domingo, 8 de agosto de 2021

8 DE AGOSTO: MUERE LA MADRE DE VALLEJO - FOLIOS DE LA UTOPÍA: MUNDO CON MADRE - POR DANILO SÁNCHEZ LIHÓN

 

 


Construcción y forja de la utopía andina
 
AGOSTO, MES DE LOS NIÑOS,
DE LA JUVENTUD, LAS COMETAS,
EL DEPORTE, EL FOLCLORE Y
DE LOS PUEBLOS INDÍGENAS
 
CAPULÍ ES
PODER CHUCO


 
SANTIAGO DE CHUCO
CAPITAL DE LA POESÍA
Y LA CONCIENCIA SOCIAL


*****




 

AQUEL

INOLVIDABLE

8 DE AGOSTO

MUERE LA MADRE

DE CÉSAR VALLEJO, 1918

 


Danilo Sánchez Lihón

 

1. Agua clara

de manantial

 

Hay imágenes de doña María de los Santos Mendoza Gurreonero, la madre de César Vallejo quien lo diera a luz cuando ella ya frisaba los 42 años de edad, fotos extraídas en donde ella está, pero dentro de un conjunto de personas todas ellas familiares, de las cuales se ha recortado y separado el retrato de ella. Pero no hay ninguna estampa individual, para que se vea cuánta era su modestia y recato.

En la imagen recortada se la ve honda y esencial, envuelta en un rebozo raído, sin nada artificial encima que lo distinga, ni una mantilla, ni un collar, ni un arete; ni una peineta. Tampoco una cinta en el cabello, ni siquiera un anillo o sortija, ni una medalla, tal y como son las mujeres comunes y corrientes, pero en el fondo inmensas grandiosas y heroicas.

Se la siente arcilla, gleba, espiga; de rasgos muy andinos, telúricos y bondadosos. Con ojos profundos, cabello lacio, pómulos salientes. Con mucha alma, con esencia de pan. Con la suavidad y blancura de la harina, con el arma y templanza del amasijo y de la comida buena. Sencilla, servicial y caritativa. Agua clara de manantial, agua fresca; mujer andina sufrida y cabal.

 

2. Se cantó

y bailó

 

Se llamó, así como la hemos nombrado: María de los Santos Mendoza Gurrionero, hija del sacerdote Baltazar Joaquín de Mendoza, quien fue natural de España.

En cambio, su madre fue lugareña de estas tierras, de ancestro indígena, de filiación chuco, de pertenencia a una cultura honda, extasiada y compenetrada con lo más primigenio, cardinal y prístino de la vida.

Nació doña María en esta villa el 1 de noviembre de 1850 y se casó a los 17 años, el 22 de junio de 1867, con don Francisco de Paula Vallejo Benites, también hijo de sacerdote, en este caso de la orden mercedaria, don José Rufo Vallejo, natural de Galicia, España.

La boda se realizó en la iglesia matriz del pueblo, después de la cual se hizo una reunión de familiares, de amigos y vecinos en donde se sirvieron los potajes de toda celebración propia del lugar, consistente en entrada de jamón con pan de yema, tamal verde con zarza de cebolla y lechuga; y cuy con graneado de trigo y revuelto de papas. Se cantó y bailó al compás de conjuntos aldeanos que interpretan huaynos, cashuas y marineras.

 

3. En

la colina

 

Al casarse doña María su madre y hermana le obsequiaron la casa donde ella nació y luego nacerían sus doce hijos, situada en la calle Colón N° 96, siendo el último César Vallejo Mendoza, a quien dio a luz cuando ella contaba con 42 años, y en cuyo parto estuvo a punto de perder la vida.

Doña Santitos, como se la llamaba familiarmente, falleció después de tener un proceso de fiebre alta que se declaró en el mes de julio del año 1918, estado que pronto se complicó pese al desvelo de su esposo. La causa de su muerte fue una angina de pecho, enfermedad dolorosa y mortal en su época, que inflama los órganos de la deglución y la respiración. Dejó de existir el 8 de agosto de 1918 cuando César Vallejo se encontraba en Lima trabando como maestro, se había inscrito en la Facultad de Letras de la Universidad de San Marcos y aún no había aparecido su libro Los Heraldos negros, que pese a estar lista su edición recién circularía en julio del año 1919.

La sepultura de doña María está identificada en el cementerio general de Santiago de Chuco, en la colina que domina el pueblo junto a su esposo muerto seis años después; y junto a la de Miguel su hijo muerto antes, a la edad de 22 años.

 

4. En todo

su abismo

 

El dolor, la angustia, el sentimiento trágico de la vida que tuvo Vallejo, tiene su punto de inflexión máxima en la quiebra y derrumbe del hogar hecho que lo vivió y sintió en toda su crudeza, amargura y dolor.

