lunes, 25 de octubre de 2021

25 DE OCTUBRE: DÍA DE LA COCINA Y GASTRONOMÍA - FOLIOS DE LA UTOPÍA: QUÉ RICO ESTUVO EL GATO - POR DANILO SÁNCHEZ LIHÓN

 

 

Construcción y forja de la utopía andina
 
  OCTUBRE, MES DE LA SALUD,
LA ALIMENTACIÓN, LA GESTA
DE ANGAMOS; VIDA Y EJEMPLO
DE MARIO FLORÍAN Y LUIS
DE LA PUENTE UCEDA
 
CAPULÍ ES
PODER CHUCO

 
SANTIAGO DE CHUCO
CAPITAL DE LA POESÍA
Y LA CONCIENCIA SOCIAL


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25 DE OCTUBRE
 
DÍA
DE LA COCINA
Y GASTRONOMÍA


 
FOLIOS
DE LA
UTOPÍA
 
 
QUÉ RICO
ESTUVO
EL GATO
 
 
¿Quién al gato
no dice gato gato?
César Vallejo


 
Danilo Sánchez Lihón
 
 
1. Desprevenidos
e inocentes
 
Cuando ya están los platos servidos delante de mis tíos y también de mi papá, a quien no tengo cómo avisarle que aquello que van a merendar es carne de gato, empiezan a comer con gusto inusitado.
Se dedican a picar con el tenedor, a cortar con el cuchillo y a llevarse considerables bocados del “chanchito” a la boca, que engullen con insaciable deleite.
El horno ha puesto a la carne unos dorados intensos que bajan desde el bruñido chamuscado del lomo, pasando por el rojizo dorado de los costados, al amarillo perla del vientre del animal.
Mientras, mi madre y mis tías entran y salen disimulando la risa que se dibuja en sus rostros, y que las delata, yo le hago señas a mi padre de que no coma, pero me mira y no entiende; cree que le estoy pidiendo permiso. Y come tan a gusto que me hace gestos de que vaya nomás adonde tengo que ir.
Mientras las mujeres tienen un rictus de complicidad que cuando entran o salen se convierte en carcajadas, o bien cuando corren y pasan disimulando algo hasta esconderse en la sala, apretándose manteles en la boca cuando van por los corredores.
Y sacudiéndose de risa al no poder encubrir el nerviosismo que les da el de ser cómplices de estar dando de comer gato en vez de chanchito, a sus respectivos maridos.
¡Ay, mujeres, mujeres!
Y se ríen sobre todo al ver la voracidad y el gusto con que comen los esposos desprevenidos, ingenuos e inocentes como en verdad lo son casi todos.
 
2. Resistir
la tentación
 
– ¡Que sabroso les ha salido esta vez el chanchito, mujeres! –Dice mi tío Leoncio entornando los ojos y dirigiéndolos al cielo. ¡Eso faltaba! ¡Que todavía las alaben!
– ¡Es que tiernito ha sido el lechón! –Dice, para colmo, mi mamá.
– ¿Cómo lo han aderezado esta vez, ah? ¡Y quién lo hizo para felicitarla!
– Todas hemos puesto un poquito de nuestro arte de la cocina. Y le hemos puesto hartos ajos, azafranes y perejiles. –Dice mi tía Carmen con la misma solemnidad con que va a misa los días domingos.
– Y sobre todo cariño. –Dice mi abuela sin mirar a nadie, y con un tono que hasta ahora me despierta por las noches.
– ¡Caray! ¡Esto está muy bueno!
Comen con tanto gusto que yo veo que las mismas mujeres que lo han preparado, pese a que tienen resquemores, no resisten la tentación de piñizcar la carne y llevársela a la boca pedacitos de ese potaje apetitoso.
Y de paso quieren dárnosla a nosotros, diciéndonos:
– ¿Quieres probar? ¡Está riquísimo!
Ofrecimiento que rechazamos de plano, con un movimiento contundente e indignado de cabeza de izquierda a derecha y de pasos enojados alejándonos de tentaciones malignas.
Y otra vez renuevan el plato para los varones adultos que piden se les repita la porción, y que lo sirven con un rico arroz graneado de mote y papas revueltas.
 
3. Estallidos
de risa
 
Cuando mis tíos y mi padre ya terminan el segundo plato, ya iban a aceptar el ofrecimiento de una tercera repetición, mi abuela Sofía, sentándose a comer, se le escapa decir:
– ¡A mí no me vayan a servir gato, ah! ¡Cuidadito nomás! ¡Conmigo no se juega! –Y lo dice con un tono airado, de resondro, para con sus propias hijas y nueras–.
Lo que provoca primero el espanto de mi madre y de mis tías, y luego un estallido de risas y carcajadas incontenibles ante el asombro primero de mi tío Panchito, después de mi tío Juan, pronto de mi tío Leoncio y, posteriormente, de mi propio padre, al final; quienes miran presas de pánico sus platos ya terminados.
Y, retirándolos de cerca de sus cuerpos, mi tío Panchito dice:
– Está usted bromeando señora, ¿no?
Otro retruca:
– ¿Es chanchito, o qué?
– ¿Qué es señora Sofía la comida? –Pregunta alguien con total ansiedad y dirigiéndose a mi abuela.
– ¡Nada! ¡Nada! –Saltan a decir mi madre y mis tías–. ¡La mamá Sofía no tiene por qué responderles nada!
– ¿No es chanchito al horno esto que hemos comido? –Indagan al borde de la angustia.
 
