lunes, 24 de diciembre de 2012

24 DE DICIEMBRE: NACE EL BIEN EN EL MUNDO - POR DANILO SÁNCHEZ LIHÓN



CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA
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Construcción y forja de la utopía andina
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CALENDARIO DE EFEMÉRIDES
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24 DE DICIEMBRE
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NACE EL BIEN EN EL MUNDO
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PLAN LECTOR, PLIEGOS DE LECTURA
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EL ESPANTAPÁJAROS
QUE HABITA EN EL PARAÍSO
DE LOS PÁJAROS
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Danilo Sánchez Lihón
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1. ¿Quién
soy?
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– Eres realmente feo, tal y como yo quería que fueras, para que ningún animal que vuela se acerque ni coma de mis sembríos.
– Pero, amo, me siento triste con este aspecto. Siendo así, yo mismo me doy pena. Mejórame un poco, papá.
– No, no, no. Yo quiero un espantapájaros horrendo, que ahuyente a las aves y a la gente que ronda por estos lugares.
– Papá, no te pido que me hagas hermoso, pero por lo menos hazme común y corriente.
– Ya estás hecho. Y si pudiera hacerte más feo no dudes que lo haría.
– Así, ¿quién soy, y qué haré?
– Ahuyentar a las aves. Que ni los cuervos más atrevidos, ni las alimañas más insolentes del bosque puedan acercarse ni coger de mis cultivos.
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2. Las aves
huyen
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– Papacito, todo es bello a mi alrededor, todo florece y es precioso. ¿Por qué yo he de ser deforme y malo?
– Porque ese es tu destino. Para eso has sido hecho. Como el mío es ser rico y poderoso.
– Entonces, ¿cuál será mi suerte, papá?
– Hacer que cunda el miedo con el movimiento de tus brazos. Que pájaros de toda clase se vayan a otro lado. Que se larguen a comer de otras haciendas.
Y, así, se despidió el amo. Y estaba en lo cierto. Al ver al espantapájaros las aves huyeron hacia otros parajes.
Sin embargo, el espantapájaros batía sus brazos diciéndoles:
– ¡No se vayan, amigos, no se vayan! ¡Acérquense! ¡Yo no soy malo!
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3. Solo
y triste
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Al verlo comportarse de ese modo, más huían las aves pensando que los amenazaba con los gestos de sus inmensos brazos.
El espantapájaros se sentía solo y triste. Ni siquiera podía dar un paso porque sus pies estaban enterrados entre las piedras.
Un día pasó el amo montado en su caballo blanco, y se rio de buena gana:
– Ja, ja, ja, ja, ja. Verdaderamente eres feo, y hasta horrendo. –Le dijo, mirándole de arriba para abajo.
– Pero yo amo... estoy triste.
– No, no, no. Yo sí estoy contento contigo, y satisfecho de tu trabajo. Porque mira, siendo tú así ¡ya nadie se acerca a mis campos!
– No me siento bien siendo de este modo, papá.
– Así como eres estás bien; de lo contrario... te mataría.
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4. Llegó
un día
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Esto estremeció al espantapájaros, que no respondió nada. Prefirió callar. Ni siquiera quiso que su amo viera las lágrimas que se empozaron en sus ojos y se deslizaron calladamente por sus mejillas y sus andrajos. Aquel que lo había hecho lo mataría, ¿por no querer ser malo?
Un arroyo que rumoreaba sus encantos a las flores le consoló con su suave arrullo.
Pero llegó un día en que un gavilán pasó por lo alto del cielo llevando entre sus garras a un pichoncito.
Era la cría de una indefensa paloma. Lo había atrapado y lo llevaba a lo alto de una peña para devorarlo.
– ¡Hey!, ¡suelta al pajarillo! –Gritó el espantapájaros con voz tronante y agitando sus brazos.
El gavilán se asustó. Y soltó a la avecilla.
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5. A partir
de entonces

