sábado, 4 de junio de 2022

DÍA MUNDIAL DEL MEDIO AMBIENTE - POR ARMANDO ALVARADO BALAREZO (NALO)

 


 U S G O R:

 

 

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LA CASCADA MÁGICA
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Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)
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No hay nada más saludable que pasar una tarde en Usgor, escuchando el rumor de la cascada y el canto de las aves, o sentados sobre el pasto con el sol dorándonos el rostro, contemplar el valle del Aynín donde reposan Obraje y Pampám.
 
 
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Es cuando la mente adormecida de recuerdos gratos, hurga en la memoria los momentos de radiante primavera y desbordante rebeldía, que desde el fondo del alma envían sus señales de bengala. Solamente la voz desgarrada de una bandada de loritos puede sacarte de este arrobador letargo.
 
 
 
 
Para llegar no se necesita más que atravesar el barrio de Quihuillán y caminar silbando por la carretera, un kilómetro más o menos, admirando un hermoso paisaje multicolor. En la ruta no hay manera de extraviarse, pues basta preguntar a un chaposo caminante: niño, joven o adulto para arribar con facilidad al paraíso, donde muchos amores indomables dejaron de ser beatos, no sobre sábanas blancas, sino en silvestre tálamo, saboreando el néctar del primer pecado.
 
 
 
 
Pocas cosas se comparan a un atardecer bajo un remolino de trinos, sintiendo el fluir sonoro del arroyuelo, la respiración del follaje y el palpitar de los cerros de exuberantes matices que circundan Usgor, y obtener una vista incomparable de la puesta de sol, donde empieza a florecer la noche con sus misterios, sus imágenes y sus sentimientos.
 
 

 
Después de contemplar la cascada que cae, con la castidad de un níveo velo, trepar sin apuro un turquesa sendero de empinada cuesta, es darse un baño de fragancia colmando el pecho de pichuichancas y trompitos de eucalipto. Las venas se refrescan, las rótulas se lubrican y la artritis se bate en retirada.
 
 
 
 
"Hoy, de aquellas fogatas de fuego ardiente: cenizas quedan", parece decirnos la imagen que sigue; pero no es así, porque Usgor es la cantera del verso donde el alma sueña a perpetuidad y el corazón escribe sobre esa etapa maravillosa que no se ha ido ni se irá, mientras los latidos corran infatigables entre las arterias y la memoria, porque el corazón no se marchita, solo desgrana nostalgias por una golondrina que se marchó dejando un lívido lirio sobre una foto en blanco y negro.
 
 
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Idílico ensueño de añoranza que nos lleva a caminar paso a paso por angostos desfiladeros, donde las raíces de los viejos eucaliptos son peldaños para seguir avanzando hasta llegar al viejo aliso, otrora lleno de corazones y flechas de Cupido, que el tiempo ha convertido en una nervuda mano, estirada al visitante peregrino.
 
 
 
 
Ver a los escurridizos shulacos dormitando bajo el sol en plácido abandono sobre una pirca, y observar en la copa de un árbol un nido de pajitas abrigando el sueño de los pichones, mientras sus padres picotean el chumpac de un raído maguey, es copar de dulzura el alma y dejar de sentir, aunque sea por unos instantes, el soso aroma de la ausencia.
 
 
 
 
Esta mixtura de belleza, aventura y embrujo se puede saborear a manos llenas en Usgor. Sin duda, una experiencia para disfrutar unas horas en armonía con el entorno natural, porque Usgor es un pequeño edén sin cemento ni bulla, solo tranquilidad y embeleso; tranquilidad que le confiere una atmósfera de complicidad a los latidos.
 
 

 
Después sólo queda esperar la llegada de la cómplice luna para amar en silencio a una estrella con la caricia de la brisa; sólo así se aligera la vida y se hace más bello el retorno a CHIQUIÁN, acompañado de los pequeños grillos que ya empiezan a aserrar la quietud de los sembríos que se van durmiendo a nuestro paso...
 
 
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USGOR
 
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Celestina del amor primero,
de un mancebo picaflor
que en torbellino vuelo,
liba el néctar de una flor.
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Saltas en caída libre
acariciando el musgo tierno;
danza la espuma en el remolino,
llenando el aire de fulgor.
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Rasga al viento la dura roca
bajo la fulgente esfera azul,
mientras tu quebrada bebe
la cantarina agua que va al mar.
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Eres velo de novia en primavera,
lágrimas de luna en el verano,
lluvia de recuerdos en el otoño
y blanca cabellera en el invierno.
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.Paraíso de telúrica fascinación;
fresco aliento vital de mi tierra,
etéreo oasis que busca el bardo
para saciar su sed de inspiración.
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Mágica cascada, dulce melodía,
siempre serás un refugio del alma
y alquimia perfumada de ambrosia,
donde florece el amor con el alba.
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Nalo Alvarado Balarezo - JUL 1977
 
Chiquián

Fuente:
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Poemario "SENTIMIENTOS" de NAB . Foto de carátula: Jesús Bolarte Ramírez. Ref: XVIII Encuentro de Escritores y Poetas de Ancash - HUARI 2009.
 
 
 
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EL ICHICULGO DEL ARPA DE ORO

Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)
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West Palm Beach, 21 NOV 1995

Sonqollay:
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Anoche, antes de acostarme, leí el poema SIEMBRA DE AMOR del poeta chiquiano Manuel Roque Dextre, hombre de leyes, Presidente de la Federación de Estudiantes del Perú (en su juventud), dirigente nacional de un partido político, maestro de maestros, señor de señores, ejemplo de ejemplos, minero y ganadero, pero sobre todo un gran amigo; con cuyos versos amados me quedé dormido y soñé nuevamente con Chiquián querido.
 
