martes, 29 de marzo de 2022

SEMILLA EN EL SURCO - FOLIOS DE LA UTOPÍA: Y, EL POLLITO PIÓ - POR DANILO SÁNCHEZ LIHÓN


 
CAPULÍ, VALLEJO Y SU TIERRA
Construcción y forja de la utopía andina
 
MARZO, MES DEL AGUA, DE LA MUJER,
LA POESÍA, EL TEATRO Y EL NACIMIENTO
DEL POETA UNIVERSAL CÉSAR VALLEJO
 
CAPULÍ ES
PODER CHUCO
 

SANTIAGO DE CHUCO
CAPITAL DE LA POESÍA
Y LA CONCIENCIA SOCIAL

 
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SEMILLA
EN
EL SURCO
 
 
FOLIOS
DE LA
UTOPÍA

 
Y,
EL POLLITO
PIÓ
 

Danilo Sánchez Lihón
 
 
1. El
ruego
 
Emilio siempre quiso tener una mascota en su casa.
 – ¡Un perrito! –Suplicó.
 Pero no.
Su mamá le explicó que no, que los perritos traen muchas enfermedades, que ladran y hacen bulla que resuena en las paredes cuando la casa es pequeña.
 Mucho más aún cuando los niños necesitan estudiar y… ¡nada de distracciones!
 – ¡Un gatito, entonces, mamá! –Reclamó afligido.
 – Tampoco. Su pelusa podría causarle resfríos a tu hermana mayor proclive a la alergia. Los gatos necesitan tierra para escarbar y aquí todo es loseta y cemento. –Le advierte.
 – ¡Aunque sea un conejo!
 
2. Una
trae a otras
 
 – ¡Ni pensarlo hijo! Los conejos hacen huecos en las paredes y en el piso. Y si lo hacen ¡ya verás cómo esta casa y hasta el mismo edificio se derrumban!
 – ¡Siquiera un sapito, mamá! –Gimió, sintiendo que el mundo se le caía a pedazos.
 – ¿Cómo se te ocurre pensar que aquí vamos a criar un sapito? ¿Estás loco? ¡Ellos necesitan una laguna y una charca para bañarse, nadar y dónde poder vivir!
 – ¡Una hormiga, por lo menos, mamá! –Se le ocurrió pedir ya en el desconsuelo total y con el último aliento de su boca.
 – ¡Hijo mío! Las hormigas son sucias. ¿No has visto cómo las barremos? Una trae a otras compañeras y al final en esta casa habría una invasión de hormigas.
 
3. La tierra
humedecida
 
Y era cierto. El domicilio de Emilio queda en un departamento del piso once de un edificio donde todo zumba como una máquina y se balancea como un poste con el viento.
Donde no se conoce la tierra húmeda salvo aquella sintética para los maceteros que lucen colgados en las paredes de la sala.
Felizmente un día Emilio pudo coger con disimulo un puñado de tierra de suelo al cruzar de una a otra la vereda de la avenida entreverada junto a pajillas y a los restos de las hojas de algún árbol.
Pero no conoce la tierra humedecida lista para sembrar y mojada por la lluvia.
 
4. ¡A que
no sabes!
 
Debido a todo eso Emilio anda cabizbajo, malhumorado y sin poner mucha atención en todo aquello que hace.
 Hasta que un día preguntó a su papá:
 – Papá, ¿cómo nacen los pollitos?
 – De los huevos de las aves cuando se los abriga.
Contestó despreocupado el padre, leyendo su periódico.
 Con esta respuesta Emilio anduvo meditando hora tras hora, hasta que se le ocurrió una idea.
 Extrajo un huevo de codorniz recién llegado a la cocina y lo ocultó en un lugar bien seguro.
 ¡A que no sabes dónde lo escondió!
 
5. Hasta
que un día
 
¡Bajo la gorra que siempre llevaba puesta en la cabeza! Y que desde ese día no se lo quitó por nada del mundo, ni siquiera para dormir.
 Para que no se tambaleara sobre su frente andaba despacito y como bamboleándose a fin de que el huevito apenas se meciera como acunado en un nido.
 Pero, ¿dónde estaba el huevito?
 ¡En su cabeza, debajo de su visera.
 Y cada vez que podía Emilio abrigaba disimuladamente su cabezota bajo la luz y el calor del sol que entraba por la ventana.
 Hasta que un día... sintió unos piconcitos y se le agrandaron las pupilas.
 – Toc, toc, toc.
 
6. En aquella
mañana
 
Corrió a buscar a su hermana Lucía y entre ahogos le contó el secreto.
 – Jura que no mientes. –Le dijo ella.
 – ¡Juro, hermanita!
 – A ver, ¡quiero verlo!
 Y levantando levemente su sombrero… ahí estaba un pollito, amarillo como el oro bajo la luz del sol radiante.
 Y el pollito, abriendo su pico carmesí, pió a todo pulmón:
 – Pío, pío, pío.
 Y pió y pió bajo la luz del sol en aquella mañana resplandeciente de primavera.
 
 
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