viernes, 22 de abril de 2011

22 DE ABRIL: HOY ES VIERNES SANTO - PLAN LECTOR: DÍA HONDO Y GRAVE - POR DANILO SÁNCHEZ LIHÓN

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CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA

Construcción y forja de la utopía andina


ABRIL:

MES DE LA PALABRA,
LA CREATIVIDAD LITERARIA E

INMORTALIDAD DE CÉSAR VALLEJO




PEREGRINACIÓN A LA TIERRA DE VALLEJO

ENTRE EL 27 Y 29 DE MAYO
EN SANTIAGO DE CHUCO




CALENDARIO DE EFEMÉRIDES

22 DE ABRIL, 2011

HOY ES VIERNES SANTO




INVITACIÓN A LA ACTIVIDAD DEL AULA CAPULÍ:

DÍA SÁBADO 23 DE ABRIL 7.15 PM

EN EL MONUMENTO
A CÉSAR VALLEJO,




FRENTE
AL TEATRO SEGURA. JR. HUANCAVELICA 3ª CUADRA

EN EL CENTRO DE LIMA

MITIN

“POESÍA DEL PÓMULO MORADO”

TRIBUNA ABIERTA PARA LECTURA Y DECLAMACIÓN DE POEMAS

POETA CENTRAL Y DE HONOR OMAR ARAMAYO




POETA INICIADOR DE LA POESÍA MÁGICA EN EL PERÚ

AUTOR DE LA OBRA “LOS DIOSES”

PRÓXIMO LIBRO A APARECER: “AGUA DE LOS MONTES”


PARTICIPANTES INSCRITOS:


– RAMÓN NORIEGA
– NALO ALVARADO
ARMANDO AZCUÑA
– MANUEL RUIZ PAREDES
– FABIO GALLO
– HERIBERTO GALINDO


ADHESIÓN A LA ACTIVIDAD DE LA

SOCIEDAD UNIVERSAL
DE ARTISTAS Y LITERATOS, SUAL:




CELEBRACIÓN EN EL DÍA DEL IDIOMA ESPAÑOL”


EN LA CASA DE LA LITERATURA PERUANA

“ESTACIÓN DESAMPARADOS”, CENTRO DE LIMA.

SÁBADO 23 DE ABRIL A LAS 5 PM.

Teléfonos Capulí: 420-3343 y 420-3860

planlector@hotmail.com


oooOooo


PLAN LECTOR
, PLIEGOS DE LECTURA

DÍA HONDO Y GRAVE



Por Danilo Sánchez Lihón


1. Mamá está de luto


Hoy día es Viernes Santo en mi pueblo, Santiago de Chuco, fecha grave, invivible, funesta.

Desde temprano nos asustan, ni bien abrimos los ojos.

En primer lugar, mamá está de luto hasta en las medias y zapatos que viste. Y, con voz que no deja un solo resquicio para las gracias y mimos, advierte:

– Hoy no se grita ni se habla fuerte. Hoy no se puede corretear por el patio, ni por el corredor, ni menos por las habitaciones. Hoy no hay enojos, alaridos ni protestas.

– ¿Por qué?

– Porque es ofender los oídos del Señor. Hoy no se martillan clavos porque es herir las manos y pies de Jesús. Hoy no se hacen compras ¡porque es volverse Judas! Hoy no se miente ni se hace llorar a los hermanos pequeños...

– Tampoco se regaña ni se resondra a los niños, ¿no mamá?

– ¡Así es! –me dice severa–. ¡Por eso hay que portarse bien!


2. Dios ha muerto

Pero, ya suplicante, le pregunto:

– ¿Qué ocurre mamá?

– ¡Dios ha muerto! –Me contesta con rostro y alma afligida.

Y esa frase, de que Dios ha muerto, es tan desoladora que deja un vacío y una aflicción insufribles en el alma, tan atroz que es como si el mundo y la tierra se cayeran y rodaran por el vacío hacia la nada.

– Y, ¿es para siempre, mamá? –le decimos también llorando.

– No. El sábado resucita y asciende al cielo. Pero hoy Viernes Santo es día de duelo.

Y es cierto: hoy no se puede cantar, reír ni jugar. Y nadie lo hace. Todos los niños caminan parcos y tiesos. Parecen exorcizados.

Ni se puede hablar imaginando o mintiendo, que es casi lo mismo. Y es bien difícil para los niños caminar sin rozar la tierra.


3. En la madrugada oscura y lloviznosa

Ya tarde es la misa solemne.

Hay ruido de matracas y guardias solemnes y emperifollados en la puerta de la iglesia, adonde no entran los niños –porque todos somos movedizos e impacientes.

Solo entran señoras compungidas vestidas de negro y con mantillas moteadas cubriéndoles la cara. Y señores tiesos e indescifrables y con los rostros ajados.

Realmente. en ningún instante podemos quedarnos solos porque da inquietud y hasta pavor.

Dios ha muerto, estamos huérfanos, el caos reina, el diablo acecha.

Es él demonio hoy por hoy rey y todopoderoso en el universo.

Y se revuelca a carcajadas.

Ya en la madrugada oscura y lloviznosa, desde la esquina de la botica de don Luis Médico, vemos pasar la procesión solemne del Señor Jesucristo en su urna mortuoria.


4. ¡Qué atroz!

Un cortejo de velas afligidas y rostros demudados avanza lentamente a los sones desgarradores de una banda gemebunda de músicos transidos de honda amargura.

Volteando la esquina aparece el ataúd del Cristo Yaciente, iluminado por fluorescentes que no sé cómo los encienden en estos tiempos de candiles y mecheros!

