Danilo Sánchez Lihón
1. ¿Qué
nos queda?
– ¿Dejar estos lugares dicen? ¿Están en su sano juicio? ¿O se han vuelto locas?
–
Eso mismo digo yo. Porque aquí tenemos abundante comida, agua fresca y
cristalina, las mejores semillas que recogemos del borde de los ríos,
lagos y arroyuelos. Tenemos la hierba fresca y la sombra amable y
fragante donde retozan nuestros polluelos.
–
Sí. Pero se trata en realidad de tener sentido común. ¿Cuántos éramos
hace apenas tres años? ¿Mil, dos mil? ¿Ahora cuántos somos? ¡No más de
treinta! ¡En todo este paraje! ¡Y nos seguirán matando! Y cada vez
seguiremos siendo menos hasta desaparecer.
–
Pero, ¿nos están proponiendo que dejemos el clima benigno, el sol y la
lluvia fresca para huir a los bosques a vivir en lo alto de los árboles
envueltos y ocultos en la humedad de la neblina?
–
Sí. Porque aquí hay cazadores apostados tras de los árboles noche y
día. Y basta de que revoloteemos para caer en sus redes. ¿Cuántos de
nuestros hijos hemos perdido?
– Bueno, y entonces, ¿qué nos queda?
– Alejarnos, buscar refugio y defendernos huyendo hacia otros parajes.
2. De alma
inocente
– Mamá, ¿y por qué tenemos que dejar este sitio que a mí tanto me gusta.
–
Cuando crezcas y tengas a su vez tus propios hijos querrás que ellos
vivan y que no les ocurra nada malo, como es lo que yo quiero para ti.
– ¿Y por qué tiene que ocurrirnos eso? ¿Por qué nos persiguen y quieren atraparnos mamá?
–
Porque somos las aves más bellas y más caras del mundo. Por cada una de
nosotras se paga un doblón de oro español; y no hay príncipe, ni duque
ni conde que no quiera lucir en su jardín aprisionada en una jaula de
oro al ave emblemática del fabuloso Imperio de los Incas del Perú.
– Pero no tengo aún la cresta ni las plumas como ustedes las tienen.
– Pero las tendrás. Y cuando las tengas te perseguirán implacables y sin cesar.
– ¿Nuestra belleza entonces es nuestra desgracia, mamá?
–
Hay una belleza externa, que en nuestro caso se da por los colores de
nuestro plumaje, que es el rojo anaranjado de nuestro cuello y cabeza,
el negro imperial de las plumas de nuestro pecho, alas y cola; y el
color gris perla, tendiendo hacia el blanco mate, que llevamos encima de
nuestras alas.
3. ¿Pero,
adónde?
– ¿Y eso es malo?
–
No, si no la codiciaran. Pero lo que más atrae es la majestad que
tenemos representada en la cresta imperial de plumas erectas que tenemos
en lo alto de nuestras cabezas, que veo que a ti ya te están naciendo.
Pero lo que más atrae es nuestra manera de mirar que revela nuestra alma
inocente y candorosa.
– Riuc, riuc, riuc. Pido silencio, por favor. es necesario terminar esta asamblea. Tiene la palabra, usted que la ha solicitado.
–
Gracias. Compañeros: Hace mucho tiempo que nos mudamos de vivir cerca
de los arroyos y las fuentes de agua cercana a los ríos, lagos y
manantiales donde vivíamos antes. Hemos vivido largo tiempo tranquilos
en estos lugares, pero ahora el hombre en su ambición ha incursionado en
el bosque de neblinas con el fin de cazarnos vivos o muertos,
haciéndonos prisioneros o disecándonos si hemos perdido la vida.
– Y, ¿qué podemos hacer? ¿Otra vez mudarnos, pero adónde? ¿Y dejar otra vez estos sitios?
–
En realidad, los hemos convocado para anunciarles una decisión tomada
entre nosotras quienes somos madres y a fin de que no les sorprenda lo
que haremos.
4. Nuestra
identidad
– ¿Así? Y, ¿en qué consiste, dígannos?
–
Que siendo la apetencia nuestra belleza hemos decidido a fin de
proteger a nuestros hijos cambiar nuestro plumaje de colores intensos y
adoptar el matiz de la tierra, del barro y de la corteza de los árboles.
El pobre marrón.
– ¡Imposible! ¡Eso es claudicar! ¡Inconcebible! ¿Se verán como nuestras esposas, o qué?
–
Pero hay algo más que no he terminado de decir: ¡Nos cortaremos la
cresta! Creo que así dejarán de perseguirnos y matarnos dejando a tantos
hijos huérfanos.