Su orfandad y desolación es a partir de sufrir esa desaparición, de ver cómo ese núcleo esencial en su vida cae, sucumbe y se destruye. Y el hogar para Vallejo es esencialmente la madre. Muerta ella, para él todo fenece y se derrumba:

Cuando habráse quebrado el propio hogar

cuando no asoma ni madre a los labios...

Es posible que por eso él fuera tan inconforme en el amor, porque exigía y vinculaba la mujer amada a la madre, protectora, y no solo dadora de vida y cariño sino de ruta, camino y destino.

Nos cuentan la gran mayoría de sus biógrafos que César Vallejo sufrió hambre y penuria. Y ciertamente lo padeció. En su poesía el hambre es una constante y se lo presenta en todo su abismo y significado. Y eso tiene que ver principalmente con la ausencia de madre y la quiebra del hogar.

 

5. Pura

yema infantil

 

Porque el hambre en César Vallejo no es físico, alimenticio o material, sino que está relacionado con lo anímico y subjetivo, directamente a la falta y ausencia de la madre. En su ser íntimo el “shulca” relacionó madre a ser nutricio, a bocado; y al hecho mismo de vivir. Por eso, si él sufrió hambre lo hizo porque siempre tuvo en su mente que su madre ya no existía, ya no estaba en este mundo, pues ella había muerto.

Por eso, la madre para Vallejo es dulcera donde se prepara una torta, un pastel o un manjar, es harina y, sobre todo, es pan. Si no hay madre no puede haber almuerzo, comida, alimento para existir.

hoy que hasta tus puros huesos estarán

harina que no habrá en qué amasar.

Y en este otro poema donde coincide la misma referencia del horno y el pan:

Tahona, estuosa de aquellos mis biscochos...

pura yema infantil, innumerable, madre.

O bien:

He almorzado sólo ahora, y no he tenido madre.

 
 

MUNDO
CON
MADRE



Danilo Sánchez Lihón
 
 
¡A Dios solo se le puede hallar
en el vientre de la mujer!
César Vallejo
 
 
1. El mundo
andino
 
César Vallejo para ser el poeta universal que es no se despojó ni renunció a su identidad ni a su genuina manera de ser ni a su sentir íntimo, entrañable y esencial como es la médula, raíz y centro del significado de lo que es madre.
Cavando allí y engrandeciendo esos contenidos heroicamente esta condición que hace del hombre un ser pleno de inmensidad, fortaleza y razón providencial para luchar. Así como cuando falta y es ausente la opa o el vaso de la sangre se colma de atroz dolor y desamparo.
César Vallejo no es poeta universal porque asume asuntos generales, globales o planetarios, ecuménicos como temas e impersonales. No. Todo lo contrario. No lo es porque deje lo genuino, cotidiano y natural, y se desprenda de ello para asumir lo que compete a todos, sea porque está de moda, en la cresta de la ola o forme parte de la agenda pública y sean temas del acontecer social, político e histórico. ¡No!
Él descubre algo simple: que lo universal es lo íntimo, entrañable e incluso de aquello intransferible, de lo que no se habla nunca ni se confiesa jamás. Y entre esas dimensiones soslayadas la mayoría de veces en la poesía universal, quizá la más raigal es el sentimiento de madre.
 
2. El signo
de la creación.
 
Pero dichas esencias César Vallejo las adopta y llega hacia ellas no solo por su sentir y pensar sincero y auténtico. Ni solo logra captarlas por la potencia de su genialidad sino por su sencillez y naturalidad, por su candor y sinceridad.
Alcanza a concebirlas porque se deja llevar e iluminar por la cultura genuina a la cual pertenece, como es el mundo andino del cual es su más egregio representante, junto al Inca Garcilaso, Guamán Poma y José María Arguedas.
Cultura andina que es raigambre y pertenencia básica y esencial de César Vallejo, a la cual da expresión, voz y palabra, la misma que está signada por algo fundamental: el sentimiento, la emoción y el sentido de madre.
Porque todo en ella es maternal, relación consustancial, afectiva y de filiación con la vida, la naturaleza y el mundo, como también con el origen, la matriz y la tierra de donde provenimos.
Así como también con la dimensión de lo sagrado que tiene y lleva el signo de la creación.
 
3. Acoge
y ampara
 
Es, además, afinidad profunda tierna y dulce, con mucho de pueblerino y de inocencia, inmerso en el sentido de comunidad, de colectivo humano y social: fraterno, solidario y protector, como es el sustento estructural que aquí logró forjar el mundo andino, pleno además de inocencia, transparencia y mucho candor.
Y César Vallejo tiene esas claves y anagramas incrustados en el código de su alma. Y la pena es que, salvo en su infancia, le tocó vivir después en un mundo cruel, feroz y desalmado, ajeno a esas relaciones sinceras, espontáneas, radicales y estructurales. Y mucho más en quien se había criado a su sombra y a su amparo. Y he allí la clave del dolor que sintió, padeció y que él encarna.
En tanto madre, para la cultura andina, ha de ser por ejemplo la relación entre hermanos, como es también el agua que se respeta, reverencia y adora, con la cual no cabe desunión posible. Como madre también son las plantas, el aire y las estrellas que brillan en el firmamento y desde allí nos amparan y consuelan. porque madre para la cultura andina es la relación que se establece con los demás seres humanos, con la comunidad, la familia, e incluso con la casa como lugar y edificación.
 
