sábado, 23 de abril de 2011

23 DE ABRIL: DÍA MUNDIAL DEL LIBRO Y DEL DERECHO DE AUTOR - LA VIDA DEL LIBRO EN EL PERÚ - POR DANILO SÁNCHEZ LIHÓN

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CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA

Construcción y forja de la utopía andina


ABRIL:

MES DE LA PALABRA, LA CREATIVIDAD LITERARIA E

INMORTALIDAD DE CÉSAR VALLEJO




PEREGRINACIÓN A LA TIERRA DE VALLEJO

ENTRE EL 27 Y 29 DE MAYO EN SANTIAGO DE CHUCO




CALENDARIO DE EFEMÉRIDES

23 DE ABRIL, 2011

DÍA MUNIDAL DEL LIBRO Y DEL DERCHO DE AUTOR





INVITACIÓN A LA ACTIVIDAD DEL AULA CAPULÍ:

DÍA SÁBADO 23 DE ABRIL 7.15 PM

EN EL MONUMENTO A CÉSAR VALLEJO,




FRENTE AL TEATRO SEGURA. JR. HUANCAVELICA 3ª CUADRA

EN EL CENTRO DE LIMA

MITIN

“POESÍA DEL PÓMULO MORADO”

TRIBUNA ABIERTA PARA LECTURA Y DECLAMACIÓN DE POEMAS

POETA CENTRAL Y DE HONOR OMAR ARAMAYO




POETA INICIADOR DE LA POESÍA MÁGICA EN EL PERÚ

AUTOR DE LA OBRA “LOS DIOSES”

PRÓXIMO LIBRO A APARECER: “AGUA DE LOS MONTES”


PARTICIPANTES INSCRITOS:

– RAMÓN NORIEGA
– NALO ALVARADO
ARMANDO AZCUÑA
– MANUEL RUIZ PAREDES
– FABIO GALLO
– HERIBERTO GALINDO


ADHESIÓN A LA ACTIVIDAD DE LA

SOCIEDAD UNIVERSAL DE ARTISTAS Y LITERATOS, SUAL:




CELEBRACIÓN EN EL DÍA DEL IDIOMA ESPAÑOL”

EN LA CASA DE LA LITERATURA PERUANA

“ESTACIÓN DESAMPARADOS”, CENTRO DE LIMA.

SÁBADO 23 DE ABRIL A LAS 5 PM.

Teléfonos Capulí: 420-3343 y 420-3860

planlector@hotmail.com


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PLAN LECTOR, PLIEGOS DE LECTURA

LA VIDA DEL LIBRO EN EL PERÚ




Por Danilo Sánchez Lihón


1. El libro y su influencia

en el viejo y nuevo mundo

Se ha reflexionado y dejado constancia por escrito que el descubrimiento del Nuevo Mundo se debió a una lectura decisiva, la del libro “Mis maravillas” de Marco Polo, obra turbadora y apasionante que al leerla conmovió profundamente e iluminó de manera capital al hombre de mar Cristóbal Colón.

Podemos figurarnos el momento en que absorto en sus páginas este marino encontraba el camino imaginario –y después real– a su tremenda y fascinante aventura. Pero todo ocurrió primero frente a las páginas absortas y embelesadas de un libro.

Túpac Amaru II, quien encabezara el movimiento más descomunal y heroico de rebelión, que estremeciera hasta su médula a la más grande potencia del orbe, como era España en el siglo XVIII, fue sabiamente influenciado por otro libro, cual es: los Comentarios Reales del Inca Garcilaso de la Vega, de quien fue asiduo, atónito y ensimismado lector.

José Durand refiriéndose al gran movimiento de reivindicación que encabezó el Cacique de Tungasuca, anota:

"hasta diríamos que en los Comentarios Reales se halla la Biblia secreta de esa revolución".

Ejecutado el caudillo, la corona española prohibió la circulación y lectura de dicha obra, porque sin duda "excitaba la conciencia de nacionalidad", al decir de quienes han sopesado la influencia de lo que ese texto produjo, y por lo que en él se cuenta, refiere y valora.

2. Somos hijos

de los libros

El libro también fue decisivo para forjar el movimiento emancipador de las nacientes y agitadas repúblicas del Nuevo Mundo, con el Contrato Social de Juan Jacobo Rousseau izado como emblema y estandarte soñado. ¡Era un libro!

Por eso, han sido primero los libros y después las espadas quienes nos abrieran el camino para ser libres. Y serán los libros los que al final hagan posible que fundemos aquí y ahora sociedades dignas, solidarias y felices.

Así próceres como Toribio Rodríguez de Mendoza, Bartolomé Herrera o José Faustino Sánchez Carrión forjaron primero voluntades y luego sus sueños en los libros, divulgándolos primero en la cátedra y luego en la plaza pública, donde alzaron su tribuna de adoctrinamiento. El sueño de nuestra libertad surge a partir de los libros que consumieron desvelados esos hombres preclaros consumidos por la esperanza de forjar un porvenir de promisión para nuestros pueblos.

José Carlos Mariátegui y César Vallejo, quienes nos han formado en la sensibilidad y en la conciencia moral de tener que asumir un compromiso social ineludible, si es que queremos ser hombres dignos, son ellos hechura de los libros a los cuales sometieron sus latidos, porque el primero no conoció a su padre y el segundo provenía de un hogar muy carente, modesto y donde su progenitor cuando él nació ya era un anciano.

Otro gran sendero fulgurante, huérfano de madre y después abandonado por su padre, es José María Arguedas, quien se define cuando un día lee las primeras narraciones sobre los "indios". Tan adulterada y falsa presentaban la imagen del hombre andino que por contraposición se impuso el compromiso de escribir sobre la verdad y la belleza de aquella realidad que él tanto había gozado y sufrido, develándonos así un universo escondido.

3. El libro,

ese extraño

Sin embargo, en nuestra historia, el libro al mismo tiempo que un rol positivo ha desempeñado un papel casi nefasto, cuyos rezagos quedan impregnados y se agitan pululantes, y que es importante hacer conciencia de ello porque afectan y repercuten negativamente en la plena adopción y en la clara relación que podemos establecer con la lectura.

En la historia cultural del Perú el libro no siempre ha sido un personaje que haya desempeñado un edificante papel. Muy pronto fue utilizado como arma de dominación, para sojuzgar y avasallar: allí está la ley, el catecismo y el código civil y penal, blandidos casi siempre en contra de la gente humilde.

Nuestra auténtica cultura, en contraposición a aquellas desarrolladas con la escritura, se contiene y se trasmite más bien a nivel de expresión oral. Allí están las canciones quechuas, los mitos y leyendas andinas y amazónicas, la herencia magnífica de la artesanía transmitida prácticamente por vía familiar y sanguínea, vertebrando nuestra esencia cultural, la que pervive heroicamente.

La ciencia, la gran ciencia incaica se trasmitía por vía oral. No fue necesaria la escritura, así como la gran organización del imperio incaico no requirió de la escritura, quizá con ella se hubiera enquistado la burocracia y la corrupción.

El libro, llegado a nuestras tierras fue, en numerosas ocasiones, vehículo y medio de dominación, instrumento que manejaban los señores, los hombres de las ciudades, los poderosos para abusar y mentir. Las clases dominantes lo utilizaron para avasallar, y actuó conformando la tríada de la dominación y conquista, cuales son: la espada, la espuela y el libro.

4. ¡Santiago,

al ataque!

Hay un hecho que ilustra simbólicamente este fenómeno y es el acto de la captura del Inca Atahualpa y el consiguiente derrumbamiento del imperio incaico en Cajamarca, por mano del capitán Francisco Pizarro, con 62 caballos montados y 102 hombres de a pie, en donde fue el libro el protagonista central de la escena y en donde le cupo jugar un rol desventurado.

El fraile dominico Vicente de Valverde, acercándose a Atahualpa en la plaza de Cajamarca, luego que este llegara con su séquito de 40 mil hombres desarmados, le tiende la Biblia, el libro por excelencia. El Inca recibe sorprendido aquel objeto extraño, que en la traducción de los dos intérpretes indígenas allí presentes, Felipillo y Martinillo, escuchando que se le dice lo siguiente:

– “Esta es la palabra del Dios verdadero que te insta a hacerte cristiano y someterte al Rey Carlos V, aceptándolo como tu Rey y soberano”.

El Inca, dejando pasar la insolencia de esta apelación, y al escuchar que aquel artefacto contenía la palabra de Dios tuvo curiosidad por oírla y lo lleva a la oreja para escucharla. Desconcertado relacionó palabra con lengua y lo probó con la punta de las papilas linguales. Al sentir el sabor salobre y sudoroso del cuero arroja al suelo aquel objeto extraño, indignado, acto que fue tomado como sacrílego por el cura, quien clama:

– ¡Santiago, al ataque!