–
Porque hay gente mezquina que cree que de la belleza hay que adueñarse,
y más: hacerla propiedad privada. ¡Cuando la belleza se posee
admirándola!
–
Pero eso que ustedes están pensando, ¿qué sentido tiene? ¡Hay miles de
especies como quieren ser ustedes! Es decir: comunes y corrientes, sin
pena ni gloria. Nosotros sí mantendremos muy en alto nuestra identidad, cueste lo que cueste. Si fuéramos como ustedes no existiríamos, seríamos como cualquier otro bicho que hay en el universo.
5. Rocas
y peñones
–
Ciertamente, apoyando al compañero: ¿no es esa una traición la que
ustedes se están proponiéndose hacer? ¿No es una cobardía? ¿No es una
renuncia insensata? ¿Están locas? ¿No querrán que hagamos lo mismo los
varones, ¿no?
– No. No les estamos pidiendo lo mismo.
–
Pido la palabra, puesto que hasta ahora no he hablado. En verdad, no
seamos mezquinos los varones aquí presentes. Ellas se están
sacrificando, y los motivos por qué lo hacen son sagrados: conservar la
vida de nuestros hijos. Pero considero prudente también que no
desaparezcan los emblemas de nuestra especie, reconociendo también que
será un riesgo y una valentía nuestra conservarlos.
Tomaron
la decisión y la cumplieron. Pero ahora es otro tiempo. Y de asumir
otro compromiso, puesto que el asedio ha continuado y se ha vuelto
insostenible.
–
Riuc, riuc, riuc. En realidad, ya tenemos el quorum suficiente y
continuamos la asamblea suspendida en la tarde de ayer. Nos quedamos
escuchando el planteamiento de las compañeras acerca de emigrar hacia
las rocas y peñones abruptos. Pero quisiéramos que ellas mismas aclaren esta propuesta.
6. De vida
y muerte
–
Renunciamos hace buen tiempo a la belleza de que estábamos dotadas por
defender la vida haciéndonos del color del barro y cortando nuestra
cresta. Y hemos venido hasta estos sitios altos de los árboles y a lo
más oscuro del bosque por defender a nuestros hijos y por la
responsabilidad de conservar nuestra especie.
–
Diré, complementando lo que expresa nuestra amiga, que en verdad nos
cuesta mucho más esfuerzo esta situación, puesto que somos nosotras
quienes criamos a los hijos dándoles de comer por lo menos durante tres
meses mientras son tiernos, porque hay que bajar hasta el suelo a
traerles comida. Pero hay nuevos cazadores furtivos que han aprendido a
ubicar nuestros nidos y a saquearlos.
–
Y quiero reforzar lo que acaba de expresarse, diciendo que suben hasta
nuestros nidos y roban nuestras criaturas; o bien nuestros huevos verdes
azulados para empollarlos por su cuenta, para que nuestros hijos nazcan
en cautiverio. Como también hay otros depredadores en lo alto del
bosque, que son: águilas, serpientes, hurones y coatíes.
–
Dimos un paso importante viniendo al bosque y por eso supervivimos.
Ahora es de vida y muerte emigrar. Estaremos más lejos, pero no les
estamos pidiendo a ustedes que vengan con nosotras.
7. Esa es
su misión
–
Porque, en verdad, por ser ustedes bullangueros y bailarines es que son
ubicados nuestros nidos. Quédense aquí en el bosque. Nosotras hemos
pensado que la solución es trasladarnos con nuestros hijos y nidos hacia
barrancas y peñas empinadas. Mientras sean más escarpadas y abruptas
¡mejor! Para anidar en las caras verticales de esas rocas, en las
cavernas y grietas.
–
Ustedes vivan aquí. Y esta decisión no conlleva enojo. Al contrario. A
ustedes corresponde una misión, quizá la más arriesgada qué cumplir.
Cual es mantener nuestra identidad, seguir ostentando la bandera de lo
bello y hermoso de nuestra cultura, y lo pródigo que fue el mundo andino
para algún día volver a fundarlo.
–
Eso mismo quisiera decirles yo. Que sigan siendo orgullosos, cantando y
bailando. Nosotras cuidaremos a los hijos en los lugares apartados.
Vendremos de incógnito a visitarlos. Y alégrennos la vida siendo como
son.
–
Tanto es así que elegiremos a quien mejor sepa cantar y bailar como
nuestros esposos. Y, sobre todo, a quien sepa conservarse vivo lo
haremos padre de nuestra progenie para fundar otra vez el reino que
fuimos. Esa es su misión: no ser atrapados y nosotras les daremos los
hijos que funden otra vez el gran imperio de los Incas.
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