lunes, 6 de septiembre de 2021

¿CÓMO NACEN LOS PERSONAJES QUE HABITAN EN LOS LIBROS? - ESCRIBE ÁNGEL GAVIDIA RUIZ

 

¿CÓMO NACEN LOS PERSONAJES

 QUE HABITAN EN LOS LIBROS?

Escribe Ángel Gavidia Ruiz

Fue esa pregunta, planteada por Jorge Tume, el organizador de la Feria del libro de Bernal, la que motivó este escrito: “¿Cómo nacen los personajes que habitan en los libros?”.

Perdido, recordé mi niñez y esa oquedad labrada por el tiempo en una enorme piedra, por más señas, redonda, que llegó, no se sabe de qué lugar, a instalarse a la pampa de La Yeguada. Esa oquedad, todos los inviernos se llenaba de agua y no se sabe de dónde ni en qué momento llegaban, después, las algas que la tapizaban ¡y los renacuajos! No se sabe de dónde, pero aparecían allí. Diferente eran los pájaros que venían, siempre, del este para saciar su sed. Cuando terminaba el invierno el agua se evaporaba quedando, solo, de esa aventura de vida, una concavidad con rastros de algas secas a manera de un barniz áspero, arrugado, sobre una alfombra de tierra suave. Y nada más.

Luego pensé en “ los personajes” como si fueran hijos de su “creador” entre comillas, y no pude evitar, entonces, recordar viejas páginas de la Biología registrando esos modos diversos y sorprendentes de cómo los seres vivos se reproducen. Me refiero fundamentalmente a las plantas, a los elementos unicelulares o a los animales injustamente llamados inferiores. Tienen formas sexuadas y asexuadas de reproducción, unos se reproducen por partenogénesis, por ejemplo; otros, por gemación; otros, dividiéndose. Cuando sucede como esto último, inexorablemente dan lugar a hijos muy parecidos a su progenitor, casi como si fueran gemelos. Cuando se dividen, la criatura originaria desaparece dando paso a dos seres idénticos y, aquellos, a su vez, a cuatro y, estos, a ocho y así.

Pero he recalado, al final, en el mito de Atenea, la diosa de la Sabiduría. Cuando a Isaac Asimov le preguntaron a qué científico admiraba más, el escritor y profesor de bioquímica de la facultad de medicina de la Universidad de Boston dijo sin titubear, a Newton por haber liberado a los hombres de ese terrible sentimiento de inferioridad que los acompañó durante tanto tiempo frente a los antiguos griegos. Yo, ahora, he vuelto a admirarlos sorprendido de su palpitante vigencia. Y es que en el mito de Atenea puede estar la respuesta a la pregunta: Un día, al máximo dios del Olimpo, a Zeus, le acometieron terribles dolores de cabeza. Yo conozco esos dolores. He visto gente entrar al hospital dándose de cabezazos contra la pared o al piso. ¡Esas terribles migrañas, por ejemplo! Y así le sucedió al padre del Olimpo. Era tanto el dolor que ordenó a Hefestos, uno de sus hijos, que le partiera la cabeza de un hachazo. Él obedeció. Y grande fue la sorpresa cuando de esa cabeza dividida emergió Atenea. Y no nació desnuda y llorando como nacen las niñas. Nació adulta y vestida de guerrera y lista para enfrentar al mundo. Después, supe que Zeus había devorado a la que iba a ser la madre de la diosa, y la había devorado justo cuando gestaba a la hija de ambos, de Zeus y de Metis, así se llamaba, Metis, la consorte de Zeus, la diosa conocida, también, por su magnanimidad y su prudencia.

Sospecho que allí está la respuesta , digo. Atenea es el personaje que habita los libros. Nació de la atormentada cabeza de su creador; pero fue menester, para que esto sucediera, que el dios no solo fecundara a la madre de su creación, sino más, que la deglutiera, la digiriera. Zeus engulló a la realidad, o una buena parte de esta (Metis venía del mar) y la procesó con y en todo su ser y, ya substanciado de ella, lo que resultó de este encuentro tan íntimo, fue a concentrase en su cabeza, para nacer, después, casi sin permiso, por derecho propio. La vida de Zeus tampoco fue fácil. Su madre tuvo, mediante mil ardides, que ocultarlo de su padre, Cronos, devorador de sus propios hijos, y encargarlo a nodrizas extrañas que lo amamantaron en una cabra. Esa historia también cuenta en el logro de Atenea, que salió, como digo, preparada para enfrentar al mundo o para mostrárnoslo.

Seguro que Atenea era una mujer compacta. Compacta de realidad incluyendo la terrible, la innombrable. Y vino al mundo para ayudarnos a todos los humildes mortales a comprenderlo mejor. Subrayo el detalle: no nació bebé, nunca fue un neonato, fue una diosa hecha y derecha, incluso vino ya vestida y armada. ¡Ese es el personaje! Así nacen los personajes que pueblan los libros. Sino preguntémoslo a ese loco lindo llamado don Quijote o a ese viejo sabio, alcalde del Rumi, que respondía al nombre de don Rosendo Maqui.

Trujillo, 4 de setiembre del 2021