Cual era la consigna que tenían los españoles para desatar el infierno. Entonces los arcabuces apostados alrededor de la plaza, uno de ellos en el cerro Apolonia, disparan. Se desboca la caballería y arremeten los soldados a pie estando a punto de matar al Inca que Francisco Pizarro defiende, hiriéndose el brazo con una espada que cae, consumándose de este modo la conquista y con ello el desmoronamiento del imperio incaico.

5. Después se lo requisa

y quema

Posteriormente el libro, la Biblia y el catecismo, se asocian a la espada para perpetrar la destrucción de nuestra cultura suplantándola por otra.

Fue el arma que mejor manejaron los "extirpadores de idolatrías". Pero paradójicamente en ella recogían lo que aparentemente demolían para siempre. Así tenemos el libro Dioses y Hombres de Huarochirí en donde el funcionario destructor de idolatrías, el cura Francisco de Ávila, recogía lo que según él quedaba abolido para siempre. Y que hoy nos sirve para extraer de allí los mitos y leyendas que nuestros niños necesitan.

En el tiempo presente el libro aún se identifica, en el mundo andino, con el abogado y el letrado, con el político y el doctor, con el juez y la sentencia, consecuentemente con el abuso, la explotación, la injusticia y el poder deshonesto e ilegítimo.

En las ciudades hay dos actitudes contrapuestas frente al libro. Si su lectura constituye una vía de escape o evasión, al sustituir problemas verdaderos por preocupaciones falsas, hay actitudes hacia él de condescendiente desprecio. O bien de entretenimiento en un goce ocioso, banal o malsano.

Pero cuando presenta la realidad sin ambages y denuncia los mecanismos que la sostienen, se lo identifica con la subversión, con el peligro público, con la alteración del orden y hasta con el atentado terrorista.

En este último caso entonces no se lo edita, se hace lo posible por acallarlo, o sencillamente se le requisa y quema; y entonces se persigue implacablemente a sus autores.

6. Los libros y nuestra

posibilidad de liberación

Es de necesidad hacer conciencia de estos hechos, analizar objetivamente qué causas motivan tal recelo, ya sea la desafección o la indiferencia respeto al libro.

Estas ideas soterradas en el fondo de nosotros mismos, y que aparecen siempre a través de manifestaciones solapadas o sutiles, deben ser develadas y analizadas críticamente.

Es necesario examinar abiertamente esos aspectos, ventilar públicamente tales distanciamientos, expurgar acuciosamente nuestros dolores, a fin de que podamos superar traumas y temores para encarar resueltos y confiados nuestros problemas y acometer el desafío de forjar aquí pueblos felices y pletóricos.

Tenemos que adoptar una actitud en la que se consideren los problemas del libro como realmente son: problemas del alma; raigales cuestiones, decisivos y trascendentales manifestaciones.

Porque el libro afecta lo más hondo de nuestro ser histórico, como también del ser individual formando parte de nuestra identidad, y de nuestra manera de ser actual y vigente.

Es a partir de ellos que se determina nuestro poder de iniciativa en el desarrollo técnico, científico, cultural y social.

Ellos condicionan en gran medida la supervivencia de nuestra cultura y de nuestra posibilidad de ser sociedades efectivamente libres.

7. Continuidad

y cambio

Por eso, veamos a continuación cuál es el proceso de desarrollo del libro vinculado todo ello a nuestra historia social y cultural:

Los libros existen a partir del siglo III A.C.

Eran, como objetos, en cierta forma análogos a como ahora los conocemos, aunque logrados en ese entonces en base a un paciente esfuerzo de artesanía, que la hacían los copistas.

Lo que ha cambiado radicalmente no es la presentación en sí, sino el fenómeno de su producción, distribución y variedad de uso.

Gregorio Marañón en ocasión de visitar la exposición del milenio del libro español, manifestó que nada da idea de la excelencia del libro, como –y aunque parezca paradójico– su inmutabilidad o su incapacidad para no progresar.

El libro ha sido el portador de maravillosos adelantos y de la modernidad. Sin embargo, es hoy exactamente el mismo que cuando apareció en el mundo.

Quizá en algunos aspectos incluso el libro ha empeorado. Ello si se lo mira en relación a su sofisticación, habiéndose hecho más simple, ordinario y llano.

8. La sociedad es la inventora

del libro y de la imprenta

La historia del libro es la historia de un proceso. En la crónica de su formación hay hitos destacados en los cuales han intervenido personajes célebres como Johannes Gutenberg, el de los caracteres móviles.

Pero también son registros fundamentales de este devenir: Frederick Ivés, a quien debemos el fotograbado; Otto Mergenthaler, quien inventó la máquina del linotipo que moldeaba líneas enteras de letras con plomo caliente; Ira W. Rubel, aplicando en 1900 el proceso básico del offset; o Kris Colmes impulsor a partir de 1985 de la tipografía digital. Y tantos otros que dieron su aporte en los múltiples aspectos del arte gráfico, sobre todo ofreciendo contribuciones de base para la función editorial.

Pero, no puede dejar de reconocerse que, como toda creación humana es más bien la sociedad la inventora y propulsora del libro, de la imprenta y de la función editorial. Ambos son el resultado de una cadena de realizaciones cuyos eslabones se enlazan con el anónimo hombre de la China, quien el año 102 D.C. descubre el papel.

La historia pasa, por ejemplo, por el fundidor que logra el metal adecuado por su resistencia para ser tipo de imprenta. O transcurre por el hombre que tala los árboles para fabricar la pulpa de papel. O por el químico que produce la tinta para la impresión de las páginas temblorosas, opresivas o vibrantes.


9. El libro amenazante

y luego el libro subversivo

Tanto para la invención y fabricación de los aparatos como para la perfección de los materiales e insumos se ha requerido de la participación ingeniosa y devota de numerosos hombres en distintos tiempos y lugares.
Entre nosotros, el libro se incorpora a la historia nacional cuando ya había logrado casi una forma definitiva en cuanto a modelo, materiales y principales técnicas de su fabricación.

Es decir, al Perú llega en la etapa de "libro impreso". Y es él una de las armas o instrumentos manejados con mayor eficacia y agresividad por el conquistador para imponer su predominio y su cultura.

Dos actitudes contrapuestas se suceden en nuestra historia con respecto al libro. Primero, fue utilizado para avasallar a la masa indígena imponiendo leyes, cánones, religión y costumbres.

En la consolidación de la conquista española el libro tuvo una actuación perniciosa: fue una presencia oscura, autoritaria y amenazadora. Los evangelizadores encargados de introducir la doctrina cristiana inculcaron temor acerca de él y de su contenido. Ahí en él o por él estaba nuestra condenación.

Y fue tomado consiguientemente como depositario de hechicería, magia y sortilegio. La Biblia era "sagrada", allí estaba amenazadora la "palabra de Dios".

10. El libro en la dominación

y pronto en la insurgencia
Posteriormente, ya en la época pre independentista, leer o simplemente poseer un libro, salvo que se fuera un funcionario, fue subversivo. Era peligroso. Y todo lector tenía un cartel invisible, pero amenazante, de ser un intrigante, un perturbador del sistema y del orden instituido.
Más tarde el libro se convierte en objeto de persecución y mordaza, que se desata por ser admirable portador de un mensaje de renovación. Es el forjador del sentimiento de liberación, desde los albores de nuestra independencia.

De allí que, entre otras causales, el libro no tenga raíces profundas en el hábito y en la vida de nuestros pobladores. Desde las ediciones del Inca Garcilaso, prohibidas de circular después del levantamiento de Túpac Amaru, pasando por la feroz requisitoria de que eran objeto los criollos ante la sospecha de que poseyeran ejemplares de los enciclopedistas franceses.

Hasta en época reciente, los libros han sido motivo para desterrar y encarcelar a sus autores. Así como apresar, torturar y desaparecer a sus lectores.

Con toda propiedad puede afirmarse que la historia del libro en el Perú es también la historia de nuestra dominación, para ser pronto de la conspiración y conjura, luego de la sublevación, para pasar ahora a ser un símbolo que encarna nuestras opciones y luchas populares más auténticas.

11. Llegada de la imprenta

a la América

Apenas a trece años después de la batalla de Otumba, que fue el comienzo de la aventura de Hernán Cortez en México, ya el Obispo Fray Juan de Zumárraga apela ante Carlos V a fin de establecer una imprenta y un molino de papel en la Nueva España.

