miércoles, 23 de enero de 2013

EVOCANDO MI FOGÓN: PRODIGIO DE ENERO - FOLIOS DE LA UTOPÍA: LA TRENZA DE MÍ HERMANA - POR DANILO SÁNCHEZ LIHÓN

 
CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA
Construcción y forja de la utopía andina
 
2013 AÑO
EVANGELIO VALLEJO DE LA SOLIDARIDAD
Y UNIVERSALIDAD DEL MUNDO ANDINO
 
ENERO, MES DE LA DEFENSA DE LIMA
DEL NACIMIENTO DE ARGUEDAS, HERAUD
Y LOS PARADIGMAS DE MACHUPICCHU
 
PRÓXIMAS ACTIVIDADES
DE CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA
 
AULA CAPULÍ
LUNES 28 DE ENERO. 5 PM.
 
CONFERENCIA:
“LOS AMIGOS DE JESÚS”
 
RVDO. FERNANDO ROJAS MOREY
 
 
PROGRAMA
 
1. BIENVENIDA Y PRESENTACIÓN
A CARGO DE DANILO SÁNCHEZ LIHÓN
PRESIDENTE DE CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA
 
2. INFORME DE ACTIVIDADES
A REALIZARSE PRÓXIMAMENTE EN CHEPÉN
 
3. CONFERENCIA “LOS AMIGOS DE JESÚS”
RP. FERNANDO ROJAS MOREY
 
4. COMENTARIOS:
CARLOS CASTILLO MENDOZA
RAMÓN NORIEGA TORERO
MANUEL VEJARANO SÁNCHEZ
 
5. PALABRAS DEL RVDO. HUMBERTO SILVA
COMENDADOR DE LA IGLESIA DE LA MERCED
 
6. VINO DE HONOR
 
 
SALÓN CAPITULAR
IGLESIA DE LA MERCED
JR DE LA UNIÓN 621. CERCADO DE LIMA
SE INGRESA POR LA PUERTA DE LA SECRETARÍA
AL COSTADO DERECHO DEL FRONTIS EXTERIOR
 
LUNES 28 DE ENERO. 5 PM.
 
INGRESO LIBRE
 
SE AGRADECE SU GENTIL ASISTENCIA
 
*****
 
XIV CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA
TELÚRICA DE MAYO, 2013
POR LOS CAMINOS DE VALLEJO
LIMA, TRUJILLO, SANTIAGO DE CHUCO
14 Y 15 DE MAYO EN LIMA
16 DE MAYO EN TRUJILLO
17,18 Y 19 DE MAYO
EN SANTIAGO DE CHUCO
LIMA:
UNIVERSIDAD NACIONAL
MAYOR DE SAN MARCOS
TRUJILLO:
UNIVERSIDAD NACIONAL DE TRUJILLO
E INSTITUTO DE ESTUDIOS VALLEJIANOS
SANTIAGO DE CHUCO
MUNICIPALIDAD PROVINCIAL
DE SANTIAGO DE CHUCO
PÁGINA WEB:
 
 
Teléfonos Capulí:
420-3343 y 420-3860
99773-9575
 
capulivallejoysutierra@gmail.com
dsanchezlihon@aol.com
 
EVOCANDO
MI FOGÓN
 
PRODIGIO
DE
ENERO
 
FOLIOS
DE LA
UTOPÍA
 
LA TRENZA
DE MÍ
HERMANA
 
 
Danilo Sánchez Lihón
 
1. Ahora
me miro
 
Cuando nació en el mes de enero mi hermana Nancy, la tercera de las siete mujeres que son, y de los once hermanos que sumamos entre hombres y mujeres en nuestra familia, yo le rogaba a mi papá:
– ¡Jálenle la naricita, para que no sea ñatita como yo! ¡Jálenle la naricita!
Y a cada momento, cuando alguien salía o entraba al cuarto de la casa donde mi madre había dado a luz, yo le decía:
– ¡Jálenle la naricita para que no sea ñatita como yo!
Creyendo que aún era tiempo de formar su naricita que quizá la traía como la mía. Y creyendo que todavía había tiempo de moldearla para que no padeciera como yo padecía cuando me decían: ¡Ñatito!
Ahora me miro y me pregunto ¿por qué me dirían de niño de ese modo? Y reviso las fotografías. Y cavilo delante de ellas.
 
2. De que las cosas
sean así
 
Entonces mi padre me replica ya muy enojado:
– ¡Cállese! ¡Cómo le vamos a jalar la naricita a la bebita!
– ¡Para que no sea ñatita como yo, papá!
– ¡Eso no se le puede hacer a una criatura, que es tierna y delicada!
Y allí yo sentí la desgracia y la fatalidad de este mundo, cual es que ya no se pueda corregir ni arreglar nada de cómo nosotros venimos, de cómo se nos lo da y cómo se nos lo encomienda.
Y yo recuerdo que me entristecí. Y se me estrujó el alma por mi hermanita y en realidad por todos nosotros, de que las cosas sean así y no se pudieran arreglar.
Pero mi mamá, que estaba escuchando, luego que él se fue a trabajar a la escuela, nos llamó a todos diciendo:
– ¡Vengan!
– ¡Sí, mamá!
– ¡Vengan! ¡Entren a conocer a su hermanita!
Y entramos. 
 