 
 
 
En este arcano sueño de madrugada, los impulsos del tiempo se hicieron vuelo cósmico y viajamos a Usgor, cascada de espuma, musgo y roca que pule el viento pasando y repasando tocando rondines pastoriles. Una vez allí, escuché el sonido del agua cayendo y corriendo canora por la estrecha quebrada en dúo con la melodía del arpa de oro de un ichiculgo entonando "Aguas de Usgor".

Miré a todos lados y sólo habían ramas sin color, laderas sin verdor, los escarpados parecían ceniza mojada, no brillaba la luna ni los ninacurus. Mi sombra era la única compañía que tenía; entonces sentí frío en la médula e intenté sobrevivir gritando:

- ¿Quién es?.

- Soy el centinela de Usgor que con su arpa llora -me contestó con aire agraz, un espíritu oculto en el silencio fúnebre de las tinieblas.

En eso escuché otra voz, pero humana y salvadora, que subía jadeante con el eco desde la casa de campo de don Raúl Espejo Torres:

- No le hagas caso pequeño pichuichanca, te quiere robar el alma, felizmente las estrellas ya no brillan, la luna se apagó y el alba empieza a lucir su lumbre contra estos diablitos del averno fiero, mientras tanto recita el poema que escribiste de chiuchi.
 
Siguiendo el consejo de don Raúl, declamé trémulo:
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Cascada de embrujo,
mosaico multicolor,
tu cerro se eleva
y besa el cielo.

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Fuente de inspiración,
fiel confidente
de los bardos
que amaron tanto.
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Al cabo de un breve silencio el cielo se iluminó y sentí su gloria tan grata como la aurora de la vida; cogí dos ramas de un eucalipto tierno, hice una corona con ellas y la arrojé al abismo como pago a la tierra de mis viejos. Luego desplegué mis alas y levanté vuelo rompiendo las nubes como puñal de viento y descendí en picada hasta el maná de la eterna primavera que baña el feraz valle del Aynín.
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Parado a orillas del río me quité las alas de plata y las lancé al cauce. Medité unos segundos y le hablé:
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- Querido río, tus aguas corren y correrán mientras las altas cumbres lleven puestos sus tucumanes blancos y el sol ordeñe las nubes henchidas de linfa para que bailen con el aire la danza de la lluvia, haciendo brotar cascadas de vida en los campos donde juegan los chiuchis de trigo. Hoy deja que te beba hasta calmar la sed de mis sueños...
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Caminé la orilla perlada y trepé la roca que sostiene un huaro de saúco; bajé la mirada y me quedé observando un remolino que tarareaba el huachihualito con las ramas. Después seguí andando hasta un sauce donde recliné mi frente, y sentí su llanto, recordando los "bucólicos safaris" de los infantes del 378... En la corteza de su nervudo tallo aún perviven los corazones con flechas de Cupido, que grabamos con run run de niños.

A las seis de la mañana los rayos solares cubrieron la cárcava de Picush, agitando su luz sobre las aguas cantarinas. Los huínchus, yocyocos y pichuichancas parlotearon felices en las múllacas y alisos, con vibrantes trinos que alegraron mi alma. Las flores silvestres con sus collares de shulay exhalaron frescura y, los cerros huastinos se vistieron de verde tarapaqueño, animando mis pupilas capulí, en tanto Chiquián despertaba de su sueño dominguero para la Misa de 7..

En el horizonte fulguraba impoluto el empinado Yerupajá... Muy lejos quedó el mal rato que pasé, cuando un ichiculgo intentó arrancarme el alma con la melodía de su arpa de oro, destilando el agónico lamento de su vil corazón sin arterias ni ventrículos.

Pichuichanca
 
  
 
 Fuente:
   
Apuntes chiquianos  para niños telúricos, de Nalo Alvarado Balarezo

 


Plaza Mayor de Chiquián - Foto: Jesús Bolarte
 

 Chiquián - Imagen: Danielito Alvarado Muñoz
 
RACRÁN 

Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)

A la Memoria de mis amados padres, Armando y Jesús

“Pisando suelo conocido no caerás”.
Armando Alvarado Montoro
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“Imita a los pájaros y no destruirás la Tierra”.
Jesús Balarezo de Alvarado

CHIQUIÁN, como imperio del aire fresco, goza de una riqueza natural incomparable. Suelo bendito, otrora epicentro de cultivo y pastoreo comunal a gran escala, sigue esparciendo a raudales el sonido de su fauna y el aroma de su flora pletórica de vida, que tonifican la mente, el alma y los músculos, en un pacto de lealtad y buena vecindad con la Madre Naturaleza, sobre todo en las quebradas, jalcas y laderas, espacios inmaculados que conservan su esencia nativa, como herencia de vida para las futuras generaciones. 
 
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Todo caminante de tierra adentro sabe que la mejor manera de descubrir los encantos de un lugar como Chiquián, es andar "pasito a paso", sin apuro, fundiéndose segundo a segundo con la Pachamama, topografía que aroma los campos natales a la vera del camino; pues "andar", como dicen los viejos arrieros, es escuchar el latido campesino: sus usos, costumbres, sus  tradiciones, sus valores y sus creencias. Es palpar su rústica ternura, bucólica y arrobadora de su alma agradecida. Es sentir las caricias del sol bondadoso que desparrama sus rayos al despuntar la aurora. Un verdadero festín natural que tiene como marco la inmaculada cordillera Huayhuash, musa de los amantes del deporte blanco.
 