Tan pronto se establece en México la primera imprenta de América, en 1539, la travesía de este rústico y maravilloso aparato traza una línea recta hacia la capital del Virreinato del Perú.

Lima, que en aquel entonces se erige, y consolida después por varios siglos, como la otra gran ciudad del imperio español, recibe la imprenta el año 1580.

De México este artefacto y sus caracteres móviles fueron traídos por un impresor italiano llamado Antonio Ricardo, nacido en Turín y muerto en Lima en 1605, quien antes trabajó como tipógrafo dependiente en la que fuera la ciudad de los emperadores aztecas.

Fue este aventurero quien trajo la imprenta al Perú, un trabajador autónomo, a quien ahora llamaríamos un informal, un ambulante, casi un pirata del las ediciones, quien fue el portador de este sueño, a quien debemos esta enseña moral.

Y quede entonces constancia, hoy que se persigue tanto y sataniza a los informales del libro, que no fue la autoridad política ni religiosa ni académica de la época quienes trajeron la imprenta a estos reinos, sino que la autoridad hizo más bien todo lo imposible por impedir su ingreso primero y su funcionamiento después.

12. La imprenta

llega al Perú

Antonio Ricardo, quien ha conseguido un sitial casi legendario en la historia por traer la imprenta a la América del Sur y más concretamente al Perú, llegó hasta nosotros en forma casi furtiva trayendo sus aparejos y su ilusión a bordo del barco "Santa Lucía". Lo acompañaba Pedro Pareja, compañero de oficio y auxiliar suyo.

Las dificultades que encontraron y tuvieron que vencer para hacer funcionar su maquinaria de ensueño y quimera fueron inmensas y por momentos parecían insalvables. Pero, al fin, al comenzar 1581 habían logrado instalar su tipografía ignorando que una Real Orden prohibía en el virreinato la impresión de libros.

Antonio Ricardo se valió entonces del Cabildo y del claustro universitario solicitando su intervención para conseguir la licencia indispensable. La Real Audiencia de Lima recién el 12 de agosto de 1584 lo autorizó para que pudiera imprimir:

…la Doctrina Christiana y catecismo para instrucción de los indios y las demás personas, que han de ser enseñadas en nuestra santa fe... traducida en las dos lenguas generales de este reino quechua y aymara: Ciudad de los Reyes, Antonio Ricardo 1584.

Reza así el epígrafe de la primera edición del primer libro dado a luz en esta tierra de infortunios, pero a la vez de inatajable promisión, pero antes se imprimieron de manera subrepticia y algunos a pedido de las mismas instituciones oficiales hojas y folletos irresolutos.

13. ¿Cuál fue

el primer libro impreso?

Sin embargo, ya como libro, José Toribio Medina, erudito y bibliógrafo, ha demostrado que la edición de la Doctrina... se suspendió momentáneamente. ¿Qué?

En su lugar se estampó un opúsculo titulado Pragmática sobre los diez días del año que sería la primera obra impresa en la América meridional.

Allanado el camino, Ricardo fue llamado por los jesuitas que poseían el gran Colegio de San Pablo, en donde quisieron que funcionara una imprenta a fin de poder editar los libros necesarios para la evangelización de los indios aborígenes de estas comarcas. Y así fue.

Pero es necesario tomar en cuenta que ha sido casi siempre la iniciativa de los de abajo, impedida incluso al principio por el poder formal, el que ha dado curso a los grandes, significativos y prometedores eventos en el Perú.

Después de trabajar un tiempo con los jesuitas Antonio Ricardo se independizó instalando su imprenta en la calle Mantas, en un inmueble de su propiedad, en el cercado de Lima.

Allí imprimiría numerosas obras, entre ellas el Arancel Real por orden del Virrey y a fin de que se diera cumplimiento al pago de las alcabalas adeudadas a la corona.

De esta forma Antonio Ricardo pronto se vio convertido en impresor oficial.

14. La crisálida

de los periódicos modernos

Así tenemos por caso su prestación de servicios al “Correo mayor” Pedro Balaguer de Salcedo a quien el Virrey Hurtado de Mendoza encargó –como refiere el historiador Luis Antonio Eguiguren– que se ocupara de las Relaciones que antes en forma manuscrita circulaban en la sociedad colonial.

Una de ellas fue la victoria de don Juan de Castro y de la Cueva, en el estrecho de Magallanes, el mismo que destrozó al pirata Juan de Aquines. Estas Relaciones se hacían con cierta periodicidad.

Balaguer quedó autorizado para perennizar este acontecimiento valiéndose de la imprenta. El Virrey recomendó que la impresión se hiciera por Antonio Ricardo de Turín.

La descripción del acontecimiento naval en Tierra del Fuego, en quince hojas en octavo, es el folleto más antiguo que se publicó en el Nuevo Mundo, significando ser el germen o la crisálida de los periódicos modernos que hoy circulan en nuestro continente.

Los servicios de Antonio Ricardo no estuvieron exentos de peligro. En 1596 por publicar la obra del poeta Pedro de Oña, que había prescindido del trámite del examen de su obra por el Ordinario o de la Santa Inquisición, estuvo a punto de ser preso y hasta excomulgado.

Para librarse de ésta y otras penas tuvo que acogerse a la costumbre del asilo, refugiándose en las moradas religiosas, protegiéndose bajo la sombra del convento de San Francisco, tal como hacían los forajidos o perseguidos por la ley.

15. La imprenta se traslada

a provincias

A partir de entonces fue la imprenta cobrando auge en Lima, la cual contaba en el siglo XVII con 10,000 habitantes, cinco Colegios, uno de ellos especial para los indígenas. Y la esplendorosa Universidad Real de Lima, hoy cuatricentenaria Universidad Nacional Mayor de San Marcos, con ochenta profesores.

Hacia 1637 funcionaban a la vez tres talleres de imprenta. Pero a esto, y por mucho tiempo, quedó reducido casi todo.

Cierto es que se conocen por lo menos cuatro libros que llevan el pie de imprenta del pueblo de Juli, a orillas del Lago Titicaca, que fuera denominada la Roma o El Vaticano del Nuevo Mundo, donde los jesuitas habían fundado un colegio, y que en tiempo de la Colonia fue un centro desde donde se irradiaba el poder religioso hacia el ámbito de la América del Sur.

De la imprenta de Ricardo se hizo cargo más tarde Francisco del Canto establecido en Lima como librero, quien la amplió y mejoró tanto que llegó a imprimir ya en dos colores: el negro y rojo.

En lo que respecta a los grabados, según el historiador Torres Revelle, los primeros son los que ilustran la Relación de la Exequias de la Reina Margarita, impresa por Pedro Merchan Calderón en 1613.

Como hemos podido constatar los primeros incunables del Perú, fueron libros de carácter religioso y libros de enseñanza, así como libros oficiales para la administración y ligados a la vida social del poder colonial.

16. Se editaban obras

para la evangelización

Otra característica que merece tenerse en cuenta es que la imprenta llegó al Perú cuando se habían incorporado en la edición, la ilustración xilográfica y el grabado en cobre, es decir al aguafuerte.

Es por eso que gráficamente el libro hecho en ese entonces abunda en letras iniciales con ornamentos y también en viñetas colocadas al principio o al fin de página.

Esta tradición, que se refleja hasta el presente, viene entonces desde antiguo, siendo aquello que le imprime un sello muy especial a los libros editados en nuestro país, principalmente a los de humanidades y, más particularmente a los de creación literaria. Sin conocer este punto es posible que no nos explicáramos a qué se debe tal predilección.

Los talleres tipográficos del Perú y el resto de América pronto estuvieron bajo el dominio, todos ellos, de la autoridad eclesiástica que no tuvieron en su desempeño más finalidad que la muy limitada de suministrar las obras necesarias para la instrucción general y la evangelización de los indios. De modo eventual la de proporcionar a la administración de la Colonia los libros indispensables para el desenvolvimiento de la naciente sociedad.

Las obras de ficción en el nuevo continente estaban drásticamente prohibidas, incluso en su importación de la península, aunque en la práctica hay registros acerca de su circulación. No se conoce, sin embargo, que alguna hubiera sido aquí editada.

17. Se prohíbe divulgar datos

sobre los territorios conquistados

Si bien es cierto que ya se imprimían distintos documentos en el Perú a partir de 1584, muchos libros se tuvieron que importar de España y en grandes proporciones.

Como se ha especificado:

"…cajas llenas de libros publicados por el editor de Sevilla Cromberger pasaron a tierra de América, y no hubo navío que no cargase libros en sus bodegas".

Sin embargo, la publicación y comercio del libro a lo largo de la época colonial, son actividades que estuvieron sometidas a diferentes restricciones.