3. Flor
de nardo
 
¡Es enero! Que es cuando las piedras del patio, los cordeles de los aleros y las tejas del borde de los techos se tornan traslúcidos. Y las gotas de lluvia prendidas a las paredes espejean sus brillos de plata.
Y así, todas las cosas. O bien porque alguien, que no sabemos quién es, ha llorado desconsolado, y sin motivo aparente toda la noche.
O bien es porque en las pupilas de cada ser presente han empozado las lágrimas de los aguaceros que asolan y arrecian la tierra, justo en este tiempo.
Entramos casi sin pisar el suelo, Rosita, Jaime y yo. ¡Con la emoción de que nos ha nacido una hermanita!
Cuando nuestra madre la descubre, abriendo la frazada que la envuelve y abriga, la vemos nívea, divina, una flor de nardo y azucena, pero con las mejillas coloradas como melones. 
 
4. Se parece
a un duende
 
Es una muñeca primorosa de porcelana y biscuit. Como aquellas de las vitrinas de las casas comerciales que se ven pero no se tocan.
¡Es preciosa! ¡Linda! En verdad deslumbrante, ¡como si fuera un prodigio! ¡Pero, la verdad, no la habíamos imaginado así, sino como nosotros!
Nuestras manos, al lado de sus manitas, son toscas y ordinarias. Y, ante ella, las escondemos de vergüenza y recelo introduciéndolas en nues¬tros bolsillos, porque nos parecen prietas, oscuras y feas al lado de esa muñeca de alabastro que ahora duerme apacible.
Cuando salimos, confusos y azorados, dijimos que a lo mejor no la íbamos a que¬rer, como era nuestro anhelo. Porque es distinta a nosotros, y que más se parece a un duende.
Aunque Rosita, haciendo un puchero, señala que es igualita, en lo de gringa y todo, a la abuela Rosa.
 
5. Violáceos
como el capulí
 
Pero Jaime, en su media lengua, dice que es más parecida todavía a la tía Elia, que vende alfeñiques a la vuelta de la esquina. Y que es alta, rubia y de ojos de un azul intenso.
Como es el cielo cuando nos castigan y nos consolamos en mirarlo, esperando que de él baje un ángel o una virgen que nos lleve para siempre de esta tierra entre sus alas. Han pasado los días y casi no entramos a verla.
Pero una mañana mamá da un grito. Y nos llama apurada. Entramos co-rriendo, por el susto. ¡Ha abierto recién sus ojitos!
¡E imaginen ustedes, qué color son! ¡Negros! ¡Son negros! ¡Negros violáceos como el capulí, y como los nuestros!
¡Qué felicidad! Deliramos y saltamos de alegría, porque no son zarcos como los de la abuela, ni menos azules, como lo de la tía Elia. Ni siquiera glaucos como sus alfeñiques, que vende en una mesita en la puerta de su tienda.
 
6. Y eso
nos hace quererla
 
¡Qué ternura que nos dan esos ojos negros! Y hasta nos parece que antes de abrirlos los tenía azules, pero adivinándonos que estábamos tristes los ha cambiado para vernos sonreír y para que la quisiéramos.
Y esto nos conmueve hasta el punto de hacernos llorar.
¡Qué alegría sentirla ahora recién ligada a nuestra vida, hecha para afrontar grandes desafíos con esos ojos, tal y como lo haremos nosotros! Esto lo aproximó tanto a nuestros corazones, al punto de bailar enlazados de las manos.
¡Qué emoción profunda sentimos! Nos parece una renuncia de nuestra bebita al azul que le correspondía, por estar acorde con nosotros, por parecerse a mí y a ti.
Todo por acercarse a lo que exactamente somos, para pertenecer a nuestros juegos y travesuras. Y eso nos hace quererla mucho más.
 
7. Y esto,
¡en tanto frío!
 
Y esa noche cantamos y jugamos a la ronda con una letra improvisada de canción que yo la hice y decía:
Nos ha nacido
una hermanita
de alabastro
y de rubí.
Pero con los ojos
negros y brillantes
como de mí
y como de ti.
Y estábamos contentos y dichosos.
Más, nos ocurrió otra sorpresa: cuando se le ha ladeado la gorrita descubrimos una presencia muy curiosa: ¡que es calva!
Y esto, ¡en tanto frío!, como es el de la serranía, que es como estar desnudos de la cabeza, como una fruta sin cáscara, o como una casa sin techo, y sin cerrar. Y esto nos puso nerviosos.
 