 
Pero Chiquián no es su panorama seductor, solamente. Su mejor carta de presentación es la defensa irrestricta del ecosistema, sin pregones ni pancartas, todo al natural. Además cuenta con variadas opciones para disfrutar a manos llenas de un turismo vivencial sin cotejo.
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Aquí están los mejores tejedores del mundo. Los cálidos frutos de sus telares cubrieron la piel broncínea de los aguerridos patriotas que se fajaron a puño y varazo limpio en las contiendas de Junín y la Pampa de la Quinua, donde nuestra América Morena recuperó su Independencia, allí donde el poncho chiquiano fue el soporte sobre el que se firmó la Capitulación de Ayacucho, como aparece en un lienzo del pintor huancavelicano Daniel Hernández Morillo.
 
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Cuenta también con recetas milenarias para todos los gustos y sabores, delicias campestres que engalanan las fiestas patronales de Santa Rosa de Lima y de San Francisco de Asís; mas si de caminar se trata, y el hambre impacienta a las tripas, no hay nada como un puñado de cancha con su trocito de queso, producto bandera elaborado por manos hacendosas con la leche más saludable del planeta. Para calmar la sed hay abundante chicha, fermentando ansiosa en los cuntus fraternos. Y si el paladar se inclina por un potaje para chuparse los dedos, basta visitar el "Rincón del Recuerdo".
 
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Es decir, Chiquián es la Obra Maestra del Creador. Intente no quedar boquiabierto con el magnetismo de sus tardes de arrebol, y no podrá. Tampoco tiene que pellizcarse pensando que el hechizo de su policromía crepuscular constituye un sueño de floripondio, pues es realidad palpable hasta para los ojos más incrédulos. Parajes sin igual que engalanan la cuna del revolucionario social Luis Pardo y de nuestro recordado “Shapra” (Manuel Ñato Allauca), el cicerone andino con el mejor floro del hemisferio sur, en proyección cilíndrica.
 
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Uno de estos hermosos parajes es RACRÁN, ubicado a unos metros del hanabarrino Umpay. Dos caminitos suspendidos en el alero de los años nos llevan a disfrutar de un escenario natural acogedor, un mirador para deleitarse con los encantos de Chiquián y disfrutar la magia del glaciar Tucu, que corona de albura la collana de Lampas y la encajonada joya de Aquia, dominio ancestral de los vigorosos Rimay Cóndor. Sin duda alguna, un destino invalorable para un safari fotográfico de novela corta.
 
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“Jeshu, caminando por Racrán he sentido tu fragancia. He visto tus pupilas de paloma en las cantarinas aguas de Putu, desde ahí te he escuchado silbar con el viento en Chaquinani…”, dice mi padre en una carta dirigida a mi madre a dos días de pedir su mano. 

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Mamá, de abriguito, y papá de sombrero negro, 
con sus amigos chiquianos

 
Porque Racrán es un edén para los enamorados apasionados, invisible a la mirada paterna y de los celosos hermanos de la doncella en botón. Allí se han tejido muchas historias de amor bravío. En una oportunidad me comentó el patriarca oropuquino Pedro Loarte Cano, amigo personal de Luis Pardo, a quien acompañaba con su mandolina trinadora, que nuestro bandolero romántico visitaba frecuentemente Racrán con su amada, para contemplar la belleza de Chiquián, y que, recostado en un árbol centenario, le cantaba huaynos y yaravíes, y sólo Dios sabe, si fue en este punto de encuentro donde escribió su premonitorio himno “EL CANTO DE LUIS PARDO”, convertido después de su muerte en el vals “LUIS PARDO”, canción peruana conocida también como “LA ANDARITA”.

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El paraje de Racrán está engastado en la orilla sur de lo que en la época de Pisanamaría fue Sequiancocha, y recuesta su pródiga inmensidad bajo las égida fraterna de las laderas verticales que trepan cual enredaderas al apu Capillapunta. Su amada Cochapata posa su sedosa cabellera en el hombro derecho, y los bordes de su faldellín turquesa acarician las pircas eternas de Racrán. Desde aquí se escucha con claridad meridiana la dulce voz del viento que baja del enhiesto Jaracoto, y de las canoras aguas de la cascada de Putu. Una combinación perfecta de la melodía terrena.
 
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La última vez que visité Racrán fue en Semana Santa, de hace unos años, cuando todavía no se ablandaban mis bíceps braquiales ni se acalambraban mis pantorrillas por falta de potasio. Llegué con el alba, máquina fotográfica en mano. Las calles chiquianas estaban desiertas de fieles devotos. Fue Jueves Santo, recuerdo. No arribé con la agilidad de un impetuoso potrillo, sino con la precaución de un asustado caminante, pues de niño, cuando cubriendo mi rostro con mi ponchito habano paseaba ufano por estos dominios buscando una tierna chacuita, un cachorrito de medio mes de nacido empezó a ladrar sin pausa ante mi fantasmal presencia; luego se abalanzó inmisericorde hundiendo sus caninos de antacasha en mi huesuda canilla derecha. Ahí comprendí que el dicho “Perro que ladra no muerde” alude al humano hablador, no tanto a su fiel amigo ladrador.
 