4. Centro
del mundo
 
Donde la vida es inherente a la naturaleza, que es la madre tierra. Y madre es hogar, casa, rincón familiar, el poyo, el pozo y la piedra tutelar. Como madre es la olla, el fuego o la teja que nos protege del frío, de la lluvia y el viento, porque bajo su regazo nos acoge y ampara; en suma, madre es el vínculo, el enlace o el contacto mismo que establecemos con todo lo creado.
Ligado a la madre como esencia, la concepción de la cultura andina es de ser centro, ombligo, eso significa Cuzco; como Tahuantinsuyo que son centro: Y al ser centro ya es universal. Por eso, la esencia del Perú es ser centro del mundo. Así ha sido siempre.
Esa es su raíz, esa es su esencia y ese debe ser su destino, que ahora otra vez se está logrando. Para alcanzarlo abramos los brazos, seamos receptivos, amables, gentiles. Así hemos sido siempre. Y luego proyectemos una imagen de nuestro país como verdaderamente se merece.
¿Y, cuál es? Aquella que deviene a partir de nuestra cultura. Como es la solidaridad y fraternidad humana, que es un mundo con madre. Y con ello el espíritu de fiesta, la música, la danza, la poesía. Fiesta del alma, no de los sentidos perturbados por la lívido, la codicia y el placer.
 
5. La hora
del yantar
 
Aunque pobre la cultura andina construye casa. César Vallejo posteriormente fue un exiliado de un mundo de amor y de solidaridad, hacia otro hosco y desalmado, sin madre.
De allí que anheló tanto y militó de manera acendrada y pertinaz en la causa de erigir un orden nuevo, una casa solidaria y una mañana eterna en que desayunemos todos juntos.
Donde lo opuesto a la madre es la nada. Donde su no existencia, o su no presencia, dan lugar al abandono, la desolación y a la orfandad más acerba.
Y madre es, además de un ser biológico, la lengua, la conversación en la mesa, como las palabras que se dicen y se escuchan en torno al fogón familiar a la hora del yantar.
Donde se puede ser todo lo humilde que se quiera, pero sin aquellas ubicaciones de madre el mundo resulta miserable. O, a la inversa, se puede ser todo lo rico y fastuoso que podamos, llenarnos de bienes y tesoros, de atuendos y posesiones, de sensaciones y jolgorios, de expresiones de ostentación y magnificencia, pero sin relación de madre estamos vacíos, confusos y en la ruina.
 
6. Madre
es totalidad
 
Madre que todo lo signa de amor, que proyecta al hombre al porvenir y hacia un destino superior.
Comparado a lo cual no hay contenido, esencia ni sentido más sublime. Y si madre lleva el signo de lo que es ser mujer, bendita sea esa condición, ese género y esa actitud.
Porque de ellas somos su aliento, su pulso y su soplo que se proyecta, que lucha junto a nosotros y sobrevive mientas somos nosotros quienes seguimos vivos.
Por eso la cultura andina signada por el sentido de lo que es madre es cultura de la ternura. Cultura que reconoce que todo es sagrado: la lluvia, el sol, la libélula o la flor. Y donde todo tiene madre. Y el sentido de la madre es de totalidad.
De allí que César Vallejo expresara una frase no solo conmovedora sino atroz en su simpleza: “La cocina a oscuras, la miseria de amor”. Porque la verdadera miseria es esa, representada en la cocina, y no tanto en el salón, ni en la alcoba ni en el patio.
 
7. Aquello
que está adentro
 
Mundo con madre es el universo andino. Y que es lo que nos hace regresar desde muy lejos a nuestro lar nativo, a nuestros pueblos de origen y a la patria idolatrada de nuestra infancia.
Y esos contenidos son esenciales en la trayectoria vital de César Vallejo, que se reflejan en su obra, que como poeta instintivo lo supo sentir y expresar.
Quizá ningún personaje puede encarnar tanto a la cultura andina como la madre, honda, sublime y enigmática; representando también el misterio de que está insuflada la vida.
Que es aquello que está adentro, que es lo que se calla, con lo que solo se puede establecer una relación de afecto y totalidad.
Por eso, es importante hacer vigente el mundo andino en nuestras vidas, para ser hombres totales y ligados a la tierra y sus dones representados en la grandiosidad del concepto y la emoción de tener madre.
 
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