8. Pidiéndola
perdón
 
Más, ¡oh prodigio! ¡Un día mamá descubre que tiene un solo pelito! Uno solo. Largo, muy largo, casi del tamaño de una trenza.
¡Uno sólo! Pero, ¡qué maravilla! ¡Es negro! ¡Negro! ¡Negro! Mamá nos dice que al principio era rubio y que no sabe por qué ha cambiado. ¡Pero nosotros sí sabemos el por qué!
Pero, además, ¡oh portento! Es lacio, duro y rebelde como los nuestros. Y eso sí nos conmueve tanto que empezamos a delirar.
Esto termina por hacerla entrar de golpe y de lleno en nuestros corazones, que ahora ya se ahogaban por quererla.
Y esto justo coincide con otro hecho estremecedor: cuál es que por primera vez mamá la pone en nuestros brazos.
Que es, a su vez, cuando la llenamos de caricias y de besos y lloramos todos juntos hundidos el rostro en su cuerpecito, como acogiéndola y pidiéndola perdón por haberla excluido por ser tan bella.
 
9. Nuestra
ronda
 
Porque aquel único cabello es como si alguien hubiera trasplantado un pelo de nuestras cabezas, que se erizan y se paran, y que no se dejan peinar y que son indómitos y tercos, y lo hubiera injertado en el huesito de leche y de miel de nuestra inocente bebita.
Eso nos da pena y felicidad al mismo tiempo. Nos hace reír y nos hace llorar.
Supimos así que nos comprendía y cambiaba lo que a ella le había tocado, eligiendo lo que nosotros teníamos. Y así fue la hermana a la que más quisimos, porque además nació buena, generosa y con ganas de querer a todos.
Y yo tuve que agregarle una estrofa más a nuestra ronda, que decía:
Y, ¡oh maravilla!
En su frente
de arrebol,
tiene un cabello
negro y brillante
que envidia el sol.
 
10. La cuerda
de un violín
 
Pasan los días y tenemos que correr para verle sus ojitos cuando los abre, porque casi siempre la ciega la luz de la mañana.
Mucho más al reflejarse en ellos las paredes enjalbegadas de cal y de la goma que hay en la hoja de la tuna con la cual hemos enlucido nuestra casa humilde, pero primorosamente ordenada.
Entonces nosotros adquirirnos una mala y pésima costumbre: cuál es que queremos estar haciendo correr entre las yemas de nuestros dedos y templando ese pelito arisco, cerril e insurrecto de su cabecita.
Queremos estar puliéndolo, como si hiciéramos sonar la cuerda de un violín supremo que nos da una nota profunda y llena de resonancias antiguas y nuevas.
Eso a ella le hace gracia y le encanta. Y lo reconoce riéndose hasta con sonoras carcajadas. Corno si le contáramos algo gracioso y ella lo entendiera.
 
11. Esa hebra
sublime
 
Pero mi padre la anda cuidando con un rostro muy fiero.
Nosotros, cuando creemos que estamos solos, alzamos muy suavemente la sábana que la cubre, haciendo avanzar nuestro brazo para coger ese hilo inefable y ¡sua!, nos cae un palmazo en el dorso de la mano.
Allí está vigilante la manaza de papá, que nos castiga con un golpe seco y preciso.
¡Y todo porque nosotros queremos acariciarle ese fleco insólito, esa brizna infusa, ese velamen impar, de nuestra querida hermanita!
– ¡No lo toquen!–, nos regaña. Y, a veces, nos saca de la habitación muy molesto, cogiéndonos de una oreja.
En verdad, si nuestro papá no lo hubiera cuidado así, seguramente nosotros le habríamos arrancado esa hebra impertinente y sublime con nuestras manos ásperas y nuestros dedos agitados y confianzudos.
 
12. Esa
cuerda prima
 
Así pasaron los días. Fueron tantos que nuestra hermana incluso ya gateaba. Y ella sí nos cogía fuerte de nuestros cabellos, trenzando bien sus dedos hasta arrancarnos mechones enteros pero que no valían nada como uno de ella, y que se enredaban en sus manos blancas como la nieve.
Nuestra mamá peina ese solo filamento con amor consagrado que se transparenta en sus ojos enternecidos.
Y le amarra unos lazos minúsculos de colores, como si fueran cintas o rizos en una trenza regia.
¡Se demora buen rato en ese oficio mirífico!
Casi toda la mañana, peinando y cantándole a esa cuerda prima de la sonaja cariñosa que es nuestra hermanita. ¡Y nosotros contemplándola!
 
13. Y
en lo más hondo
 
Para defender ese cabello inconcebible, papá le ha comprado una gorra de pana roja. La tela suave y tersa hace tornasoles en su rostro.
Se la ponemos y con esa boina queda aún más encantadora.
Pero, entonces, no sabemos cuál es más encendida: si el rostro de mi hermana o la gorra de pana roja que cubre ese cabello negro, lacio y rebelde, como el mío y como el de todos.
Que nuestros ojos no se cansan de admirar y nuestras manos inquietas se mueren por pulir, alisar y presentir, cogidos a su cauce, de acordes y músicas inauditas.
Como si con solo tocarlo extrajéramos un sorbo de agua límpida e infinita de nuestro origen más remoto.
O la nota suprema de un violín escondido en lo más sufrido de nuestras vidas. Y en lo más hondo de nuestros corazones.
 
Texto que puede ser reproducido
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