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En los primeros minutos del día se aprecia desde Racrán, cómo la torre de la iglesia matriz de Chiquián se va incorporando al paisaje, junto a los velos de humo, que con el viento a su favor se elevan de los fogones que van cociendo lentamente el pari, el pojti y la lahuita de Semana Santa. Al mediodía, cuando el sol cae en plomada, este mismo viento se queda dormido bajo la comba azul de la quietud. Es cuando el aroma rural nos llena de una paz desconocida para los sentidos urbanos. Luego viene la hora de contemplar el atardecer, con ese sabor a nostalgia que en la brevedad del tiempo desgrana el ocaso. Después cae lentamente la sotana de la noche hasta cubrir Jircán. Ya los pichuichancas, cuculíes y torcazas retozan en las copas de los hospitalarios alisos, molles y eucaliptos. Es momento de aguzar los sentidos y tensar los nervios, pues un inesperado canto sonoro del agorero pacapaca puede erizar la piel y despertar el recuerdo de aquellas narraciones ancestrales de almas penitentes, que solíamos contarnos de chiuchis en las veredas de lajas del barrio.
 

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Ir a Racrán caminando por una calle sin asfalto todavía, es vivir una aventura diferente, en un ambiente rebosante de colorido follaje, muy cerca de las rutas turísticas habituales del pueblo. Es empezar la mañana con un sorbo de aire puro; sólo es cuestión de levantarse antes de que el "gallo cante 3 veces", y cuando los candiles empiezan a iluminar las casas de los jornaleros que se preparan para emprender la dura faena diaria. Basta sentarse con tranquilidad sobre el mullido kikuyo y disfrutar del paisaje silvestre, experimentando los prodigios de la Naturaleza. Una oportunidad para desconectarse del tedio que impone la rutina, poniéndole chispas a la vida con los componentes del ensueño. Visiten con sus warmis o sus enamoradas este mítico remanso de las caricias tiernas y los besos dulces como los caramelos de leche de tía Dolorita, como los adoquines de “Cholito Nava”, como las chaposas manzanitas de Chinchupuquio, como las mashuitas con sabor a miel de Tulpajapana, como el ñupu de Matara, como el chumpac de los tinyacos, como las guayabas del caluroso Llaclla, como las oquitas de Ninán y Cucuna... Es la mejor receta para un día de salud plena en aras del crecimiento espiritual; ya que, como me decía mi abuelita Catita: “Levántate más temprano, hijo. No seas flojo, camina hasta la cascada de Putu y bebe de sus aguas frescas. Te aseguro que volverás sabio; y no olvides mirar con fe la Cruz de Capillapunta, pues de ahí despunta la Luz del Nazareno que ilumina nuestras conciencias. Ya algún día tendrás tiempo suficiente para dormir el sueño eterno bajo una lápida de piedra que indica el lugar donde reposan tus huesos”.
 
 
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CHIQUIÁN: 
 
 PARAJES EN ESPIRAL

Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)

Tierra bendita: corazón amigo,
en las mañanas, sembrando trigo,
por las tardes, buscando abrigo
ya en las noches, sueño contigo.

Caranca: mil latidos en concierto,
todo es belleza, a cielo abierto;
el albo Huayhuash, abre su puerta,
al mágico Chiquián que está de fiesta.

Huancar: umbral de verde estampa ,
con sus ojos de roca, mira la pampa;
miles de eucaliptos, besan el cielo,
donde el cóndor cruza, en alto vuelo.

Parientana: perfumada de frescura;
maestros y alumnos, destilan cultura,
el coloso Yerupajá contempla risueño,
con su blanca mirada de ensueño.

Chicchó: arbolito de manzana,
canta un huínchus por la mañana;
un tierno shulaco sale reptando,
dos banderilleros le están apuntando.

Jaracoto: trina el pichuichanca;
cien chiuchis cantando izan la bandera;
es muy hermosa nuestra rojiblanca,
que flamea contenta en la ladera.

Capillapunta: fiel centinela.
Altar glorioso, cruz de madera;
alumbra fuerte el sol, no una vela,
desde la cumbre hasta la pradera.

Umpay Cuta: maíz maduro;
el gran bandolero saluda al turista;
con su caballo, pisando seguro
y su estampa que a todos gusta.

Lirioguencha: estadio moderno,
con su verde gramado tierno.
Unos miran desde las tribunas
otros sin boleto, desde las alturas.

Cochapata: huarastucoj y nunatoro,
con roncadora de pellejo de perro;
brotan del píncullo melodías de oro
desde las faldas, hasta aquel cerro.

Putu: misterio y hermosura;
el agua cae desde gran altura,
riendo dulce, cristalina y pura,
regando feliz, la tierra dura.

Oropuquio: cuna del Sport Cahuide
caminitos estrechos que nadie mide;
chinguirito y arpa, todos imploran,
callecitas de piedra, los tacos lloran.

San Juan Cruz: tributo a Dios;
los peregrinos suben jadeantes,
besan el Madero y dicen !adiós¡,
cerro bendito, de mil caminantes.

Mishay: culto al Divino Maestro,
que hace del alumno, un hombre diestro;
pródiga cantera de sabiduría andina,
que brinda cultura, a la estudiantina.

Puente Cantucho: cálido hospicio,
para el visitante y el arriero misio;
Cuspón y Roca, besan tu suelo
y calman su sed en el arroyuelo.

Tulpajapana: bordeando el cementerio.
Lugar sagrado donde reina el silencio;
sobre sus entrañas la Gruta florece,
a su alrededor todo reverdece.

Cruz del Olvido: triste destino;
oración y banda, funeral andino,
paso obligado al Camposanto,
camino de espinas del que quiso tanto.

