viernes, 2 de julio de 2021

NINAN CUYUCHIQ - ESCRIBE HUGO NEYRA


 NINAN CUYUCHIQ

 

Escribe Hugo Neyra

Expresión quechua. Quiere decir el que atiza y se cae en el fuego. No tengo otra manera de decir lo que está pasando en el Perú. Ni para unos ni para otros, hay salida. Ninan cuyuchiq es título del catálogo de una exposición de mi amigo Alberto Quintanilla, amigos de toda la vida —él cusqueño y yo abanquino—, gran artista, pintor barroco, lo traigo a este texto porque sus figuras son peces y caracoles que se vuelven infernales, todos dentro un mundo más bien de submundo. Eso me parece la situación peruana. Fea realidad, los que tenían que protegernos de las estafas, cierran los ojos y los oídos. Todo de cabeza. 

Escribo desde el extranjero pero en estos tiempos, no hay fronteras porque la tecnología, si uno lo desea, borra distancias. Leo desde Santiago los diarios de Lima, en la televisión también sintonizo Perú Mágico, el espacio peruano en la TV por cable. Sin contar con la conversación directa con un celular. Y como lo he dicho en otro artículo en El Montonero, estoy cerca de los astrónomos. Ellos ven galaxias y planetas, inclusive agujeros negros, pero no saben qué es lo que contienen. Y ahí viene la perplejidad en lo político puesto que unas elecciones han sido dañadas, abriendo un perjuicio gigantesco en el destino inmediato de la colectividad peruana. 

No me incomoda que haya un partido, Perú Libre, que se dice capaz de establecer un régimen marxista-leninista. La cuestión no es que sea un partido comunista. He vivido largamente en Europa donde hay partidos comunistas (Italia, Francia, España), pero son a la vez democráticos, o sea, si llegan al poder legal, no se quedan para siempre. Qué es lo que ocurre en América Latina. No deberíamos llamarla así, mejor sería lo que dijo un humanista colombiano —Germán Arciniegas–, América Ladina, o sea mañosa. Eso es Maduro y la Venezuela de estos días, o el boliviano Evo Morales cuya continuidad en el poder, le rechazó su propio pueblo. Del marxismo y el comunismo, algo conozco. En mi vida, cuando joven no fui de izquierda, eso no se decía todavía. Yo fui comunista. Pero era en el tiempo en que el secretario del PCP era Jorge del Prado. Mientras hoy en día, la bandera roja parece que ha caído en manos de hombres de negocios, y lejos de Marx, más bien estamos con la praxis de Al Capone. Después de todo, quizá tengan razón. La ideología dominante en nuestro país o es la indiferencia, el odio a los políticos, por una parte, o es el interés por el lucro, por la otra. A nadie le gusta ser pobre, eso es lógico. Pero ¡¿millonario, de un día para otro?! No me digan que no es eso lo que nos habita. Basta decir Odebrecht o Lava Jato, la cantidad de gente que se ensuciaron con ellos se cuenta por centenares. Y esa suerte de lumpenburguesía lucha por no salir del poder que tiene. Y de ahí, nuestras grandes dificultades para hacer elecciones claras y sin mañas. 

Disculpe el amable lector que diga brevemente algo personal. Descubrí un potencial para salir de la dominación secular en los indígenas cuando fui al sur, y como periodista me enviaron al Cusco. Había un fenómeno social, las invasiones de haciendas por masas de campesinos que, fatigados de litigar (¿cuándo un indígena iba a ganar un litigio a un hacendado?), tomaban las tierras que les habían arrancado. Cuando regresé a Lima, Sebastián Salazar Bondy y Manuel Scorza me animaron a que recogiera mis artículos en Expreso. Así nace Cuzco: tierra y muerte. Fue un éxito. Entonces, de 1961 a 1963, en el gobierno de F. Belaunde, se discutía la reforma agraria. El Congreso me premió por mi trabajo. Solo conté lo que vi, acaso porque al lado del maestro Porras, había estudiado a los cronistas españoles del XVI, y esa fue no mi opinión sino la de hacendados y, por cierto, la de los dirigentes de la Federación Campesina. Fue un libro que cambió mi vida. Entendí que los campesinos indígenas no necesitaban partidos de izquierda, ellos tenían su propia élite. Vladimiro Valer, Sumire, inolvidables. Entre ellos, Saturnino Huillca, a quien dediqué una biografía años después, ganando un concurso de la Casa de la Américas, en La Habana. Pero no es eso lo que cambia mi vida. Un profesor francés, François Chevalier, de paso por Lima y que buscaba un peruano para un grupo de trabajo en París, conoce mi libro y me propone ir a París como chercheur, o sea, investigador, como ya conté. Buena estrella, así es la vida. Y llego a Francia cuando el comunismo había comenzado a desvalorizarse en la versión soviética. Los bolcheviques habían desaparecido, eliminados por Stalin. Los procesos de Moscú, fue un horror indescriptible. Stalin obligaba a sus rivales a declararse culpables de conspiraciones con el mundo americano o europeo. Los revolucionarios se habían vuelto una casta burocrática. Rusia soviética era un sistema jerárquico. La idea de una igualdad comunista se había esfumado. 