Así, en la segunda mitad del siglo XVI se estableció que los jueces y justicia de las indias Occidentales, Islas y Tierra Firme del Mar Océano, no consintiesen la impresión y publicación de cualquier libro sobre los datos de los territorios conquistados, sin el permiso del Consejo Real de las Indias.

Los impresores que incurrieran en la falta serían penados con la multa de doscientos mil maravedíes, más la pérdida de los impresos y los instrumentos que hubieran servido para dicho trabajo.

18. No se podía imprimir

sin licencia ni supervisión

Los libros sobre vocabulario y lengua de los indios tampoco se podían imprimir sin que previamente estuvieran examinados por el Ordinario, sin perjuicio del examen practicado por la Real Audiencia.

Los Virreyes, Oidores y Gobernadores, no debían permitir que se imprimieran o circularan "los libros de Romance", que se ocuparan de cosas profanas, fábulas o historias puramente imaginativas.

Para esto los previsores de los prelados estaban autorizados para ingresar a las naves a fin de cerciorarse de los libros prohibidos que podían traerse con fines de tráfico ilícito.

Los libros de rezos eran objeto de monopolio.

El privilegio de imprimir los catecismos y libros de oraciones lo tenía el Monasterio de San Lorenzo.

Cuando este precepto era violado le cabía intervenir directamente al oidor más antiguo de las Audiencias Reales.

En síntesis, todo autor o impresor de libros previamente debía recabar licencia del Consejo de Indias para proceder a imprimirlo. Y estaban obligados, posteriormente, a enviar veinte ejemplares para que los miembros pudieran examinar la fidelidad de su contenido en relación con el prototipo autorizado.

19. Entre nosotros el comercio del libro

fue antes que su producción

Este aspecto de la circulación de libros es muy importante para nosotros, porque de la publicación del primer libro en Europa, en 1451, a la aparición del primero en el Perú, en 1584, transcurre apenas 133 años, ni siquiera siglo y medio.

Sin embargo, de estos datos también se deduce que aquí el comercio del libro es anterior a su producción, hecho cuya secuela es acaso lo que repercute hasta el presente, siendo el lastre que nos mantiene pasivos.

Esto desequilibra nuestra balanza de comercio exterior que cada día pesa más y más a favor de nuestros proveedores externos dejándonos a nosotros el triste rol de consumidores de papel impreso.

Así, la primera obra verdaderamente nacional, como son Los Comentarios Reales de los Incas, del mestizo cuzqueño el Inca Garcilaso de la Vega, se editó fuera de nuestra patria, lo cual traza ya un signo de exilio y extrañamiento para nuestras letras y para los libros que consumimos, incluso salidos de la pluma de nuestros propios autores.

Es decir, la edición de la obra cumbre del más claro de nuestros ingenios fue hecha en Lisboa y data del año 1609. Sólo muchos años después se editaría recién en el Perú.

20. La propiedad y uso de los libros

era signo de poder político

En la época colonial existía un significativo movimiento cultural en torno a la Universidad, Colegios Mayores y, particularmente, en el interior de las distintas órdenes religiosas, poseedoras de los fondos bibliográficos y del poder editar.

La Santa Inquisición vigilaba celosa toda esta inquietud. Sólo en las postrimerías de este largo período se fueron infiltrando libros portadores de ideas que menoscababan el poder y el orden instituido.

Muchos títulos pasaron a ser condenados en el Índex, que era la lista negra de las obras prohibidas de circular, elaborada por la Santa Inquisición, institución temible en todo el reino porque sus órdenes abarcaban desde azotes hasta ejecuciones por apaleamiento, como también ser quemados en la hoguera. Y no únicamente los libros sino también sus autores y hasta sus lectores.

Comprobada la posesión por parte de una persona de un libro anotado en los "expurgatorios de la Santa Inquisición" costaba cargar por mucho tiempo el San Benito, soportar muy buenos flagelos o en casos extremos ser conducidos al cadalso.

Como caber suponer entonces, durante la época colonial los libros fueron patrimonio exclusivo de los altos funcionarios del estado, gentes de claustro y, en algunos casos, de la nobleza, si es que por si acaso leía. La propiedad y uso de ellos era signo de poder político y de alta clase social. El pueblo estaba lejos de hacer uso de ellos y menos de poseerlos.

21. La primera biblioteca pública

fue de la Universidad Real de Lima

Fue recién en 1758 que José Eusebio de Llano y Zapata, en carta al Arzobispo de Charcas, expresa su idea del establecimiento de una biblioteca pública de la Real Universidad de Lima, servicio que sería fundamental en la difusión del libro y de las ideas independentistas.

La carta de Eusebio de Llano vendría a ser la primera semilla de la Biblioteca Nacional del Perú, creada oficialmente el 28 de agosto de 1821, como iniciativa de su ministro de Guerra Bernardo de Monteagudo.

Cuando Carlos III dispone la expulsión de los jesuitas en 1767 es concedida, por Real Orden del año siguiente, la biblioteca que éstos poseían en el colegio San Pablo a la Universidad Real de Lima.

Esta aparente represión fue de efecto contrario puesto que al ser abierta como biblioteca al acceso de los ciudadanos que lo requerían, ello significó, en aquel tiempo, una democratización de la cultura y apertura de los libros a favor de las personas ilustradas y de los ideales de libertad.

Declarada la independencia, la Biblioteca de la Universidad pasó a constituir la Biblioteca Nacional, además de los donativos que hicieron a ella José Joaquín Olmedo, Hipólito Unanue, Pérez Tudela y, en especial, el libertador don José de San Martín, quien donó 700 libros personales, muchos de ellos con sus anotaciones de puño y letra, así como Bernardo Monteagudo donó toda su biblioteca particular.

22. La búsqueda

de una identidad nacional

La etapa inmediatamente anterior a la guerra de independencia fue, asimismo, proficua en lo que a actividad editorial se refiere, pero dentro de la relatividad del marco jurídico y socioeconómico en que se vivía.

En aquel entonces se editan libros, revistas y sueltos que conllevan sobre todo un mensaje político y una inquietud de búsqueda de una identidad nacional.

Es imprescindible mencionar en este contexto a la revista Mercurio Peruano, primera publicación científica elaborada por la Sociedad Amantes del País, entre 1791 y 1794. Su director fue el sabio Hipólito Unanue.

Un detalle importante que debemos destacar es la traducción que se hizo de esta colección al idioma alemán, en el año 1808, lo que nos revela el nivel académico y el gran prestigio que llegó a alcanzar en su tiempo y para un ámbito tan exigente como era el de Europa.

1810 es otro hito en la historia del libro en el Perú por la apertura que se da a la libertad de pensamiento y la supresión del Tribunal de la Santa Inquisición, decretada por la Constitución de Cádiz de aquel año, acontecimiento que diera margen a una abundante circulación de impresos.

23. Las imprentas volantes

de la campaña emancipadora

Iniciada la lucha por la emancipación de España, resulta característico de los periódicos y demás publicaciones de aquella etapa el ser reflejo circunstancial de los acontecimientos que se iban suscitando.

Esto se traduce en una marca: la trayectoria más bien efímera que alcanzan a tener como proyecto editorial, pues su propósito era servir a una causa, en condiciones más o menos clandestinas.

Es fácil suponer el enorme trajín en que debieron verse envueltos autores, impresores y libreros patriotas. La obra impresa era urgente y el trabajo peligroso. El libro debió ser objeto de todo un cuidado y un rito, como una presencia secreta, preciosa y confidencial.

Correspondientes al período de la guerra de independencia nos han quedado datos interesantes respecto a las publicaciones e impresos dentro de los cuales estaba el libro.

Sobre todo la agitación de las llamadas imprentas volantes que sirvieron para imprimir textos ideológicos y mantener informada a la población simpatizante de los acontecimientos, sean militares o sean políticos.

Muchas de esas prensas fueron botín de guerra que se arrebataban los ejércitos. Y que se echaban a funcionar diligentes en manos del vencedor, imprimiendo el parte victorioso y las órdenes que se daban a la población civil.

24. Cambios en los procesos sociales

y en la maquinaria editorial

Consta que la expedición libertadora de Don José de San Martín, por ejemplo, traía en uno de sus barcos una imprenta, la misma en donde se imprime, al llegar a Pisco el 8 de septiembre de 1820, la proclama que lleva por título: "A los habitantes del país".

En esa imprenta se editaron manifiestos, decretos, bandos, noticias de los frentes de guerra, casi siempre en hojas sueltas e impresas por un solo lado.

En algunas hojas en el colofón se lee: "Imprenta del Ejército Libertador", y están fechadas en Pisco, Huaura o La Legua.