El coso: penal de inocentes prisioneros.
Reses, caballos y burros dañeros,
dormitando cumplen su condena,
por saciar su hambre en chacra ajena.

Jircán: tardes de toros y de fútbol,
bailan huaynitos los caballos moros.
bajo tus palincas un choborra canta;
Huerto de Judas de Semana Santa.

Tranca: pencas y hualancas,
escoltan el gallardo paso del 351;
camino de herradura a Ninán y Cununa
entre tramo y tramo me como una tuna.

Chivis: bosque encantado;
mil zambullidas y un clavado,
entre pitadas, humo y anisados,
niños de estanque tiritan asustados.

Shapash: sacuaras y tibio baño;
no hay duchas, saunas ni caño;
se baja en picada por la pendiente,
con agua corriente se baña la gente.

Aynín: río de vida y encanto,
miles de truchas, ondinas no tanto;
niños excursionistas en sus riberas,
con sus maestros de clases primeras.

Chinchupuquio: huerto florido,
donde el Sol se queda dormido;
dulces manzanas y melocotones,
gigantes yacones para los glotones.

Quihuillán: homenaje a Bolognesi.
Tiernos amores de ensueño y encanto
tras una promesa, triste despedida;
una torcaza queda herida.

Usgor: aguas que caen rimando,
siete ichicqulgos están llorando,
diez trovadores componen versos,
para sus musas de rostros tersos.

Uyu: sembríos esmeraldas y aguacero;
chacras, alfalfares, yuntas y arados
llegan los gañanes con el lucero,
su semilla santa y sus cayados.

Conchuyaco: 'Señor del Camino',
siempre cuidando el destino,
de los choferes y pasajeros,
del jornalero y los arrieros.

Fragua: mirador ecológico,
lugar ideal para un zoológico;
flores silvestres y pájaros canoros,
despiertan el alma con trinos sonoros.

Jupash: el agua lava y tropieza
con pencas y mazos de gran rudeza
formando un concierto de alba limpieza
fregando mugre de pieza a pieza.

Yarush: barquitos de maguey,
sueños de marineros que no morirán;
sus puentes lloran cuando pasa un buey,
desde Umpay Cuta, hasta Maraurán.

Shulu: mini safari urbano,
todos acuden desde temprano,
los tarapaqueños atrapan tinyacos,
los aliancistas cazan shulacos...

Agocalle: Venecia Chiquiana,
con zancos andando no parece enana,
los calzoncillos lloran con el chapuzón
de los que naufragan como Alonso Pinzón.
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Caranca: corva su belleza como una ceja
para llenarnos de embeleso viendo Chiquián,
y acompaña nuestro llanto en cada despedida.

Y así: Sunoc, Tanaz, Cushish, Quinchayoc, Capulipata
Purampún, Yucyushtana, Cascas, Común, Calapata,
Macpún, Huanturma, Chipiaj, Paucaracra, Chaclapata
Raquinapampa, Unsucocha, Huayalpampa y Racrán
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mientras los tengamos en mente, !FLORECERÁN!.
 
 
  Chiquián, un corazón andino latiendo saludable
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Racrán y los demás parajes chiquianos seguirán floreciendo, mientras los niños y jóvenes alfareros y los poetas de tierra adentro alienten y ayuden a los buenos comuneros a cultivar las chacras comunales que están abandonadas desde hace más de 3 décadas, y sientan el aroma del choclo y la caña, la tersura de las habas tiernas que pronto serán panco, shinti o shacui, y la bondad del trigo en las mesas humildes, en las que nunca debe faltar el dulce zanguito y la machca fraterna.
 
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Seguirá floreciendo también, mientras nuestro pueblo continúe escuchando el eco de la roncadora de Antonio Padua Toro llamando al riego hermano en cada esqauina. Mientras los chiuchis sigan bailando alegres en las faldas de Cochapata con sus atuendos de viejitos y su bastón de guarango. 
 
 
 
 
Mientras los amores cautivos continúen sorteando shinuas y hualancas en los alfalfares en punta. Mientras los alumnos no vayan a los campos a derribar árboles para la yunza ni a traer leña, solamente, sino también a plantar árboles por millares y a leer lo que la Naturaleza pone al alcance de los ojos humanos, porque CHIQUIÁN es una de las páginas más hermosas del GRAN LIBRO DE LA VIDA.
Ç 
Fuente: 

Apuntes chiquianos, de Nalo Alvarado Balarezo
 



  RECUERDOS
 
 
 
CONOCOCHA, MODELO DE VIDA

Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)
 
 

Conococha es un enigmático rinconcito de Áncash, sin árboles ni rosas, donde a la vera del poblado crece el ichu ennegrecido por el frío de la Puna. La laguna, del mismo nombre, está cargada de truchas y cushuro, y sobre sus aguas nadan cuadrillas de patos silvestres. La pampa es callada y quieta, sólo el fuerte viento se mueve bizarro, silbando sin cesar en su danza con los pajonales.

Pasar mis vacaciones escolares en la manada de Tupucancha, colindante con la laguna de Conococha, fue un constante aprender, pues cada día tomaba lecciones de vida que los iba grabando en la memoria, como bases del desarrollo de mi personalidad, y como líneas directrices para enfrentar los retos cotidianos, sin menospreciar ni desafiar a la Pachamama. Por ejemplo:

- Del zorro aprendí a ser paciente, vigilante y aligerar el paso como una presa veloz.

