STRATFORD, SANTIAGO DE CHUCO, SHAKESPEARE, VALLEJO
Escribe Ángel Gavidia
Stratford-upon-
Avon es la tierra de William Shakespeare. Allí nació, allí murió. Y allí, también probablemente, paso su niñez y adolescencia. Es un pequeño
pueblo con una vasta campiña cubierta de pastizales para el ganado, en especial
ovino y un río sin pretensiones de dios al decir de Arguedas. Sus casas
conservan la arquitectura originaria a tal punto que la casa del genial dramaturgo no desafina en absoluto
con el conjunto de construcciones de
este pueblo. La saludable modernización ha sido muy respetuosa del aspecto
exterior de las casas y las calles.
Casa de William Shakespeare
El turista, convocado por la
enormidad del autor de Hamlet, tiene con
Stratford una cita obligatoria cuando visita Reino Unido y, como digo, encuentra a un municipio que se esfuerza, al menos en lo
arquitectónico, por permanecer fiel a su
historia, consiguiéndolo. El lar natal
de este retratista de la diversa
condición humana se mantiene,
entonces, como todo un homenaje al que
se suman entusiastas y satisfechos los miles y miles de turistas que desde
todas partes del mundo llegan en pos de los
primeros y últimos rastros del literato inglés.
Santiago de Chuco, por su parte, es
la cuna de César Vallejo. Y este pueblo
es un poderoso referente de su poesía tan llena de Santiago: el cementerio, los
caminos, personajes como el ciego campanero, el músico Méndez, el sacerdote
aquel que caminaba saludando, según se
encontrara con un hombre o con una mujer, con buenas días José, buenos días María. Y,
sin embargo, teniendo la importancia que
tiene, hemos sido en extremo permisivos
con la intrusa presencia del cemento, de las calaminas, de los edificios como
aquel que bloquea la vista al cementerio desde la casa del poeta.
Casa de César Vallejo
Nos faltaron
autoridades a la altura de esta enorme responsabilidad. Y, claro, un pueblo consciente de su valor
intrínseco. Carecimos del asesoramiento que, seguro, para una óptica
cortoplacista y “pragmática”, resultaba
demasiado caro u opuesto al progreso y al emprendedurismo. Y es que es difícil
entender que la verdadera tradición lejos de ser paralizante debiera ser como
lo quería Mariátegui, viva y
móvil; patrimonio y continuidad histórica; sobre todo eso: armoniosa
continuidad histórica.
Stratford-upon-
Avon
Caminando por el pueblo de Shakespeare uno comprende más “las furias y
las penas” del pintor Eladio Ruiz cuando, inmisericordemente, modificaban la
plaza de Santiago, cuando cambiaban los nombres de las calles para, en un muy dudoso reconocimiento al poeta, sustituirlos con el nombre de los poemas y libros de Vallejo;
en fin, cuando re-cercaron el cementerio
sin el cuidado con el que debía tocarse este ámbito tan frecuentemente nombrado en Los Heraldos Negros.
Vengo sosteniendo repetitivamente que
gran parte de los lugares oscuros de la obra vallejiana se pueden iluminar al
amparo del habla, de la geografía, de los hogares santiaguinos incluyendo los
poyos (con y de yate), el zaguán, los corredores, los hornos y el pan fresco. En especial con
sus decires que van extinguiéndose penosamente, supongo que
ahogados por la televisión.
Ahora que la economía del país ha
mejorado, que está en los planes del nuevo gobierno impulsar al turismo y que
el ministro de cultura trae como una importante ventaja su larga permanencia en
México, esperamos que Santiago de Chuco
se yerga, al igual que Stratford, como
un punto obligatorio para el turista que
llegue a suelo peruano, al menos con el mismo entusiasmo con el que suele
enrumbar a Isla Negra cuando llega a Chile.
Trujillo, 20 de agosto del 2016
Santiago de Chuco
Ángel Gavidia, en círculo - Santiago de Chuco