Se ha dejado constancia, asimismo, de un dato curioso, cual es: que la Imprenta de los Niños Expósitos, establecida en el año 1749, carecía en 1824 de sus mejores prensas “…por haberse dotado de ellas a los ejércitos patriotas”, datos por los cuales se nos revela quién apoyaba a quién.

Se vive una época en la cual, entre nosotros ocurren cambios en los procesos sociales, en cambio en Europa acontecen innovaciones en los procesos de edición, las mismas que demoran entre nosotros en ser adoptadas. Así: en 1814 aparece en Europa la máquina de imprimir a vapor y surge en 1866 el procedimiento de impresión por rotativa. Veinte años después en 1886, empieza a funcionar la linotipia.

Inventor de este nuevo instrumento fue un relojero alemán instalado en Washington: Otto Mergenthaler, quien logra sustituir el trabajo del cajista, que letra a letra formaba una línea, por un mecanismo de teclas que producen líneas de plomo con grabación tipográfica en la matriz.

25. Se imita y se siguen

los modelos de Europa

Pronto las características de los procesos de edición en nuestro país también se ven transformadas al asumir las innovaciones que se producen en Europa. E incluso la presentación física que adoptan los distintos impresores sigue las pautas establecidas en el viejo mundo.

Así por ejemplo, en Francia y aquí se eliminan inmediatamente las ilustraciones cuando Gustavo Flaubert, en 1868, pone en tela de juicio las estampas de las obras de literatura, porque considera que ellas llenan el vacío de lo "alusivo", cumpliendo una función que al lector le gustaría realizar por sí solo, dado que la obra literaria está para estimular su imaginación.

Esto hace que en Europa y luego en América se olviden por un tiempo de las ilustraciones en las obras literarias. Hasta que llegan el fotomontaje y el offset, en donde hay un retorno al libro ilustrado, como fueron los primeros modelos que aquí se adoptaron.

A mediados del siglo pasado los periódicos en Europa empezaron a publicar capítulos de novelas por entregas semanales o mensuales, a manera de folletines. Idéntica función se realiza en el Perú.

De tal modo, Javier de Montepín y Benito Pérez Caldos eran leídos por el público de Lima a través de El Nacional, que por muchos años ofreció en esa forma las primicias novelísticas de Europa. Nuestros autores también hacían entrega por capítulos.

26. La "máquina de componer"

de José Arnaldo Márquez

Dentro de este panorama de copia y calco, que delinea nuestra historia, pese a ser repúblicas ya emancipadas, hay en el siglo XIX y XX algunos hechos singulares, como es el caso de la invención de la "máquina de componer", o linotipia, que hiciera en 1876 el peruano José Arnaldo Márquez, adelantándose diez años al descubrimiento del mismo artefacto que hiciera Otto Mergenthaler.

Márquez vivió entre 1830 y 1903, y fue poeta, periodista, escritor y pedagogo. Imperdonable sería olvidar este instante que corresponde a nuestra historia del libro y de la imprenta, pese a que el invento nunca llegó a tener aplicación práctica.

José Arnaldo observó que el arte de las impresiones había dado un avance enorme con la veloz rotativa, pero la composición tipográfica aún se realizaba en forma manual y por lo tanto era lenta, torpe y antieconómica.

Su "máquina de componer" que vendría a resolver el problema, unía en su delicado manejo los tres procedimientos fundamentales de la tipografía: teclado, distribución y fundición, todo ello operado en cuestión de segundos, como la época y la modernidad exigía ser.

Basadre nos refiere y cita a Martín García Merou, escritor argentino, en su libro Recuerdos Literarios, escrito alrededor de 1887, evocando a José Arnaldo Márquez en su intento de componer tipográficamente y de imprimir con un número reducido de tipos, remembranza apasionada y a la vez conmovedora.

27. Tuvo que rehacerla

mil veces

He aquí el testimonio de García Merou:

"Concebida la idea del invento –refiere García Merou– había tenido que ponerla en práctica, para lo cual se dirigió a Europa. Permaneció algún tiempo en Barcelona haciendo fundir las piezas del aparato que esperaba iba a darle gloria y fortuna. Se asoció con uno de esos agentes que manejan negocios sospechosos a quién, por un raro contagio, convenció de la grandeza y provecho de su descubrimiento.

Para construir la máquina chocó con toda clase de inconvenientes. Tuvo que rehacerla mil veces buscando una perfección inaccesible. La historia de Claudio Larcher, el héroe de L'Oeuvre de Zola, se reprodujo para él de una manera dolorosa. Agotados los capitales empezó la miseria triste, sombría, sin atenuaciones ni subterfugios.

Por defenderse del hambre vendió la traducción de algunos dramas de Shakespeare a la casa editora que publica la biblioteca de 'Artes y Letras'. Pero nada bastaba para el arreglo y fundición de las piezas defectuosas, todo lo consumía aquel monstruo insaciable en cuyas aras sacrificaba fuerza, inteligencia y vida.

El final de la historia se adivina. Un día se vio forzado a huir de Barcelona, salvando únicamente del naufragio su quimérico invento y yendo a escollar en París, empecinado en su idea fija, verdadero monomaníaco de una perfección ideal…”

28. Un invento que patentizó

en New York

Y prosigue García Merou refiriendo acerca del empeño y el delirio de José Arnaldo Márquez:

“Me es imposible describir (la máquina) en este lugar. Los años pasados y la misma complicación de las piezas han borrado de mi memoria muchos detalles esenciales. Recuerdo que, en mucha mayor proporción, tenía un vago parecido con la máquina de escribir norteamericana.

Creo recordar que para componer se daba vuelta a un manubrio que giraba alrededor de los alfabetos e iba a incrustarse en una matriz que hacía el efecto de componedor y de cliché para la estereotipia. La composición de la pasta maleable de la matriz era también uno de los secretos de Márquez.

Nos pareció cruel desengañar a un hombre fanatizado por el influjo de una idea fija, pero nuestra impresión unánime fue que aún le faltaba mucho para llegar al invento que había soñado (...) Márquez no se daba por vencido. Atribuía su fracaso a la pérdida de alguna pieza que debió refundir en París cuando ya sus recursos estaban agotados, haciendo prodigios de economía y gastando prodigios de ingenio".

No sabemos hasta qué punto es cierta la imagen de precariedad que nos presenta García Merou, extensamente citado. Lo que sí se sabe es que su aspiración fue la de industrializar su invento. Para el efecto realizó viajes, a fin de exhibir su linotipo, estando presente en las ferias de New York, España y Buenos Aires, alcanzando a patentar su invento en la ciudad de New York.

29. Inicios

del Siglo XX

En los primeros años del siglo XX aparecen distintas publicaciones de carácter especializado, dedicadas al estudio de las ciencias naturales, animadas indudablemente por la corriente positivista que insufla los espíritus de aquella época.

Así aparece el Boletín del Cuerpo de Ingenieros de Minas, y distintas series de revistas y boletines culturales, académicos y científicos, como el del Ministerio de Fomento, correspondientes a sus direcciones de Fomento, Obras Públicas y Salubridad.

Se recuerda también que las librerías “La aurora” y Rosay”, las más importantes de aquella época fueron inauguradas en Lima, en los primeros años de este período caracterizado por los avances de la tecnología, de la medicina y de la ciencia, y que estuvo ubicada en el jirón de la Unión, naturalmente.

Fueron unas señoritas de apellido Rosay las que estaban al frente de uno de estos centros de cultura y comercio, patronímico del cual se derivaba el nombre del establecimiento.

Allí aparecían los libros que por haber sido novedades en París, eran los que suscitaban el comentario, el estudio y la polémica.

30. Editores e intelectuales

de inicios del Siglo XX

Algunos editores que aparecieron en las primeras décadas de este siglo fueron las casas "Prince", "Antonio Gil" y "Sanmartí", que servían para que los pocos intelectuales que preferían su país para residir, editar y vivir con honor e identidad, así lo hicieran.

Las ediciones eran costosas, escasas y desatendidas por la crítica que más bien tenía puestos los ojos y oídos de lo que sucedía en las grandes metrópolis como París, Londres, Madrid, Roma o New York.

En sentido general, e igual a lo que ocurrió en el siglo XIX, las editoriales en el Perú no hicieron más que trasladar pautas de producción, de gusto y de prestigio que eran paradigmas en los paí¬ses europeos, cuya producción se trataba siempre de imitar.

Posteriormente, el ambiente reinante de tiranías sucesivas, de políticas de represión a toda inquietud progresista, de mercados y abastecedores cerrados, de política restringida y de compromiso con ciertas metrópolis, con exclusión de otras, influyó negativamente.