- La perdiz me enseñó a ponerme a buen recaudo frente a una imposible defensa.

- En la lucha de los carneros de enormes cachos y de raleada estampa, aprendí lecciones de valor sin alharacas ni falso orgullo.

- El búho con su mirada misteriosa y su canto agorero aumentó mis fantasías y mi interés por los mitos, las tradiciones, las fábulas, los cuentos y las leyendas de la zona.

- Los perros chuscos con abundante “guetu” sobre su espalda y su instinto de conservación me enseñaron a presentir la proximidad de una tormenta o la amenaza de un ser vivo.

- Las ovejas con su balido de alerta me prevenían del acecho de algún zorro o puma, para ponerme en guardia.

- Los toros, las vacas y los becerros con sus bramidos, mugidos y berridos me enseñaron a mantenerme en permanente comunicación con las personas de mi entorno.

- El pajarito 'tupuc chiquito' con su gran capacidad de mimetismo me dio clases de cómo pasar desapercibido ante el fuego graneado del enemigo.

- El granizo, la nieve, la escarcha, la densa neblina, las nubes preñadas de agua y el intenso frío templaron mi carácter y mis defensas físicas.

- Los rayos, los truenos y los relámpagos me enseñaron lo pequeño que soy frente al Universo y ante el Poder Supremo de Dios.

- El olor a tierra mojada me enseñó, que el pasto sacia su sed como los humanos, para poder crecer y florecer.

- El cóndor, el gavilán y el corequenque me enseñaron que para vencer grandes obstáculos es necesario volar donde las moscas no llegan, y nunca arrastrarme como los seres  nocivos que hacen daño al ras del suelo.

- Los pastores me enseñaron a vivir en fraternidad con la Madre Naturaleza, ser tolerante y bendecir al prójimo, el trabajo, la salud y los alimentos de sustento diario.

- De la huachua aprendí a ser observador perspicaz y desconfiado, pero respetuoso con quien se imponga por su valor, inteligencia y destreza.

- Las chinichalhuas de los riachuelos de la Pampa de Lampas con su gran movilidad antes, durante y después del peligro, me dieron clases de cómo mantenerme siempre en movimiento, alerta y sereno a la vez.

- Del puma aprendí que a veces es necesario retroceder para dar un gran salto, pues muchas veces damos saltos sin energía y nos vamos de bruces a la zanja.

- El pato silvestre y el aguash me dieron ejemplos de ubicación estratégica frente a un cazador furtivo.

- El ichu me enseñó a agazaparme hasta que pase el fuerte viento, luego pararme; y si el viento continúa, bailar y silbar con él, pero nunca retarlo, porque podría arrancarme del piso llanques y todo.

- Las cuevas pétreas me enseñaron que los hongos venenosos que viven en su interior mueren cuando les da la luz.

- De la vizcacha aprendí a salir a tomar el sol en el momento más preciso para evitar contratiempos y también a correr más rápido que la alimaña más ligera.

- Las peñascos, los cerros, el cielo aborregado, y los nevados perpetuos, me dieron la orientación necesaria para mantenerme siempre abrigado y de pie frente a la adversidad, porque en estos helados lugares hasta el cóndor usa bufanda.

- Los riachuelos me enseñaron a fecundar la tierra y no hacer trabajos estériles sin utilidad.

- Las aguas termales que discurren por varias zonas de la Pampa de Lampas me enseñaron que es posible encontrar calor aun debajo de los témpanos de hielo.

- La laguna de Conococha, con su despensa de truchas y su función irrigadora del Callejón de Huaylas, me enseñó a “guardar pan para mayo”.

- El puquial me enseñó, cómo desde lo profundo y gris puede brotar agua fresca y, que muchas veces es preferible beber de la palma de la mano que en vasos de oro, que en un momento dado pueden contener ponzoña.
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- El hombre de la Puna procura mantenerse activo para darse calor durante el día, porque sabe que la helada se impone al más tupido poncho y al más caliente chinguirito sabrosón.

- El expresivo lenguaje de los glaciares y sus estribaciones morenas hacen añicos la monótona tristeza cuando uno contempla este salvaje paisaje con los ojos del alma.

- En el crepúsculo escarlata, los contornos de los picachos del Tucu Chira parecen una enorme cierra acerada besando el cielo. Basta un minuto de meditación frente a este singular espectáculo a cielo abierto, para escuchar la voz de la Madre Naturaleza pidiéndonos conservarla y amarla a ultranza.

- Los infatigables arrieros me enseñaron que un corazón valiente y firme, es capaz de inspirar respeto y afecto al mismo tiempo.

En fin, Conococha me enseñó que por más desolado y frío que amanezca el día, siempre está latente la esperanza de un mejor estilo de vida si nos dejamos llevar por las enseñanzas que nos brinda la Biblia.
 
 

 
CONOCOCHA EN EL TERCER MILENIO
 
Había pobreza cuando era niño,
mas no existe en mi memoria
recuerdos asolando la Puna.

Ahora que peino canas
la pobreza sigue medrando,
por más que surcan su suelo
miles de vehículos mineros.

Muchas tiendas escoltan la vía
a cuatro mil metros de altura,
pero el sufrimiento abruma,
contemplando de la llanura,
más pequeña a la laguna.

Recuerdo sus 7 casitas de tapias
recostadas en las frías laderas,
donde los hombres de ichu reían,
junto a sus dulces compañeras.

Al paso de los peregrinos
sus manos eran torcazas
volando con alas de esperanza
en la blanca neblina.

