se vaya a morir también la viejita.
 
Mauro después de llorar se ha dormido en mis brazos, e hipa. Lo he acostado en su cama. Rosita no cesa de gemir. Está llora que llora, inconsolable. Y Jaime se ha escondido por algún lugar con los ojos enrojecidos. Creo que es el que más sufre en silencio.
 
Las demás son bebitas. Juvenal está en Lima. Allá los ha esperado para internar a papá en el hospital. Y Sofía no quiso desprenderse de mamá. Y la han llevado.
 
5. Aliviar
el dolor
 
Ha sido un día atroz. Ninguno ha querido tomar desayuno. Ni siquiera caminar hacia la casa de la abuela para almorzar. Por la tarde Mauro ha hecho arcadas y al notarlo afiebrado le he tomado la temperatura. Tiene 41 grados de fiebre. A Rosita la dobla el dolor de cabeza y de estómago. 
 
Jaime está por adentro. La pena que siente es feroz pero no quiere expresarla. Esta noche dormimos todos abrazados en una sola cama. Sin embargo tiritamos de frío. Y no podemos abrigarnos por más frazadas que echo encima. Me levanto temprano mientras mis hermanos duermen.
 
– ¿Nadie te ha avisado algo, Fredyto? –Entra diciendo mi tía Carmen.
 
– Nadie tía. Pero todos mis hermanos están enfermos y se quejan. 
 
– ¡De pena, es hijo! ¡Pero ya hice panisara caliente y a todos vamos a darles! Eso les va a aliviar el dolor del corazón. 
 
– A Jaime le ha salido un chupo en la nuca.
 
– A ver, voy a mirarlo. Sí. Está muy feo. Voy a verlo a don Luis Médico para que lo examine.
 
6. Nadie
sabe nada
 
Hablo con Rosita. Ella tiene cinco años menor que yo. Tengo lágrimas en los ojos y ella también, pero entiende que no podemos abandonarnos. Le digo:
 
– Llora todo lo que quieras, desahógate, pero tienes que ser fuerte. Y tienes que ayudarme. ¿Qué tal si se nos muere una hermanita? Las bebitas nos necesitan y todos tienen qué comer. ¡De lo contrario es como dejarnos morir! 
 
Se sorbe sus lágrimas y asiente. Al pie de la cama de Mauro empiezo a hacerle su cometa. Se anima, se recuesta en la almohada. Y luego se apea de la cama al piso. Y pronto la fiebre se le va pasando. 
 
Pero el problema es Jaime que se esconde en la casa y no se le encuentra. El chupo que le ha salido en la nuca cada vez está peor. 
 
Pasan los días y nadie sabe nada. Nadie ha recibido nada en el telégrafo. Mi tía Carmen ha ido a la casa de la señora Etelvina que escuchó la noticia que daban los maestros. A cada uno de ellos lo ha buscado pero todos se niegan a hablar con ella.
 
7. Ya no
estés triste
 
Jaime no solo camina con la cabeza agachada sino que ya dobla todo el espinazo desde la cintura sea por el dolor o la pena. Es el consentido de papá. Además es su maestro en la escuela. Ninguno de nosotros puede pedirla a papá lo que él le pide, ni decirle lo que él le dice. Curo su herida pero cada día se pone peor. Da pena verlo caminar como viejito, sin poder enderezarse. 
 
– Jaime, –le digo– papá no ha muerto. Porque mira: han pasado varios días. Y ya algún familiar nos hubiera avisado. Tía Carmen aquí ha averiguado y el telegrafista dice que nunca ha llegado ningún telegrama dando aviso de la muerte de papá. Tampoco en estos días ha venido ningún camión con pasajeros. No hay ninguna persona que diga que lo ha escuchado en la radio. ¿Y tú crees Jaime que mamá sabiendo que papá ha muerto va a dejarnos solos aquí, ah? Ya no estés triste. No les podemos fallar.
 
8. La piedra
del patio
 
Pero hoy de madrugada hemos sentido que empujaban la puerta y entraban papá y mamá. Y hemos corrido lanzándonos desde nuestras camas. ¡Qué alegría infinita volver a verlos juntos! ¡Tanta felicidad que nos desgarra el alma! 
 
Los pasos de papá son lentos y vemos que no puede todavía encogerse pero su sonrisa está aquí. Aunque se han asustado de ver llorar tanto a mis hermanos. 
 
– ¿Qué pasa hijos? –Pregunta y busca con sus ojos tiernos a Jaime quien se abraza a sus piernas sin poderse enderezar. Se sorprende papá de que esté encogido. 
 
Y es que no se estira para que no roce su herida con el cuello con la camisa. Descubre papá los esparadrapos y se horroriza de ver la llaga. Como no se puede inclinar lo lleva, hace que suba a la piedra que hay en el patio. 
 
Extrae de su bolsillo agua oxigenada, aseptil rojo, gaza y esparadrapo.
 
9. Herida
más del alma
 
Después de lavarla la cubre de polvillo de sulfa que espolvorea de arriba abajo y de izquierda a derecha. Y lo cubre. Lo mismo que yo he hecho todos estos días. ¿Pero papá incluso cuando viaja lleva todos esos frascos de botiquín en sus bolsillos?
 
Para la tarde la herida se ha cubierto de una fina costra. Y pronto con el correr de los días sana y ya no da pena verlo caminar inclinado. Pronto la alegría ha vuelto al hogar. Otra vez el ruido de las frituras y el olor penetrante a chorizo, relleno y jamón en la cocina nos hacen felices.
 
Papá vivió muchos años más. Nunca quiso dejar su tierra y murió en Santiago de Chuco siendo aún maestro de aula. Ahora Jaime ha hecho colocar en la tumba de papá una piedra igual a aquella en la cual se puso de pie al regreso de papá para que él le cure la herida más del alma que del cuerpo por haberlo extrañado tanto.
 
10. Reconstruyendo
la casa
 
Para conseguir una piedra, como quería Jaime que fuera la que estuviera en la cabecera de la tumba de papá, idéntica en textura a la del patio de nuestra casa, se buscó por uno y otro confín
 
La indicación ha sido: que tenga el color rojizo perla, y pudiera ser una estela. La que se encontró en las jalcas y desde donde fuera cargada mide cinco metros de largo y metro veinte de ancho. Dos metros se han enterrado para darle estabilidad al túmulo.
 
Más de veinte hombres lo cargaron en las jalcas con viento frígido, sacándola hasta la carretera donde lo recogió un camión. Tiene un lema grabado, cuales son las últimas palabras que dijera papá al morir, y que dicen: “Es hondo niños, pero lo podemos cruzar”.
 
 
Hoy 12 de septiembre Jaime cumple años y he querido recordar esta historia que nos aconteció de niños, que se enlaza con la piedra que ha hecho poner ya de mayor, evocando su infancia y reconstruyendo su casa.
 
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