Esta, cayó y cayó dando tumbos.
El espantapájaros se estiró cuanto pudo y en sus dedos de viejo trapo amparó a la pobrecilla.
Y rápidamente la escondió dentro de su pecho.
El gavilán furioso empezó a atacarle, destrozándole la camisa en busca de su presa. Esparció la paja y los trapos de que estaba hecho. A picotazos le destrozó la barriga.
La furia del gavilán le producía dolores horribles. Pero cada vez que arremetía el espantapájaros escondía más al pichoncito.
El gavilán ya cansado se fue.
A partir de entonces, el espantapájaros se dedicó a cuidar a la avecilla, y no pasaron muchos días en que ya revoloteaba a su lado. 
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6. Sed
fuertes
 .
Así fue creciendo.
Pronto el pichón ya saltaba por la hierba, feliz y lozano.
Volaba más y más lejos, pero siempre volvía a guarecerse en el pecho del espantapájaros que lo acogía con cariño.
Y cada vez que volvía con él venían otras avecillas.
Después de retozar aquí y allá se iban. Cuando emprendían el regreso, el espantapájaros les decía:
– Coged y llevad cuanto les plazca. Aquí los frutos se pudren sin ser cogidos de los árboles ni de las espigas. Aliméntense cuanto puedan y sed fuertes y sanos. ¡Llevad, llevad!
Las aves pronto volvieron a poblar estos paisajes, retozando con sus vuelos por toda la comarca.
 .
7. ¿Qué
ocurre?
 .
Un día, pasó el patrón y vio con espanto lo que ocurría ante sus ojos:
Bandadas de gorriones, jilgueros y torcazas sobrevolaban en sus sementeras.
Deteniendo bruscamente su caballo ante el espantapájaros le increpó con voz de fuego y cólera inmensa:
– ¡Oye! ¡Tal por cuál! Dime, ¡qué espectáculo es este! ¿Por qué han invadido mis campos otra vez las aves?
– Amo, es que...
– ¿Qué ocurre con tu trabajo? ¿Para qué yo te he puesto en este sitio? ¿Ah?
Dos fuetazos cruzaron por el rostro del espantapájaros que nublaron su visión por un rato.
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8. En ese
instante
 .
– Mañana volveré y cuidado que encuentre a uno solo de estos bichos y alimañas. Si eso ocurriera, ¡ya verás lo que te pasa!
El Espantapájaros no contestó. No dijo nada a su amo.
Ni tampoco quiso causar inquietud diciendo algo a los pájaros.
Y como lo advirtió, el dueño volvió al otro día y vio que nada había cambiado respecto al día anterior. Que todo estaba igual.
Furioso cogió una vara larga y empezó a golpear al espantapájaros en la cara, en el pecho y en la espalda.
Fue en ese instante que salió volando el pichoncito que se cobijaba entre sus brazos, en el fondo de su corazón.
– ¡Ah! ¡Traidor! ¡Malagradecido!
– Pero ¡amo! ¡Papacito!
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9. Detrás
de él
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– Yo te hice. Yo te creé. Yo te di la vida. ¡Y te puse en este lugar para que cumplieras bien tu trabajo! ¡Y mira cuál es el pago y la recompensa que me das!
– Es que…
– Yo te mandé que ahuyentaras a las aves, ¡y no que las criaras! Si no sirves para nada, entonces acabaré contigo.
Y se fue galopando furioso hasta desaparecer.
Al rato regresó con varios peones de su hacienda a quienes ordenó que desclavaran las patas de madera del espantapájaros, enterradas entre las piedras.
Puesto ya fuera y tendido en el campo verde cuan largo era, ordenó que lo cargaran y fueran detrás de él, que iba adelante montado en su lustroso caballo blanco.
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10. Rumbo
al cielo
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Lo llevaron primero por un camino serpenteante. Pero luego empezaron a subir hacia una alta montaña. El espantapájaros aún respiraba. Y se removía de dolor.
El amo iba rojo, bufando y congestionado por la ira.
Llegaron hasta la cima del monte. Descansaron dejando el cuerpo malherido al borde del precipicio. El amo entonces ordenó:
– ¡Arrójenlo! ¡Láncenlo! ¡Tírenlo abajo!
Y teniendo que obedecer, lo impulsaron al abismo.
Mientras caía, todas las aves que se habían reunido a cierta altura salieron presurosas y lo sostuvieron estremecidas con sus picos y sus alas.
Y entre todas juntas lo llevaron rumbo al cielo, en donde habita como el único espantapájaros quien hasta ahora ha entrado al paraíso de los pájaros.
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Texto que puede ser reproducido
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