1. Un pan
a la boca
Don César Vallejo Ynfantes, integrante nato y pleno de
Capulí, Vallejo y su Tierra, lamentablemente nos dejó el 27 de junio del año
2012 cuando contaba 84 años de edad.
Pero nos legó una herencia invalorable: el ejemplo de
ser un hombre que se desvive por los demás: generoso, pan bueno, desprendido de
los bienes materiales.
Él, cuando tenía algún dinero y había un hombre que lo
necesitaba se acercaba y lo daba todo.
Su esposa le hacía el reparo:
– Tú eres zonzo, porque ese hombre con el dinero que
le has dado y que a nosotros nos hace falta, irá a emborracharse.
– Y, ¿por qué juzgas de ese modo? ¿Cómo sabes que no
lo necesita para llevarse un pan de comida a la boca? –Le reclama.
Idéntico era don Néstor, su padre. E igual su hermano
César, el poeta.
2. Es
idéntico
Así, el primero se privaba de todo por comprarle al
segundo camisas.
Sin embargo, al verle un día en el afán por enjuagar y
planchar la única camisa que tenía y venía usando de continuo, le pregunta:
– César, ¿y dónde están las camisas que hace unos días
te acabo de comprar? –Y la respuesta es:
–- Las necesitaban Antenor (Orrego), Julio (Esquerre),
Eulogio (Garrido). A ellos en verdad les urgía más que a mí, y las repartí.
Es decir, ya las había regalado. Y por completo.
El poeta en realidad se deshacía de todo. Nunca
acumuló algo, porque nada consideró suyo. No tuvo un predio, ni un mueble, ni
siquiera un objeto propio.
Nada que estimase de su pertenencia. De todo se
desprendía. Obsequiaba todo aquello que le daban y que consideraba que era
indispensable para los demás.
Idéntico es don César Vallejo Ynfantes.
3. Un nudo
en la garganta
Y, asimismo, como su célebre tío, es sentimental. No
puede dejar de llorar cuando recita “Piedra negra sobre una piedra blanca”. Cuando
leyó ese poema por primera vez se le estremeció el alma, al sentir la miseria y
la orfandad con que vivió aquel ser querido.
Le conmovió el hecho de ¡cómo pudo haber sufrido tanto
ese hombre que, además, era su sangre!
Hasta ahora, se le remece el alma al imaginar su
orfandad en París, su desamparo, y el rictus infantil, de candor e ingenuidad
que esboza cuando dice:
César Vallejo
ha muerto, le pegaban
todos sin que
él les haga nada;
le daban duro
con un palo y duro
también con
una soga; son testigos
los días
jueves y los huesos húmeros,
la soledad, la lluvia, los caminos...
De allí que cuando él recita esos versos se le estruja
el corazón y al final se le hace un nudo en la garganta. Lo siente como que
ello le hubiera ocurrido a su padre o le fuera a ocurrir a su hijo.
4. El amor
colectivo
Quizá otros lo vivan como imágenes y metáforas, como
algo que aconteció a un prójimo. Él lo siente como un miembro de su hogar, como
que le ocurriera a un ser de su casa, como realmente lo es. Y cada referencia
es como un carbón ardiente que lacera su carne.
Es, de otro lado, don César Vallejo Ynfantes, un
creyente fervoroso, quien desempeña ahora el cargo de Vicepresidente de la
«Legión de María» y se consagra a la edición del Boletín de su parroquia.
Entonces, desde el fondo de su fe sencilla cree que
así como Jesús se reencarnó en el medioevo italiano en San Francisco de Asís,
lo cual significó un retorno fundamental a las fuentes primigenias de la
prédica del maestro del Gólgota, así y del mismo modo cree que en los tiempos
modernos Cristo se reencarna en César Vallejo.
Y esto para rescatar el mensaje del amor colectivo, de
la solidaridad y de la identificación con los humildes, siendo César Vallejo
para él la reencarnación de Cristo en una dimensión social.
5. Baila
huaynos,
Ernesto More dejó escrito que el pasaje más conmovedor
que escuchó relatar a César Vallejo fue cuando este le refirió que su anhelo
mayor en el mundo fue ser estandartero del Apóstol Santiago el Mayor, en su
pueblo natal de Santiago de Chuco.
Por eso ahora en Capulí Vallejo y su Tierra hemos
instituido el estandarte Vallejo, que es él, representando a su tío quien lo
porta, como estandartero que en las festividades del mes de julio en Santiago
de Chuco va con él en la procesión; y que es el único emblema que se ha
permitido que desfile delante del estandarte del Apóstol.
Con dicho propósito viajó en contra de todos los
pronósticos médicos, a participar en este evento que se realizó en Santiago de
Chuco, en el año 2004. Durante el viaje, y a cada vuelta de loma en la subida
de la cordillera, le preguntábamos cómo se sentía.
Sonriendo su respuesta era que cada vez se iba
sintiendo mejor, hasta el punto de que ahora, cada vez que viaja con nosotros,
baila incluso huaynitos, a sus ochentaitantos años de edad. Y en plena Plaza de
Armas del pueblo.
6. El porta
estandarte
Desde esa fecha es infaltable en toda actividad que
organizamos y cuando de tramontar la cordillera se trata.
Él porta nuestro estandarte. Y escuchemos lo que él
refiere:
«Cuando tomé el estandarte en Santiago de Chuco, en el
Capulí del 2004, yo iba tan enternecido que las lágrimas inundaban mi rostro
que al cegarme la vista trataba de no tropezarme en las piedras.
Felizmente nadie me veía porque disimulaba detrás del
pendón. Recorrí la plaza con emoción infinita mezclada de nostalgia por el
poeta que no pudo regresar a su tierra, pero era como si yo ahora fuera él.
Sentía que en mí se reencarnaba, porque Santiago de
Chuco es mi tierra. Yo me crie en Santiago, aunque no regresaba desde hacía 50
años a él.
Veía en lontananza la cordillera blanca y mi alma
trascendía esas nieves eternas hacia la región celestial».
Para quienes militamos en Capulí, Vallejo y su Tierra
es un orgullo que el portaestandarte del movimiento sea él.
7. Nunca
mueren
Porque es él quien porta nuestra enseña en toda
ocasión en que se valora y releva la obra del autor de los Poemas Humanos. Y es
él un ser tierno, con un conocimiento profundo de la vida y el alma humana.
Distinguido, fino y de un alma vasta y profunda, tal si fuera un buen y genial
poema de su invalorable tío.
Su anhelo a futuro es que cuando muera –le decimos que
seres como él nunca morirán– sea enterrado en Santiago de Chuco, al pie de sus
abuelos, Francisco de Paula y María de los Santos Mendoza Gurreonero.
De allí que pide que cuando deje este mundo se cave
una fosa al pie del lugar santo donde reposan sus abuelos en Santiago de Chuco.
Y ello para poder musitar –nos dice– cuando esté dentro, “Los pasos lejanos”
pero cambiando así, según es su libertad, capricho y –creo yo– su soberano
derecho:
Mi abuelo
duerme. Su semblante augusto
figura un
apacible corazón;
está ahora
tan dulce...
si hay algo en él muy cerca, ése ahora soy yo.
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