Se configura así una línea de conducta que dio como lugar a la emergencia de nuevas corrientes de renovación inspiradas más bien en un ideal de ser más autónomos y de buscar las raíces nativas en todo lo que es producción editorial.

31. Los nuestros se van,

otros llegan

A aquella situación se sumó el éxodo de nuestros intelectuales a otros países v continentes.

Artistas, hombres de letras, científicos, desplegaron su labor lejos de nuestra patria, enriqueciendo otras industrias editoriales con grave perjuicio y consunción de la nuestra.

Sin embargo, en América Latina se inicia una etapa propiamente moderna y de vanguardia en la actividad editorial a partir de 1936, en que como consecuencia de la Guerra Civil Española emigran a nuestro continente muchos editores, impresores e intelectuales de la península ibérica, con experiencia en el trabajo de edición.

Con la acogida que dan a los refugiados se benefician principalmente dos países latinoamericanos: Argentina y México.

No por este motivo sino que obedeciendo a razones más intrínsecas y profundas se inicia en el Perú una etapa señera, conducida por un movimiento generacional que sí logró aportar ideas, modelos propios e impulsó con vigor la actividad editorial.

Ese movimiento, ese contingente de hombres de la cultura están agrupados en lo que en el proceso de nuestra cultura se conoce como la generación indigenista.

32. La generación

indigenista

A lo largo de nuestra historia del libro es el momento de mayor vitalidad, significación y trascendencia.

Es en este momento donde se construye toda una visión del mundo y un ideario social, formalizado en un estilo y una preocupación por integrar cultura y realidad nacional.

En lo que respecta a función editorial: se innovan formatos, cambian los centros de producción y modos de distribución, se amplía el mercado y la lectoría en nuestro país.

Todas las obras de la corriente indigenista tienen un sello particular, desde la tipografía hasta las ilustraciones, tan copiosamente empleadas.

Nunca como en aquella época se editó tanto en el Perú. Y no solamente en Lima sino en provincias.

En cuanto al aspecto gráfico, que siempre fue remedo de lo que se hacía en otros países, recién en ese momento alcanza expresividad propia y en base al arte de la xilografía.

Esta expresión la practica, cultiva y promueve José Sabogal y todos los fervorosos seguidores de la escuela indigenista en la pintura y en las artes plásticas.

De xilografía es la carátula, el logotipo o pie de imprenta, las páginas interiores, las ilustraciones y hasta la viñeta del colofón de los libros.

33. El magisterio visionario

de José Carlos Mariátegui

No puede dejar de citarse en este contexto la sensibilidad extraordinaria y el magisterio visionario de José Carlos Mariátegui, quien funda el 31 de octubre de 1925 la Editorial Minerva, en la calle Sagástegui Nº 669, en el cercado de Lima.

Junto a este hecho cabe considerar también la aparición de la revista Amauta y el periódico Labor, dirigido también por ese ser endeble de cuerpo y colosal de espíritu, fundador del Partido Socialista del Perú. Dice al respecto Guillermo Rouillón:

"…Mariátegui al concebir la idea de concurrir a la fundación del socialismo en el Perú, una de las primeras preocupaciones que tuvo en relación con su plan ideo-político fue la de crear una editorial (…)

Ahora bien el antecedente inmediato de esta empresa la tenemos en el intento de Mariátegui por establecer la Sociedad Editorial Obrera Claridad, en colaboración con un grupo de estudiantes y trabajadores, pero este proyecto no pudo prosperar debido a la implacable persecución que efectuara el gobierno de Leguía contra sus organizadores…

La Editorial Minerva realizó en gran parte el programa trazado por Mariátegui y luego de cinco años de creciente actividad cultural, se truncó la empresa con el fallecimiento (en 1930) del incomparable suscitador de inquietudes espirituales y sociales''.

34. Brotes culturales

en provincias

Como anotamos anteriormente, un rasgo importante del movimiento indigenista es que no sólo se editó en la capital sino también en provincias donde se implementaron pequeñas casas editoras.

Funcionaron casi artesanalmente, pero produciendo ediciones trabajadas con mucho arte y esmero. Se animan grupos culturales como el de Orkopata en Puno, Resurgimiento en Cuzco, El Palenque en Arequipa, o el Grupo Norte en Trujillo.

A partir de entonces surgieron otras casas editoras que han continuado con el esfuerzo por activar la producción editorial en el país.

Florecieron en aquella época focos culturales como la Librería Internacional, con la Editorial Cultura Antártica; Jorge Falcón con la Editorial Hora del Hombre; Julio Mendoza Bravo con Escuela Nueva; la Editorial y Librería de Domingo Miranda; la Editorial Studium de Andrés Carbone; la imprenta y editorial de Pablo Villanueva; y la trayectoria ejemplar del editor y librero Juan Mejía Baca.

Comenta al respecto Bettina Summeers:

"En la provincia es poco lo que ha avanzado la industria editorial. Hay tres ciudades que mantienen una producción constante, aunque poco nutrida. Son en Arequipa la imprenta y editorial El Deber; en Cuzco, la editorial H.G. Rozas; en Trujillo, la imprenta y editorial La Industria. En otras ciudades las ediciones son esporádicas".

35. Años cuarenta: gestación

de las ediciones populares

Después de la gran dinámica editorial que generó el movimiento indigenista, de las tres primeras décadas del Siglo XX, otro período relevante en la historia del libro en el Perú lo constituyen las ediciones populares que en formatos de libros de bolsillo invadieron el ámbito del territorio nacional, en lo que tiene este de largo, ancho, hondo e inhiesto, con obras de los clásicos y modernos escritores latinoamericanos.

Ello constituyó una experiencia y un aporte valioso no sólo en el ámbito nacional sino, por primera vez, con verdaderas proyecciones y extraordinarias repercusiones en el ámbito continental.

Este fue un movimiento que se gestó por los años cuarenta, tuvo su maduración en etapas sucesivas y escalonadas y significó una diáspora que fue replicado a niveles de provincia y región, siendo que su influjo y reflejo viene durando todavía hasta el presente.

Verdadero forjador de este tipo de ediciones fue el profesor de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos Manuel Beltroy, quien editó en la década de los años cuarenta, volúmenes de una serie titulada "Antología Peruana", Selecciones de Escritores Peruanos, destinada a dar a conocer al público las creaciones literarias de nuestros escritores más representativos.

36. Las ediciones

populares

En la década del cincuenta toma la posta el escritor Enrique Congrains con sus libros publicados bajo el sello "Círculo de novelistas".

Cubriendo el ámbito de la poesía cabe considerar en esta lid al poeta Javier Sologuren con su taller "Ícaro" y su colección de libros de poesía “La Rama Florida”. Si bien es cierto produce en tirajes limitados, su labor se ubica dentro del movimiento de las ediciones populares.

Esto es así por la cantidad de títulos editados (más de cien), como por la elaboración artesanal de las ediciones que contrariamente a lo que sucede en los países desarrollados, en donde lo artesanal es un lujo, en nuestro país conlleva el signo de lo popular.

Pero las ediciones populares propiamente dichas, y bajo ese nombre, son inauguradas a fines de la década del 50 y principios de los años 60 por Juan Mejía Baca y Pablo Villanueva, actuando a la vez como director de la colección el poeta Manuel Scorza.

Es así que se editan libros como: El Mundo es Ancho y Ajeno (I y II), de Ciro Alegría; Doña Bárbara (I y II), de Rómulo Gallegos; Los de Abajo, de Mariano Azuela; Matalaché, de Enrique López Albújar; Martín Fierro, de José Hernández; Cuentos de Amor, de Locura y de Muerte, de Horacio Quiroga; Huasipungo, de Jorge Icaza; la antología Los mejores Cuentos Americanos. Ahora bien, de cada tomo se lanzaron 50,000 ejemplares, cifra alucinante, casi demencial, por lo desusada hasta ese entonces.

37. Ediciones del Patronato

del Libro Peruano

También en 1958, Juan Mejía Baca lanza una colección de literatura infantil denominada "Nuevos Rumbos", que dirige José Bonilla Amado, en la cual se publican libros como El Pájaro Niño, de Carlota Carvallo de Núñez y Antología Universal del Cuento, de Javier Sologuren.

El punto culminante de esta historia lo alcanzan las ediciones del Patronato del Libro Peruano que se iniciaron con una primera serie en diciembre de 1956, bajo la dirección e inspiración de Manuel Scorza con el concurso como mecenas de Manuel Mujica Gallo, quien tuvo la actitud ejemplar de poner su fortuna al servicio de la cultura del país, gesto y acción que debería ser más frecuentemente imitada y seguida en nuestro país.

