martes, 13 de enero de 2009

Ijmacha: El llanto de la viuda


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Herida por los recuerdos, indecisa,
los campos salvajes alcanza;
busca allí, inquiere y contempla,
el árbol, las yerbas, las hojas, las quiebras.


Con el corazón sobresaltado, hirviente;
sin poder encontrar al amado,
el llanto que vierte día y noche
es manantial, río, fuente, lago.


Así vivo yo, así vivo
desde el instante
de la separación eterna, dueño mío,
ave hermosa, árbol hermoso.


Lloro y el torrente de las lágrimas
no calma mi tristeza;
mi corazón está siempre roto;
duele, gime, delira, se extravía.


Me atormenta
tu adorado rostro,
se me ofrece en la memoria,
helada flor; quemado fruto.



Voy a llorar a bárbaros lugares;
mucho más el dolor se acrecienta;

me recuerdan a ti, amado mío,
la alta paja, la pampa, el abismo, el monte.


Y en la soledad acrecentada
te me figuras presente;
la lluvia de mis lágrimas detienes
amado de suave caricia, de dulce lengua.


Y te sueño vivo,
recostado en brazos ajenos
y me sangra el enojo,
la ardiente llama de las iras.


Yo soy la amada eterna, invariable,
a quien todo el universo compadece.
¡Qué me auxilien a llorar
Las bestias, los pájaros, los hombres, los forasteros!.


Acompañaré hasta la muerte
tu sombra en la tumba,
aunque se vuelvan contra mí, enemigos,
la tierra, el viento, el agua, el fuego.

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De AUTOR ANÓNIMO


Traducción: José María Anguedas
Ilustraciones: Nalo Alvarado Balarezo
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