4. ¡Y
del bueno!
 
– ¿Qué nos han servido, ¡por Dios!, mujeres?
– ¡Es gato! –Les aclara sin conmiseración y con toda franqueza mi abuela–. ¡Han comido gato! –Mientras las mujeres no dejan de reír, doblándose hacia delante y hacia los costados por las carcajadas, apoyándose entre ellas mismas. Y hasta cayéndose al suelo por la hilaridad al sentarse mal en las sillas.
– ¿Es gato?
– ¡Qué va a ser gato!
– ¡Por favor, no nos vayan a hacer eso! –Ruega otro al borde del llanto, preguntando y consolándose asimismo los hombres.
– ¡Les vamos a creer a ustedes! ¡Están tratando de asustarnos! –Dice el tío Juan, tranquilizando a los demás.
– Tranquilos todos. ¡Esto es chanchito en cualquier lugar del mundo adonde se vaya!
– ¿Acaso no sabemos probar? ¡Siéntense tranquilos! Ellas están tratando de asustarnos. ¡Tranquilos! Y sigamos comiendo.
– ¡Porque el gato no creo que sea tan rico!
– ¡Jamás! ¡El gato me han dicho que por más que se cocine bien y se aderece a la perfección, siempre es aguachento!
– ¡Esto es chanchito y del bueno, donde quiera que estemos!
 
5. ¡Qué
va a ser!
 
– ¡No se asusten, muchachos! ¡Las mujeres siempre son bromistas!
– ¡Qué va a ser gato! ¡No creo que estas mujeres sean capaces de hacernos eso a nosotros que tanto las queremos, las mimamos y respetamos!
– ¡Elvira! –Llama papá a mi mamá, que se desternilla de risa por afuera.
– ¡Hijos! Ustedes, ¿qué han visto?
– Es gato, papá–. Les decimos los niños que hemos estado todo el tiempo al frente de ellos mirándolos comer.
– ¡Miren! ¡Aquí están la cabeza, las patas y el rabo!
Y para eso les mostramos la lata en donde están esos restos ensangrentados y que lo habían escondido las mujeres.
Mis tíos allí todos se ponen de pie, carraspean y salen al patio. Y empiezan a toser como si les ardiera la garganta. Respiran hondo el aire fresco del cielo. Miran las paredes. Van a la guayancha. Y otra vez respiran profundo. Vuelven a toser. Con la voz se raspan la laringe.
Ya no hay nada qué hacer. Se tocan el estómago para ver si está tieso o agitado, o si les duele. Se sacuden el cuerpo caminando unos pasos. Todo está bien. Luego regresan y preguntan:
– ¿Qué será bueno para que pase el gato?
– ¡Chicha!
 
6. Díganme
si existe amor
 
– ¡Vayan entonces a traer chicha!
E inmediatamente nos mandan a comprar chicha, “para que no vaya a hacerles daño”. Y como no pueden extraerse ya lo que han comido, con la efusión de los vasos de chicha descuelgan las guitarras.
Y se ponen a cantar dirigiéndose en todo momento, y como reproche, adonde están las mujeres, entonando primero el vals: “Desilusión”, que dice:
Mujer de todos mis ensueños
no sabes cuánto te quiero,
por ti siempre tanto he sufrido
por ese tu ruin corazón.
Y acomodan la canción para agregar el verso: “Y hoy que comí gato”. Para después, y sin alterar la letra artística del valse, continúan cantando así:
Un día en perfecta paz
llenos de armonía dos
(me diste gato, –grita uno)
díganme si existe amor
donde hay tanta vanidad.
Falta más chicha, pero ya tienen allí el calientito que les han preparado sus propias esposas, para demostrarles que a pesar de todo son buenas y los quieren, hasta con equívocos. Se anima la reunión. Ellas piden también cantar algo.
 
7. Apagar
la luz del sol
 
Y lo hacen empezando así:
Quisiera confesarte mi cariño
quisiera que comprendas mi dolor
no sé cómo podré explicar
mi afecto, mi pasión, mi amor…
Con lo cual comprendemos nosotros que se hacen las pases. Incluso las sacan a bailar y flotan en el aire los pañuelos. Y todo parece ser regocijo y cariño sincero.
– Pero, ¡qué rico que había sido el gato!, ¿no? –Comentan, ya no sé si satisfechos o resignados.
– ¡Carácter! –Dice mi tío Juan que todo lo pronuncia anteponiendo la palabra: Carácter.
Incluso a él les dicen de apodo: “¡Carácter!”, y quien no tiene escrúpulo en preguntar:
–¿Ya no hay más gato?
Pero la carne de gato ha desaparecido.
Yo creo que comida a hurtadillas también por mis propias tías. Y mi mamá, por su puesto, quienes la han preparado como nunca, con desusado esmero, dedicación y prolijidad.
¡Y hasta devorada a escondidas por los mismos niños que hemos presenciado cómo, en un solo día, podemos apagar la luz del sol de aquel gato soberbio, agresivo y tirano, y encima comérnoslo a pedacitos!
 
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