Sobre la urna van dos ángeles de espadas flameantes, cargada por varones descalzos, vestidos de túnicas de blanco riguroso.

¡Qué atroz!

Un terror lacerante nos invade. Los mayores encomiendan sus espíritus, piden misericordia y lloran. Muy ceñidos al anda del cadáver del Señor van los músicos, asidos a los pocos retazos de luz que quedan tras el cortejo.

En ese momento es que los padres nos retiran y ya caminando de regreso nos tapan los ojos, para no ver lo que detrás viene retumbando sobre las piedras.


5. ¡Retro, Satanás!

Allí, en la oscuridad espantosa van los penitentes.

Van envueltos desde la cabeza hasta los pies en mantos que alguna vez fueron blancos y ahora van percudidos por los pecados y ensangrentadas por los azotes.

– ¡No miren! ¡Son los penitentes!

– ¡Sus pecados contaminan a la gente!

Ellos mismos se inflingen golpes en la espalda, el pecho, los brazos y las piernas con una "disciplina" hecha de bolas de cera y tachuelas cortantes.

A cada golpe en espalda y pecho, rugen con voz gutural y desgarrada que parece del otro mundo:

– ¡Retro... Satanás!

Cubiertas, para que no las reconozcan, hay una que otra mujer –madre, hermana o esposa– que los siguen y lloran como si ellos ya estuvieran muertos.


6. Amarrados a cadenas y grilletes

En ese cortejo primero van los penitentes que cumplen penas de diez, quince y veinte años de castigo.

Su pena consiste en flagelarse cada viernes de todos los meses del año a las doce de la noche, en plenas tinieblas, corriendo de extremo a extremo del pueblo y haciendo una cruz.

Bajan luego a azotarse en las puertas del cementerio que se alza sobre la colina, ¡lo cual es espantoso y tremendo!

Luego vienen los que purgan condenas de 25 a 50 años, que hacen lo mismo pero amarrados a cadenas y grilletes.

Al pasar en la procesión se arrodillan en cada esquina y entonan "La Magnífica", que es una oración fúnebre de tono estremecedor.

Y se golpean con saña, como si se odiaran y quisieran quitarse la vida.


7. Mil años y un día

Un tanto más atrás van los que ya nadie acompaña, llamados también "penitentes de la otra vida" o "eternos".

En ellos su sufrimiento es pagar mil años y un día de expiación, es decir: "que no tienen perdón" y cuya sentencia llevarán al otro mundo cuando mueran.

– Y, ¿por qué le dan un día más de condena y no redondean? –Le pregunto ingenuo a mi primo Manuel, quien estudia para ser sacerdote.

– Porque mil años lo pueden cumplir, pero un día nunca, porque en el reino de Dios un día es inacabable.

Estas son las cuestiones que jamás entendí ni entenderé por siempre.

¿Un día es más largo que un año cuando de purgar una pena se trata?

Pero, más lejos, sangrante, ya hecho un despojo, entre la vida y la muerte, en el martirio más horrendo va el "Cargapalo".


8. Su sitio será el limbo

Arrastra con sus últimas fuerzas por la calle desolada, un madero inmenso que la suerte infinita y la bondad suprema del cura le han permitido cargar este año y redimir en algo su atroz culpa. ¿Cuál es? Eso nunca se sabe.

Nada lo alumbra, nadie lo sigue, a todos repele.

La gente incluso cierra sus ventanas para no oír el bronco sonido de la madera que arrastra por las piedras, porque hasta ese eco puede ser pernicioso.

¡Él está excomulgado!

Si en el intento por cargar el madero inmenso de la cruz lo encuentran sin vida por una de las calles, su alma se fue al purgatorio para nunca salir de ese claustro. Pero aún así, sería un triunfo comparado a la atrocidad de su delito.

Si llegó hasta la iglesia, salvó por encomendarse a algún santo quien le ayudó a cargar el grueso tronco, santo al cual consagrará devoción hasta que muera.

Eso sí, jamás entrará al cielo; su sitio a lo más será el limbo.


9. No se le puede ver de cerca

– ¿Y qué es el limbo, Manuel?

– Lo que no es ni infierno, ni cielo ni purgatorio.

– Pero, ¿qué es? ¿Existe?

– Existe. Pero es lo que no es. Ellos mismos allí serán y no serán.

Si sólo encuentran al otro día la cruz tirada en la calle –sin un guiñapo de hombre aplastado bajo el madero– se necesitará doce forzudos para arrastrar otra vez el madero hasta la iglesia.

En ese caso, entonces, a nadie le caben dudas de que el arrepentido era el diablo disfrazado de apesadumbrado pecador.

Al Cargapalo no se le puede ver de cerca porque el alma se condena. Sólo quizás a la distancia de una cuadra con riesgo a ser soplado con su aire malsano, porque de él se derivan enfermedades, pestes, desgracias y calamidades.


10. Yo viví todo eso

Sólo una vez, padre, me permitiste verlo pasar, ya de lejos, ensangrentado. Jalaba la cruz casi arrastrándose por el suelo. Yo, aferrado a tu pecho, te sentí temblar. Y, porque vieras que yo era fuerte te pregunté:

– Y, ¿quién es, papá?

– Alguien que pena una falta muy grave.

– ¿Cómo qué?

– Quizá dar muerte a un hermano. Quizá en un arrebato ofender a su madre.

Yo viví todo eso.

Quizá fue lo que hizo de mí un alma en pena.

Embrujado por los moscardones azulados del misterio.

Herido y aún así blandiendo su lanza y amparado en su escudo. Lacerado para siempre.

Profundamente aferrado a su tierra, a su gente y a su destino.


Texto que puede ser reproducido citando autor y fuente

Teléfonos:

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