Desde entonces no me olvido,
de aquellos buenos pastores,
ni de las huachuas y los patitos,
que poblaban la laguna.
 
Nalo Alvarado Balarezo
 
Conococha, 4 de septiembre del 2000
 
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"Cada día el ser humano avizora un nuevo rumbo, y paso a paso va descubriendo el mundo. También recorre los caminos de la memoria, y recuerdo en recuerdo se descrubre a sí mismo". Nalo Alvarado Balarezo - Paris, 1984'
 
  A mi hermano Felipe Segundo
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  LLEGANDO A CONOCOCHA
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Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)
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Cuando uno se acerca a la curva de Cajacay, después de un transido viaje por una carretera de difícil configuración, el corazón empieza a latir más de prisa.
 
 
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Lllegó la hora de bajar del carro para estirar las piernas y despejar la mente, evitando un calambre de pantorrillas junto a un puesto de frutas con aroma a chirimoya de Huayllacayán. Estamos en la región Quechua, del sabio de Panao (Huánuco), Javier Pulgar Vidal. El clima es templado y seco (2,600 m.s.n.m.). 
 
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En Colquimarca la razón nos hace bajar la mirada frente a la gran muralla de granito que escolta a la vía. A sus pies, orlando el sendero casi en el vacío, las flores silvestres multicolores aroman los campos vestidos de arcoíris. 
 
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Conforme vamos ascendiendo la región Suni (3,500 / 4,000 m.s.n.m), los latidos se aceleran por la disminución de oxígeno en el organismo; el viento ruge impaciente, y el frío hiende huesos, cartílagos y tendones. 
 
 
 
 
Incahuaganga: "El Inca que llora", es zona de neblina, el soroche acecha (mal de altura), sobre todo a los turistas costeños que todavía no han llegado al medio siglo de vida. Unos kilómetros más arriba los cerros palidecen y se tornan amarillentos, señal que estamos ingresando al dominio del cóndor y los pajonales.
 
 

 
Al caminar pisando fuerte por estos helados parajes se siente el corazón de la Naturaleza bajo los pies, es cuando los pasos telúricos se convierten en versos y melodías celestiales a 4 mil metros de altura.  
 
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Cuando se ha terminado de sortear el empinado serpentín pavimentado, las pupilas descansan de tanto concentrarse en las curvas y los abismos de 200 metros de caída en promedio; el cielo se abre luminoso a la vista del viajero que empieza a soñar despierto. Ha llegado el momento de abrir las ventanas del alma para que ingrese el aire fresco de la Puna.
 
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De pronto aparece la vía afirmada llamada 'Separación'. Es el inicio de la 'RUTA DE LA CANTUTA', que proyecta nuestro cineasta nacional Roberto "Hualín" Aldave Palacios, con los doctores Arturo Ruiz Estada y Filomeno Zubieta Núñez, para regalarnos con la calidad expresiva del arte, un motivo más para admirar la belleza sin par de la Flor Nacional del Perú.
 
 
 
 
La Pampa de Lampas Alto, es el escenario donde se desarrollan mis primeros relatos de ichu: 'Los zorros', 'Tupucancha', 'Tras las huellas de una Leyenda - La flor de la cantuta', 'La jarrita del bandolero', 'El pichuichanca de los escarpines blancos', 'La dulce melodía del viento, 'El toro negro', 'La venganza del zapatero', 'El cuy cutucho', "El puquial", 'Ñati', "El toro blanco", "La huachua", 'El último aullido', 'Carnavales en Tupucancha', 'Sueños de escarcha', 'El venado Serafín', 'La medallita de Luis Pardo', 'El pequeño arriero', 'Copos de nieve en Navidad', 'Mi amigo Vilka', entre otros relatos de mi pequeño venero existencial.

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Desde el fascinante horizonte azul la Cordillera Blanca nos da la bienvenida con sus tucumanes albos. Allí se yergue indómito el acerado Tucu Chira, iluminando con su albor la pródiga Pampa de Lampas. Glaciares arcanos que cautivan a muchos y entristecen a pocos. Son los primeros mechones encanecidos del Ande ancashino que contemplamos al coronar la Cordillera Negra. 
 
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Abajo, recostada como un mapa del Perú, reposa soñadora la hermosa laguna de Conococha, que desde tiempos ancestrales brinda sus aguas cristalinas al Callejón de Huaylas y pone en funcionamiento la central hidroeléctrica del Cañón del Pato, obra concebida por el sabio de Huacllán (Aija), Santiago Ángel de la Paz Antúnez de Mayolo Gomero.
 
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Ya en el pequeño poblado de Conococha (Km 122 de la vía a Huaraz), empezamos a sentir el palpitar de 'Espejito del cielo', tierra amada de Hualín Aldave Palacios. Los quesitos frescos, las truchitas fritas y los panes chiquianos que se exhiben en las tiendas de barro, piedra y paja, hacen volar la imaginación y retornan como aves temporarias los gratos recuerdos de la infancia. 
 
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Trepar sin apuro el cerro moreno en el que se apoya el rectilíneo poblado de Conococha, y volver la mirada hacia la pampa, es hacer que los ojos se llenen de alborada, al ver desde arriba la imponente cordillera Huayhuash, dominando el panorama con la pureza inmaculada de la nieve. Un mirador natural para las almas fuertes. Unos pasos más allá, cerca de la gruta de Santa Rosita, un ramillete de mejillas chaposas y ponchos habanos esperan impacientes el vehículo que los llevará al paraíso: CHIQUIÁN, cuna de LUIS PARDO.