Ya nadie creía que el comunismo era el final de la dominación para los trabajadores y los pueblos. En la Europa de los 60, se sabía cómo era el sistema marxista. Desde Lenin, luego de la revolución de 1917, se hablaba de la «dictadura del proletariado». Pero inmediatamente se vuelve un sistema de partido único, el Partido Comunista en la Unión Soviética (PCUS). Una dictadura despótica, una era del gran terror —los gulags, campos de concentración—, el poder de la Tcheka, la policía política, fue un «terror rojo» en el corazón mismo del sistema, las purgas las sufrían también los miembros del Partido. Eso se sabía en Europa. Curiosamente, en América Latina, las izquierdas no querían discutir sobre ese sistema. En el mejor de los casos, se pensaba que era un asunto de rusos, algo etnológico. Como se puede comprender, el sistema marxismo-leninista solo existe a partir del despotismo. En cuanto al nivel de vida, la cosa es un colapso en 1990-1993. La soberbia URSS, cuando llega la perestroika, el 50% de la población rusa vivía en la pobreza, por no decir miseria. El colapso de ese sistema es evidente. Pero en el Perú, ¿hay quienes nos lo quieren imponer?! Eso es ya una ofensa a la conciencia e inteligencia de la población peruana. 

Dejar el comunismo es una cosa. Y otra dejar de ser marxista. Debo ahora explicar por qué mis ciencias sociales no son las que discurren en las universidades peruanas. Llegué a Europa —para largo tiempo— cuando la crisis social en la URSS arrastraba el marxismo ruso y de paso los socialismos. Cuando continué mi formación en París, después de San Marcos, pasé de la ideología al conocimiento científico, es decir: Max Weber, la economía no produce una sociedad sino los comportamientos (La ética protestante y el inicio del capitalismo), y Simmel y el interés por el dinero. Y la sociabilidad en ciertas sociedades, y las sociedades de masas que no hacen las revoluciones, y la sociología, la etnohistoria, los sistemas totalitarios, y hasta Maffesoli que nos explica los tiempos en que no son las clases las que compiten sino las «tribus». Y si el marxismo es productivo, ¿por qué se salen también Hungría, Bulgaria, Checoslovaquia, Rumanía, Varsovia? Países del Este europeo, ¿por qué se salieron? Y si fue un gigantesco error, ¿por qué se quiere ensayar, en un país como el Perú, lo que no pudo hacerse con sociedades más adelantadas que nosotros? Esos países son economías industriales. Y el comunismo no pudo competir con el capitalismo. Porque el progreso se hace con ciencia, y la ciencia necesita libertad. Eso que estamos a punto de perder. 

Volvamos a nuestros problemas. Va a desaparecer el sistema de mercado libre que produjo un crecimiento económico del 2001 a 2016. ¿Saben lo que es eso? Es salirse de la mundialización. Para eso, hay que estar mal de la cabeza. Entre tanto, 13 mil millones de dólares han fugado del país. ¿Se quedará Julio Valverde, aquel que evitó errores fiscales durante años? Es obvio que se necesita un fisco rico para recomponer el sistema total del país y atender a los pobres, pero eso no habría sin una economía de libre mercado. Por lo visto, hasta ahora no se enteran mis paisanos que el camino para el socialismo democrático es el capitalismo. El mejor sistema lo tienen las sociedades europeas. Economía de mercado y Estado social que se ocupa de la Salud, la Educación (que es excelente y gratuita). Pero cuando digo eso, a mis paisanos no les cae bien. Y sin embargo, José Carlos Mariátegui dijo: «no hay salvación para Indo-América sin la ciencia y el pensamiento europeo» (Prólogo a los Siete ensayos). 