Se editaron en esa primera serie diez títulos entre los cuales figuran: Narraciones y Leyendas Incas, de Luis E. Valcárcel; Historia de la Florida, del Inca Garcilaso de la Vega; Tradiciones Peruanas, de Ricardo Palma; Ensayos Escogidos, de Manuel González Prada; Poemas Humanos, de César Vallejo; Ensayos Escogidos, de José Carlos Mariátegui; entre otros.

En esa primera entrega se tiraron 100,000 ejemplares, la acogida fue inmediata, multitudinaria, de pasmo y asombro.

38. Los Festivales

del Libro Peruano

En pocos días se agotó la primera serie de dicho festival. Manuel Mujica Gallo, respecto a este hecho, expresó estas palabras:

"La multitud desfilaba ordenadamente por el espacio cívico de la Plaza San Martín adquiriendo por tres soles cada libro, en actitud de quien emite tácitamente un voto en favor de la cultura".

Hasta diciembre de 1958 se había alcanzado ya el quinto Festival del Libro, habiéndose impreso en total un millón de volúmenes. Se editaron obras de autores nacionales, y aquellas obras clásicas de la literatura de los países hermanos de América Latina:

Las obras de Ricardo Güiraldes: Don Segundo Sombra; de Alejo Carpetier: El Reino de este Mundo; de Rómulo Gallegos: Cantaclaro; y muchas otras vieron la luz por primera vez en Lima.

A continuación damos las cifras progresivas de los tirajes alcanzados en los distintos festivales del Patronato del Libro Peruano:

..........Primer Festival del Libro Peruano 100,000 ejemplares,

..........(Diciembre de 1956).
Segundo Festival del Libro Peruano 150,000 ejemplares,
(Julio de 1957).
Tercer Festival del Libro Peruano 500,000 ejemplares,
(Diciembre de 1957).
Cuarto Festival del Libro Peruano 250,000 ejemplares,
(Julio de 1958).
Quinto Festival del Libro Peruano 250,000 ejemplares,
(Diciembre de 1958).

39. Festivales del Libro

dirigidos por Manuel Scorza

Con estos hechos el Perú fue escenario de una verdadera explosión del libro de bolsillo en el ámbito de nuestro continente.

Pronto este fermento fue trasladado al resto de países latinoamericanos. Para ello Manuel Scorza crea la Organización Continental de los Festivales del Libro, en donde cuenta con el concurso de Jorge Icaza, en Ecuador; de Carlos Pellicer, en México; de Alberto Zalamea, en Colombia; de Juan Liscano, en Venezuela; de Alejo Carpentier, en Cuba; y se organiza la colección "Biblioteca Básica de Cultura Latinoamericana".

Se realizan festivales en todos estos países con tirajes tan altos que sobrepasan en total algunos millones de ejemplares.

Debemos mencionar también en este recuento y como página aparte, al Patronato del Libro Universitario que surgió en el seno de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, como reflejo del Patronato del Libro Peruano y esto, conscientemente o no, para equilibrar con un nivel académico las ediciones populares.

También fue promotor de este movimiento Manuel Mujica Gallo con volúmenes que aparecieron como una "Biblioteca de Cultura General" siendo su propósito no sólo presentar aquellos textos de lectura indispensable, sino también dar una orientación fiel y facilitar la función de enseñanza-aprendizaje. Su vocación era pues pedagógica, hecho que justificaba la presencia en cada volumen de prólogos esclarecedores, noticias bibliográficas, resúmenes cronológicos, notas explicativas y comentarios al texto.

40. La Biblioteca

de Cultura General

Los distintos títulos que aparecieron en la "Biblioteca de Cultura General" constituyeron las siguientes series:

– Literatura - Historia

– Cultura Cívica

– Defensa de la Salud

– Iniciación Artística

– Conocimiento del Perú

– Educación

El precio de cada volumen era en aquel año de 1960, de cinco soles.

Otro proyecto editorial digno de ser destacable en la década prodigiosa de los años sesenta, son las Ediciones Nuevo Mundo que dirigió José Bonilla Amado con una inspiración muy parecida a los Festivales del Libro Peruano.

Manuel Scorza repite años más tarde esta gesta, coincidiendo en realizarse en la misma década, a través del proyecto editorial de los famosos Populibros, acontecimiento que adquiere iguales o superiores ribetes de éxito superando las anteriores experiencias.

En el artículo “Manuel Scorza en el reparto del pan de los libros” me he ocupado ampliamente de la experiencia editorial que significó para el Perú los Populibros que capitaneó este poeta, novelista y luchador social legendario.

41. La Ley de Promoción Editorial

del año 1966

El 14 de enero de 1966 el gobierno del Perú emite la Ley de Promoción Editorial 15975, por la cual se exonera de impuestos a la importación de maquinarias, insumos y materias primas para incentivar la producción de artículos culturales.

Si bien no rindió totalmente los frutos esperados, se propició con dicha ley el establecimiento de un moderno equipamiento de maquinaria de impresión y, en general, de infraestructura para poder desarrollar todo el proceso de producción de publicaciones.

Es así cómo el sistema de impresión offset se generalizó hacia casi la totalidad de imprentas durante la segunda mitad de la década del sesenta.

Esta tendencia hizo posible que el parque instalado de la industria gráfica en el Perú esté en capacidad de producir por lo menos treinta veces más de lo que actualmente se edita.

Funcionan también modernas rotativas y el personal ha logrado acceder al dominio tecnológico echando mano al ingenio y a la creatividad propia de nuestra gente.

42. Vínculos del periodismo

con las ediciones de libros

Entre 1973 y 1975 se dio un fenómeno digno de tomarse en cuenta y relevarse, cual es una suerte de publicación de libros por "entregas" o en capítulos, que aparecían en los distintos diarios de circulación nacional; reviviendo en cierto modo la antigua tradición de publicación de obras en folletines, que tuvo tanta vigencia en la Europa del siglo XIX.

Se trataba ahora ya no de libros de ficción sino de libros técnicos o de ensayo sociológico que aborda temas de la más variada especie: desde la educación, la historia, la política, la cultura, el arte.

Programas así logran elevar los niveles de lectura en la población, dando oportunidad a los autores para el desarrollo de temas de interés nacional en los medios de amplia difusión, como son los periódicos.

Así se pudo leer en los diarios de circulación nacional obras que después se convirtieron en libros, como los trabajos en torno a la educación de Augusto Salazar Bondy. Incluso el Instituto Nacional de Cultura publicó posteriormente varios libros que en sus inicios vieron la luz concretamente en las páginas de los diarios.

A modo de ejemplo: en el diario Expreso de Lima se publicaron primero como artículos dos obras que después se convirtieron en libros: Cultura y Liberación, de César Arróspide de la Flor, y Campesinado y Revolución, de Pierre de Zutter.

43. Ferias

del Libro
En los años posteriores las empresas periodísticas han realizado ediciones masivas de clásicos peruanos, latinoamericanos y mundiales a precios accesibles y, al acceso en la red tan amplia de distribución de impresos que ellos dominan.

Otro hecho de gran relieve y significación en la historia del libro en los últimos años es la continuidad y relevancia de las Ferias del Libro, la más importante la Feria del Libro Ricardo Palma, que se realiza desde el año 1973 de manera continua, la Feria Internacional del Libro de Lima, que llega a su 14ª versión y la Feria del Libro de Trujillo en su 4ª versión.

Un antecedente notable de estos eventos lo encontramos en 1947 cuando la Biblioteca Nacional del Perú, entonces bajo la dirección de Jorge Basadre, organizó la primera Feria del Libro.

Ese acontecimiento lamentablemente no tuvo continuidad porque advino a la vida política nacional una etapa oscurantista para la cultura del país, al instaurarse la dictadura militar de Manuel A. Odría, que propiciaba la quema de libros, la discriminación de las fuentes proveedoras y la persecución de escritores.

Es importante rendir homenaje a Julio César Flores quien desde la Cámara Peruana del Libro fue el gran impulsor de la Feria del Libro Ricardo Palma y de las primeras versiones de la Feria Internacional del Libro que ahora alcanza su 14ª presentación.

44. El comercio

ambulante de libros

Hay dos presencias más, aparentemente contrapuestas pero que corresponden a la misma realidad, cual es la del librero ambulante, por un lado, y la del librero anticuario, por otro. Ambos son en una ciudad como Lima, presencias vivas, enriquecedoras del acontecer del libro y la lectura y enaltecedoras del sacrificio que significa expandir cultura en nuestra sociedad.

El comercio ambulante de obras escritas es muy antiguo en nuestro medio y en el mundo, en general. Ya en la edad media los editores adoptaron la costumbre de enviar lo que ellos llamaban “factores” a las ciudades donde no tenían enlaces para distribuir sus impresos.