Nashville, 15 de junio del 2002
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Fuente:
 
Apuntes chiquianos para niños telúricos, de Nalo Alvarado Balarezo
 
 

  
 
  MÁS  RECUERDOS
 
 

 
LOS CAZADORES MÁS BUENOS DEL MUNDO
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 Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)
 
 
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Llegaron a Tupucancha a las 10 de la mañana. Ninguno de los cinco arribó con equipaje, pero cada quien portaba una carabina. Fue el último viernes de marzo de 1962, un día antes que culminen las vacaciones escolares.
Descansaron dos horas y salieron a cazar aves a la laguna de Conococha, según le comentaron a mi abuelita minutos antes de partir.

Mientras se marchaban, pensé: "Los malos andan armados y en grupo", presagiando la muerte de mis amigos plumíferos de la laguna, a quienes ya había bautizado con los sobrenombres de los chiuchis de Jircán, barrio donde vivía con mis padres y hermanos en Chiquián..

Del mediodía al ocaso, con el viento estrujando los mechones de ichu, le pedi al Se
ñor de las Alturas que los cinco cazadores vuelvan con las manos vacías.
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Cuando retornaron sentí escalofr
íos viendo a dos de ellos con un abultado costalillo en la mano. "Dentro de los costalillos están muertos mis amiguitos de la laguna", musité dolido, y sollozando me fui a dormir, mas no logré conciliar el sueño.
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A las seis de la mañana, al escuchar voces y risas que venían del patio, salí. Los cazadores se estaban despidiendo de mi abuelita, con sus carabinas al hombro. Se iban con las manos vacías. Por eso en cuanto se marcharon fui corriendo a la habitación donde pasaron la noche. Sobre la mesa estaba un costalillo doblado en cuatro,
y las migajas de los panes que desayunaron. En una silla aguardaba el otro costalillo, totalmente repleto. Orando con alma y corazón abrí el costalillo, y mi sorpresa fue la mejor expresión de la esperanza y la fe, pues no estaban los cuerpos inertes de mis amiguitos, sino panes que los cazadores compraron en el poblado de Conococha para dejarnos como agradecimiento por el hospedaje.
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Con las pupilas bañadas por la emoción caminé y caminé lo más rápido que pude hasta la laguna de Conocoha. ¡Gracias a Dios!, allí estaban todos mis amiguitos plumíferos: 
"Mañuco", "Cañita", "Uluy", "Ishilín", "Anchita", "Ticucho", "Añico" y "Nicucho", cada quien liderando su cuadrilla de tiernos aguash que nadaban a sus anchas sobre las cristalinas aguas de la laguna. 
 
También estaba parada en la orilla la huachua "Chichica" junto a su novio "Patuco". 
 
Los liclish, ácacas, huaychos y cientos de pajaritos con sus trinos y vuelos acrobáticos me anunciaron un día bonito. 
 
Mis demás amiguitos vendrían más tarde desde los deshielos del Tucu Chira.
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Epílogo:
 
No sé si los señores erraron los tiros por impericia. Quizá sus armas eran como la "Carabina de Ambrosio". O iluminados por el Altísimo no apuntaron a las indefensas aves al percatarse que su belleza silvestre llenaba de vida a la laguna de Conococha; solo sé que los cinco seres humanos que visitaron la Puna aquel viernes 30 de marzo, fueron LOS CAZADORES MÁS BUENOS DEL MUNDO.
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Lima, 15 de junio de 2001

Fuente:

CHIQUIÁN: RELATOS CAMPESINOS, de Nalo Alvarado Balarezo.
 

 
 
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TUPUCANCHA
 
 Por Armando Alvarado Balarezo (Nalo)

Un lugar de ensueño para mí, fue la meseta chiquiana a más de cuatro mil metros de altitud, hasta que el destino nos separó. Allí está afincada Tupucancha, bendita Puna que con mantos de neblina acunó mi infancia. Una década atrás escribí esta breve carta que dejé atada a un cactus en plena mangada.
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Amada Tupucancha:
No es fácil firmar misivas bañadas de llanto, de amores que tropiezan, caen y ruedan. Tampoco escribirlas cuando hincan sentimientos que invitan a guardar silencio. Lo poco que escribí para ti, aún duerme en los pliegues del recuerdo, mas nunca pude olvidarte querida Tupucancha, pues cada noche tu sollozo surca el éter y resuena en mi corazón.
Cómo explicarte la melancolía que me embarga. Madrugada tras madrugada soñando con momentos que no vuelven, desatando segundo a segundo cada palabra que se ata al viento en los pajonales. Un querer volver al pasado esculpiendo gritos de auxilio en los roquedales.
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Tanto tiempo sin ti amada Tupucancha, irredenta crece la añoranza en la lejanía. Un pedido de misericordia no basta en la distancia, hace falta verte reflejada en la albura del Tucu Chira para sentirme vivo. 

Hoy quise escribirte una carta preñada de luceros y no puedo, porque todo está marchito al rededor. Sólo queda un poco de esperanza y otro poco de fe, y repito como el eco: “te extraño, te extrano... lejos de ti no florece el arcoíris". 
 
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Y termino martillando como la lluvia de enero en mis años de tamborillero: “Tupucancha, Tupucancha... trocito de cielo que meció mi infancia..."
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Huaraz, 16 de agosto de 1982

Pampa de Lampas Alto - Chiquián (Ancash)
 
Fuente:
 
Relatos de la Puna, de Nalo Alvarado Balarezo