miércoles, 23 de febrero de 2011

EL VUELO DE UN ÁNGEL - POR LUCY MARTÍNEZ ZUZUNAGA

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EL VUELO DE UN ÁNGEL

(A un año de tu partida querida Naty)

Por Lucy Martínez Zuzunaga

Desde hace algún tiempo, los pasillos del Centro Neoplásico de mi ciudad, los vengo recorriendo tres veces por semana, desde entonces, había solicitado se me trasfiriera al piso de niños enfermos con cáncer y así empecé acumulando muchas historias y ésta, es la que más me marcó.

Me llamó la atención una boina rosa, muy inquieta, desplazándose entre los demás niños, aún no lograba distinguirla bien, su inquietante ir y venir me permitió alcanzarla para pedirle se calmara, de pronto estaba frente a mi, de golpe paró, en seco, con la misma bata verde de todos, su sonrisa dibujada se trasladaba a sus grandes ojos negros, me miró fijamente, nos miramos, un respiro profundo salió de su agitado pecho perdiéndose en sus labios pálidos, creo que pensó que la regañaría y se fue perdiendo esa sonrisa, bella, la mejor mueca de lado que una inocente niña me pudo regalar, la tome de sus manos, en silencio, creo que verla con esa mirada diáfana y dulce y con esa boina rosa descubriendo por un lado su pequeña cabeza víctima de las diarias radiaciones, con esa palidez empujando el ligero color melocotón de su piel, de esa carita angelical, me hizo tambalear y quise creer que esa niña, no pertenecía a ese lugar.

Le pedí me acompañara al comedor, era hora de cenar y todos los demás niños empezaban a tomar sus lugares, limpiaban sus manos con toallitas húmedas y ella (aún no sabía su nombre) me dijo: “¿tu te vas a quedar conmigo?” si contesté, pero solo si me dices cual es tu nombre, sus ojos color carbón, se encendieron de luz y de esa maravillosa sonrisa con la que ya me había ganado el corazón, “Natalia dijo, me llamo Natalia, pero la monjita donde viví antes, me llamaba Naty”, ¡que lindo nombre que tienes Natalia!, “¿te gusta más Natalia o Naty?” se apresuró en decir, me gustas tú, contesté y ella increpó sin perder esa sonrisa que tanto me gustaba, “mentirosa no te puedo gustar sin cabello”, por cierto esa respuesta me llegó ahí donde se siente cuando una es madre, disimulé el lagrimón que rápidamente intentaba desbordar, volví la cara hacia otro lado y ella…¿viste que no te gusto?, la cargué con mucho esfuerzo, una niña de 10 años (esto lo supe luego) que se supo femenina y que hoy pensaba que estaba fea, ¡Dios mi amor, eres muy linda y me gustas mucho! ¡eres una muñeca! y la besé como si fuera mi propia hija, ella me abrazó y correspondió con delicadeza. Natalia, toda la comidita espera por ti, ¿empezamos?, “si, hoy comeré por ti y tu me ayudarás”, estaba por darle la primera cucharada de sopa, cuando ella puso sus manitas sobre los labios como quien desea impedir y dijo,” las niñas buenas rezamos a Diosito antes de los alimentos así…bendice Señor estos alimentos que hoy vamos a comer sin merecerlo, Amén” yo avergonzada y cada vez más seducida por esa pequeña, la seguí en la oración y empezamos entre risas y besos aquella cena que dio paso en mi ser, a otro, ella a quién me entregué en dedicación.

Una vez que Natalia, se quedó dormida después de algunos cuentos y medicinas que tomar, salí corriendo en busca del médico de ese piso para indagar sobre la salud de Natalia, lo que el me informó, terminó llevándome a la capilla, autómata, llorando para adentro y postrada rogué por esa niña que sin culpa ya había empezado a pagar un destino que jamás pidió. Me quedé ahí sentada y rebobinando los sentimientos que de golpe encontré en esa tarde, en ese encuentro, en esa historia.
Ella, huérfana de padres alcohólicos , la madre murió tristemente dejándola en el orfanato y del padre nunca se supo.
Originalmente Natalia, era una niña normal hasta los 8 años, estudiaba con sus tutoras Dominicas que supieron darle lo que buenamente pudieron. Pero Natalia enfermó, diagnóstico, cáncer al hígado, solo un transplante podría ser el milagro. Desde entonces, dos años que se imploró, se rogó para que existiera un donante con las características de Naty. Los médicos le ponen fechas, eso le queda de vida, ya no hay nada por hacer dicen.

En los meses siguientes, yo estaba casi a diario con Naty, ella desmejoraba con mayor prisa, ya no solíamos dar los paseos por el jardín, ya de su rostro la bella sonrisa trocaba en dolor y las quejas ya no se dejaban escuchar, el intenso dolor se paliaba con….¡no lo podía creer!. Vegetaba ante mis ojos y yo impotente, tratando de hacer mil piruetas para que en algún momento la dulce Natalia me regalara esa sonrisa que aún tengo grabada.

Esta mañana, extrañamente cálida, la encontré tranquila, me recibió con aquella mueca de lado, no sonreía abiertamente, no, pero algo percibí, le di un beso prolongado, ella se estremeció diciendo, “hay varios angelitos de esos que tu me contaste, que desde anoche vinieron a jugar conmigo, ahora están acá, ¿no los ves?, mira”, un nudo en la garganta intentaba romperse en mi, un torrente de lágrimas me inundaba, contesté, si mi amor, ellos están siempre contigo, “¿son muy bonitos no?”volvió a preguntar, si Natalia, si son tan bonitos como tu, “me quiero ir con ellos, me duele mucho esta aguja, ellos no la tienen, déjame irme con ellos, por favor”, si Naty, irás con ellos y ella sonrió, me regaló esa maravillosa sonrisa, desde sus ojos negros color carbón se encendió aquella luz divina, se agitó como quien empezara a volar, siguió un espasmo muy intenso, me miró sin mirar y comprendí esa mirada ya lejana, la abracé como queriendo darle mi aliento, la oprimí y….la dejé volar.

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Fuente:

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