En los pueblos pequeños, y hasta en el campo, ya en el siglo XV encontramos en Europa, ambulantes que ofrecían a la vez que imágenes piadosas y artículos de mercería, libros sencillos como almanaques, pronósticos, libros de horas, abecedarios, dirigidos a la gente sencilla y que ya tenía instrucción.

En el Perú en tiempo de la colonia fue importante el papel del librero ambulante en la propagación en las ideas libertarias, distribuyendo bajo capa los libros de los filósofos franceses o publicaciones tipificadas como heréticas, pues ellos tenían más facilidad para esconderse que los libreros fijos.

Sin embargo aquí y en otras partes más de un buhonero fue azotado en la plaza por habérsele sorprendido en este oficio especialmente prohibido.

45. El libro antiguo

y dos casas editoras

En la actualidad, los editores por un lado, y la fuerte corriente migratoria del campo a la ciudad, por otro, han propiciado el comercio fuera de las tradicionales librerías.

Tampoco podemos dejar de mencionar en este repaso a los libreros anticuarios que en Lima han tenido un domicilio perenne desde los primeros días de la República, e inclusive antes. Se relata que Simón Bolívar solía visitar complacido dichos lugares y adquiría libros de todo género.

En el centro de la ciudad y en algunas casonas encontramos a viejos libreros que reservan al investigador acucioso, junto a libros corrientes y textos escolares de segunda mano, el hallazgo imprevisto de alguna joya bibliográfica.

Tal es el auge de este rubro que hay una Feria del Libro Viejo que periódicamente expone en las explanadas del Museo de la Nación, situado en una de las avenidas más centrales de Lima.

Concomitante a ello, es importante resaltar dos editoriales emblemáticas en nuestro medio, una es la Editorial Bruño, establecida en el Perú el año 1926 y que representa bien el lazo con el ámbito internacional, puesto que ella forma parte de un conjunto que involucra diversos países, pero desde una posición de gran identificación con nuestra cultura y su destino.

Y la otra es la Editorial San Marcos de Aníbal Paredes Galván, creación heroica de un hombre sencillo que ha logrado la proeza de hacer de ella la más grande y genuina editorial representativa de nuestro país.

46. Con el acervo riquísimo

de nuestra cultura

Debemos finalmente concluir que los libros deben florecer en su propio suelo; es decir: es menester que respondan a las necesidades e intereses reales y actuales de los lectores de un tiempo y espacio determinados.

De allí que la importación de libros nunca cubrirá cabalmente la expectativa de los lectores y, por supuesto, es humillante cuando ellos reemplazan a los libros que nosotros debiéramos hacer y presentar.

Lo que viene sucediendo en nuestro país es que producimos menos del 10 % de lo que consumimos en materia de lectura y lógicamente, como cabe suponer, la presencia del libro peruano es nula en todas las ciudades del mundo. Ello se debe a que no existe una política orgánica, ni la atención adecuada, estatal o privada, al problema de la producción, ni mucho menos al de difusión y promoción del libro. Tampoco hay un programa global, coherente y eficaz que aliente el fomento de la lectura entre nuestra población.

Este panorama alarma a quienes logran comprender su gravísima significación. Ya es hora de superar retardos, salir adelante en este aspecto de nuestro desarrollo, editando la imagen del Perú para dentro y fuera de nuestras fronteras. Para ello contamos con el acervo riquísimo que nos ofrece la cultura peruana en todo su proceso. Tendámosle las pistas indispensables y demos aliento a sus alas para remontarse y volar.

47. Es el libro quien perenniza

y actualiza la historia

Hagamos una literatura de las técnicas artesanales, de la música, del arte, de la religión de los grupos nativos de costa, sierra y selva de nuestro país. Editemos por fin a nuestros escritores y científicos. Pongamos por escrito las experiencias de nuestros maestros, el testimonio de nuestros luchadores sociales.

Debemos auto impulsarnos y alcanzar mediante medidas efectivas un lugar destacado en el consenso de la cultura latinoamericana, lugar que nos corresponde si queremos ser fieles con la civilización, aportando lo que nuestros antepasados supieron crear y lo que el hombre andino ha sabido defender.

Nuestro pueblo, depositario de una de las culturas más admirables que ha tenido la humanidad, tiene una enorme responsabilidad que cumplir en la historia al ser heredero de legados tan ricos como el de Chavín, Nazca, Tiahuanaco e Inca. Debemos aportar estos elementos culturales y hacerlos presentes con brillo singular, en la civilización contemporánea.

Todavía no hemos orientado nuestros esfuerzos por ese derrotero. Por ser así la creación de nuestros antepasados duerme o apenas es revivida. Siendo el libro quien perenniza y actualiza la historia. Gracias a él podemos recomponer nuestro pasado, responder al presente y trazarnos una perspectiva para el futuro.

48. El libro en el Perú,

antes y ahora

Los primeros años de funcionamiento de la imprenta en el Perú, a partir de 1584, fecha en que Antonio Ricardo la instalara en Lima, nos ofrece aspectos sumamente importantes que es necesario puntualizar. Así:

1. Lima fue la primera ciudad de la América del Sur que contó con imprenta, y su auge en las décadas posteriores a su instalación fue enorme. Si ese liderazgo ha existido es posible recuperarlo.

2. El primer libro impreso en el Perú fue un catecismo trilingüe; vale decir que el propósito inicial fue imprimir para el pueblo y en su lengua nativa. Recuperemos la senda de volver a editar en quechua, aimara, como en las lenguas amazónicas.

3. Antes que se imprimieran libros en otras capitales importantes de América del Sur, ya aparecían obras con pie de imprenta en algunas provincias, como en Juli, a orillas del Lago Titicaca. Si así se hizo pervive la huella para que se vuelva a editar en forma profusa al interior de nuestro país.

4. Los primeros libros editados en nuestro suelo tenían la finalidad primordial de servir a la instrucción y educación de los "indígenas", si bien es cierto utilizándolos modelos y contenidos hispanos. Rebusquemos en esta marca y editemos en función de la educación y la cultura de nuestro pueblo.

49. Libro, dependencia

y liberación

Es urgente encontrar mecanismos que aceleren nuestra producción y distribución de libros. Esto es aún más grave y perentorio solucionarlo, debido a que en el presente se comprueba verdadera necesidad de lectura en todos los niveles de nuestra, sociedad.

Nuestro país debe esforzarse en crear una industria editorial vigorosa que cubra los requerimientos que en materia de obras científicas, técnicas y de lectura general, exigen las generaciones recientes y exigirán las generaciones futuras que el Perú tiene que formar.

La actividad editorial tiene valor estratégico en un país cuya, condición económica y social está determinada por su capacidad de respuesta, con decisiones propias, a los desafíos de la modernidad. Es importante porque ella actúa sobre todo en la conciencia de las personas, haciéndola indestructible. Como tal, es arma eficaz en la consecución de un hombre nuevo en un orden nuevo.

La problemática editorial en esta situación coyuntural se activa principalmente en dos niveles. Primero, en el de los contenidos de las distintas publicaciones. Y, segundo, en el desarrollo de modelos empresariales en la industria y el comercio, debiéndose optar por los que hagan prevalecer los propósitos culturales y educacionales sobre los exclusivamente mercantiles.

50. Libro y mundo

de promisión

Los beneficios de la imprenta y por consiguiente de los libros tienen que ser utilizados al máximo en la urgente tarea de crear y consolidar, primero una conciencia nacional y un compromiso con la cultura genuina que pugna por ser rescatada; segundo, para apoyar el desarrollo, la capacitación y transmisión de conocimientos. Y, tercero, a fin de preparar el surgimiento de una tecnología y ciencia propia en todos los niveles y actividades.

Ya en uno de los primeros libros impresos en Alemania se elogiaba a esta nueva función, que hoy conocemos como actividad editorial, como la "madre común de todas las ciencias". Siendo así reforcémosla para que haya la ciencia, la técnica y el arte pertinentes entre nosotros para poder desarrollar entonces plenamente.

Pero, aún más el libro entre nosotros ha de ser medio eficaz para lograr cambios profundos en la conciencia nacional, ha de contribuir, asimismo, a lograr la integración en nuestro país, cuya naturaleza desigual, multiétnica, con aportes culturales diversos y contradictorios en muchos aspectos, plantea un desafío.

El libro ha de ser uno de nuestros mayores aliados en esta lucha y uno de los más sólidos consumadores del ideal de una nacionalidad integrada y del Perú glorioso que es imprescindible jamás olvidar.
Texto que puede ser reproducido
citando autor y fuente

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