Danilo
Sánchez Lihón
1.
Con relumbres
y
fulgores
Decimos con frecuencia que
la historia del Perú fue insigne y gloriosa en la época pre-inca cuando
florecieron culturas de asombro, de fábula y sorprendentes como las estupendas culturas
Chavín, Tiahuanaco, Mochica, Chimú, Nazca, Paracas entre las más renombradas.
A las cuales habría que
agregar insignes reinos y señoríos como Vicus, Huari, Lambayeque, Chancay, Chachapoyas,
Sipán. De igual modo, ocurrió en la época incaica, cuando Pachacútec y Túpac
Yupanqui consolidaron el conglomerado de pueblos y naciones que hicieron
prodigios como la domesticación de la papa, los alimentos deshidratados, las
irrigaciones hidráulicas.
Fue en esta entapa en la
cual se construyeron edificaciones como Ollantaytambo, Machu Picchu y
Sacsayhuaman, y se consolidó una organización en donde no había noche en que un
ser humano se quedara de hambre; o sufriera de abandono ni tuviera techo o
careciera de amparo, porque todo ello le prodigaba la comunidad por ley sagrada
de la solidaridad humana.
2.
Valores
insignes
Pero también fue prominente
en nuestro país la época del Virreinato del Perú, período sobresaliente con
relumbres y fulgores de imperio, etapa en la cual el dominio del Perú en
América del Sur fue absoluto.
Pues era el único virreinato
antes que se desprendiera de su territorio el Virreinato de Nueva Granada,
recién en el año 1717, es decir 185 años después que el del Perú, y el del Río
de La Plata, últimamente en 1776; es decir 244 años después que se fundara el
Perú.
Sin embargo, en la mesa de
mi casa paterna, a la hora de comer, cuando yo era niño, mi padre que era
maestro de escuela, recreaba ante nuestros ojos deslumbrados, fastos y memorias
de la época republicana, él que era un nativista de alma.
Hechos que para mí
resultaban fabulosos, titánicos y de epopeya, plenos de extraordinaria y
fascinante grandeza, de arrebatos y fervores supremos, en donde los personajes
eran paladines sobrehumanos, de valores insignes.
3.
Fervores,
y
pasiones
Allí, los ejércitos se
perseguían insomnes por punas desoladas y estepas de nieve en el altiplano
puneño; o por desiertos ardientes en Chancay o Sechura; o por desfiladeros
abismales en Abancay y Ayacucho, y otras veces escalando cordilleras nevadas
como el Callejón de Conchucos.
Donde el General Agustín
Gamarra, dos veces Presidente de la República, caía muerto en el campo de
batalla de Ingavi, en las orillas heladas del lago Titicaca.
Donde el teniente coronel
Domingo Nieto vencía en una justa con lanza y sable –que contemplaban los
batallones estupefactos– al gigantesco comandante Camacaro, en el Portete de
Tarqui, definiendo de ese modo la guerra desatada entre Perú y Colombia.
Donde don Ramón Castilla,
arrastrando mil fusiles, moría montado sobre su caballo en el indescifrable
desierto de Atacama.
Otro bólido fulgurante de
aquella época de gestas y quimeras era Felipe Santiago Salaverry, quien
sublevado a los 29 años de edad en el puerto del Callao fue elegido Jefe
Supremo de la Nación.
4.
Hijo
de
ese soldado
Fue vencedor mítico en
Uchumayo para luego caer derrotado en Socavaya y fusilado en la Plaza de Armas
de Arequipa el año 1836. Mi padre tocaba extasiado en su violín, y en la
orquesta magisterial que fundara y dirigiera, la marcha militar denominada “La salaverrina”.
Y la banda de mi escuela,
dirigida por él, la entonaba con sus tambores y cornetas en los desfiles. Y
nosotros, marchando detrás, redoblábamos el paso a fin de hacernos dignos de
esos clarines.
Aquella marcha militar
ayudó a que los combatientes de ese general flamígero y alucinado, cuya banda
de músicos entonaba dianas y pasacalles en los fémures de sus enemigos caídos,
venciera en innumerables batallas y sucumbiera solo en la única que perdió, que
le costó la vida y a partir de ese hecho sus batallones se esfumaron como
fantasmas.
El hijo de ese soldado
ígneo fue huérfano desde niño, cuyo nombre fue Carlos Augusto Salaverry y quien
sería más tarde el principal poeta del romanticismo peruano.
5.
Te ha dicho
acaso
dios
Es a él que se deben poemas
como el que finaliza diciendo así:
¡Oh! cuando vea en la desierta playa,
con mi tristeza y mi dolor a solas,
el vaivén incesante de las olas
me acordaré de ti;
cuando veas que una ave solitaria
cruza el espacio en moribundo vuelo,
buscando un nido entre la mar y el cielo
¡acuérdate de mí!
O este otro convertido en
canción popular, que se canta y baila en ritmo de valse, cuando el alma se
anega o cuando en la evocación el sentimiento quiere partirse en mil pedazos
parte en mil pedazos, y que dice:
Dios dijo al ave de los bosques canta,
al tierno cáliz de la flor, perfuma
a la estrella, los mares abrillanta,
al sol invade en la azulada
bruma;
al ambiente suspira, al mar encanta
con tus bellezas de argentada espuma
y a ti mujer para el odio nacida,
te ha dicho acaso dios
¿ama y olvida?
6.
Íntegros
y exhaustivos
¿Qué tenían, o de qué
estaban hechos, aquellos hombres? Solo cabía una explicación que aceptaba mi
sensibilidad y mi conciencia de escolar enfervorizado con mi patria.
Pertenecían a un país de
fábula, convulso, quimérico y sensual. Y tenían no solo entusiasmo y pasiones
sino que estaban ungidos de un fulgor divino.
Pero bien, ahora, ¿por qué expongo todo esto? Por una
sencilla razón: porque está en el debate y se reclama en este momento, y
siempre en la educación nacional, cursos que formen valores, ciudadanía,
identificación y compromiso con el país.
Se reclama en la juventud conciencia histórica, amor
al país, sensibilidad social, reconocer cuáles son nuestros problemas y cuáles
son nuestras posibilidades y soluciones.
Así, muchos ciudadanos se lamentan que se hayan
suprimido y ya no se enseñen las asignaturas de historia ni geografía que año
tras año antes se enseñaban, como cursos autónomos, íntegros y exhaustivos.
7. Causas
sacrosantas
Siendo así, ¿cómo tener conocimiento de nuestro suelo
y de nuestra época? Y el dominio del espacio y la ubicación en el tiempo son
fundamentales en un país como el nuestro para la formación de ciudadanía, como
también para mejorarlo y transformarlo.
Habría que restituir la historia pero enseñada como
humanidades, y no como ciencia. Las ciencias en educación en la etapa formativa
no son lo más conveniente ni eficaz, porque no es el momento de manejar
esquemas ni teorías.
Y eso es lo peor que viene ocurriendo en la educación,
cuál es que hemos depuesto todo terreno a las ciencias. El lenguaje y la
comunicación están en manos de los lingüistas, y la historia y la geografía en
manos de las ciencias sociales.
Volver a enseñar la historia como fe, como compromiso
y hasta como pasión. Necesitamos cursos que enciendan la imaginación, la
voluntad y la entrega irrestricta a las causas sacrosantas. Y que las aulas
inspiren.
Porque lo peor en el ser humano es no tener noción ni
del espacio ni del tiempo en que vivimos, ni qué hay bajo la tierra que pisan nuestros
pies.
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