Pero sigamos con el problema principal, es cómo el JNE «desestima» los alegatos de Fuerza Popular en diez casos sobre «presuntas modificaciones del proceso electoral». Está claro, el desestimado y el uso de «presuntos», revela que en el JNE ya tienen «una posición tomada». Como dice este diario virtual, «en uno de los procesos electorales más accidentados de nuestra historia republicana, se ve a las claras la decisión de proclamar a Castillo, cueste lo que cueste». A tal actitud, dejar como si fueran poca cosa las irregularidades, la protesta es gigantesca. El lector lo sabe, está en la plana de Expreso del viernes 25 de junio, lo siguiente: un 69% «cree que el proceso electoral de la segunda vuelta fue fraudulento, según encuesta de CIT. Y un 66% está de acuerdo en que se realice nuevamente la segunda vuelta, para que el próximo Presidente tenga legitimidad. Un 85%, dice que Pedro Castillo debería deslindar con Vladimiro Cerrón, cuestionado por corrupción. Un 57% afirma que las marchas realizadas pueden ocasionar la llegada de la tercera ola de Covid-19. Y un 65% desaprueba la labor de Francisco Sagasti como Presidente de la República». 

Ahora bien, leo un texto de Javier Alonso de Belaunde. Dice que «los golpes militares ya no son aceptables. Salvo los civiles que los animan» (Perú.21). Quizá, pero hay un pero. Un pensador que no fue nunca político, un pensador libre y gran escritor, mexicano, tiene esta idea: «las dictaduras militares latinoamericanas jamás han pretendido sustituir al régimen democrático, y siempre han sido vistas como gobiernos transitorios de excepción». Y termina diciendo: «no pretendo absolver a las dictaduras, pero el régimen cubano se presenta como una nueva legitimidad». El gran pensador es nada menos que Octavio Paz, y su opinión está en la página 356 de La letra y el Cetro. Entonces, señor Belaunde, los golpes de Estado suelen ser cortitos. Pero los que pueden hoy instalarse en el Palacio de Gobierno de Lima, están en la línea de Fidel Castro, espero equivocarme. 

No por azar las voces de esta situación son estremecedoras. He leído el editorial de Luis García Miró Quesada, su «Escuche señor Salas Arenas»: «escribimos ayer sobre el impresentable Jurado Nacional de Elecciones JNE, investido por la Junta Nacional de Justicia inventada por el miserable Vizcarra para producir un Estado a su imagen y semejanza». Todo ese aparato, desde los equipos que modifican actas en mesas, a las instituciones que se ocupan del Derecho. Y en cuanto a la carta de Luis Carlos Arce Córdoba —carta que no es corta sino larga—, explica por qué declina irrevocablemente. 

En fin, lo que está pasando es lo que anticipó Francisco Durand, «La captura del Estado». Ni más ni menos, como en el siglo XIX, cuando grupos pequeños se convertían en plutocracias (Basadre). No de clases sino de castas y sectas. No viene del pueblo, el nuestro quisiera volver a la época anterior a la pandemia. Hoy, bajo diversas máscaras, se repite la historia, una crisis, y se preparan para dominar desde arriba mientras los de abajo los creen revolucionarios. Ahora o nunca. Después de todo, han desaparecido los cursos de Historia peruana y mundial en los colegios estatales. Y menos tienen Educación Cívica. Se están aprovechando de la incultura de los pobres. Ellos, los que quieren dominar, les han quitado las asignaturas que enseñan a pensar, a razonar, a tener un espíritu crítico. Esa también es una trampa. Nos hemos olvidado que un sistema político —el que sea, liberal, socialdemócrata, comunista o conservador— tiene que tener una cosa que se llama ética. Así de simple, así de difícil. 

Hace poco, una tesis fue aprobada en San Marcos. Trata de la pendejada, eso que divierte y nos hunde en el Perú, porque es el deporte más celebrado, tanto como el fútbol. Sigan así, y cada día nos iremos hundiendo en el desorden y la miseria. 

Posdata: San Marcos acaba de elegir a su primera Rectora, Jeri Ramón. Ya era hora.

Fuente:

https://elmontonero.pe/columnas/ninan-cuyuchiq