lunes, 6 de junio de 2022

LA AUSENCIA IDEOLÓGICA DE LOS POLÍTICOS ACTUALES - POR FRANSILES GALLARDO PLASENCIA

 

 

LA AUSENCIA IDEOLÓGICA DE LOS POLÍTICOS ACTUALES

 

 Por Fransiles Gallardo Plasencia


Meses antes, de que la pandemia del Covid 19 nos encerrara entre las paredes de nosotros mismos.

En uno de los ambientes de la Asociación Guadalupana, en la avenida Alfonso Ugarte en Lima; tres mosqueteros, alrededor de una cerveza o un café, como en los tiempos universitarios, debatíamos sobre el acontecer político nacional.

El arquitecto Armando Arteaga, por esos tiempos presidente del Gremio de Escritores del Perú, Harold Alva Viale, político, periodista y organizador de los Festivales de Poesía Primavera Poética y este modesto Ingeniero y escritor.

Coincidíamos.

Los políticos o politiqueros actuales, no tienen formación didacta o autodidacta ni ideológica ni política. Sin un buen sustento teórico, no hay forma de obtener un buen producto político.

No basta leer a Vallejo y Neruda para ser un gran poeta, señala Harold; quien trajina entre la edición de libros y los avatares políticos, también.

Si leíste a Vargas Llosa y a Gabriel García Márquez, no necesariamente serás un gran novelista; afirma Armando, quien también es un brillante poeta, cineasta y crítico literario.

Sospecho que no alcanza con leer a Julio Ramón Ribeyro y a Cronwel Jara para ser un eminente cuentista, sostengo yo.

Cierto.

Con los políticos peruanos actuales la situación es peor. Deplorable, comentamos.

Los políticos actuales no tienen formación ni académica ni política ni ideológica de ningún tipo. No hay leído nada o casi nada. Salvo honrosas excepciones que no alcanzan los dedos de las manos. Su ignorancia filosófica es deprimente, concluimos.

Como puedes hablar de algo o de un tema, que ni siquiera su significado conoces.

Hablan de capitalismos, imperialismos, socialismos y comunismos sin saber exactamente que es, su significado, su influencia, su caracterización; ni quienes son sus ideólogos, sus principios, ni por qué ni para qué surgieron.

Los políticos actuales, tal vez no conozcan siquiera, el significado real de lo que es la política, ni cómo ni por qué hacen, supuestamente política.

Armando Arteaga recuerda a Aristóteles, quien 500 años antes de Cristo, en su libro “Política” fundamente los principios de la administración del poder.

Harold, la interpreta como una forma ideológica del poder de las personas, que lideran y velan por el bienestar de la población.

Recuerdo a Nicholas Machiavelli, el florentino, quien en 1513 escribiera su libro El Príncipe y donde señala, que no interesa el bien común ni cual sea la organización política (estado, gobierno, municipalidad), mientras se ejerza honestamente el poder.

Los tres somos parte de una generación que se movilizó dentro de un conflictivo espectro político nacional: Los años setenta y ochenta del siglo pasado.

Cuando salí del colegio de mi pueblo de Magdalena, Cajamarca, ya conocía a José Carlos Mariátegui y aunque no sabía que era la Plutocracia Terrateniente, sabía de sus Siete Ensayos.

También había leído a Vallejo y la solidaridad humana en su poema Masa de Los Heraldos Negros. Su Paco Yunque movió las fibras íntimas de mi rebelión intelectual y El Mundo es Ancho y Ajeno del gran Ciro Alegría, lo confirmó. El Diario del Che me dijo lo que significa dar la vida por un ideal y el sacrificio del joven poeta Javier Heraud, me lo reafirmó.

Por eso cuando ingresé a la Universidad Nacional Técnica de Cajamarca y a mis cortos 20 años, ser subsecretario General de la Facultad de Ingeniería Civil y secretario del Interior de la Federación de Estudiantes de la Universidad; me obligó a devorar decenas de libros, para defender mis posiciones políticas en los debates ideológicos y políticos con la gente, también bien leída y cultivada de las izquierdas democráticas y de las otras.

Desde Martha Harnecker hasta el Antiimperialismo y el Apra de Haya de la Torre; el Qué Hacer de Lenin y Los Dueños del Perú de Carlos Malpica Santisteban; Las Cinco Tesis y la Crítica a la Economía de Malthus.

Aunque, para ser honesto, les confieso que dos libros siempre fueron difíciles para mi poco entendimiento: El Capital de Carl Marx y Trilce del santiaguino César Vallejo.

Harold y Armando sonríen.

Nosotros, en los años candentes de esas décadas, batallamos contra la dictadura del gobierno militar del general Juan Velazco Alvarado, hasta lograr que el general Francisco Morales Bermúdez llamara a elecciones, para elaborar la Constitución Política del Perú de 1979 y restaurar la democracia, eligiendo a Fernando Belaúnde Terry.

Con la autoridad que nos dan los años vividos, las calles caminadas y las jornadas de lucha sobre nuestros hombros, nos obliga:

A desnudar la pobreza de las políticas y la incapacidad intelectual y moral de los políticos de derecha, centro e izquierda.

Sancionar su avaricia, su mezquindad, su egoísmo personal y de grupo.

La agresiva corrupción, como una pandemia más grave y letal, se adhiere a las células de los mal llamados políticos, que piensan que el poder es para apropiarse de lo que hay y no hay; para servirse del poder y no en servir, para lo cual fueron elegidos o contratados o nombrados.

Su indigente formación ideológica.

Decirles a los Incendiarios de las extremas derechas e izquierdas, que se unirán finalmente por sus propios intereses y beneficios: “que la pradera no está para incendios ni petardos”.

A los Congelados, que se han quedado paralizados con la indiferencia política que los cubre como un poncho de hule; que no es tan cierto lo que dijera el presidente Manuel Prado Ugarteche: “que en el Perú los problemas se resuelven solos o no se resuelven nunca”.

A los Podridos, que no solo la historia los juzgará; sino la justicia terrenal los alcanzará, mañana, tarde o nunca; pero llegará y los sancionará.

Nadie se va de este mundo, sin pagar lo que debe, decía mi padre don José Arturo Gallardo Cedrón.

Coincidimos los tres, que, en esta etapa de nuestras vidas, tan solo pretendemos para los que vienen: un Perú estable, sin temores, con pensadores libres con los conocimientos necesarios para discernir, pensar y actuar libremente.

Que el respeto al derecho ajeno es la libertad y la paz, recuerdo a Benito Juárez, el viejo presidente y combatiente mejicano.

Eso sólo lo da la cultura, la educación y la intelectualidad, dice Harold.

También, los buenos libros y mejores ejemplos, concluye nuestro arquitecto.

Actualmente, cualquier hijo de vecino, se levanta de su cama, se mira al espejo y se considera un iluminado. Sale a la calle, forma un partido político y se considera el rey León, el salvador del universo, el mito hecho realidad; digo yo.

Como en los tiempos universitarios, las tazas de café y las cervezas invaden la mesa.

Es hora de partir. De hacer algo por la vida ingeniero, me dice Harold con un abrazo. Hasta la próxima, querido Arqui.